Capítulo 9

—Sobre ese día sé lo que apareció en los periódicos y en las noticias.

Tate entrecerró los ojos y se sumergió en sus recuerdos. Aquella tarde, estaba trabajando en su proyecto. Había ido a la cafetería para prepararse una taza de café, como solía hacer, y allí vio las noticias en la televisión. Estaban en todos los canales mostrando las impactantes imágenes. Mientras los reporteros hablaban, las escenas se alternaban entre la presencia policial, los paramédicos y los cuerpos en aquel desolador escenario.

Sintió la misma sensación de escalofrío que había experimentado en ese momento.

—En un evento benéfico organizado por los familiares de miembros del Parlamento en un club privado, ocurrió un inesperado ataque. Un grupo de hombres armados, opositores al gobierno, irrumpió en el lugar y causó numerosas víctimas. Cuando la policía llegó, encontraron pocos supervivientes y los responsables del ataque se habían quitado la vida.

—186 personas fallecidas, 54 heridas y 8 sobrevivientes —concluyó Rae con solemnidad—. Uno de los peores atentados que ha sufrido Inglaterra en esta década.

El silencio llenó el ambiente, como un gesto de respeto hacia la memoria de aquel trágico suceso.

—Después de ese trágico evento, los sobrevivientes fueron trasladados discretamente a un hospital especializado en Londres para recibir tratamiento —comentó Rae—. Desde entonces, sé que Joy ha estado luchando con la evasión de ciertas situaciones que le provocan un miedo irracional.

—Cómo salir de casa —completó Tate.

Rae asintió en acuerdo.

—Además, ella sufrió un ataque de pánico en público algunas semanas después del atentado, lo cual empeoró su comportamiento de evasión —añadió ella.

Tate también recordaba ese episodio. Aunque no había estado presente, la noticia se había extendido rápidamente en el mundo editorial. Había sido destacada en los medios y los periódicos: «Joven escritora sufre ataque de pánico en la presentación de su libro infantil frente a numerosos niños».

Desde ese momento, la carrera y la cordura de Joy habían sido cuestionadas.

—Joy regresó a Portree luego de ese evento y continuó con su tratamiento terapéutico. Solía participar en terapias grupales con personas que habían experimentado eventos traumáticos y desarrollado estrés postraumático o ansiedad generalizada. Es posible que experimente algo similar debido a lo que sucedió aquel día.

«La tarde del atentado, el día que su madre murió».

Tate tragó saliva.

—Mamá me contó que durante su estadía en el hospital, Joy experimentó diversos síntomas como tendencia a evadir situaciones, hipervigilancia, recuerdos intrusivos, trastornos del sueño y una sensación de desconexión con su pasado. Sé que aún vive con esos síntomas y que a veces tiene recaídas. Sin embargo, creo que regresar al pueblo fue beneficioso para ella. Joy ha mostrado una notable mejoría, evitando caer en la depresión y alejándose de conductas negativas como el alcohol o la dependencia a los medicamentos. Poco a poco, se ha ido adaptando a su nueva rutina.

—¿Sabes qué tipo de terapia está realizando? —preguntó Tate.

—No estoy segura, pero parece que Joy suele tener conversaciones con Nora en algunas sesiones mensuales. Sé que Nora ha intentado ayudarla a enfrentar gradualmente las situaciones o lugares que le generan miedo, pero Joy ha encontrado ciertas dificultades en el proceso.

—Pero la terapia curará a Joy, ¿verdad?

Rae estudió su rostro con seriedad durante varios segundos.

—La terapia puede ser una herramienta poderosa en su proceso de curación y recuperación, pero no hay una respuesta definitiva sobre si la terapia "curará" completamente a Joy —sentenció—. El camino hacia la curación y el manejo de los traumas es diferente para cada persona. La terapia puede brindar herramientas y estrategias para que Joy aprenda a manejar sus síntomas, enfrentar sus miedos y desarrollar habilidades de afrontamiento saludables. Sin embargo, la curación completa puede llevar tiempo y variar en función de sus circunstancias individuales.

La idea de enfrentar el miedo y reintegrarse gradualmente al mundo sonaba lógica y necesaria; sin embargo, Tate no podía evitar sentir un profundo temor. La posibilidad de que algo saliera mal le causaba nerviosismo. No quería cometer errores y poner en peligro el proceso de Joy.

Rae pareció intuir sus preocupaciones.

