Unico

En el momento que Hiro Ryugasaki conoció por primera vez a Lucia Yonazuki, no pudo evitar mirar a los ojos del mismo, aquellos ojos tan llamativos como su cabello blanco que parecía brillar más con la luz de la luna pero lo que más le llamo la atención, fueron aquellos ojos rojos donde al observarlos bien, se dio cuenta de aquellos secretos que era capaz de esconder, fue como si las puertas de un nuevo mundo, se abrieran en ese momento cual gemas preciosas pero demasiado opacas a su parecer, no había nada de brillo, no había nada de vida, solo estaba inundado en soledad, en tristeza, en aquellos sentimientos oscuros que son capaces de absorber por completo al mundo si es que estos no se esforzaban por sonreír. ¿Por qué aquellas preciosas gemas no eran capaces de brillar? No pudo evitar sentir aquella pequeña espina en su pecho, aquel pequeño dolor que se instalo en ese momento, era aquella que le dice muchas cosas que al final, siempre tendrá un poco de razón a todos esos presentimientos que se forman dentro de él. Y siendo sincero, hubiera deseado que no fuera de esa manera, hubiera deseado que existiera algo más que escondiera y no aquello que al parecer, era demasiado obvio a sus ojos pero no a los ojos de todo tipo de personas que es capaz de encontrarse con él.

Sentir que algo no estaba bien con aquel solitario chico que se encontraba tan perdido y asustado en un mundo tan complicado como ese. Aunque Lucia quisiera disfrazarlo en sus acciones, como en aquella dura voz que era capaz de sacar después de las situaciones tranquilas donde era capaz de aislarse, en los delicados movimientos que era capaz de realizar como también, el querer disimular que era una persona fuerte que era capaz de enfrentar a todo el mundo para alcanzarlo con sus propias manos, no era realmente de esa manera, no podía hacerlo cuando este podía sentir que había muchas cosas que cargar en sus hombros. Podía ver en aquellos ojos las grandes cualidades que él era capaz de presumir, aquellas fortalezas que tenía pero también, podía sentir en aquella voz, que nada estaba bien, que siempre hay problemas a su alrededor pero que no es capaz de resolver, aquellos miedos que un chico de su edad podría tener como también, aquella profunda soledad que era como una oscuridad demasiado inquieta, un mar que no dudaría en volcar a todo pequeño navío que se encuentre en su camino.

Un mar profundo e inquieto, un mar oscuro y tranquilo donde se puede ahogar. Y Lucia, necesitaba un salvavidas que lo sacara de aquellas aguas, necesitaba la mano de alguien para que siguiera respirando, si es que, quería seguir viviendo.

Aquel dolor que le obligaron a cargar desde hace mucho tiempo como el cansancio de cargar con el mismo, era un chico que necesitaba ayuda pero que no quería dar su mano por el miedo que este le inundaba. Por la inseguridad que provocaba en su ser, esconderse debajo de aquella mascara, esconder sus sentimientos y emociones como no permitir que estos salieran a la luz por la vergüenza que pueda tener. Por los problemas que siente, puede ocasionar. No pudo evitar suspirar en el momento que lo vio, no pudo evitar sentirse un poco triste, aunque aquellos sentimientos fueron borrados con solo mover su cabeza de un lado, queriendo olvidar lo que vio y solo, volver a enfocarse en el duelo que estaban teniendo y que estuvo a punto de perder. Pensar con la cabeza fría y sintiendo como la temperatura del momento, estaba a punto de aumentar por su siguiente jugada, sus dragones querían seguir volando y escupiendo fuego para protegerse.

¿Realmente dejo de pensar en ello?

¿Puedo hacer esos pensamientos a un lado?

No, siendo sinceros, le importaba demasiado que todo el tiempo se la pasara pensando en lo que vio en aquellos ojos, que no dejara de pensar en sus palabras, en aquella fría actitud como en aquellos increíbles movimientos que hizo en el duelo y que solo provocaba que le dieran unos cuantos escalofríos, aquella emoción que sentía arder en lo más profundo de su pecho, de volver a enfrentarlo, de mirarlo una vez más y sentir aquella presencia de él frente a él o tal vez, se debía a otra cosa que solo ignoro y prefirió pensar que era el fuego del momento. En aquellos días, solo quería volver a verlo, no solo para pedir un duelo, no, quería hablar con él, hacer un poco más por él de lo que alguien probablemente lo hizo.

