Gareth
En un instante, los dos aún conmocionados, miramos al sujeto que se hallaba delante de nuestras narices. Un chico con cabello castaño, tez blanca y facciones afiladas. Tendría la misma edad que Link. El joven, desconocido para mí, al contrario que a Link por lo que parecía, tenía una sed de sangre incalculable al estar en presencia de mi compañero.
- ¡Soy Gareth! - decía entre aspavientos con su arma- ¡¿Es que no me recuerdas!?- Yo, miraba Link con extraño, preguntando que quién era ese tipo. Él sonreía sin decir palabra, de sus labios carnosos.
- Te derrotaré ahora mismo, igual que a tus seguidores- apuntaba amenazador con su estoque afilado hacia mí.
- Gareth... ¿Por qué me has seguido?- su voz parecía impasible, pero había algo que no cuadraba bien. Sus pasos y sus movimientos hacia el nuevo joven, eran demasiado pausados y tranquilos. No levantaba la cabeza del suelo, realmente daba canguelo verle así.
- ¿Cómo que por qué? Porque eres mi rival como héroe de la leyenda. Nunca pude cumplir mi sueño de ser el chico de los ropajes, ese traje debería ser mío.- no entendía como alguien se aferraba al sueño de llevar esa maldición, todo lo que me había pasado, era como llevar una cruz grande sobre la espalda. Sorprendida, observaba la situación, en otro plano.
Sus tribulaciones no tenían nada que ver conmigo. Pero, en ese momento, no tenía ni idea de lo que estaba por suceder.
- Bueno... Supongo que tendré que probar mi nueva arma- (La cual había conseguido yo)- ¡Terminaré dónde lo dejé, al partir!- En principio, no lo tomaba verídico, pero al ver los pasos de Link, y las palabras en el contexto más serio, temía por la seguridad de Gareth. Ese arma, era de lo más poderoso en cuanto la blandiera su portador.
En unos segundos, las chispas del acero se encendieron, en un choque de compresión de las dos espadas. Obviamente, Link actuaba con más fuerza, no le era difícil tumbar a su enemigo. Pero, está vez era diferente.
No era como un monstruo a los que habíamos derrotado con estrategias fáciles. Este chico tenía algo indescriptible. Sus ojos brillaban, emocionados, al poder batir en duelo con Link.
El joven, rápidamente se desplomó, y su espada se lanzó por los aires, las habilidades de Link, me recordaban al entrenamiento militar de la Guardia de Hyrule, que se encontraban en la Ciudadela. Los cuarteles de los guerreros, tenían las mejores instrucciones de reclutamiento, o eso decía mi hermano Heaven. Una de las personas que me tenía tanto rencor.
Gareth, aún en el suelo, se arrastraba alejándose de Link, la Espada Maestra le apuntaba amenazadora. El chico rubio parecía querer más que la derrota de su enemigo, le miraba con ojos sedientos, como si el verle así, humillado, no fuese suficiente.
- ¡BASTA!- grité entre un mar de incertidumbre. - Ni se te ocurra...- le seguía apuntando con la ballesta.
- Link, ¡¿Que se te está pasando por la cabeza!? ¿Matarlo?- mis ojos no daban crédito. Link, el héroe, gracias a los movimientos de la Espada Maestra, pude averiguar a tiempo, que estaba dispuesto a matarle. El me miró, triste, como si se hubiera dado cuenta de lo que pasaba, soltó la Espada, se miró las manos níveas, y volvió a girar su cabeza hacia mí, hacia mi cara de decepción absoluta.
No volvió a hablar en lo que quedaba de tarde. Al terminar con la desastrosa pelea, la noche cayó. Le ofrecí a Gareth quedarse conmigo en el bosque de Faronne, junto a Epona, y un Link silencioso, hundido por mis palabras. Mientras las ascuas ardían en un manto de hojarasca y ramas partidas, yo le curaba las heridas al chico de cabello castaño. Tenía cortes profundos de la Espada, y algunos hematomas bastante feos. Unos eran por los golpes de la trifulca, pero lo curioso es que los demás eran debidos a una baja ingesta de hierro.
También padecía síntomas de desnutrición, seguramente debido al largo viaje que habrá transcurrido para encontrarle.
En el momento de las curas, se mostraba tenso, como si le incomodase mi presencia. Justo cuando pasaba el paño de agua por su brazo, sus músculos se estiraban exageradamente. Me molestaba en mi trabajo.
- ¿Podrías estarte un poco quietecito?- el chico miró hacia otro lado. Un silencio después.
- ¿Sabes que padeces anemia, no?
- Si...- al fin alguna palabra.
- Debió ser un viaje largo...- en mis intentos de sacar conversación, unas lágrimas cayeron por sus mejillas. Yo al sorprenderme por la reacción, me sonrojé, ¿cómo podía ser que unas palabras le sentasen así? Que vergüenza...
