Capítulo 13


Cuando Vero llegó en la tarde-noche a Los pasteles de Noah, esperaba tener un rato para charlar con él y, quizás, armarse de valor y preguntarle si su visita del día anterior era solo para llevarle el postre nuevo o si tenía otro propósito.

Por desgracia, se encontró con Ralph sentado en una mesa leyendo un libro. Él, al levantar la mirada y verla, desistió de su lectura, por supuesto y la invitó a sentarse con él. Vero no vio de inmediato a Noah por ahí, así que no tuvo manera de negarse.

—Noah casi me echa de su apartamento cuando dije que te invitaría a salir —dijo a modo de saludo, abruptamente, y en un susurro confidente, inclinándose sobre la mesa.

Vero, aún así, miró a los lados para asegurarse de que nadie lo había oído.

—No debiste decirle eso.

—Pero funcionó, ¿no? Me enteré que te visitó ayer.

—¿Cómo te enteraste?

—El mundo es pequeño y está plagado de chismosos. ¿Te dijo algo? Dime que te invitó a salir.

Vero frunció el ceño.

—No. Solo me llevó un postre.

—Mi madre siempre dice que mujer que se enamora por el paladar dulce, es mujer que vale la pena.

—Una afirmación desventajosa para las diabéticas.

—Mi mamá cree que Pókemon es del diablo, y que Jesús fue blanco y de ojos azules, así que su criterio está un poco averiado. Pero ese no es el punto. —Vero rio, ganándose una amplia sonrisa de Ralph—. Lo importante es que Noah está a esto... —Ralph juntó sus dedos índice y pulgar frente a su cara— de hacer algún movimiento.

—No creo que...

—Ya le dije que si no lo hace, lo haré yo.

Vero encorvó los hombros.

—Creo que eso con Noah no funciona —dijo—. ¿Recuerdas que me dijiste dos posibles finales con el plan de los celos? —Antes de saber que hablaba de tu hermano, quiso añadir Vero. Ralph asintió—. Bueno, Noah se quedará en la otra opción: se dará por vencido y me dará vía libre contigo. Casi puedo apostarlo.

—Mírale el lado positivo: entrarás a la familia, aunque no con él. —Vero no pudo evitar soltar una carcajada a la vez que estiraba la mano y golpeaba a Ralph en el antebrazo. Él también rio—. No seas pesimista.

—Yo solo...

—Vero.

Noah llegó desde la parte interna del local, y caminó hasta ellos, tomando asiento en la silla libre de la mesa. Vio con recelo la mano estirada de Vero que, aunque ya no tocaba a Ralph, estaba muy cerca. Ella la retrajo con cuidado.

—Hola, Noah.

Noah miró a su hermano y sonrió, pero con los labios tensos e incómodos.

—Llevas dos horas en la mesa sin consumir nada —le dijo a Ralph.

Él alzó su libro de modo que pudiera verlo con claridad.

—Estaba leyendo.

—Esto no es una biblioteca.

—Ya me comí una galleta.

—Que no pagaste.

—Ponla en mi cuenta.

En los ojos de Ralph brillaba la diversión, en los de Noah, la tensión.

—Amo las galletas —dijo Vero sin darse cuenta, haciendo lo posible por frenar el cruce raro de palabras. Los hermanos Reyes la miraron, ella aclaró la garganta—. Las de maracuyá me encantan, son mis favoritas.

—Las mías también —convino Ralph—. Noah, ¿nos traes algunas? Por mi cuenta, claro.

—No fio nada, Ralph —espetó Noah.

Ralph sacó su billetera y tendió dinero a Noah.

—De contado, gracias.

Noah miró a Vero, que sabiamente se distraía mirando una de sus uñas. Luego miró a su hermano, que tenía el billete entre sus dedos y media sonrisa lobuna en los labios. Le arrebató el billete y se puso de pie para ir hacia el mostrador. A los dos segundos, Vero le habló, siseando:

—¡Oye! No hagas eso. No me gusta eso, ¿sabes qué? Deja el plan de lado.

—Pero si está funcionando.

La alegría infantil en el gesto de Ralph era tan pura, que Vero sonrió.

—No es honesto...

—Sigue riendo, nos está mirando y está enojado.

Vero no quiso girarse para corroborarlo.

—No es divertido —dijo, pero sin poder evitar sonreír.

—Entonces no te rías —dijo, risueño, guiñándole un ojo.

Vero se cruzó de brazos, obligando a su boca a tensarse y no a curvarse. Le salió una mueca divertida, que, a propósito contrario, los hizo reír más a ambos. Vero se mordió el labio, rendida ante la situación.

—Debe haber un límite —siseó—, no puedes ser tan desvergonzado.

—Todo lo físico es límite —dijo Ralph—. Porque si algo pasa y te conviertes en mi cuñada, serán raras las reuniones familiares.

Noah regresó, puso el plato con las galletas casi con brusquedad entre los dos. Observó a Vero, que aún tenía el eco de la risa en su boca, y destensó la frente un poco. La vio tomando una galleta y se sentó de nuevo.

—¿Qué era tan gracioso? —preguntó con amabilidad, sin pizca de ninguna emoción negativa en su voz.

—La estaba invitando a ir conmigo a la fiesta de Bev —soltó Ralph.

Vero tosió, atragantándose con su galleta y Ralph no supo cuál de los dos lo miró peor. Incluso se sintió un poco mal; estuvo a punto de meter su cizaña una vez más solo para decirles que se dieran cuenta de que se correspondían los sentimientos y luego irse, dejando que ambos solucionaran sus problemas de comunicación, pero entonces Noah respondió, burlón:

—¿Y eso la hizo reír? Has perdido tu don con las mujeres.

