𝑈𝑁𝑂

•OCTUBRE•

El ángel Gulf estaba en un hospital de nuevo. Mirando a otro paciente enfermo de cáncer estar hablando con su pequeña hija. Era una mujer con ojos tristes que miraba con todo el amor del mundo a la criatura humana a la que hacen años debió de haber dado a luz para que ahora estuviera del tamaño de un pequeño poni. Así mismo es: poni. En eso pensaba el angelito si se ponía a comparar tamaños.

Le daba una tristeza profunda al ángel ver a esa paciente. Le daba tristeza ver a todos los humanos enfermos, pero ahí se encontraba.

Una humana enfermera estaba pasando por los pasillos casualmente con un tablillero de notas en mano de cabello largo ondulado marrón, pero redujo sus pasos al ver al ángel. Ella frunce el ceño regresando su bolígrafo al bolsillo de su bata blanca y llega hasta Gulf.

-Disculpe.- Ella llama su atención gentilmente. Gulf sale de su pequeño trance para voltear hacia ella.

-Mm. ¿Sí?- Él pregunta.

-¿Eres familia de ella?

-No, es solo que,... Olvídelo. No importa ya me iba.- Él dice todo tímido antes de irse sin haber sido hostil ni nada. E incluso le regalo una sonrisa antes de partir. Fue de lo más amable posible. La enfermera se le queda mirando totalmente extrañada, y de repente escucha unos chillidos fuertes de la emoción provenir de la habitación de la paciente.

-¡Mamá, el color de tu piel! ¡Tus labios!- La niña de cabello castaño gritaba maravillada mientras que la paciente se asombraba de la fuerza que iba recuperando en sus brazos y los monitores captaban un algoritmo más elevado de su corazón. Algoritmos totalmente sanos. La piel de la paciente resplandeció con un color oro brilloso por tan solo unos cinco segundos.

Eso sorprendió muchísimo a la enfermera. La enfermera vuelve a mirar el largo del pasillo por donde se fue Gulf y sonríe con sus labios maravillada.

-Sabía que se veía demasiado humilde como para ser humano.- Ella dice antes de entrar a esa habitación para recibir las nuevas noticias de aquella paciente.

Gulf salió por las puertas del hospital con una sonrisita mientras miraba arriba a la ventana de la habitación a la que recién sano. No dejaba de mirar esa ventana mientras bajaba los escalones del hospital.

Saliendo del último escalón chocó con el pecho de alguien. Jadeo un poco antes de retroceder con un apenado «¡perdón!» aterrado, pero al alzar la mirada no vio a nadie más ni menos que El Reglamentario. Eso lo hizo dejar atrás su rostro de pena para desvíar su mirada en señal de que está disgustado con la persona de enfrente.

-No debes curar a todos los humanos.

-Tú no eres Dios.

-Pero soy el que gobierna este mundo muchacho. Dios ya no está aquí.

Eso cristaliza los ojos del ángel. Pero el ángel no demuestra su tristeza. Lo confronta com un rostro más que firme y una quijada tensada.

-Y por quién fue.- El ángel le tira esa pregunta en cara como un balde de agua fría. Incluso caen unos truenos en el cielo.

-Vaya, con efectos especiales y todo.- Se burla en Reglamentario con una sonrisa pícara mientras ve el cielo. Vuelve a mirar al ángel para ladear su cabeza.

-Solo te pido que mantengas esa regla de Dios. Esa única regla. La Tierra tiene suficientes problemas, si los humanos pueden reducirse con enfermedades pues que así sea.- Gruñe El Reglamentario entre dientes. Vestido todo de negro incluso si es de noche.

-Qué sucede aquí.- Sergei Mew aparece caminando desde atrás hasta alcanzar a su novio y padre. Sergei Mew los alcanza y pone una mano en el pecho de su papá en señal de que se aleje. -Estás muy cerca de él. No lo veo cómo algo necesario.- Dice Sergei Mew amenazante. Él era cariñoso con su padre, pero no sería cariñoso ni bobo si su padre lastimaba o maltrataba a su novio. Ahí sí que no.