Ser ese amigo que probablemente, Lucia no tenía por qué temía causarle daño a las personas que le rodeaban.

Hiro no pudo evitar sentir un poco de dolor aunque también, pudo sentir un poco de curiosidad, pudo sentir algo más que sintió dentro de su pecho pero que era tan desconocido que solo provoco que se confundiera y solo empezara el espectáculo de aquel duelo por divertirse, por conocer un poco más a su contrincante. Por descubrir que era aquello que se podría encontrar en momentos como ese, para poder descubrir aquellos secretos que cargaba y que no le permitían, siquiera, sonreír o vivir. Vivir como siempre se desea.

Aquellas acciones.

Aquellas duras palabras.

Los ojos no podían mentir, no podían engañar aquellos sentimientos que este ocultaba y que de alguna manera, Hiro podía comprender a la perfección.

Entendía lo que era estar solo, entendía lo que no era tener a alguien a tu lado con quien querer hablar, no tener una figura paterna o materna a quien abrazar y sentir su calor que fuera capaz de reconfortarle en aquellas noches de pesadilla, en aquellas veces que llegaba de la escuela y solo podía sentir el silencio del lugar, el frio de su habitación que no podía evitar suspirar y tirarse a su cama o simplemente, eran esas veces en las que no quería regresar a la misma y llegaba un podo tarde a su casa y se la pasaba un tanto solo en los juegos del parque, suspirando y recordando un poco lo que pasaba en su vida. Poco a poco, aquellos recuerdos que tuvo de sus padres, empezaban a desvanecerse, empezaban a perderse y pronto, olvidaría como eran ellos, las sonrisas, las risas, las caricias, solo quedaría como único recuerdo, aquella foto que está a la entrada de la casa. Hiro entendía lo que era el dolor, lo que era estar solo, tener aquellos momentos de soledad, de tristezas, lo podía comprender a la perfección.

Porque muchas veces ha llegado a sentirse de esa manera.

Muchas veces ha querido llorar y cuando lo hace, siempre se esconde para ello.

Muchas veces ha querido esconderse para que no lo vean triste pero no podía estar solo cuando sus amigos siempre se encontraban a su lado, acompañándolo.

Por más veces que quisiera estar triste, es capaz de sonreír.

Es lo que recuerda más de sus padres, de que tiene que sonreír a pesar de las malas dificultades que pudiera tener en su camino, por más veces que cayera, se tenía que levantar y enfrentar una vez más el destino cruel y doloroso que pudiera estar frente a él.

-Divertirse es la emoción de la vida

Sería su frase favorita y que más caracteriza al chico frente a todas las adversidades. Pronto, esta se convertiría en aquella frase que le diría a todas aquellas personas tristes que se encuentren en su camino y es la frase que no puede parar de decir cuando se encuentra con Lucia, porque aquel rostro de dolor, porque aquella soledad, no solo era de él, también se convirtió en Hiro, se convirtió en aquella preocupación que es capaz de quitarse el aliento y que empiece a buscar al mismo y saber que este se encuentre bien.

-No puedo divertirme, no puedo vivir, no cuando mi hermana esta en ese hospital -Le contaba Lucia con aquel pesar en su corazón, sintiendo ese mismo dolor, sintiendo aquella misma tristeza, comprendiendo al máximo la expresión de no poder divertirse cuando algo no estaba bien. Lo vivió en aquellos primeros años cuando le dijeron que sus padres habían muerto pero ahí estaba, esforzándose como le enseñaron.- No puedo decir que me gusta Shadowverse, no puedo divertirme cuando pase esto ¡Quien se preocupara por mi hermana si no soy yo!

-¿Y quién se preocupara por ti? -Fueron aquellas palabras que dijo desesperado, permitiendo que Lucia abriera los ojos sorprendido.- Si algo te sucediese, ¿Qué pasaría con tu hermana? ¿Qué pasaría contigo si no te empiezas a preocupar por ti mismo?

-No puedo...