- Oye, oye, no era mi intención, lo siento...- dije en intentos de remediar algo.
- No sólo me habéis dejado en esta humillación, si no que además, sientes compasión, y me atiendes como cual perro callejero, ¿porqué no me dejaste morir?- ante aquella respuesta, esbocé una pequeña sonrisa. Él me miraba con ojos llorosos, ojos del color del mar, que parecía lluvia de las gotas que derramaban.
- Si hubiese dejado que te matara, yo no me lo hubiera perdonado, y él, aún menos. Imagínate estar con ese hombre hundido en la tristeza, por haberse llevado una vida en un instinto salvaje. No es de héroes matar a gente inocente por un duelo. Si hubieses muerto, estoy segura de que no habríamos podido seguir con la misión. No creas que ha sido por compasión, más bien es en un sentido práctico, arrepentirse es una lacra-
El chico se quedó tan sorprendido, que sus lágrimas desaparecieron.
Me levanté, y fui a servir la sopa que se estaba calentando en el fuego. Una especie de estofado, de ardilla y conejo.
- Toma,- le tendía el cuenco con una sonrisa. El joven lo cogió y lo colocó en la hierba. - Después... Tómate esta naranja, recuperarás fuerzas-
Unos segundos más tarde de dejar la fruta al lado de su rodilla ennegrecida, arrebató el cuenco de un zarpazo, y empezó a comer como un loco. Hacía tiempo que no se sentaba a cenar.
- No le he echado sal- dije divertida.
- Está insípido- respondió mientras comía como si la vida le dependiera de ello. Nos reímos los dos al unísono.
- Bueno... Voy a llevarle esto a Link...-
Caminaba con la comida en una mano, hacia una roca próxima. Epona estaba junto a su amo, su cena se basaba en la hierba seca del suelo. Link miraba a la nada, sentado en el pedrusco, distante. Le dejé la comida al lado de su cuerpo.
- Mañana hablaremos, sobre lo que hacer con él- le decía mientras mi mano se posaba en su hombro. Quería saber si me estaba escuchando.
Link no me respondía, así que, después de un instante, me dirigía de nuevo al fuego. Pero... de repente, el chico rubio me agarró fuerte de la mano, como diciéndome que no me fuera. Yo, directamente me puse colorada.
- Linkle...- su voz estaba quebrada por la tristeza- ¿Podrás perdonarme?-
Suspiré en un momento, mientras le hacía esperar a la respuesta.
- Hay un cosa que quiero que sepas, Link... No somos perfectos...-
Y con eso dejé al chico en su roca, para poder descansar, por fin.
Navi había estado durmiendo todo el rato en uno de mis bolsillos. Era mejor que no se percatara de la situación, seguro que no querría ver a su amo de esa manera. Así que la dejé dormir un poco más en mi pecho.
Gareth estaba tumbado cerca de mi lecho de hojas y mantas.
- Oye Gareth...¿Qué relación tienes con Link?- el chico esperó unos instantes para contestar.
- Pues, fuimos compañeros en la Guardia de Hyrule, de los cuarteles de La Ciudadela.-
Claro... Por eso tiene Link ese estilo de lucha tan militar y académico.
- Fue mi mejor amigo durante muchos años, desde que éramos unos críos queríamos convertirnos en grandes guerreros, y proteger a la princesa. -
Me sorprendió que Link proviniese de una familia de caballeros y nobles.
- Pero, los años pasaron, y a Link le mandaron ser el Héroe de la Leyenda.
Yo siempre quise aspirar a tal logro. Él ni siquiera quería, pero no se opuso a la decisión de sus padres de las altas esferas. Tuvo que partir en busca del Consejo de Impa y también a cumplir la profecía. Eso fue lo que terminó con nuestra amistad. Luchamos durante una noche entera, hasta que vinieron los guardas, y me encerraron en los calabozos durante una semana.
Y ahora, me ha derrotado, después de haber partido en su busca.
- ¿Y que te hizo pensar que venciéndole conseguirías tu sueño?- le pregunté mientras movía la manta para cambiar de posición.
- No sé... Supongo que el motivo fue que seguía frustrado con él, aunque en el fondo sabía que era imposible alcanzar mi objetivo.
- Es un poco tonto- le respondí, mientras, el rostro de Gareth expresaba su exalto.
En unos segundos, cerré los ojos, lentamente, para poder volver a levantarme mañana al alba.
- Oye Linkle...- dijo Gareth un poco tímido.
- ¿Qué ocurre?
- Gracias-
Mis mejillas ardían de lo que me había afectado eso. ¿Cómo me podían hacer pasar tanta vergüenza estos dos?
- No hay de que...
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