El Reglamentario retrocede unos pasos todo firme para volver a mirarlos. -Tu novio. Lleva un mes entero desobedeciendo la regla más importante que existirá por siempre y jamás morirá: no salvar a los humanos enfermos. Controla a tu novio.

-Él no es un perro, no hables como si fuera uno.- Dice Sergei Mew firme.

-Vigila a tu ángel entonces.- Dice como último El Reglamentario antes de irse.

Gulf mira a otro lado con enojo. Sergei Mew voltea hacia él con una mirada comprensiva.

-Amor, sé que te gusta ayudar a los humanos enfermos, pero--

-Sí. Ya lo sé, Mew. No debo ayudarlos. Lo sé.- Suspira agotado el ángel.

Sergei Mew crea una apenada sin embargo serena sonrisa de labios antes de abrazar a su novio ángel. El ángel lo abraza devuelta con una miradita apenada también.

-Lamento que mi padre sea así, Gulf. Siento que todo esto de alguna manera recae en mí y no puedo hacer nada.- Habla apenado el demonio con sus cachetitos abultados por estarse apoyando en uno de los hombros del ángel.

-No, no. No es tu culpa.- El ángel dice negando con la cabeza. Ambos retroceden para mirarse al rostro. -No es tu culpa..., al menos tienes a tu papa cerca y él te habla. El mío... Está muerto.

Dice tristemente el ángel con una pequeña sonrisa de labios. Sergei Mew se apena.

-Pero no le haré caso a tu papa. Vendré a escondidas solo que cambiaré mi rutina.

El angelito Gulf no se rinde de seguir sanando humanos enfermos. Sergei Mew ríe alborotando su cabello con una mano. - Ese es mi ángel luchador. ¿Volvemos a casa a ver TV y a esconder las pelucas de Bright de nuevo?- Sergei Mew demuestra su travesura de demonio con una sonrisa.

-Qué crueles somos... ¿Crees que se dé cuenta esta vez?- El angelito pregunta lo último con una enorme sonrisa apuntándose para hacer la travesura.

-¡No lo creo! Esta vez: seremos súper ingeniosos.

Convence el demonio con su voz traviesa. Era un ser diabólico después de todo. La seducción a causar travesuras era lo suyo. Susurrar perversidades o tentaciones a los humanos eran cosas que los demonios tenían como personalidad. Por toda la eternidad. Así que Sergei Mew por más enamorado que estuviese de un angelito inocente e ingenuo, no significaría que desprendería sus raíces demoníacas.

















Al otro día bajo la luz del sol, Gulf estaba afuera en un bosque observando cómo ahora tigres que estaban en los zoológicos, estaban al aire libre comiendo pastos. Leones incluso estaban al aire libre. No le hacían daño a nadie. Lucían majestuosos y hermosos.

Él vestía una sudadera azúl abierta sin camisa alguna con unos pantalones negros y descalzo. Sus zapatos a un lado de su cuerpo.

El león dejó de comer pasto para alzar su majestuosa mirada hacia el ángel. El ángel dejó de arrancarle las peluzas a una planta de trigo para mirar fijamente al león. El león se le queda viendo por unos segundos. Y el ángel lo saluda con una mano y una tierna sonrisa.

El león lo sigue mirando fijo.

Y eso hace que el angelito Gulf deje de sonreír. «Sé que Dios ya no está, no me habla, no constesta mis dudas... Pero este león me mira como mi padre.» Piensa el ángel moreno ahora bajando de a poco su mano. El león asiente su cabeza con respeto hacia el ángel y sigue comiendo pasto.

