El preámbulo
Maldigo, maldigo el día en el que alguien propuso la leyenda del héroe, la leyenda de que él, deberá rescatar a la princesa del malvado, y restaurar la paz en el tiempo, cada generación.
Yo soy Linkle, la heroína de los ropajes verdes. Mi familia ha estado esperando el día en el que un vástago de la familia le correspondieran los poderes de la leyenda. Muchas personas murieron en mi lugar esperando al hijo adecuado. Pasé mi infancia feliz rodeada de animales en el pueblo donde nací, pero siempre con el murmullo de: "Es la eligida", "Qué raro que sea una mujer", "Cuanto tiempo hemos esperado para esto".
Exacto, yo no tendría que haber sido la heroína, debería haber sido alguno de mis hermanos, que son hombres. Mi padre no me habla desde que el jefe del pueblo, nos anunció la gran noticia. Hacía dos años,
"Cuando la niña cumpla los quince deberéis darle la ropa y la brújula, así dicta la profecía"
Maldita profecía, todo ha empeorado desde que se conoce. Parte de mi familia, le da asco mirarme, entre ellos mi padre y mi hermano mayor Heaven, que tiene una granja de cucos a lo alto de la colina. Dos años sin poder hablar con ellos. Los únicos que aún me tienen algo de amor son mi madre y mi hermanito, Helli es un cielo. Él nunca ha entendido lo de la leyenda, supongo que por eso aún me sigue queriendo.
Y hoy, es el esperado día, mi cumpleaños de quince años. El primero en felicitarme, fue Helli, que con su sonrisa, vino corriendo hacia mi cama, como las noches en las que le contaba cuentos.
- Feliz cumpleaños, mira Linkle, te he traído un regalo,- el niño saca un pequeño presente de la espalda. Yo le revuelvo los cabellos rubios y me sonríe. Al arrancar el papel de regalo, veo que es un pequeño colgante con una pluma dorada.
- La he estado tallando, con ayuda de Heaven, pero no sabía que era para ti.
Muchas gracias Helli, te comía a besos- le dije mientras frotaba mi cara con la suya. Después, él se fue corriendo contento de que me gustara su regalo. Bajé de mi cuarto, y en la mesa de la cocina, había una tarta, llena de velas con una nota, exactamente quince velas.
"Linkle, voy a salir unos días para la venta de cucos del mes, estaré en la Ciudadela. Este será mi último mensaje, pero si te pasas por allí en tu viaje, podrás verme. Además te he hecho esta tarta de desayuno, y tienes la ropa en la silla. Antes de partir en tu travesía, deja a Helli con la abuela Moni. Cuídate."
"Feliz cumpleaños"
Mamá.
Algunas lágrimas me caían por las mejillas, esa sería la última vez que me hablaría mi propia madre.
Después de eso, me puse las ropas, y la brújula, la verdad, lucía bastante bien con el gorro y los zurrones en los muslos. Antes de partir, necesitaría un arma. Había estado practicando mucho el tiro con arco, pero mi especialidad eran las ballestas, aún no tenía propia, pero hoy sería la ocasión perfecta para equiparme.
La abuela Moni, tenía una tienda que vendía de todo, de paso ya dejaba a Helli con ella. Entre las armas que tenía, hubo dos que me llamaron la atención. Eran dos pequeñas ballestas, de buen alcance, y con la munición adecuada podían ser mortales.
Tenían un buen diseño en rojo, muy bonito. Y además la madera era ligera, lo que sería mucho más cómodo.
- Esas dos ballestas, por favor- dije señalando las armas.
- 76 rupias- era caro. También necesitaría un carcaj.
- Y también un carcaj de 200 flechas, si no es mucho pedir.- la mujer me lo dió con cara de pocos amigos, estaba deseando irme de ese pueblo.
Tristemente, me despedí de Helli, lloraba, al saber que me iba.
- Pero... ¿Volverás? - dice secándose las lágrimas.
- Volveré antes de lo que te imaginas- le toqué la nariz con ternura, y comenzó a reír.
Salí del pueblo con andar pesado, esa tarde supongo que tendría que cazar algo para comer. El bosque de Ordon, al lado del pueblo, lucía triste, sin vida. Al final, al esconderme en unos matorrales, salió una ardilla, que rápidamente la flecha atravesó su pequeña cabeza, con aún la almendra en la boca. Iba a salir de mi escondite, cuando un extraño personaje entró en el claro. Era un bandido, montado en un jabalí gigante de ojos rojos. Llevaba un escudo y una lanza enormes. Pero lo más alarmante, era que llevaba a una joven en las alforjas de la montura. El jabalí buscaba algo con el olfato, notaba mi presencia. El bandido no se enteraba de nada, pero de repente el colgante de Helli, refractó la luz de un rayo de sol, dándole al personaje en el ojo, detectando mi presencia, tapé el colgante, y me mantuve en silencio, mientras el bandido se acercaba. Justo cuando notaba la respiración del jabalí, una mano me cogió detrás de mí por la boca, me llevó lejos del bandido, a otro claro con un pequeño lago, donde di un traspié, cayéndome y desmayándome a causa del golpe en el suelo. No pude ver a mi salvador, y me dormí durante unas horas.
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