Kanon el Pirata ⚓

Kanon no estaba seguro de cuánto tiempo llevaba surcando los mares junto a su fiel tripulación de siete despiadados marineros, a bordo de su queridísimo barco "El Dragón del Mar". De lo que sí estaba seguro era de que llevaban semanas sin tocar tierra firme, y todavía no había rastro alguno de tesoros e islas paradisíacas.

Traía siempre consigo una brújula cuyo dueño aún no conocía, una pequeña botella de ron, una pistola cargada en su cinturón, y una bitácora de viajes más otra personal, donde escribía noche tras noche sus experiencias espirituales, astrales y paranormales, que al menos en su vida eran el pan de cada día.

Le conocían en cada puerto que pisaba por armar desmadres en todos los bares donde sus ojos se posaran con decisión. Él, acompañado de sus fieles camaradas de tretas Io y Sorrento, parecían olvidar a ratos que su verdadero objetivo, además de saquear puertos y pueblos, era buscar el mapa del tesoro de Poseidón, más otra misión secreta de la cual Kanon nunca hablaba y que le hacía creer a sus compañeros que su capitán, a veces, tragaba agua de mar a escondidas.

Esa noche en especial, Kanon se encontraba en estribor observando la bóveda celeste buscando señales y respuestas, tratando de predecir el futuro en medio de una inevitable borrachera y trazando posibles rutas marítimas que pudieran seguir cuando el alba se viera.

    — ¿Qué busca en medio de la nada, Señor? —le preguntó Kasa con mucha curiosidad.

    — Lo que siempre hemos buscado, pequeña salamandra —Miró a su izquierda con dificultad—. Oro y joyas; prestigio y doncellas hermosas; un futuro digno.

Kasa le dirigió una mirada extrañada que poco después se transformó en una de completo fastidio. Otra vez, como solía suceder, su capitán intentaba acabarse las pocas provisiones de alcohol que quedaban a bordo del barco antes de tener un destino seguro al cual llegar, y otra vez, a su parecer, estaba delirando.

    — No me diga que..., esa famosa misión secreta de la que poco comenta se trata de encontrar una esposa que le soporte su fatal alcoholismo hasta la muerte, ¿o sí?

    — Bah, mujeres —suspiró con pesadez—. ¿Quién las necesita?

    — Si Thetis le escuchara decir eso, lo lanzaría en ese mismo instante por la borda.

  ‎  — ¡Ja! Me importa trescientas leguas de verga marina. Y por cierto, Thetis es más hombre que todos nosotros juntos en este lugar. Esa mujer sí que tiene pelotas.

    ‎— Señor...

  ‎  — ¡Capitán para ti, ballena andante! ¿Oíste?

    — Capitán, usted está irremediablemente borracho. Le sugiero que deje en paz a la botella de ron por un tiempo, su hígado puede explotar.

    ‎— Y yo te sugiero que busques un balde profundo donde meter tu espantoso rostro.

El joven Kasa carraspeó antes de hacer cualquier movimiento para llamar la atención de Kanon, quien había volteado la cara en dirección al horizonte con intenciones de ignorar sus palabras. Cuando volvió a recibir la mirada casi desorientada del otro, arqueó una ceja manteniendo una expresión seria mientras esperaba una respuesta digna de un capitán.

  ‎  — Lo siento —murmuró Kanon a regañadientes—. ¿Desde cuándo los piratas necesitamos modales?

    ‎— Discúlpeme, pero yo no interactúo con simios, y está violando el código de conducta número uno.

    ‎— Mh..., tienes razón. Ve a descansar. Tu capitán presiente que mañana sucederán cosas terribles, y debemos estar preparados.

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Si con cosas terribles Kanon se refería a perder el alma mientras expulsaba lo último ingerido en la noche —demasiado temprano por la mañana—, estaba en lo cierto. Kasa, en su privilegiada posición como vigía del navío, observaba con lujo de detalles el cómo su capitán ofrecía al mar grandes cantidades de alcohol y líquidos estomacales cuan fuente de agua, mientras el resto de la tripulación parecía no darle tanta importancia.

  ‎  — Yo-ho, Yo-ho! Pirata siempre seefdkfk.

    — En verdad se le metió mucha agua al bote* para estar cantando en un momento así —comentó Io.