Gulf permanece pensativo por unos segundos, pero decide irse de ahí así que se pone de pie y al darse la vuelta, Sergei Mew aparece al frente de él con velocidad sobrenatural, gafas de sol puestas y un paraguas sobre su cabeza. Mirada preocupada.

-¿Qué sucede?- Pregunta Gulf igualmente preocupándose dada a la mirada de su diabólico novio.

-Mi padre y Rafaj... Han hecho una atrocidad.- Habla todo espantado Sergei Mew.

-¿Qué ha hecho?- Pregunta Gulf entre dientes con algo de molestia.

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En un centro de boxeo oscuro, habían muchos humanos y demonios mezclados con los ángeles como audiencia alrededor de un infernal ring. El ring estaba al aire libre, pero de repente, una enorme cantidad de murciélagos se unieron en filas de cuatro largas para formar una "caseta" cerrando así la "jaula" de pelea con dos humanos adentro.

Los bordes de la jaula se encienden en llamas infernales para cuando los murciélagos se han unido enteramente y sus cabecitas de color grisáceo casi blanco crean el rostro de un esqueleto. Completamente aterrador con sus chillidos en fondo.

Aquellos dos humano encerrados en la jaula miraban con miedo a su alrededor. Uno era un joven principiante que no lucía como un luchador para nada del mundo.

-Por favor, dejenme salir. Por favor.- El niño súplica. Debe tener como unos quince años apenas. Este voltea hacia las rejas de la jaula. E incluso comienza a escalar estas para subir hacia dónde están los murciélagos y tratar de espantar esos arriba de su cabecita, pero no puede. Estos hunden su cabeza de afuera a adentro de la jaula para gruñirle.

El joven chico retrocede con espanto y baja de nuevo a sus pies mirando a su oponente que se muestra asustado con los ojos, pero permanece sereno físicamente. No se mueve tanto como el otro.

-Se deben estar preguntando: «¿Qué hacen aquí?» Bueno, fueron escogidos a un duelo a muerte. Una pelea de humano contra humano. Aunque para la próxima pediré voluntarios, ustedes los elegí para comenzar esta prueba.- Menciona divertido el Reglamentario caminando hacia la jaula para agarrarlas las rejas con ambas manos. Sonriendo maliciosamente. Vestido como siempre en negro con delineador de ojos negro.

Rafaj posaba a unos pasos detrás de él con sus manos serenamente contra su regazo bien sujetadas como todo firme dios.

-¡E--Eso no es justo!- Dice el joven chico nervioso.

-¿Era justo el mundo incluso bajo el mandato de Dios?- Juega el Reglamentario con una sonrisa malvada antes de soltar las rejas. -Peleen a muerte, el ganador no tendrá que pelear hasta... El próximo año.- Ríe engreído el Reglamentario.

Se aleja de la jaula con aplausos incitando a los humanos a pecar por cuestión de supervivencia.

El chico nervioso mira al sereno de enfrente. El sereno de enfrente lo mira también. Ambos mirándose con miedo. Hasta que el sereno corre con un grito de guerrero hacia el joven chico y comienza a golpearlo fuertemente en la cara.

El Reglamentario sonríe de a poco disfrutando la masacre que se le esta haciendo a un joven inocente.

Sergei Mew y Gulf llegaron al lugar, Gulf montado en un león y brinca con el león hacia el tejado de la jaula para posar ahí a pesar de todos los chillidos que hacen los murciélagos.

El Reglamentario se indigna. Alzando la mirada para ver a Gulf. El ángel lo mira desde el tejado con un rostro determinante y su lanza celestial en mano.

-Qué. Es. Lo que usted. Hace.- Gruñe entre dientes Gulf tornando sus ojos en un deslumbrante dorado.

*N/A: 😲OmG, espero les haya gustado. Ya empezamos desde ya mostrando el disgusto de Gulf hacia El Reglamentario, pero ¿podemos apreciar cómo Sergei Mew apoya a su angelito?🥺💖*

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