Aquel dolor que molestaba a Hiro. Aquella tristeza que lo inundaba y que se estaba convirtiendo en suya. Aquella desesperación que Lucia mostraba en su rostro, en aquellos ojos, pedía ser salvado, pedía a alguien que le ayudara, que le brindara una mano y le sacara de la oscuridad que se había metido el solo porque no había tenido otra opción. El dolor de su pecho, se convirtió en el dolor de Hiro, aquellas lamentaciones, aquella desesperación, no podía permitir que terminara con su amigo primero.

¿Amigo?

Si, para Hiro, Lucia era su amigo aunque no se lo permitiera. Había logrado comprenderlo y aun seguía descubriendo aquellos secretos, aquel peso que se obligo a cargar pero pudo comprender en ese momento, el porqué su corazón dolía demasiado que sentía, se le iba a salir del pecho. Era el dolor de ver a una persona que quiere, ser lastimado de esa manera, que tuviera aquellas lesiones y no pudiera levantarse para mirar la luz radiante del sol.

¿Querer?

Si, lo quería, quería a Lucia, así como quería a sus amigos, a Kai, a Mimori, a Kazuki o incluso a Alice, aunque siendo sinceros y como era imposible el engañar a su corazón, era imposible que pudiera engañarse a sí mismo y no aceptar que aquello que sentía por Lucia, podía ir un poco más del querer, un poco más de lo que veía en sus padres cuando era un pequeño niño. Aquella sinceridad, aquel apoyo, aquel amor que se podía respirar en el ambiente. Si, ese querer que se convirtiera en algo más poderoso que no podría mencionarlo aun porque aun tenía muchas cosas por descubrir, aun tenía mucho camino por recorrer, era joven y demasiado exigente para poder conseguir con sus propias manos, entender lo que faltaba a su lado.

Aunque en ese momento entendió que era lo que quería a su lado.

A Lucia.

Si, era al único que quería tener a su lado, el único con el que quería tomar su mano y empezar a caminar por aquel camino tan difícil que se formaría en un futuro.

-Entonces, yo seré quien se preocupe por ti -Fue lo que dijo Hiro con decisión.- Seré quien te ayude, quien tome tu mano para ayudarte a levantar y quien estará a tu lado cargando ese peso de tus hombros

Lo que en ese momento vio Hiro en los ojos de Lucia, fue aquel pequeño rayo de vida que realmente combinaba en aquellas gemas que tenía por ojos, aquel pequeño rayo que provoco que sus ojos brillaran y que lo viera nervioso por primera vez en ese corto tiempo que se llevaban de conocer. No pudo evitar grabar ese momento en su mente, en su corazón, donde aquel evento se convertiría en un paso más por querer estar a su lado, por querer cumplir aquel nuevo deseo, nuevo sueño que empezaba a crearse . Apreciar como aquellos ojos brillaron en ese instante que dijo aquellas palabras que había querido escuchar desde hace mucho tiempo. Tomando una decisión y derrotándolo en aquel duelo en aquella isla, fue que comprendieron la lucha de cada uno, fue cuando Lucia, comprendió que una persona tan sonriente como Hiro, también podía ser capaz de esconder en su corazón, aquella tristeza, aquella soledad que compartía con él. Que no tenía porque estar solo cuando había alguien más que le podía ofrecer su mano y empezar a caminar una vez más, sin dejarse caer, aprendiendo a crecer, aprendiendo amar como su mismo corazón le indicaba.

Fue cuando por primera vez, pudo tomar la mano de Lucia, chochar sus puños amistosamente y al final, solo con sus manos apretadas, fue que empezaron a correr a donde todos los esperaban. Donde al voltear Hiro a sus espaldas, pudo notar una pequeña sonrisa en el rostro de su compañero y donde Lucia pudo apreciar aun más la gran sonrisa que le dedicaba en ese momento.

Miro con atención los ojos del mismo, era imposible que este quisiera ocultar todo tipo de sentimiento, en especial la felicidad que era capaz de inundarlo, aquellos ojos que brillaban, le indicaban lo feliz que se sentía por todo.

Comprendieron que se puede engañar a las personas, incluso se puede llegar a engañar el corazón pero los ojos que son la ventana del alma, nunca podrán mentir, nunca se podrán engañar.

No mientras tengas a esa persona que gustosa tomara tu mano y te ayudara a cargar con el peso de los hombros.

De eso se trataba, ver la vida en aquellos ojos que dicen la verdad y nunca mienten.

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