DilucxKaeya
Un día como otro cualquiera en Mondstad, los caballeros haciendo sus rondas y la gente atendiendo a sus negocios. Sería todo normal sino fuera por una lectura un tanto espeluznante por parte de Mona, quien ya llevaba un tiempo en la ciudad.
- No puede ser, no es posible... - se decía a sí misma al comprobar como sus poderes no alcanzaban con exactitud más allá de un objeto extraño.
En la sede de los caballeros de Favonius...
- Necesito ver a Jean de inmediato. - Exigía Mona, quien después de lo anterior no dudó ni un segundo. Sabía por experiencia que aquellas circunstancias no eran comunes, además de poder acarrear un gran problema, era por ello que no se contendría al ir a buscar a alguien que la ayudara.
- Oh, querida, qué ocurre. - Contestaba Lisa quien en ese momento salía de la biblioteca en camino a hablar con Jean también.
- Es urgente, y no me dejan pasar. - Lisa dudó por un momento, Mona era algo escandalosa en ciertos momentos, pero esta vez una sensación de mal augurio recorrió el pensamiento de la bruja, dándole pie a la conversación larga y tendida que tendrían las tres.
En ella discutirían el motivo de tan repentina visita por parte de la joven, y las posibles catástrofes que ocurrirían en el peor de los casos. Jean por su parte no quería alarmar sin causa real y justificada a los habitantes de Mondstad, y mucho menos dar un motivo para ello, es por esta razón que decidió mandar a Kaeya junto con la joven para que recabasen algo de información, ya que de otra forma no podrían tomar las contramedidas correspondientes.
Tras aquello, partió el pequeño grupo en dirección al Cabo del Juramento, donde la lectura de Mona terminaba, esperando que con suerte pudieran hallar una pista que los encaminara en la dirección correcta. Jean seguiría algo preocupada, y Lisa con aquella sensación de que algo iba mal, lo cual no tardó en convertirse en la peor situación posible.
Dos días pasaron desde su partida, pero no había respuesta de estos, esto ponía nerviosa a la Gran Maestra Intendente, quien no dudaba de las capacidades de uno de sus Capitanes, pero aun así se preocupaba.
- ¡Jean! - Gritaba una pequeña muy conocida por todos, que llegaba de repente a la oficina acompañada como siempre de Sora con quien viajaba desde hacía bastante.
- Paimon, Sora, ¿ qué os trae por aquí? -
- Encontramos a uno de los soldados en la entrada de Monstad, y no tenía buena cara, por lo que le ayudamos y al parecer traía una carta para ti. - Entregaron la carta junto con un cristal un tanto peculiar. En cuanto Jean entró en contacto con aquel mineral, su vista comenzó a nublarse e inmediatamente Sora se lo quitó.
- Jean... - Se preocupaba Paimon.
- Estoy bien, tan solo ha sido un pequeño mareo. -
- No ha sido solo eso... - Interrumpía Albedo en la habitación incluso sin ser invitado. - Según mi reciente investigación ese material se alimenta de la energía de las visiones. Puede sonar extraño, pero di con el hace muy poco y por casualidad, ya que una de las personas del asentamiento de Espinadragon llevaba un colgante del mismo. No parecía más que una mera piedra, un adorno, sin embargo en cuanto Sacarosa se acercó y mantuvo contacto, esta se desmayó. Hicimos varias pruebas y tan solo pude determinar que se alimenta de las visiones. - Ahora entendían el por qué a Sora no le había afectado, y por qué Jean parecía que fuera a desmayarse en cualquier momento.
- Si es así, debemos encontrar a Kaeya y Mona. -
- Un poco tarde. - Decía Sora, quien terminó leyendo la carta al ver a Jean indispuesta. - Al parecer los tienen y no solo eso, también piden que una persona en concreto vaya a buscarlos, de lo contrario terminaran con sus vidas. -
- ... - ¿ Qué hacer?, esa era la cuestión.
- Nosotros nos ocupamos. -
- No puedo dejar que lo hagáis vosotros solos, no es que dude de vuestras capacidades, pero incluso así no sabemos lo que pueda estar esperando. Es demasiado peligroso. -
- Aunque digas eso, soy el único que puede ya que a mi no me afecta. - Jean suspiró, desgraciadamente Sora tenía razón, no había nadie más que pudiera ayudarlo, ya que más que ayuda podrían convertirse en una carga si llegaran a caer a causa de aquel extraño material.
Tras la charla, Sora se dirigió hacia la taberna donde encontraría al otro componente del equipo. En la carta se exigía que "el caballero oscuro" se presentara en el lugar sin falta, cosa que no mencionaron a Jean ya que la identidad del mismo debería continuar en secreto.
- Tiempo sin verte viajero. - Una expresión seria y calmada mostraba como siempre Diluc, dueño de la taberna.
- Si. - Sin decir una palabra más, entregó la carta. La expresión del pelirrojo lo decía todo, no estaba enfadado, más que eso, en su interior pensó que aquellos que osaron atreverse a ello, desearían no haber nacido. Con este pensamiento estrujó la carta entre sus manos e hizo una señal a su empleado para que se encargara del lugar. Salieron sin tardar, dejando atrás Mondstad y llegando al asentamiento. Mediante avanzaban trazaban un plan para combatir la amenaza y que los secuestrados fueran salvados sin problemas. Parte de este plan sería que Diluc hiciera de carnada puesto que era a él a quien querían. Sabían que no sería tan fácil, pero no había una mejor idea que les viniera a la mente.
