Capítulo 6

Cuando Joy despertó esa mañana, supo que algo estaba mal.

Se levantó de la cama con premura y se aproximó rápidamente a la ventana de su habitación. Un estremecedor terror se apoderó de sus ojos, dilatándolos con fuerza. Descendió las escaleras a toda prisa y salió al jardín, sintiendo sus piernas temblar de forma descontrolada, casi cediendo bajo su propio peso.

El Rowan se estaba marchitando.

El suelo alrededor de las raíces estaba cubierto de hojas y frutos dispersos. Las hojas, secas y oscuras, contrastaban con los frutos opacos y estallados, manchando la tierra con un color carmesí semejante a la sangre. Era una escena desoladora. Joy comprendía que la lluvia no podía haber sido la causa. A pesar de las tormentas más intensas de los últimos meses, el Rowan se había mantenido imperturbable, firme y protector.

Esto era algo peor. ¡Su árbol se estaba muriendo!

Con las manos temblorosas, Joy buscó frenéticamente su celular y marcó uno de los números que tenía guardados en sus contactos favoritos. Su respiración agitada reflejaba su ansiedad mientras esperaba que alguien respondiera al otro lado de la línea.

—Erin Acheron —contestó una mujer con voz elegante.

—¡Algo le pasa al Rowan!

—¿Joy?

—Por favor, ayúdame —lloró desconsoladamente—. Por favor.

En medio de la angustia y la desesperanza, Joy esperó a que Erin llegara. Se acomodó entre las raíces del Rowan, sintiendo cómo las gotas de lluvia se mezclaban con sus lágrimas en su rostro. Miró hacia arriba, hacia las ramas del árbol, con un sentimiento de impotencia y temor. La idea de perder a su mejor amigo, su fiel compañero, a causa de una lenta agonía la llenaba de un profundo terror.

«No puedo perder algo más», pensó envuelta en un silencio melancólico y culpable.

Cuando Joy abrió la puerta de la florería, se encontró con Erin Acheron esperándola. Aunque aún era temprano, Erin lucía impecable en su pijama cubierto por una elegante bata de tela escocesa. Su cabello plateado estaba trenzado hacia atrás y cubierto con un pañuelo de seda azul, resaltando sus ojos color zafiro y contrastando con su piel pálida y delicadamente arrugada.

—Gracias por venir —murmuró, aliviada de verla.

Erin asintió y le dio un apretón cariñoso en la mano.

—Llévame con él.

Joy condujo a Erin hasta el jardín y permaneció quieta, abrazándose a sí misma, mientras observaba cómo Erin rodeaba el árbol, inspeccionaba cada rama y recogía dos frutos entre las raíces, acercándolos a su rostro para observarlos de cerca.

—Estos frutos no protegerán a nadie —dijo con seriedad—. Hiciste bien al llamarme. Tenemos que actuar rápido o lo perderás, y eso sería una desgracia para todos.

Joy se estremeció y nuevas lágrimas empaparon su rostro. Erin Acheron se acercó y suavemente sostuvo la mano de Joy, ofreciéndole consuelo.

—Tranquila, todo estará bien. Aún estamos a tiempo, y sé exactamente lo que le sucede.

—¿Qué es?

La mujer ignoró su pregunta y entrecerró los ojos.

—¿Has hablado con tu madre recientemente?

Su declaración inesperada hizo que Joy se sintiera desconcertada, pero se recuperó rápidamente. Se secó el rostro con la manga de su camisón y miró a su alrededor para asegurarse de que estaban solas.

—No en estos días —respondió, mordiéndose los labios—. Está sucediendo algo que... aún no sé cómo resolver.

La inesperada aparición de Tate y su insistencia sobre el libro de su madre habían sacudido la rutina de Joy y volteado su mundo de cabeza. Sus presentimientos estaban resultando ser ciertos. Él era un cambio que no había anticipado.

—Ahí tienes tu respuesta —soltó la otra mujer con un chasquido de dedos—. El Rowan está descontento porque tu madre está descontenta.

Joy entreabrió los labios, sin saber qué decir.

—Pero...

—Sabes cómo funciona, Joy. —La voz de Erin resonaba con sabiduría, y sus profundos ojos se encontraron con los de Joy con seriedad—. Este árbol fue un regalo muy especial para tu tatarabuela, por eso el alma del Rowan es muy susceptible a los espíritus de tu familia. La conexión que todas han tenido con él no solo puede transmitir felicidad y protección, sino también las malas energías.

—Pero no había pasado antes.

Erin encogió sus hombros elegantes.

