Capítulo 17

Varias copas, un par de gritos y varias fruncidas de frente después, Vero terminó de contarle a Frank su situación actual con Noah.

Montse la apoyaba, y no solo bebiendo a la par con ella las copas de licor amargo, sino diciendo "¡Exacto!", o "Tú tienes toda la razón", o "¡Es que era ser pendejo una vez, no batir récord, Noah cree que es competencia!" cada tanto.

Frank se había autodenominado el sobrio de la noche, así que cambió sus cervezas por agua y cocteles sin licor, razonando que alguno de los tres debía quedar lúcido para el momento de irse. Al terminar de escuchar, si bien le daba la razón casi en todo a su vecina, hubo un tema en el que le llevó la contraria:

—¿Por qué tú no has tomado la iniciativa?

—Tomé la iniciativa cuando le pregunté directamente y él me friendzoneó.

—Pudo tener miedo.

—¿De qué? Es obvio que me gusta, no creo que tema a un rechazo.

—Sí, vale, pero hay más motivos para tener miedo aparte del rechazo, ¿has intentado hablarlo por ese lado? No sabes exactamente qué es lo que lo frena, ¿por qué no intentas averiguarlo? ¿O tomar un paso directo, tal vez? No te centres en lo que él puede sentir por ti, sino en lo que sientes por él.

—¿A qué te refieres?

—Dile "me gustas", no le preguntes "¿yo te gusto?".

Vero resopló.

—No haré eso.

—¿Por qué no?

—Porque me friendzoneó —enfatizó con lentitud, como si Frank no fuera capaz de ver lo obvio.

Montse estaba en medio de ambos y los miraba de uno a otro entre respuestas, intentando con todas sus fuerzas llevar el hilo y entender todo.

Vero se estaba molestando, no con Frank en sí, sino con la conversación, con esa sensación desagradable de cuando alguien que quieres te cuestiona con verdades que no quieres oír. Montse bebió de su copa, para nada dispuesta a interrumpir, y menos ahora que se respondían sin pensarlo, en medio segundo luego de que el otro se callara. Era como fuego cruzado y Mon no quería dar un paso en falso y quemarse.

—¿Entonces por qué sigues coquetéandole?

—Porque él lo hace.

—Pero si estuvieras segura de que no te corresponde, no lo harías. ¿O sí?

—Es obvio que me corresponde.

—¿Entonces por qué no le dices que te gusta?

—Porque me dijo que yo era una gran amiga.

—Si estás segura de sus sentimientos, ¿qué te asusta a ti?

—¿Y si algo sale mal?

—¿Por qué saldría algo mal si obviamente es correspondido? —preguntó Frank, usando las mismas palabras de Vero—. Tienes miedo también.

—¡Pues claro!

—¿Por qué?

—¡Porque no quiero perderlo! —gritó.

Frank no respondió de inmediato y ese silencio hizo que Vero notara que realmente lo gritó y que un par de mesas alrededor la miraban con curiosidad.

Vero apuró lo que quedaba de su trago e hizo una seña para que le trajeran otro, sus manos temblaban por la discusión y se sentía incómoda. Montse acercó su silla y le tocó la mano.

—No tenemos que arruinar nuestra velada pensando en él.

Vero no la escuchó, o si lo hizo, la ignoró. Miró a Frank de nuevo, él, con su mirada gentil no la juzgaba en absoluto. Sostenía su vaso con agua en la mano y se veía mucho más relajado que ella.

—¿Por qué lo perderías? —preguntó Frank tras un silencio tenso, cuando sintió que Vero se había calmado un poco.

Vero lo reflexionó, pensando fugazmente en varias escenas que incluían a Noah. Los rechazos sutiles luego de sugerentes coqueteos, la inseguridad que le causaba el quererlo y sentir que ese sentimiento era demasiado exagerado para lo que recibía a cambio, la sensación de que su corazón era una pelotita de rebote que no hallaba dónde frenar cuando pensaba en Noah.

Y se dio cuenta ahí en ese bar de su miedo real a él.

—Siento... siento que le gusto, pero que de algún modo él no me considera suficiente. Sí para ser su amiga, no para ser algo más. ¿Y si... y si por eso me dijo que era una gran amiga? Porque le gusto, pero no soy lo que busca en una relación de verdad y le da pena decírmelo...

Cada palabra que pronunciaba parecía encajarse más en el lado lógico de su mente. Noah era un hombre excelente, buen padre, trabajador, era más bien reservado y a veces algo serio. Vero, por otro lado, era todo risas, espontaneidad y, según los ojos que lo vieran, locuras.

Vero hablaba con sus flores, se comunicaba con ellas y ellas le respondían, Noah lo sabía y cuando recién se lo dijo, la consideró loca, pero minutos después lo aceptó y luego ella simplemente asumió que él ya lo había normalizado, sin embargo, ¿y si él sí la veía como su amiga «la loquita que no tenía los pies sobre la tierra»? A lo mejor sí sentía atracción hacia ella, considerando sus actitudes, pero el peso de las reservas era mayor al del gusto y por eso la rechazaba con cortesía pero firmeza.

Vero podía ser demasiado rara para Noah y él no tenía el valor de decírselo directamente. Tenía sentido, no era su estilo decir cosas hirientes; Noah era noble rayando en lo extremo.

Vero había perdido la mirada más allá de su propia mesa, pensando en todas esas ideas que llegaban en tromba a su cabeza, se sentía de repente humillada por sus propios sentimientos y era una sensación amarga. Regresó a la realidad cuando sintió la mano de Frank sobre la suya, la que Montse no sostenía. Buscó los ojos de su vecino y sintió que tenía la mirada aguada porque lo vio algo borroso.

