Treinta y seis
Black guarda silencio. Podía entrar en una discusión sin fin con Sora y terminarían igual,ella creyendo en la humanidad y él sin ningúna esperanza en su evolución.
Se inclinó un poco más sobre ella. Sus rostros quedaron a menos de un centímetro de distancia y Black mantenía sus ojos fijos en los de Sora. Tan próximo estaba a esos ojos que le parecían aún más insondables; unos abismos azules donde le hubiera gustado hundirse,pues le parecía que allí no había bien o mal. Cerro los ojos y pego su frente a la de ella quedándose así unos minutos. Quería apagar el fuego de sus rupudios,de sus prejuicios,de su enojo de todo lo que lo corroia por dentro;mas esa hoguera no se extinguia, aunque ciertamente perdía intensidad.
-Debiste haber nacido en otra parte,en otro mundo-le dijo y le beso la frente.
Zamasu había despertado y al no ver a Sora salió a buscarla, caminó a la sala pasó frente a la habitación que usaba Black.La puerta estaba entre abierta y miró hacia el interior sólo por casualidad. La escena que vio no le gusto,pero es que desde su posición y en la postura que estaba Black le pareció que él intentaba otra cosa. Empujó la puerta con la mano derecha con tal fuerza que al estrellarse contra la pared,esta tembló por completo.
-¡Apártate de ella!-le dijo con el ceño fruncido y una mirada de fiera furiosa.
Black lo miró con algo de disgusto,entendía que la situación se prestaba para la confusión,pero Zamasu estaba sobre reaccionando.
-Cálmate-le dijo y se apartó de ella-Sólo la traje aquí para que descansara cómodamente,ya que tú estabas ocupado su cama. No te hagas ideas que están fuera de lugar.
-¿Fuera de lugar? No actues como si...-miro a Sora y se interrumpió.
Black pasó por su lado y al hacerlo lo golpeó con el hombro. Iba a seguirlo,pero Sora le sujeto del brazo.
-Debe dejar de estar en guerra con sigo mismo-le dijo la muchacha-Es triste y cómico...
Zamasu se sonrió. No lo admitió en voz alta,pero ella tenía razón. Le hizo una caricia en el cabello y se fue hacia a la sala.
Un par de días después mientras Sora cocinaba el almuerzo, Zamasu le dijo que iría por algo de material de lectura. Él solía visitar los deshabitados planetas de los Supremos Kaiosamas y tomar libros que le resultaban interesantes. Black había salido y así Sora se quedó sola en la cabaña. Como desde que ellos la habían aceptado,ya no gustaba de comer sola decidió ir a la sala con ese cuaderno donde escribía. Casi una hora después de que el dios Zamasu se había marchado golpearon a la puerta. Aquel toque en la madera no era como el que hacía el dios Black y caminó para ver de quién se trataba. A unos metros de la puerta se quedó inmóvil viendo con temor hacia la entrada...
Black había ido a una ciudad no lejos donde habían algunos humanos sobrevivientes de su ataque. Desde una distancia prudente los observaba como quien ve una granja de hormigas. Cierto era que había proliferado una conducta altruista entre esos humanos,pero también habían quienes dieron rienda suelta a lo peor de si. Sin las leyes que los controlarán muchos humanos se habían vuelto hacia lo más degenerado de su ser y robaban, mataban,ultrajaban y torturaban porque simplemente podían hacerlo. Se sentía tentando a borrarlos de la existencia como las viles alimañas que eran,pero le dijo a Sora que les daría tiempo.Como le dolía darles tiempo.Preferío volver a la cabaña.
Desde lo alto lo primero que le llamó la atención fue ver la puerta abierta y lo segundo el silencio sepulcral de aquel lugar. No era el silencio del vacío o la ausencia,sino uno mucho más gélido y terrible. Descendió y entró corriendo al lugar.La sala estaba en desorden,olía a polvera y en el pasillo que iba a las habitaciones se encontró con una imagen que casi lo vuelve loco. Allí estaba Zamasu,de rodillas en el suelo con Sora sobre sus piernas.