—Al parecer, quiere darte una lección. Te acaba de lanzar una señal. Mientras más rápido le des lo que desea, más rápido se recuperará.

Joy tragó con fuerza.

El silencio llenaba el aire mientras Joy luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Sentía en lo más profundo de su ser la respuesta que tanto temía, la razón del descontento del Rowan. Parecía que el destino había conspirado para que todos sus problemas convergieran en torno a ese último libro.

—Si necesitas ayuda, no dudes en llamarme —dijo Erin antes de marcharse—. Y habla con tu madre. A los espíritus no les gusta esperar.

En la tranquilidad de la noche, envuelta por la oscuridad y el murmullo del viento, Joy se adentró en el jardín y avanzó hacia el imponente Rowan, iluminado por la luz de la luna. A su lado, Marigold se deslizó entre las raíces y trepó hasta una rama, donde se acurrucó hecha un ovillo. Por unos instantes, Joy contempló los destellos de sus ojos mientras se acomodaba entre las raíces del árbol y cerraba los párpados, buscando paz en ese refugio familiar.

En un instante sin tiempo, Joy se sumergió en un estado de serenidad. El viento acariciaba suavemente su cabello suelto y susurra una melodía reconfortante a través de las hojas del Rowan.

Al abrir los ojos, se encontró con la presencia de su madre, Gwendolyn Chapman. Ambas yacían en una amplia colina, frente a frente, entrelazando sus manos en un gesto de conexión profunda.

El rostro de su madre evocaba una mezcla de nostalgia y amor en el corazón de Joy. Cada rasgo, cada expresión era un recordatorio tangible de su presencia perdida. La dolorosa realidad de su ausencia se entrelazaba con el consuelo de tenerla cerca, aunque fuera en espíritu.

El peso de los recuerdos parecía abrumador en ese momento, Joy luchaba por contener la avalancha de emociones que amenazaba con desbordarse. La dualidad de sentir pena y alivio chocaba dentro de ella, dejando su corazón en un estado frágil y herido.

«Este árbol fue un regalo muy especial», había dicho Erin. Pero ¿realmente era un regalo o era una agonía?

—Hola, mamá —dijo Joy, recuperando su voz.

—Hola, cariño. —El mismo saludo de siempre, con la voz suave y cálida que recordaba.

Joy rememoraba el día en que había vuelto a ver a su madre, una noche similar a aquella, unas semanas después de instalarse en Portree. Era un recuerdo grabado en su mente, ya que aquel día su terapia no había logrado aliviarla como esperaba. Las pesadillas y los recuerdos seguían acechándola noche tras noche, adquiriendo una intensidad que los convertía en monstruos que la espiaban en cada rincón de su ser. La tristeza la había invadido, y en aquel instante se había sentido terriblemente sola y anhelaba la presencia de alguien que entendiera su dolor. Así que se había refugiado en lo único que alguna vez la había ayudado: los libros.

Joy se había dormido mientras leía en el jardín, cerca del Rowan, y al despertar, se había encontrado con una realidad inexplicable: su madre seguía a su lado. Como su abuela había mencionado, el espíritu unificado del Rowan ofrecía consuelo y protección a aquellos que quedaban atrás. Para Joy, su madre era esa presencia constante. Había asuntos pendientes entre ellas.

—El Rowan no está bien —continuó la joven con pesar.

—Lo sé.

Sus voces eran murmullos secretos.

—¿Por qué estás descontenta? —cuestionó, recordando las palabras de Erin Acheron—. Escribí el libro.

El rostro de su madre permaneció en calma.

—Tú sabes por qué.

Joy podía tener una idea de la respuesta, pero eso no hacía que fuera más fácil saber qué debía hacer.

—No puedo —murmuró, tragando con fuerza—. No puedo salir de casa.

«No puedo», repitió en su mente una y otra vez.

A pesar de que había intentado salir, sus esfuerzos habían sido en vano. A pesar de haberse mudado a un lugar seguro y protegido, no había logrado encontrar el coraje necesario para hacerlo. Aunque se preparaba mentalmente y se acercaba a la puerta, nunca podía dar un paso afuera. Incluso las técnicas aprendidas en terapia no habían sido suficientes para enfrentar su miedo. Entonces, había dejado de intentarlo, y en su lugar, la culpa y la vergüenza se habían convertido en sus compañeros constantes, más monstruos escondidos en la oscuridad.

—Algo malo puede suceder de nuevo. Estoy segura aquí.

—Quiero una vida feliz para ti, más que esto.

—Mamá...

—Joy, diste tu palabra. Si no cumples mi último deseo, mi espíritu solo se marchitará, al igual que el Rowan. Aquello que deje pendiente, acabará conmigo. Es inevitable, no puedo controlarlo.