Una vez en el Cabo del Juramento...
- Por fin llegáis, estábamos aburridos... - Un recaudador Fatui acompañado por algunos soldados hacía acto de presencia. Al parecer algunos magos del abismo habían echo equipo con estos para deshacerse de cierto objetivo en común. Sora miraba a su alrededor en busca de una vía de escape segura para los cuatro, mientras Diluc observaba a los enemigos que los tenían rodeados.
- ¿ Dónde están?- Preguntaba Sora quien esperaba una respuesta concreta y no más juegos.
- Vuestros amigos a salvo, de momento. -
- Si les habéis echo algo... - El rubio volvía a hablar, el escuchar eso no era algo agradable ni tranquilizador, y no era el único cuyos nervios estaban a punto de explotar. Diluc estaba al borde de convertirse en una bestia y acabar con todos.
- No hay necesidad de ponerse así, siempre y cuando nos entreguéis lo que queremos, ellos serán devueltos. - Razonable, si no fuera porque el tono con el que pronunció estas palabras daba mala espina.
- ... -
- Es fácil, su vida a cambio de la de vuestros amigos. Es justo, ¿ no crees? - Sora no podía creer lo que escuchaban sus oídos, ese malnacido pedía la cabeza de Diluc. Sin pensarlo un solo momento se dispuso a abalanzarse sobre él, pero el pelirrojo lo detuvo. Aquellos dos aún seguían cautivos, y al borde del precipicio, no podían dar un paso en falso o lo lamentarían.
- Está bien, pero primero deja que él se acerque a comprobar su estado. - El fatui dudó por un momento. - Si quieres mi cuello primero deja que compruebe que ellos están bien, de lo contrario será el cuello de otro el que peligre. - terminaba advirtiendo Diluc. El otro comprendió que no jugaba, así que simplemente accedió a la petición y dejó que Sora lo hiciera.
Al acercarse, hizo que el mineral fuera perdiendo su efecto y a su par ambos recuperaran el conocimiento, llegando Kaeya a ser capaz de cruzar su mirada con la del pelirrojo y posteriormente dirigir unos susurros a Sora, advirtiendo sobre las dagas y espadas impregnadas con el mineral.
- Es hora de que conozcas tu final Caballero oscuro. - Tras lo cual el recaudador fatui daba un salto hacia atrás invocando sus cuchillas imbuidas de pyro y se disponía a cortar por la mitad al mencionado, cosa que no sucedió, al contrario de lo que esperaba, este salió volando por los aires debido a la reacción sobrecargado que una flecha provocó.
Era Fischl, quien envió una de sus flechas cargadas hacia el enemigo. Esta estaba acompañada de Eula, quien se lanzó desde otro lugar contra los enemigos. Diluc a su vez se deshizo de otros tantos.
Los enemigos se veían entre la espada y la pared, y el recaudador por su cuenta pensaba en cumplir la misión, por lo que en un momento de descuido usó su camuflaje y se dirigió hacia la espalda de Diluc, quien estaba más pendiente de terminar con los magos del abismo. Kaeya por su parte observó las intenciones de aquel sujeto, y en cuanto pudo moverse no dudó un segundo en interponerse entre la daga de aquel recaudador y la espalda del pelirrojo, cayendo en los brazos del anterior. Al notar el peso de Kaeya, Diluc no lo pensó ni un solo segundo, arrojó su espada atravesando el estómago de aquel vil personaje.
Dos días más tarde...
Su cuerpo pesaba, se sentía cansado y algo sofocado. Abría su ojo para observar que el lugar en el que se encontraba, no era su habitación, sino otro lugar también bastante conocido por el mismo. Intentó levantarse, pero sintió un intenso dolor en su espalda que le recordaba lo ocurrido antes de desmayarse.
- No deberías moverte. - Decía Diluc quien estaba a su lado y solo él, sabía desde cuando. Kaeya no discutió, tan solo lo miró y pidió algo de agua, su garganta estaba seca.
- Gracias, pero deberías descansar. - Decía este levantando su brazo lentamente y acariciando el rostro del otro al observar sus ojeras.
- No te preocupes, y más importante, por qué demonios te interpusiste. - Decía Diluc con semblante serio. - No deberías haberte metido, casi mueres. ¿Acaso pensaste que no me preocuparía? - su expresión lo decía todo. Después de observar aquella escena, su mayor temor casi se vuelve realidad.
- Si no lo hubiera hecho, ahora sería yo quien estaría en tu misma posición. En ese momento no pensé en nada, mi cuerpo tan solo se movió por si mismo. - Bajaba su mirada Kaeya quien parecía iba a llorar. Diluc tan solo apoyó su frente en la del moreno y cerró sus ojos. El moreno no tardó en imitarlo y de este modo Diluc plantó un suave y corto beso en sus labios.
Rato después Kaeya tomó algo de alimento y medicina para volver a acostarse pero estaba entre los brazos de Diluc quien no lo soltaría hasta la mañana siguiente.
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