Capítulo 10

Minimaratón 1/2

Noah miraba a Ralph sacando de su maleta una toalla para ir a tomar una ducha y se preguntaba si debía decirle algo respecto a Verónica.

¿Pero qué le diría? Se negaba a que su hermano escuchara de su voz acerca de los sentimientos que albergaba por Vero, incluso antes de que ella misma lo hiciera.

El apartamento de Noah era acogedor, y no solo porque un piso más abajo estaba su cocina y el permanente calor de los hornos mantenía el suelo tibio, sino porque su decoración en tonos tierra daba la sensación de calidez, de hogar.

Las paredes eran de ladrillo rojo, sus divisiones de un gris desvaído. El comedor y la sala tenían tonos marrones, desde la madera de la mesa hasta los cojines del sofá. Una gran pecera en una de las paredes le daba vida a la estancia, una lámpara pequeña de araña en medio del techo y varias plantas —entre naturales y artificiales— en las esquinas. Había fotografías por doquier, en su mayoría de Cam en distintas etapas de su vida, algunas de Noah con su familia y una que otra tomadas en la pastelería.

La duda de Noah acerca de sacar el tema, murió cuando fue su hermano quien lo hizo:

—Es bonita tu amiga —soltó. Noah estaba sacando unas verduras de la bolsa sobre el comedor, ensimismado, pero levantó la cabeza al ver a Ralph acercándose. Noah lo miró y Ralph creyó que necesitaba algo más específico—. Verónica.

—Ah, sí. Es bonita.

—Es florista, ¿no? Creo que lo mencionó.

—Sí. Ella me trae los girasoles para la pastelería.

Noah no le mantenía la mirada a Ralph y él, concentrado en ese plan vago que había empezado con Verónica para conseguir la atención de Noah, sonreía internamente. Encontraba divertida la actitud de Noah y desesperar un poquito a su hermano no sobraba nunca; a Ralph no le interesaba Verónica, pero cuando descubrió que Noah era el foco de su interés, vio la oportunidad perfecta para hacer más amena su visita... y si en el camino podía empujar a su hermano mayor a los brazos de una mujer bonita y con evidentes buenas intenciones, pues mejor.

—¿Tienes la dirección de su florería? Puedo ir a visitarla mañana. —Ralph notó que Noah detenía el movimiento de sus manos solo un segundo—. ¿Qué es lo que más le gusta de tu pastelería? Se lo llevaré.

—No tengo la dirección; sé llegar, pero no he mirado la nomenclatura.

Ralph no estaba seguro de si eso era cierto o no.

—Puedo buscar en Google.

—No te daré nada gratis para que le lleves.

—No soy un adolescente desempleado, yo puedo pagar —rebatió—. Solo debes decirme qué le gusta. Yo quedo bien, tú haces una venta y ella come. Todos salimos ganando.

Noah apretó los dientes y antes de darse cuenta, respondió:

—No puedes hacer eso.

—¿Por qué no?

Noah finalmente miró a los ojos de su hermano. Los de Ralph animados y brillantes, como siempre eran, los de Noah... contenidos.

—¿Por qué vas a hacerlo en primer lugar?

Ralph se encogió de hombros.

—Bueno, creo que llevar un postre podrá sumar puntos cuando la invite a salir.

—Me dijiste que estabas saliendo con alguien —objetó Noah.

—No es serio, solo hemos tenido un par de citas.

—¿Y Vero sería una más en al lista?

El tono ofendido de Noah llenó la estancia.

—No le mentiré. Le diré la verdad: que he tenido dos citas con otra persona, pero que podemos ver que pasa en una cita entre nosotros. Salir una vez no es pedir matrimonio, Noah, aunque tengo las expectativas altas con Verónica, es muy hermosa y me gusta su actitud.

—Vero no es la segunda opción de nadie.

—Claro que no. No he dicho eso. Puedo llevarla al compromiso de Bev, su invitación decía que podía llevar a alguien...

—No puedes ir con ella —cortó Noah.

Ralph sonrió al sentir que su hermano estaba perdiendo la paciencia. Noah agarró sus verduras y se fue caminando hacia la cocina, frustrado con sí mismo. Ralph no se movió de su lugar, pero sí elevó su voz para no dar fin a la conversación:

—¿Por qué no? Dijo que es soltera... —Se calló de repente, fingiendo que una idea totalmente sorprendente llega a su cabeza de manera inesperada—. ¿Acaso te gusta?

Noah, en la cocina, lejos de la mirada de su hermano, apretó los dientes, pero no respondió a eso... no exactamente.

—Tú ya sales con alguien, no es justo con Vero.

Ralph se acercó a la cocina, se asomó desde la puerta, con una sonrisa ladeada en su rostro.

—Te gusta —manifestó con firmeza y burla.

Claro que Ralph lo sabía desde hace horas, pero en ese momento le haría creer a Noah que solo lo suponía basado en la conversación. Lo fastidiaría lo suficiente para que al menos esa noche pensara y reflexionara al respecto.

—No... —musitó Noah con cero convicción.

—Has tenido mucho tiempo para invitarla a salir y no lo has hecho —insistió, con la seguridad de un hombre que sabe que lleva el liderazgo en una discusión. Noah se giró abruptamente para mirarlo a los ojos, casi parecía que iba a gritarlo, pero solo se tensó su mandíbula—. Así que o te apuras o te gano.

En lugar de negarlo de nuevo, Noah siseó:

—Verónica no es un premio.

Ralph se puso la toalla azul sobre el hombro izquierdo. Una sonrisa lobuna se instaló en sus labios.

—Pero si lo fuera... —Miró con intensidad a los ojos de Noah—, la estarías perdiendo desde ya.

Se dio media vuelta para ir a la ducha, y lamentó no ver la expresión de Noah.

El pastelero, por su lado, se quedó mirando el espacio junto a la puerta por unos segundos, luego siguió con su labor de guardar la comida, sin ser capaz de dejar de pensar en las palabras de su hermano.

Ralph era un buen hermano —menor por tres años— cuando no vivía para fastidiarlo, pero cuando lo hacía —que eran pocas veces—, sabía cómo llegarle al límite de la paciencia. En su niñez por temas de juguetes, en su adolescencia por temas de amores y rebeldía, en su adultez, un par de veces, por temas de dinero, pero ahora, que se trataba de Verónica, era como un nivel mayor a los usuales, un límite dentro de otro límite que él iba a romper.

Noah no veía a Verónica ni remotamente como un premio en alguna competencia estúpida nacida del deseo de diversión de su hermano, pero sí se sentía atacado con su repentino deseo de invitarla a salir.

Esa misma noche, en la cama, sin embargo, Noah llegó a la conclusión de que, fuera o no una competencia, Ralph ya había empezado a mover sus fichas y eso no le dejaba opción a él sino de mover también las suyas.

Se le había acabado el tiempo de jugar a la indiferencia; era ahora o nunca.

Gracias por leer♥

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