«Y te perderé para siempre».

Ella se estremeció.

Estaba decidida a no perder a su madre nuevamente. No podía permitirse perder esa conexión tan importante. La presencia de su madre le brindaba tranquilidad y la motivaba a seguir adelante. Aún no estaba preparada para dejarla ir. Por eso, había hecho una promesa. Por supuesto que lo había hecho.

Si hubiera una posibilidad de mantener contacto con un ser querido después de la muerte a cambio de cumplir un deseo pendiente, ¿quién no lo haría sin vacilar?

Sin embargo, no había anticipado lo difícil que sería cumplir su promesa. Pero si quería mantener esa conexión con su madre, debía enfrentarse a sí misma y a sus propios miedos. Era la única opción que tenía.

—¿Qué quieres que haga? ¿Que le entregue el libro a Tate para...? —Joy se detuvo y frunció el ceño. De repente, la realización la golpeó con fuerza—. Todo esto es por él, ¿verdad?

Gwendolyn asintió.

—Hay personas en este mundo que son especiales y que tienen la capacidad de cambiar las vidas de otras personas de formas inimaginables. Él es un viento de cambio.

Joy ahora comprendía que la inesperada aparición de Tate Graham había provocado varios cambios, no solo en su rutina, sino también en el tiempo cada vez más limitado para cumplir su promesa. Y también que ella era la única responsable del malestar del Rowan.

Cuando él se había ofrecido a ayudarla y Joy había mentido y rechazado su oferta, también le había dado la espalda a su promesa, renegando de una oportunidad que el destino parecía haberle enviado. Sin embargo, él no había sido honesto del todo y la había herido.

—Pero él me lastimó —murmuró Joy.

—Lo sé, cariño. A veces las personas lastiman a otras sin querer, impulsadas por el miedo que cargan en su interior.

Joy consideró sus palabras.

—¿Quieres que confíe en él? —preguntó.

—¿Qué te dice tu corazón?

—Que estoy asustada.

Su madre sonrió.

—¿Y si buscas a través del miedo?

—No sé si podré hacerlo —insistió Joy, y apretó sus manos.

La piel de su madre estaba cálida, pero, aun así, Joy se sentía helada.

—Además, ya no soy la de antes.

—Claro que lo eres. Dentro de ti, reside la mujer que eras —dijo Gwendolyn con una voz suave pero llena de convicción—. Quien eres ahora es una nueva versión de esa persona. Y, tal vez, al final de esta aventura habrás logrado encontrarte en un nivel más profundo y significativo.

Las lágrimas de Joy brotaron de sus ojos en un torrente silencioso, su angustia se hizo presente en cada gota que recorría sus mejillas, pero también liberó parte de su dolor y confusión.

—Joy, mi hija... —susurró con ternura, rozando su mejilla—. No veas esta oportunidad como un castigo, sino como una aventura. Eres la heroína en esta historia, y tu viaje empieza aquí. Al igual que en una novela, las cosas no serán siempre fáciles para ti, pero, cuando termine, habrá un final feliz. Tú puedes escribir ese final. Sabes qué hacer.

—¿Eso te haría feliz? ¿El Rowan estará bien?

—Que seas feliz me hará feliz —respondió Gwendolyn, estudiando su rostro—. Nunca olvides que eres lo más importante para mí.

Joy asintió y se lamió los labios, preocupada.

—¿Y si el libro no es lo suficientemente bueno? ¿O si no puedo volver a ser normal y salir de casa? ¿Y si el miedo es más fuerte?

—Está bien tener miedo, Joy. Pero el miedo existe para enfrentarlo. Acepta este viento de cambio, cumple tu promesa y redescubre quién eres.

En medio de su llanto, Joy se acercó aún más a su madre, juntando sus frentes en un gesto de profunda conexión. Sus lágrimas se entrelazaron y sus alientos se entremezclaron, como si en ese abrazo encontraran consuelo mutuo. Sus manos se aferraron con fuerza, simbolizando su lazo inquebrantable.

—No me dejes.

—Estaré aquí, cariño, todo el tiempo que necesites.

Al despertar, Joy contempló el mágico espectáculo de las hojas del Rowan danzando en el aire, como si el árbol estuviera susurrándole un mensaje de fortaleza y renovación. Secó sus lágrimas, respiró hondo y se puso de pie. Marigold maulló y saltó a sus brazos desde las ramas. Joy acarició el suave pelaje de su compañera y, con paso firme, cruzó el umbral de la puerta, lista para enfrentar los desafíos que la esperaban.

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