Párpados herejes

Alguien me persigue, una presencia obra sobre mí, una real y palpable. Desde aquel día rojo todo ha salido mal. Me acuerdo, del cielo rojo de sangre y las estrellas coloridas y parpadeantes, un cielo de sangre, una luna naranja, un planeta dispuesto a superponerse sobre el nuestro y dejarnos en penumbras por decenios. Dijeron que fue una alucinación colectiva. Intentaron por todos los medios que descreyéramos de todo lo que veíamos y es sacrilegio el solo hecho de estarlo escribiendo, aquí, ahora, a toda velocidad, con un lápiz medio roto y un corazón apuñalado de decepciones.

Por orwelliano que suene, hay sociedades así, donde la mentira es la verdad y la guerra es la única paz, no queremos darnos cuentas de los síntomas de una sociedad enferma, los ignoramos hasta que la enfermedad es terminal, y cuando es irremediable, queremos tratamientos efectivos para una metástasis.

Al borde de un colapso nervioso, relato todo esto y espero que no puedan llegar Quiero que este mensaje llegue al pasado, a aquella época en que todavía existía una posibilidad de cambiar las cosas, quiero terminar a tiempo, saber que escribo para dejarlo a alguien, que lo grabo por si el escrito misteriosamente se "pierde". Desde aquel día del eclipse, la clave no está en lo que nuestros ojos ven, sino en lo que ven nuestros párpados, ¿y qué ven? Yo te lo confesaré, tú tomarás en pago al tiempo que dedicas a escucharme o leerme, la moneda de la verdad, con su doble cara y te la mostraré en sus dos facetas.

¿Cara o cruz? Empezaré por la segunda cara, esa que es llamada cruz, y nunca mejor dicho. Cuando dormía, soñé que salía de mi habitación un fraile, con su larga capucha color marrón. Yo no le vi la cara, pero sabía que no tenía cara, que no podía tener alma ni cuerpo más allá de la apariencia de su capucha, era un holograma y había venido a instalar algo encima de la cama, su crucifijo de arena. Este artefacto era como un reloj pero en forma de crucifijo transparente de cristal, cuando la arena llegaba a los pies de la cruz, Cristo desaparecía, la cruz desaparecía. Del monje, sólo pude ver la sombra al salir, y el crucifijo de arena cayó, se rompió dejando un reguero de arena en el suelo. El cristal desapareció y creí que sólo fue un sueño.

Pero no fui el único que lo soñó. Todo el país soñó lo mismo, medio mundo lo soñó ¿La noticia dada? Fue sólo otro delirio colectivo, nada de eso había ocurrido. Los herejes se disponían a atacarnos, nos lanzarían a todos de las azoteas, había que permanecer alerta, colocar arena en las puertas para hacerlos desaparecer, arena bendita, porque el agua escasea y ya no se puede bendecir a todos en este desierto eterno.

En la primera cara de la realidad, hubo una gran muerte, una enorme, y la secta prohibió su expansión, pero la gran muerte era la respuesta, no era colectiva, era para unos pocos, pero ellos la masificaron intentando detenerla, como cuando intentas arreglar una pequeña avería y rompes algo más difícil de arreglar. No había vuelta atrás. La gran muerte se instauró y la secta tomó el lugar de honor, de juez del pensamiento y la palabra, ¡y pobre del pecador que no escuche!

¡Oh, Dios! Cuánto miedo tengo de la gran muerte, protégeme de esos que dicen matar en tu santo nombre, porque yo sé que no son tus discípulos, los verdaderos discípulos son los llamados herejes, a los que han hecho comer arena divina hasta la muerte, en uno de los peores castigos medievales de la época posmoderna. Dicen que tragar arena hasta la asfixia es una muerte horrenda, y no lo pongo en duda, así como lo es lo público y denigrante del linchamiento, todas las cámaras lo miran, se transmite en directo a través de todos los medios posibles de la tecnología, no hay un sólo lugar donde no se retransmita el "ajusticiamiento de herejes", me hace llorar que hayamos perdido la cordura, que el Anticristo lleve ropas de liturgia y sea emperador del mundo.

Sólo me queda una duda como la de Santo Tomás, pues tengo que ver para creer, o como la duda de Jesús mismo, pues ¿por qué me has abandonado? ¿No amabas a tu mundo? Eres entonces el padre más cruel que haya existido, porque nos dejas morir así, bajo las órdenes de un hermano mayor malvado, un ángel traidor y un gran hermano.

Nos dejamos llevar por nuestra pereza, por no corregir todo lo que estaba podrido y una parte de la putrefacción nos alcanzó a todos. Esta era la Religión como supremacía, nunca nos superamos para superar a la religión, siempre queríamos mediatizar la forma de alcanzar nuestro estadio definitivo de evolución: Ser dioses... Por la intersección de hombres santos.

Quizás no resuelva nada con un mensaje al pasado, quizás se cree un futuro peor basado en otra creencia suprema, pero tengo fe en que hay remedio.

La mayoría de especies salvajes están extintas, sólo han sobrevivido los animales que gustaban al ser humano, los que este cuidaba y criaba y unas pocas especies, parásitas y totalmente sometidas a nosotros, vagan por el planeta. Perros, gatos, vacas, cerdos, animales domésticos y de granja, alguna especie extraña que por su belleza hemos querido recuperar, pero ya vamos olvidando los procederes científicos, son una minoría los que disponemos para subsistir, y pronto la especie humana deberá irse de la Tierra, ellos dicen que iremos al Cielo, pero yo sé que nos aguarda el Infierno en esas naves llamadas "alas de ángeles" llevarán a los elegidos a la nueva Tierra prometida, una lejos de esta galaxia. La Luna resistirá entonces un último meteorito y se hará pedazos, la Tierra quedará indefensa ante los rayos del sol y las próximas colisiones estelares. No queremos salvar nuestra especie, queremos otro mundo para jugar y destruir, especies marcianas a las que esclavizar. El poder por el poder, bajo la conveniente mentira de que se procura así el bienestar. El bienestar como justificación del poder, aunque sea el bienestar de pocos y el malestar de muchos.

