⓶⓽

La viuda, madre de Yesung, le habló por teléfono para avisarle que su hijo había vuelto a casa.

—¿Podrías venir a verlo? Está muy cambiado. Tal vez sus amigos de la escuela lo convenzan de que vuelva a estudiar.

—Sí, señora. Claro.

Dong y Yul lo acompañaron a regañadientes. La casa de Yesung estaba en un barrio pobre. Cuando llegaron, Taehyung reconoció algo que lo atemorizó. El dasun rojo se hallaba estacionado en frente del domicilio.

—Mejor vámonos —sugirió—, los vendedores de revistas están aquí.

—No te preocupes —dijo Dong con un brillo aventurero en la mirada—, sólo venimos a saludar.

Tocó el timbre. Varios perros ladraron en el interior.

—Huyamos— insistió Taehyung.

Pero no tuvo tiempo de moverse. De inmediato la puerta se abrió. Una anciana cansada y ojerosa sonrío mostrando su dentura incompleta. Taehyung le tendió la mano para saludarla, pero ella lo abrazó y se soltó a llorar.

—Yesung no quiere hablarme. Sólo vino por dinero, pero yo no tengo... Está muy enojado. Dice que mañana se irá de nuevo. Ha cambiado mucho. Pasen, pasen, por favor. Hablen con él. Se los suplico.

Los tres jóvenes intercambiaron miradas de temor.

—¿E... está dentro?

—Frente a la televisión.

—¿Sólo?

—Sí.

Los muchachos avanzaron con pasos titubeantes.
En efecto, el amigo de secundaria había cambiado. Tenía el cabello largo. Se veía más sucio, más grande. Parecía que los días en la calle lo hubieran avejentado. Estaba acostado, fumando un cigarrillo.

—Hola, Yesung. ¿Podemos pasar? —dijo Dong.

—Supimos que regresaste y quisimos darte la bienvenida —agregó Yul.

—Hipócritas. Mi madre los llamó. Ustedes nunca han sido mis amigos. Maricas.

—¿Por qué dices eso? —protestó Taehyung—, hace un año tú y yo íbamos en el mismo salón... Nos llevábamos bien. Incluso, me invitaste a subirme al coche que está allá afuera.

—Ya es mío... —presumió arrojando al bote de basura la colilla del cigarro que había terminado de fumar—. Lo recibí como pago. Es lo único que he ganado trabajando, además, claro, de mucha, mucha experiencia.

—Yesung —intervino Taehyung—, discúlpame si no fuí un buen compañero, pero venimos aquí a ofrecerte nuestra amistad. ¿Dónde has andado todos estos meses? Tú mamá...

—¡Cállate! Mi madre es como todas las mujeres. Desde que enviudó, la he visto andar con hombres... Ya no lo hace porque se puso fea y vieja. No debería asustarte de lo que yo hago ahora.

—¿Qué es lo que tú haces?

—Mi labor es “evangelizar”.

—¡Evangelizar!

—Le decimos así al trabajo de promoción.

—Oh —susurró Yul—. Suena fascinante.

—¿De veras les interesa saber más?

—Sí... Claro.

Se puso de pie y caminó a la puerta para cerrarla. Al moverse trastabilló. Parecía no poder mantener el equilibrio. Volvió a su sitio y balbuceo:

—Yo pertenezco a una organización para jóvenes. Hacemos ceremonias de control mental. Es padrísimo. Nos enseñan a vivir sin inhibiciones. Aunque claro, seguimos los consejos de un libro oriental.

—¿Una religión?

—¡No! Es un instituto contra los prejuicios. Deberían conocerlo. Es fantástico. En el nos enseñan a conocer y gozar nuestras sensaciones. ¿Tienen un cigarrillo?

Los tres jóvenes negaron con la cabeza.

—Maldición. ¡Cómo me hace falta un cigarrillo!

—Acabas de fumar uno.

—¿De veras? No me di cuenta. ¿Qué les estaba diciendo? Ah sí. Sólo se vive una vez. ¿Por qué encadenarse cuando es tan padre disfrutar?... Ustedes no saben... —entrecerró los ojos y su voz se fue haciendo cada vez más débil y ronca—, yo me he acostado con niñas hermosas. Niñas de quince años. No sé imaginan lo que se siente. Es fabuloso... deberían probar. ¿Me pueden dar un cigarrillo?

Yesung se quedó como suspendido entre la vigilia y un monólogo soporífero.  Con los ojos entrecerrados, estiró el cuerpo y echó la cabeza hacia atrás, dejando al descubierto multitud de pinchazos en sus brazos.

—¡Quiero un cigarrillo! —gritó de repente—. ¿No oyeron, animales? ¡Tráiganme un maldito cigarrillo!

Los jóvenes salieron del recinto a toda prisa. No se despidieron de la viuda.













Una semana después.

Deseaba recuperar su libreta, olvidar a Hope y comenzar una nueva vida, así que subió al edificio de segundos.

