Tú y yo
Me quedé asombrada por las palabras de Link, de seguido se enrojeció hasta las cejas. Pero se mostraba con decisión y determinación a la vez.
Un silencio desgarrador vino después, de que mi garganta se secara por la emoción. Tragué saliva, y me quedé inmóvil con las manos listas para asestar un golpe al gran usurpador del trono. ¿Qué hago ahora? Me pregunté entre el silencio de mi conciencia, el supuesto amor que siente hacia mí era importante, pero a la vez debía salir de la situación en la que me encontraba.
- Link... Yo también te quiero- levanté la mirada hacia sus ojos azules, que me envolvían como la arena mojada de la playa, cálido y fresco a la vez. Abrió los ojos sorprendido, los dos nos referíamos a ese amor, tipo de amor que tanto anhelábamos. ¿Qué sería de nuestro futuro ahora? A punto de morir, revelando nuestros sentimientos, sin tiempo del cual pudiéramos disfrutar juntos.
Tiempo... Eso era lo que necesito. Actué rápido, tomé mi brújula dorada con fuerza, pensé en lo que deseaba en ese momento. Tergiversar la situación a mi favor.
Corrí hacia Link sin pensar, los guardias no oponían resistencia, estaban confusos. ¿Sería todo una distracción? No creo. Justo cuando estábamos a centímetros uno del otro... Le cogí la Espada Maestra, no se esperaba eso. Y en un movimiento reticente, conseguí unir las dos reliquias produciendo un haz de luz que cegó a todos los Zora por completo, me dió tiempo para poder ponerle la hoja de acero en el cuello del gran sapo verde.
- ¡Qué nadie de un paso más!- grito con todas mis fuerzas, todos estaban atentos y atónitos a mis movimientos.
- ¡Ha-cedle caso estúpidos!- bajaron las armas. Ralis entendió mi jugada mientras desataba a la mujer pez.
- Ahora tú, declara la rendición, y la devuelta del trono a su Majestad...-decía con fuerza, Link me miraba con asombro y admiración.
Una voz provenía del fondo del salón real.
- Eso ya no será necesario... Gracias Linkle- La princesa Zelda entró en escena a lomos de su corcel, seguido de un séquito de guerreros de élite, pertenecientes a Gareth allí presente.
Poco después el usurpador estaba siendo esposado, todo había salido bien, los traidores recibieron su merecido y habíamos terminado con éxito la misión.
- Señor volveremos a Palacio cuando usted ordene,- decía uno de los guerreros a Gareth- ¿Se encuentra bien?
- Si, solo necesito un descanso...- me miraba con tristeza y lástima. No podía imaginarme el daño que le estaba haciendo. Que le había hecho.
Subió al caballo con pesadez.
- ¡Linkle!- me llamó la Princesa emocionada- Quiero decir... Señorita Linkle...- su tono había cambiado rápidamente, a uno más reservado al ver que ponía mis ojos cristalinos.
- Lo que usted desee mi señora, me incliné hacia ella- rápidamente se ruborizó, tapándose la boca avergonzada. Se veía linda. Pero a la vez me extrañaba...
- Que-quería agradecerle... El haber completado la misión, es usted una gran guerrera, seguro que ahora tendremos mejores relaciones con el Reino de los Zora.- giré mi cabeza hacia Ralis, este me observaba junto a Minerva, su amada que había sido rescatada con éxito. Se cogieron de las manos palmípedas entrelazando sus dedos, y andaron hasta el umbral del salón. Por un momento nos imaginé a Link y a mí, juntos, con la misma intención que lo hacían ellos, entrelazados. Mis ojos se desviaron a la cabellera rubia del joven, que los miraba con recelo, ¿También esperaba algo más? Nuestras miradas se cruzaron, anunciando que los dos, mirábamos envidiosos a la pareja con las mejillas ardiendo. Desviamos la cabeza con vergüenza. Que rabia...
- ¡Preparad dos corceles para mis Caballeros!¡Rápido!- gritó Zelda.
- Si su Majestad
- A la orden- se escuchaba a lo lejos.