—Para ayudar a Joy, es importante ser paciente y comprensivo mientras ella aprende a manejar su situación. Evita forzarla o imponer tu punto de vista sobre lo que debería hacer. Comprende que habrá días buenos y malos en su proceso de recuperación. Anímala a seguir el plan que tenga establecido con su psicóloga, escucha atentamente cuando te comparta sus experiencias y presta atención a sus sentimientos y a las situaciones que puedan desencadenar sus síntomas de ansiedad. Bríndale un apoyo emocional constante y demuéstrale que estás allí para ella en cada paso del camino, al igual que todos los que hemos intentado hacer en este vecindario como su grupo de apoyo.

Tate asintió. Sentía una gran responsabilidad y estaba nervioso, especialmente considerando su personalidad cautelosa y su tendencia a evitar lo incierto. Nada era más incierto que el camino que Joy tendría que recorrer. Sin embargo, él no sentía el deseo de huir. Al contrario, estaba decidido a hacer su mejor esfuerzo para ayudarla en todo lo que pudiera. Se sentía en deuda. Ella le había confiado el libro de su madre. Tenían un trato.

—¿Tate?

Él reaccionó y miró a Rae, notando una expresión tensa en su rostro. Tate la conocía lo suficiente como para darse cuenta de que había algo que la estaba preocupando o asustando.

—¿Qué es lo que te preocupa? —inquirió, uniendo sus miradas.

—Joy aún lleva un proceso de luto por su madre, no lo parece, pero mamá decía que habían heridas abiertas en ella. Además, nunca le ha revelado a nadie cómo logró sobrevivir. Me preocupa que enfrentar las situaciones que había evitado, despierten la ansiedad o los miedos que estaban dormidos en su interior y esas heridas se abran aún más, causandole más dolor.

Tate entendía la preocupación de Rae y ambos compartían ese sentimiento. Quizás por eso ninguno de los dos dijo nada en ese momento. Se limitaron a mirar hacia la playa, reflexionando sobre toda la conversación que habían tenido. Poco después, Rae se levantó y volvió a tomar el martillo en su mano, lista para continuar su trabajo. Al observarla trabajar, Tate sintió cómo parte de la tensión que sentía abandonaba su cuerpo. Sin embargo, su tranquilidad no duró mucho, ya que de repente escuchó un ruido extraño y distinto al martilleo de Rae.

—¿No sería mejor llamar a un profesional para arreglar el techo? —sugirió, arriesgándose al reproche de su prima—. Así podría revisar si la cubierta y el revestimiento están en buen estado, y si la estructura de madera no está podrida. Tú sabes que es un techo antiguo y...

—Claro que no, sé lo que hago —intervino ella de forma testaruda—. Mamá siempre se encargaba de estas cosas, pero yo aprendí bien y...

En ese preciso momento, resonó un estruendo fuerte y, acto seguido, el techo se desplomó sobre la habitación de Tate. Ambos retrocedieron asustados, pero afortunadamente ilesos. Su primera reacción fue de sorpresa y asombro, con los ojos abiertos y las expresiones llenas de incredulidad. Rae soltó una maldición en voz alta, mientras que Tate se quedó paralizado por un instante, procesando lo ocurrido. Después de un momento, se acercaron lentamente y contemplaron atónitos el enorme agujero creado por el derrumbe.

—¿Están bien? —preguntó Joy cuando Rae y Tate entraron a la florería luego de evaluar la situación del techo—. Escuché un fuerte estruendo.

Joy estaba detrás de su mesa de trabajo, sosteniendo un ramillete de flores entre sus manos.

—Sí, estamos bien —respondió Rae con una sonrisa tranquilizadora.

—No podría decir lo mismo del techo de la casa —comentó Tate con ironía.

Las palabras de Tate le valieron una mirada enojada por parte de Rae.

—¿Qué le sucedió al techo? —continuó Joy.

—Tate lo dañó —replicó Rae.

—¡Yo no lo dañé, fuiste tú! —exclamó Tate, señalando acusadoramente a Rae.

Rae levantó una mano en señal de silencio para acallar sus quejas.

—Por favor, Tate, no insistas —dijo su prima, poniendo fin al tema—. Además, hay cosas más importantes en las que pensar, como el hecho de que no sé dónde vas a dormir.

—Podría dormir en el sillón.

—Pero es pequeño para ti.