—Entonces déjalo —dijo él con un tono paternal, autoritario, uno que hacía sentir a Vero que Frank era el mayor y más sabio de la mesa—. No me importa quién es, ni si es buena o mala persona, ni si te gusta o si estás enamorada. Si un hombre te hace dudar de tu valor, no vale la pena.

Vero miró a Montse con un gesto casi esperanzado, como si quisiera que ella, que sí conocía a Noah y sus virtudes, contradijera a Frank y le diera puntos a favor de seguir intentando. Sin embargo, su amiga estaba seria y miraba a Frank sin expresión alguna, y cuando ladeó la vista hacia Vero, apretó los labios.

—Sabes que quiero mucho a Noah —empezó— y nadie ha abogado más por ustedes que yo. Pero... Frank tiene un buen punto. Una cosa es que te frustre su jueguito de «hoy sí y mañana no», pero otra muy diferente es que te sientas mal o insuficiente. Sabes lo mucho que vales, Vero, y no necesitas a Noah o su amor para sentirte completa. No sufras por él.

Vero se sintió como una tonta. Esas palabras eran exactamente las que ella daría a alguna amiga que estuviera pasando por algo similar, pero cuando se trataba de ella misma, su corazón quería ser terco y aferrarse a esa nada que tenía con Noah. Era Vero la que siempre estaba del lado de dar los consejos, no del de recibirlos y no le gustaba esta posición.

—¿Quieres emborracharte y olvidarte de él por hoy? —propuso Frank tras la falta de respuesta de Vero—. Montse y yo invitamos.

Vero rió y asintió. Con el movimiento, sus mejillas se mojaron con sus lágrimas, pero las limpió, soltando las manos de sus amigos y puliendo una sonrisa.

—Prométanme que no me dejarán hacer alguna estupidez —pidió, con el tono más animado.

Montse levantó su palma derecha de modo solemne.

—Beberé... menos para estar pendiente de ti. —Frank quiso decir que ella ya estaba tan ebria como Vero, pero no interrumpió el momento—. No dejaré que llames a Noah estando ebria.

—Es más, dame tu teléfono —pidió Frank, estirando la mano. Vero rió, pero lo sacó de su bolso y lo tendió. Frank lo guardó en su bolsillo—. Mejor prevenir.

Las dos amigas asintieron y estuvieron decididas a dejar el tema de lado... pero las cosas no siempre salen como se quiere.

Aunque Frank continúo cumpliendo su rol del sobrio y apenas tomaba alguna que otra copa que no lo afectaba en lo más mínimo, un par de horas después, supo que estar lúcido no sería suficiente para refrenar a dos mujeres sentimentales contra un hombre tonto.

Vero fue la primera que recordó a Noah y lo hizo de repente, con una frase que medio salón escuchó:

—¡Tengo que preguntarle por qué!

Frank había estado algo desconectado de la conversación de ellas dos —que se daba entre confidencias y susurros que a lo mejor solo ellas entendían—, así que se alertó al escuchar a Vero. Por seguridad, confirmó que siguiera teniendo el teléfono de la florista en su bolsillo; le diría que lo había perdido si era necesario, no dejaría que lo llamara y mañana se arrepintiese, además de que le echaría la culpa.

—¡Tienes razón! —replicó Montse.

—¿Preguntar qué? —intervino Frank.

Vero ya estaba buscando su bolso y poniéndose de pie. Montse la seguía.

—Preguntarle a Noah el por qué de su actitud —masculló Vero. Cuando estuvo lejos de la silla, se tambaleó e hizo una pausa, pero se repuso rápido—. Por qué juega a esto. ¡Hoy mismo me dice si me quiere o no!

Montse asintió efusivamente y se unió a ella que ya iba en busca de las escaleras. Frank se levantó de un brinco, miró el espacio que dejaron y recogió el celular de Mon que había quedado olvidado y una flor de cabello que Vero se había quitado en algún momento. Corrió tras ellas y se aseguró de bajar un escalón adelante, solo en caso de que alguna diera un paso en falso y tropezara.

—Puedes preguntarle mañana —dijo Frank, intentando calmar su repentino apuro. Ya habían salido del bar y caminaban hacia la avenida para buscar un taxi—. ¡Vero! Espera, le dices mañana. Es casi la una de la mañana.

—No me importa.

—¿Y qué se supone que le vas a decir?

Vero titubeó.

—Yo... no estoy segura. Pero ya vendrán las palabras cuando lo tenga enfrente.

Frank dudaba eso.

A trompicones de Montse y de Vero, lograron tomar un taxi. Se apretujaron en el asiento trasero y Frank intentó disuadirla una vez más.

—Estás ebria, no es buena idea. Mañana, con la cabeza clara, puedes...

—Al sector de Caricias Dulces, por favor —pidió al conductor, ignorando a Frank.

—Necesita una dirección —dijo Frank, esperanzado.

El conductor negó con la cabeza, alegre y servil.

—Conozco el sector, mi hija trabaja en una panadería, no se preocupen.

—¡Es el destino! —chilló Montse, dándole un codazo a Frank que quedó en medio de ambas—. Y decías que no era buena idea.

No lo era, él estaba seguro, pero ambas ya eran adultas, estaban de acuerdo y estaban ebrias. ¿Qué podía hacer él contra eso? Contra una quizás, pero ¿contra dos? Eran imparables. Suspiró y se hundió en su lugar mientras el conductor iba hacia el sector pastelero sin preguntar nada.

—Esto no saldrá bien... —musitó, abatido. 

Gracias por leer. Los amo. Feliz año 💓💓

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