    — Déjalo, ya verás que después vuelve a ser el mismo de siempre —le responde Baian.

Al mediodía, al terminar cada uno con sus tareas correspondientes, vuelven a reunirse bajo cubierta como siempre para planear un desembarque sigiloso en algún puerto.

El capitán Kanon, aún con resaca, permanece con su tripulación escuchando a medias los posibles Plan A, B, C, D, etc., que proponen los demás con cautela. Necesitan ante todo abastecerse de muchas provisiones de alimento y alcohol para asegurar un exitoso regreso a las tierras del norte del Océano Atlántico, y llegar así a las costas del mar Egeo después de largos meses de desarraigo, navegando por los siete mares cargados de anécdotas, armamento y botines de guerra; mapas de riquísimas colonias europeas y grandes reinos; y con una misión sin terminar todavía entre las manos.

Luego de un considerable tiempo navegando alrededor del mundo, llegaron a la conclusión de que el famoso "Tesoro de Poseidón" no podía estar escondido en otro lugar que no fuera la propia tierra de los Balcanes, pues un trozo de ese mapa obtenido en la India no les auguraba mucho éxito en su contienda si continuaban su travesía hacia el sur. Comparando su trazado con los mapas obtenidos en otros puertos y unos trozos sin calzar del mismo, su ubicación estaba en las mismísimas cercanías de Tracia.

Para Kanon y sus camaradas estaba más que claro. Los dioses y los mares les jugaron en conjunto grandes bromas de las que siempre salieron airosos. Pero ahora que su destino estaba más que definido, la valiente y peculiar tripulación del "Dragón del Mar" estaba lista para atacar el próximo puerto.

    — Bien compañeros —Kanon inició el diálogo—. ¿Qué necesitamos con suma urgencia?

    — Barriles de cerveza —respondió Baian.

    — Más botellas de ron —masculló Kasa.

    — Mantequilla para el pan —sugirió Sorrento.

    — Ropa nueva —continuó Io—. Ya no tengo calzoncillos decentes, los últimos se los llevó la tormenta pasada.

    — Esperen... Para empezar, ¿tenemos pan abordo? —preguntó Kanon revisando la lista.

    — Ni siquiera hay harina, Capitán. Estamos en medio de una pequeña crisis —aclaró Thetis.

    — ¡La puta madre! —Kanon golpeó la mesa con el puño—.  Esto es culpa de los británicos. Camaradas, ¿cuál es el puerto más cercano a nuestra posición?

    — El puerto de Luanda, Señor —Krishna apuntó con su daga la ubicación en el mapa.

    — ¡Perfecto!   —El capitán se levantó de la mesa con entusiasmo—. Tenemos a un viejo conocido ahí. Entraremos a ese puerto camuflados bajo el nombre de un barco portugués, tomaremos todo lo necesario e innecesario si hace falta y nos largaremos rumbo a Tracia.

Y así, por los siguientes tres días, la tripulación se preparó para desembarcar en Luanda tal y como se planeó. Al cuarto día, cerca del amanecer, "El Dragón del Mar" con una estética distinta entró en aguas portuguesas y se estacionó en el gran puerto de aquella colonia europea, ubicada en el occidente de África, para abastecerse de todo.

Sus ocupantes y su capitán, también disfrazados minuciosamente y usando sus identidades falsas, caminaron por las calles como si fuesen honestos marineros siguiendo una ruta comercial, buscando al hombre que desde las sombras le brindaba protección a los viejos piratas que, una vez hace 7 años, le salvaron la vida en medio de una solitaria y desierta isla.

      — ¿Quién era ese hombre? —preguntó Milo, interesado cada vez más en la historia que salía de los labios de Camus.

      — Le conocían como un hombre fuerte...

Y en la mitad de la noche, el joven y bello Camus contó otro relato relacionado a la historia del pirata de los siete mares. De esta forma, comenzaba su siguiente cuento:

    Érase una vez, en las no tan lejanas tierras del Reino de Portugal, un hombre que podía mover las montañas y la tierra con su andar. Poseía riquezas, comodidad y un título muy codiciado sobre sus hombros. . .



*Entrarle agua al bote: Sufrir los efectos del alcohol. Emborracharse.

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