Era cierto. El sillón de Rae era compacto, perfecto para la estatura de su prima. Tate sabía que tendría problemas para dormir allí y no podría descansar adecuadamente. Además, la incertidumbre sobre cuánto tiempo tomaría reparar el techo los dejaba en una situación difícil. Rae se había comprometido a buscar a alguien en el pueblo que pudiera evaluar el daño al día siguiente. Sin embargo, si no encontraba a alguien disponible, tendría que ampliar su búsqueda fuera de la isla.

—¿Y si me hospedo en un hotel o una posada en el centro?

Rae se cruzó de brazos y consideró la situación, mientras se rascaba una de sus mejillas.

—Es una opción, pero mañana comienza un famoso festival de música en la isla. Presenta lo mejor de la música folclórica contemporánea escocesa y electrónica, por lo que atrae a turistas de toda Escocia cada año. Es posible que no encuentres una habitación disponible para hoy.

A veces Tate olvidaba la realidad de vivir en un pueblo pequeño. Con una población de apenas 2.000 personas, las opciones de hospedaje eran limitadas. Solo había algunos hoteles y hostales en la ciudad, además de un par de posadas a lo largo de las carreteras que entraban y salían del pueblo.

—Tal vez podría pedirle a alguno de los vecinos que te permita hospedarte con ellos —sugirió Rae—. Creo que Erin Acheron tiene espacio porque sus hijos ya no viven con ella.

—Podrías quedarte aquí...

—Aunque creo que usa el espacio libre como bodega de antigüedades —continuó su prima—. Igual podría llamarla y...

—¡Podrías quedarte aquí! —intervino Joy, elevando un poco más su voz en esta ocasión.

Ambos se quedaron inmóviles y Tate supo que no había imaginado el suave murmullo de Joy en medio de su conversación.

—¿Estás segura? —preguntó Rae mientras sus ojos estudiaban atentamente el semblante de Joy, como si quisiera detectar algo.

Joy asintió y dejó el ramo de flores que sostenía sobre la mesa para acercarse a ellos.

—Esta casa tiene tres habitaciones —explicó en calma—. Yo uso el cuarto principal, pero el resto de alcobas están disponibles y en buen estado.

Eso arrancó una ligera sonrisa a Rae, aunque su expresión seguía mostrando cierta falta de convicción. Tate podía entenderla, ya que él mismo se sentía perplejo por el inesperado ofrecimiento. Aunque él y Joy habían hecho un trato, no tenían una relación más allá de eso. Apenas se estaban conociendo y Tate no quería incomodarla.

—Joy, no quisiera incomodarte. Ya encontraremos una solución —aseguró Rae—. Tú no te preocupes.

—Pero quiero ayudar —insistió la joven—. Tú haría lo mismo por mí. Sé que Tate y yo no tuvimos el mejor primer encuentro y no nos conocemos mucho, pero es tu primo y confías en él. Además, estaremos trabajando juntos en la edición del libro.

Rae se mordió los labios mientras Tate contemplaba a Joy en silencio. Su expresión era calmada y sus ojos reflejaban honestidad. Sabía que era un ofrecimiento genuino. De repente, se sintió un poco nervioso, pero decidió no intervenir.

—¿Entonces estás de acuerdo con esto? —reafirmó Rae.

Joy esbozó una ligera sonrisa.

—Estaré bien.

Raelynn dejó escapar un lento suspiro.

—Te agradezco. Me quitas un peso de encima. Realmente necesitábamos ayuda hasta que podamos encontrar una solución —dijo su prima. Luego giró su rostro hacia él—. ¿También estás de acuerdo?

Tate reaccionó. Se había quedado mirando a Joy, sintiendo un profundo respeto hacia ella. Después de su conversación con Rae, sabía que hacer ese ofrecimiento no debía haber sido fácil. Sin embargo, como Rae también había mencionado, él sabía que Joy era una persona amable y compasiva y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por ayudar a los demás, incluso si eso significaba salir de su propia zona de confort.

—Sí, muchas gracias —contestó, aclarándose la garganta.

En realidad, esa inesperada situación lo llenaba de incertidumbre y expectación, pero Tate coincidía con Joy: sería conveniente tener un contacto cercano si él iba a editar el libro y apoyarla en lo necesario para cumplir con su terapia. Se esforzaría por ser un buen compañero de piso, al igual que en la universidad. Ya había convivido con Evelyn y había sobrevivido. Joy no sería un problema.

—¡Genial! ¡Crisis solucionada! —soltó Rae con un aplauso alegre—. Si hacen una pijamada, no duden en invitarme. 

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