La sonrisa de Ralph se tambaleó. «Que se joda», pensó.

—Una risa de respuesta es siempre mejor que quedarse callado y no intentarlo.

El ladrillo iba para Noah, pero hasta Vero lo sintió en la cabeza.

No, Vero no iba a dejar que Ralph fuera tan lejos con su tonto plan. Le quedaba un poquito de sentido común y sin duda jugar así con Noah —y con ella misma— no era el camino correcto.

—Me reí... —dijo entonces, de nuevo desviando la atención de los hermanos a ella—, porque me siento halagada, pero no puedo ir. Ya tengo planes.

Ralph asintió, aceptando. Noah asintió, aliviado.

—¿Una cita con otro caballero? —preguntó Ralph—. Tienes cara de que tienes muchos pretendientes.

—Saldré con Montse —mintió.

—Una cita con una dama, no juzgo. Bien por ella.

—Es una amiga. Iremos a tomar un trago juntas.

El menor de los Reyes soltó un suspiro resignado.

—Es una pena que no puedas venir —añadió, mirando a Noah—. Habría sido tan divertido tenerte ahí.

Verónica recordó vagamente la invitación de Beverly en nombre de Noah y se preguntó si sabiendo lo que Ralph tramaba, la invitación seguiría en pie. Sin duda Bev no querría esos dramas de machos alfa en su noche especial de compromiso. El pensamiento la hizo sonreír.

—Tendrá que ser en otra ocasión.

—Siempre estaré disponible para ti.

—Hasta que te vayas de la ciudad y no vuelvas en dos años —replicó Noah—. Como haces usualmente.

—Estaré disponible para ti por tiempo limitado —se corrigió. Vero le sonrió—. O puedo quedarme en la ciudad si encuentro una buena razón.

—Vero no es una buena razón —soltó Noah.

—Vaya, gracias, Noah, que halagada me siento.

Noah abrió mucho los ojos.

—No me refería... quise decir... que para Ralph no eres una buena razón...

—¿Para ti sí? —cortó Ralph.

—Sí. Digo, no. Es decir... que Vero no existe para que tú tengas razones para quedarte.

—Menos mal horneas bien, porque con las palabras eres muy torpe —dijo Ralph, tomando otra galleta y poniéndose de pie con el libro en sus manos—. Odio tener que irme, pero así es. Te veo luego, Vero.

No se despidió de Noah, aunque la mirada que le dedicó fue suficiente. «Ya discutiremos en la noche», parecía decir ese gesto.

—No quise decir que no eres una buena razón —murmuró Noah, más tranquilo sin Ralph ahí.

Vero no quiso ponérselo más difícil tensando esa cuerda y forzando el tema, así que sonrió con calidez.

—Lo sé.

—Ralph no te conviene —soltó.

Vero lo miró, y, para sorpresa de Noah, asintió.

—Lo sé también. Sé que luego de mi episodio con Henry crees que mi gusto en hombres está jodido, pero yo sí aprendo de mis errores.

Cuando Noah y Vero se conocieron, ella estaba flechada por Henry, un hombre que conoció en su florería y por quien sintió un enamoramiento apresurado. Con el tiempo descubrieron que ese tipo era un mal hombre, deshonesto, infiel y para nada empático —y el prometido de su ahora mejor amiga, Montse—, así que en su momento Noah se burló mucho de su elección y de su creencia en el amor a primera vista.

Vero aseguró que jamás volvería a caer de esa manera en la ingenuidad y por ahora lo había cumplido, aunque se preguntaba con frecuencia si enamorarse de alguien que no le correspondía, aunque fuera un buen hombre, era mejor.

—No pienso que tu gusto en hombres esté jodido. Si te interesara Ralph, lo reconsideraría, pero si no es así...

Vero quiso imaginar qué respondería Noah si ella le pidiera juzgar su gusto en hombres basándose en el flechazo que tenía por él. Arrugó la frente cuando supo que Noah diría «bueno, seguiría jodido porque no hay que fijarse en los amigos» o algo por el estilo.

Decidió desviar el tema:

—¿Te embriagarás en la fiesta de Beverly?

El tinte divertido de sus palabras ayudó a que ambos regresaran a su confianza mutua de siempre.

—Quizás —admitió—. ¿Y tú? Con Montserrat.

—Quizás —repitió—. Bien mirado, estaremos ebrios juntos, pero en diferente lugar. —Vero tomó la última galleta del plato, y antes de comerla, agregó—: Me beberé una copa en tu nombre.

Era mentira lo de salir con Montse, pero puesto en palabras sonaba a un buen plan; se lo propondría a su amiga.

Noah le sonrió de lado y Vero tuvo que reprimir un suspiro. Más aún cuando él respondió:

—Yo las beberé todas en el tuyo.

Hola, amores. Lamento la demora.

Como saben, esta es una novela corta, yo le pronostico máximo 20 caps, así que ya vamos a más de la mitad. 

Siguiendo con las malas noticias, les cuento que no sé si en noviembre pueda actualizar. Les pido una enorme disculpa. Estoy en un momento fatal a nivel personal y emocional, y hay días en que quiero mandar todo alv y ya. Pero bueno, como sea, el punto es que no les prometo nada en este mes que viene. Espero puedan entenderme, y si no es así, lamento decepcionarlos.

Les mando un saludo enorme. ♥

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