Cuando llegó hasta la puerta del Segundo A. Los muchachos charlaban y caminaban en la espera del siguiente profesor. Hope estaba sentado, platicando con Jungkook. Taehyung, indeciso, se detuvo en la puerta como lo haría el cliente de un restaurante que intenta atraer la mirada desentendida del mesero. Vio el reloj. Los minutos pasaban y él no volteaba. Quizá lo había detectado y no estaba dispuesto a dejarse llamar. El tiempo apremiaba. Pronto llegaría el mesero de la siguiente clase. No había otra alternativa. Entró al aula. Algunos chicos se codearon y murmuraron al verlo. Irrumpir en un salón ajeno, lleno de estudiantes, se consideraba una desvergonzada invasión. Procuró darse prisa. Llegó hasta la pareja y se paró frente a Hope.

—¿Puedo hablar contigo a solas un momento?

El ruido de las charlas casi había desaparecido. Todos lo miraban. Hope titubió. Jungkook se puso de pie y dijo con un tono de fingida aristocracia.

—Te exhorto de la manera más atenta que no importunes más a este señorito. Él también te lo agradecería, ¿verdad, guapo?

Taehyung recordó las palabras de Mi Suk: “Usa un lenguaje falso y ridículo, como si quisiera hacerse pasar por varón de la realiza”.

Se dirigió a su príncipe.

—¿Hope?

El chico se puso de pie y salió del aula. Taehyung lo siguió y le preguntó:

—¿Qué mosca le picó a ese tipo?

—Ignóralo. ¿Deseabas decirme algo?

—Sí.

—Te escucho —sonrío como queriéndose disculpar por la escena anterior y luego comentó—: los chocolates estaban deliciosos; te lo agradezco...

—No se trata de eso.

—¿Entonces?

Hope se recargó en la barandilla como si estuviese dispuesto a dialogar sin prisa.

—¿Has terminado de leer mi libreta?

—¿De conflictos, creencias y sueños?

—Mmh.

—La estoy terminando, ya me falta poco. Siempre la llevo conmigo a todos lados. He sabido valorarla como me lo pediste.

—Ya me imagino, igual que el regalo que te di el viernes.

—Estaba muy ofuscado. Discúlpame. No controlo mis reacciones. De verdad. Créeme. ¡Llegando a mi casa, me sentí tan vil! Leí tu carta y tu poema. Quiero ser en tu vida... Fue estupendo; te aseguro que nunca nadie se había portado así conmigo.

—Puedo decir lo mismo, pero en aspecto negativo.

—Taehyung, perdóname ¡Por favor! —expresó mirándolo con sus seductores ojos avellanas y poniendo ambas manos sobre el brazo de Taehyung. Eso era demasiado para él. Por un momento quiso olvidarlo todo, pero recordó algo más.

—No sabía que fumaras.

—E... estoy aprendiendo. Casi nunca lo hago.

—Pues yo detesto eso. ¡Nada me parece más asqueroso!

Hope cerró los párpados un segundo y respiro en una actitud de vergüenza.

—Podría no volver a hacerlo nunca, sí es importante para ti.

Se quedó mirando su extraordinaria belleza hasta que Jungkook apareció.

—¡Ya es demasiado, Jung! Debes hablar claro con este caballero y aclararle los acontecimientos.

Se separó de Taehyung para decir:

—Dame tres minutos...

Jungkook miró el reloj y se alejó diciendo:

—De acuerdo, querido. Ciento ochenta segundos, y contando.

—¿Qué pasa? —preguntó Taehyung.

Él bajó la cabeza sin responder.

—¿Me escuchas? ¿Qué hay entré tú y él?

—Nada... casi.

—¿Qué?

Apretó los labios, y cuando habló lo hizo como dudando, como si quisiera mejor no hablar.

—Desde el viernes somos novios. Me lo pidió y yo acepté.

Taehyung sintió un golpe tremendo, un nudo en la garganta y una monstruosa senseción de enojo, rencor y tristeza. No indagó y le pidió de inmediato su libreta.

—¡Y la quiero ahora!

—No la traje.

—Hace un momento me dijiste que la llevabas a todos lados.

Hope levantó la cara. Parecía decaído. Tenía los párpados rojizos y una expresión de mártir como implorando piedad, pero eso no debía  conmoverlo ya.

—¡Dame mi libreta! —repitió mostrando todavía un gran enfado.

El pelinegro se retiró caminando con rapidez. Minutos después salió del aula portando la carpeta negra con una calcomanía de Mafalda en la cubierta. Taehyung la tomó y se dio media vuelta. En el camino hacia su salón hojeó la libreta. Tal como se lo entregó. Buscó la carta que le pidió con tanto anhelo y no la encontró. Se preguntó si alguna vez creyó que la encontraría.

Hope, te digo adiós y acaso te quiero todavía; quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. Este cariño triste, apasionado y loco me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho, no sé si te amé poco, pero sí sé que nunca volveré a amar así... Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que jamás te olvidaré, pero al quedarme solo sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé. Te digo adiós y acaso con esta despedida, mi más hermoso sueño muera dentro de mí, pero te digo adiós para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.”










Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top