Una noche más de sueño, tuve la segunda revelación. Una pesadilla que se ha repetido como un leit motiv en los peores momentos de mi vida y que ahora tiene otra connotación. Era la sensación monótona de estar cayendo desde un edificio muy alto, un rascacielos en un lugar que ya es un pueblo fantasma. Me tiraba de allí. La caída no era dolorosa, pero era eterna, interminable, quería morir con tal de llegar de una vez al suelo, de dejar de caer y caer. Escuchaba el viento fuerte que reventaba mis tímpanos, mientras más caía más intenso era el sonido del viento, más ensordecedor. Llegaba un momento en que en vez de sentir que caía estaba subiendo, pero cuando tenía la sensación de volar veía el suelo a pocos metros de mí y despertaba agitado antes de caer. Me carcomía la ansiedad, el corazón me parecía a punto de estallar hasta que me alivio pensando: "es sólo una pesadilla". Pero no era eso, ni era sólo mi pesadilla, era una pesadilla colectiva: una señal más, ¡y nosotros como ovejas, ignorándola! Creyendo que era un simple fenómeno psicológico cuando hay mucha ansiedad. Nos engañaron con palabras que parecían racionales mientras sembraban la locura y el caos.

Luego empezaron los sueños más dolorosos, aquellos de muerte, en que veía féretros y funerales de todo aquel familiar que pereció en la Gran Muerte. Entre estos sueños habían particularidades individuales, sus símbolos eran mascotas. Un amigo que tenía un pequeño ratón soñó con una rata muerta, cuya sangre cubría todo el suelo. Otro conocido que había tenido gatos, soñó con un gato, un pequeño felino blanco de manchas carmelitas, asesinado en el patio, la familia de gatos lloraba su muerte y la madre lo llevaba a enterrar cargándolo en su boca y excavando la tierra con sus propias patas. Yo soñé con un perro, con un fiel amigo que tuve hace años, pero su cadáver no se quedaba tendido en el suelo vertiendo sangre o esperando a ser enterrado: había revivido y aterrorizaba a la comarca, mataba a niños pequeños en sus cunas y desgarraba la carne de los muertos. El perro resucitado profanaba lo nuevo y lo viejo con su hocico largo de lebrel. Corría delgado y rápido, mataba antes de que lo pudieran alcanzar: y eso quiero yo, matar este presente antes de que me den caza, antes de que me hagan caer por el barranco como al lebrel de mi sueño.

Ayer tuve otro sueño, otro cara y cruz, lo sé y por eso hago esto ahora. Esta es mi misión.

Me hallaba en un sitio desamparado, en unas ruinas... Tan parecidas a estas... Desde aquí tenía que lanzar mis mensajes hasta el abismo que alcanza el centro de la Tierra como la ofrenda maya a Xibalbá, ese abismo insondable y cuya cercana gravedad ya siento en mis piernas cansadas, crea una distorsión del tiempo y el espacio perfecta. Al final los profetas tenían más razón que los científicos. Aquí hay niebla, es la Casa oscura, efectivamente. Soy de los herejes, el más afortunado. Como decía, en el sueño, me hallaba en un sitio desamparado, allí alcanzaba la luz del sol. Había una sombra pasando a mi alrededor, acechándome. Tuve que esconderme detrás de puertas en el interminable laberinto de un viejo palacio. Allí seguía de todas formas el Minotauro y yo había caído en su... ¿trampa? no... No es posible, ¿ellos quieren que esto suceda? Me quieren confundir, en el sueño la única alternativa era despertar. Yo estoy despierto.Debía abrir los ojos para no ser dañado en ese mundo... ¡y me escapé aquella vez! Luego vi el castillo este de piedra, con grandes esculturas en forma de cuadrados, ellos quieren dejar una señal como los egipcios con las pirámides, pero lo harán con otros prismas.

Tengo un reloj de sol en el suelo. La historia ya esta contada, muchos de mis amigos ya lo saben y difundirán la palabra como buenos herejes, quizás les llenen la boca de arena, pero el daño ya está hecho. Hemos agrietado la estructura ¡y un día se derrumbará el edificio! Es tarde, los días de este otoño son más anaranjados y oscuros de lo normal, la oscuridad del bosque vuelve la luz verdosa y desagradable. El reloj marca las cinco y a las seis ocurrirá algo desagradable, ya sé que será y no tengo miedo. A las seis de la tarde, el día del eclipse, empezó la pesadilla y a las seis tiene que terminarse. La luz va en sentido contrario, las manecillas de sombra de este reloj de sol retroceden las horas. Huellas de sangre comienzan a infectar el suelo, se dirigen a mí. El viejo campanario de la catedral junto al castillo en ruinas suena descontroladamente hasta que los cantos gregorianos de los monjes se escuchan. Tienen voces hermosas.
Dies Irae, Dies illa, solvet saeclum in favilla.

Debí callar, pero ya no puedo arrepentirme, muero de miedo de imaginar las torturas que emplearán conmigo, pero aquí va mi mensaje al pasado, caerá en La Casa oscura y volverá a la humanidad...

(Se escuchan gritos, la grabación se queda en un ruido blanco, el papel junto a esta termina en una marca sin intención del grafito roto)

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