En un misterioso lugar llamado Jembruk se hallaba un mundo lleno de maravillas ocultas en las que ningún ser humano había estado jamás, Yen y Jou eran hermanos, y también Grobs una de las tantas razas que vi por aquellos parajes extraños. La mejor descripción que se le podía dar a un Grob es que estos seres eran enanos, con una estatura notablemente más baja que la de los seres humanos, lo que les confería una presencia encantadora y llena de carisma. Sus cuerpos estaban cubiertos por un espeso y exuberante pelaje, que les brindaba protección contra las inclemencias del tiempo y los envolvía en una apariencia acogedora.

Los ojos de los Grob eran verdaderamente fascinantes. Se asemejaban a los ojos de un búho, grandes y expresivos, con una mirada penetrante y llena de sabiduría ancestral. Estos ojos, a menudo adornados con pequeñas motas de colores que brillaban con la luz, parecían ser una ventana a un mundo misterioso y profundo. Transmitían una mezcla de curiosidad y cautela, revelando la naturaleza observadora y astuta que tenían.

Las extremidades de los Grob eran notoriamente cortas en comparación con su cuerpo, lo que les confería una apariencia encantadora y peculiar. A pesar de su longitud reducida, estas extremidades eran fuertes y ágiles, permitiéndoles moverse con destreza y rapidez.

Sus manos, con dedos pequeños, pero hábiles, eran perfectas para realizar tareas minuciosas y precisas.

No se podía pasar por alto las orejas de los Grob, que eran uno de sus rasgos más distintivos. Eran grandes y caídas, dándoles una apariencia entrañable y encantadora. Estas orejas, cubiertas de pelo suave y esponjoso, cumplían una función tanto estética como funcional, ya que les permitían captar sonidos y señales del entorno de manera más precisa.

Al principio tenía miedo cuando me los encontré, pero poco a poco entendieron mi situación, supongo que os preguntaréis.

¿Cómo he llegado hasta aquí? Y sobre todo, ¿Quién soy?...