Rápidamente prepararon a dos yeguas, me quedé un tiempo pensativa, y recordé a Epona, ¡falta Epona! La compañera que nos había dejado montar en sus crines y donde pudo haber despertado nuestro lazo.
- ¿Dónde está Epona?- le dije tocándole el hombro a la chica.
- E-e está... en Palacio... ¿No os acordáis?- se veía nerviosa, cuando hace un rato les había gritado a su caballería.
- Entonces no podremos ir juntos...- lo dije en voz alta, a lo que me mordí el labio inferior. Bajé la cabeza con aire sombrío. Zelda parecía haberme escuchado con exactitud, pero seguía sonriendo ampliamente.
-Linkle...
-¿Qué ocurre Link?- actué normal, como debía.
Parecía querer decirme algo, pero, se lo pensó mejor y cambió lo que iba a decir.
- ¿Querrías venir conmigo, aunque no sea con Epona? - preguntó tendiéndome la mano para subir al caballo juntos.
- Cl-aro...- mis mejillas enrojecidas indicaban los sentimientos que me producía en mi interior. El se ríe ligeramente.
- Que mona estás cuando te sonrojas...
-¿¡Qué?!
- Nada- lo había escuchado perfectamente, era como si no hubiera reprimido sus pensamientos, diciéndolos por la boca. ¿Un error? ¿O realmente quería decirme eso? Algunas veces era tímido y reservado, pero otras veces adoptaba un carácter atrevido y escondido. Lo ignoré y subimos los dos como la última vez. Rodeándome el cuerpo con sus brazos. Él podía sentir mis latidos nerviosos como la efímera vida de una mariposa, pero también yo los suyos. Justo estábamos el uno tan cerca del otro, cuando...
- ¿Sabéis como llegamos tan rápido hasta aquí?- dijo Zelda interrumpiéndonos. Nos quedamos atónitos por la impertinencia de ella.
- La verdad, es que hay un túnel que conecta Hyrule con el Reino de los Zora, lo utilizaban los antiguos reyes de esta tierra para sus relaciones entre ellos. ¿No os sorprende, señorita Linkle?- rápidamente los dos que estábamos acurrucados y cómodos volvimos a una posición más tensa.
- P-por supuesto... su Majestad,- desvíe la mirada avergonzada. Link también estaba sonrojado, justo cuando la Princesa puso sus ojos en la entrepierna del joven y después lo observa arqueando las cejas. Sugerente.∆
Llegáramos al poco tiempo, entre pasos incómodos y silencio entre sus filas.
Pasamos los arcos de piedra de la Ciudadela, adornados de forma vetusta y pétrea. Poco después soltaba mis botas con desgana, había sido una semana cansina, pero emocionante a su vez. Necesitaba arreglarme y descansar, necesitaba unos días sin altibajos. Segundos de permanecer en mi habitación, abrí el armario con energía, en él además de mis ropas verdes había vestidos de gran porte y diseño. Me los habría donado la corte como regalo de bienvenida. Entre ellos estaba el de fiesta, el camisón y uno que llamó mi atención. Tenía el típico corte por la espalda de las mozas hylianas y se adhería a la piel ajustadamente. Por la cintura tenía cintas rosadas con flores del color.
Además de la falda con volumen, que subía al saltar, enseñado toda mi pierna. Lo que más me preocupaba era mi cicatriz, que la enseñaba por completo al llevar el encaje. Pero pese a todo era espectacular.
Prácticamente enseñaba toda mi silueta voluntuosa, tampoco estaba mal,¿verdad?
Sentí una presencia abrumadora, pronto supe la identidad de la joven.
- Su Majestad, ¿quería algo?- en efecto era ella, a los pocos segundos de salir de su escondite detrás de las puertas del segundo armario. Estaba roja de pies a cabeza con los ojos como platos, como si hubiera visto una imagen abrumadora, suponiendo, yo desnuda. Zelda cerraba sus palmas con fuerza.
- Nnnn-no...- se delataba, siempre me seguía (acosaba) con timidez, tenía que demostrarle que aunque tuviera un rango superior podríamos ser amigas.
- Princesa...
-¿Sí...?- se recogió sus cabellos claros con nerviosismo.