La muchacha estaba descalza y su vestido de tenue color rosa se había vuelto casi escarlata,un charco de su sangre teñia las tablas,su oscuro cabello caía por encima del brazo de su contraparte que tenía el rostro pegado al de ella,aun así podía ver sus ojos cerrados y sus labios,ahora pálidos, entre abiertos. Zamasu lloraba con los dientes apretados,los labios tensos, el ceño fruncido, con los ojos de acero frío y afilado,los mismo con los que miro a Black mientras resoplaba de cólera y apretaba ese frágil y quieto cuerpo contra su pecho pintando de rojo su ropa.
-La mataron-dijo con voz ronca,viceral-¡La mataron! ¡La mataron! ¡Mira lo que le hicieron!.. No respira,no se mueve,no me mira...Sus párpados no se volverán a abrir y no volverá a mirarme. Sus ojos,sus hermosos ojos están en la eterna oscuridad ¡Malditos humanos! ¡Malditos sean todos! ¡Todos! ¡Parásitos insaciables ¡escoria! ¡No merecen misericordia! ¡No merecen que ella los defendiera! ¡No merecen que ella habitara este mundo!
¿Qué mal les hizo? Saquearon la casa y la mataron sin razón ninguna razón. Los humanos no tienen esperanza de redención. Todos tienen que morir ¡Todos deben ser aniquilados!-grito Zamasu y sus ojos parecían salir de sus cuencas por la rabia que lo invadía.
Zamasu no pudo seguir,el llanto caía de sus ojos como una cascada empapandole el rostro. Black estaba ahí,de pie,inmóvil. Sus negros ojos fijos en Sora, incrédulo de lo que veía. Por fin,después de incontables minutos, pudo despegar de ella su mirada y ver más allá del pasillo los cuerpos de cuatro hombres y dos mujeres.
Zamasu había acabado con sus vidas al descubrirlos en la cocina tragando la comida que Sora había preparado,mientras otros dos arrastraban el cuerpo todavía tibio de la muchacha hacia una de las habitaciones, con intenciones que enfermaron de furia a Zamasu y él,que hasta entonces no había teñido sus manos de sangre lo hizo ese día en represalia por la osadia,por el cruel y más terrible de los pecados a su juicio;matar a la inocencia hecha carne.
El dios de pálidos cabellos se aferraba a ella en un frenesí de dolor y rabia. Black se dió la vuelta y caminando como un borracho cruzó la puerta.Su mirada estaba perdida en algún punto más allá de lo físico y en el pecho tenia la sensación de que le estaban abriendo un hueco en la carne viva. Quería gritar y el aire no entraba o salía de su garganta hasta que haciendo a copió de todas sus fuerzas consiguió,no sólo una poderosa exclamación, sino también expulsar su ki que se volvió negro,denso como el abismo de un pozo sin fondo,tan feroz que los animales huyeron al sentirlo,tan terrible que la tierra tembló y tan magno que el cielo se oscureció envuelto en negras nubes cargadas de electricidad,el aire se hizo pesado y las aguas se aguitaron. El mundo entero se estremecía al sentir la ira ciega de un dios que partió sin dirección con un solo objetivo:matar a cualquier humano que viera.
En la cabaña quedo Zamasu sosteníendo en sus brazos a la inocencia y pura mujer que no sólo despertó en él un amor limpio,sino también estremeció sus más profundas ideas. De nada estaba seguro en ese momento salvo de que no había sentido jamás un dolor semejante y de que hubiera dado su propia vida porqué esos párpados se abrirán de nuevo,sin embargo,que ella volviera a este mundo...Este mundo no era digno de ella.
Ira,rabia,furia ya no había para él nada noble en este mundo...
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