- Puede sentirse cercana a mí, no hace falta que me hable con esa imtroversia, así, podríamos ser más amigas, ¿cierto?- la dejé sin habla, no podía pronunciar palabra inexplicablemente.
- E-eeest-to... Y-yooo- me acerqué a ella por un segundo. Más tensa.
- En-nrealidad... Sí q-que quería... Darle algo. Creo que... Esto le podría quedar bien...- sacó un tocado floral confeccionado con plata de ley. Era precioso, uno de los adornos de la princesa.
- ¡Muchísimas gracias! ¡Es genial!- grité exaltada, ella pareció aliviarse. Acto seguido la abracé con todas mis fuerzas. Ella sujetaba la corona, nerviosa.
- P-permítame...- me coloqué en el espejo mientras me coronaba con el adorno, después se quedó un minuto observándome embobada.
- Bueno, yo iré a la feria de la Ciudad, seguro que está bien...
- Esto, no lleva zapatos señorita Linkle- miro a mis pies desnudos con alegría.
- Lo sé, no pasa nada por ir más libre un día...- me dirigí a las puertas correteando, con la falda al viento, con una mirada sobre mi nuca.
Al salir a la plaza, las banderillas ondeadas por el viento, los pétalos rosados que sacaban de las ventanas en las casas, y el griterío procedente de la muchedumbre, anunciaba El Festival de Primavera. Dónde, justo en la Ciudadela, acontecía las fiestas de música, comida bailes por doquier.
Mientras era atraída por multitud de estímulos, unos feriantes tocaban para el grupo de baile de la ciudad.
Corrí con ellos, para unirme a la fiesta.
Estaba más feliz que nunca y no me importaba nada. Bailaba con quien me sacara a la pista, mujeres, niños, hombres y ancianos. Con quién se quisiera divertir.
- Hola preciosa...- al escuchar esa voz, mi cuerpo se estremeció por completo, un frío helador y fantasmagórico. Sus manos me cogieron por las muñecas llevándome al compás de paso doble.
- ¡¡Ghirahim!!- el demonio me miraba mientras sacaba su lengua larga y viscosa.
- Bailas bastante bien con ese vestido...- va bajando la mano por mi cintura- Tanto que dan ganas de... Morderte...- me agarra el trasero con fuerza, yo respondo con un puñetazo en la cara, quitándole los colmillos de serpiente.
- ¡Ja, ja, ja! No hacía falta ponerse agresiva, Nos veremos muy pronto Linkle, más del que te imaginas.- desapareció entre sus formas negras y geométricas.
Me siento cerca de la pequeña orquesta, extasiada. Pasó mi mano por la frente, moviendo ligeramente la corona.
- Linkle...- levanto la cabeza hacia el joven que se manifiesta. Link, puesto con su ropa normal, sin héroe debajo de ese corazón puro y sincero.
- Link...
- Necesitamos hablar.
- Necesitamos hablar- lo decimos simultáneamente, leyendo nuestros pensamientos. Después soltamos una pequeña risa.
- Estás guapísima, Linkle- hace que me salten los colores, abro los ojos sorprendida. Ya no tenía esa mirada de preocupación hacia lo desconocido, sonreía confiado mientras me acariciaba el brazo. Suave y cálido con sus manos morenas llenas de callos. Dirijo mi mirada a sus ojos azules, que me abrazaban con sus aguas marinas.
- ¿Qué ocurre?- digo inocente.
- Deja llevarte por el momento...- solo sigo hipnotizada por sus palabras.
Pero había algo mal.
- ¡Socorrooo! ¡Ayuda!- grita una mujer desde la lontanaza. Había algo familiar en esa voz. Pero a la vez nos había interrumpido nuestro momento.
- ¡Diosa! ¡Estoy harto!-dice Link frustrado por la situación.
- ¿Qu-?- después de eso sólo podía sentir los labios de él probando los míos. Agarrándome con fuerza. Fundiéndonos en uno solo.
Mi primer beso realizado con la persona a la que amo.
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😘😘😘 Espero que les haya gustado, si es así no olviden comentar y dar favs, nos vemos hylians.
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