Capítulo 48

Cuatro meses después


—Estos serán nuestros lanzamientos del mes...

Tate intentaba concentrarse en la presentación del editor novato, pero su mente vagaba por otro lugar. Parecía estar presente, atento y calculador, pensando en ventas y listas de popularidad, en realidad sus pensamientos estaban perdidos en una joven de ojos castaños y rizos rebeldes.

«¡No! ¡Concéntrate!».

Mecánicamente, sus dedos deslizaban despacio la pluma estilográfica que Joy le había obsequiado mientras miraba la pantalla, pero su atención se desviaba una y otra vez hacia el recuerdo de aquel sueño que había tenido la noche anterior.

En ese sueño, Joy reía en medio del jardín, dando vueltas sobre la tierra mientras el viento agitaba las flores a su alrededor. Lucía un vestido rojo que resaltaba el color de sus ojos, y sus rizos salvajes se movían contra su espalda. Él había dicho su nombre, y ella lo había mirado, provocando una cálida emoción en su pecho.

—Tate —también lo había llamado.

Y entonces había despertado.

El recuerdo seguía resonando en la mente de Tate, tan vívido que casi podía escuchar el eco de la voz de Joy llamándolo. No podía negarlo; aunque el tiempo había pasado, y él pensaba que se había acostumbrado a su ausencia, Joy siempre encontraba la manera de colarse en sus pensamientos, en su día a día e incluso en sus sueños.

Habían pasado cuatro meses desde su regreso a Londres, pero aún no lograba acostumbrarse a la idea de no verla. Joy se había convertido en un eco constante en su corazón y en su mente. Además, las primeras semanas después de dejar Portree habían sido especialmente difíciles. El contraste entre el tranquilo y sereno pueblo pesquero y el bullicio de la ciudad, con sus multitudes, tráfico y ruidos constantes, resultaba abrumador.

Tate extrañaba la calma de Portree, la serenidad de la casa de Joy y la paz que sentía cuando estaban juntos. Era un contraste doloroso que lo mantenía anhelando esos momentos de tranquilidad que habían compartido.

—¿Tate?

Si tan solo pudiera volver...

—Tate.

Él reaccionó y se dio cuenta de que todas las miradas estaban fijas en él, esperaban su respuesta. En ese momento, dirigió su mirada hacia Evelyn, buscando su apoyo y esperando que ella interviniera.

—¿Te parece que hagamos una campaña de lanzamiento para los nuevos autores? —preguntó su amiga de inmediato.

Tate revisó los papeles que le habían entregado, examinando minuciosamente las cifras y analizando cada iniciativa propuesta. Después de evaluarlo todo, asintió con seguridad.

—Sí, creo que puede ser beneficioso. A ellos los ayudará a impulsar su carrera y como editorial reafirmaremos nuestra cualidad de brindar apoyo a nuestros autores.

Conforme la reunión avanzaba, todos expresaron su acuerdo, y la atención se desvió hacia nuevos temas a tratar. La discusión continuó durante unos minutos más antes de que la sesión llegara a su fin. La sala de reuniones se fue vaciando gradualmente, hasta que solo quedaron Evelyn y Tate.

—¿Te sientes bien? —preguntó ella, recogiendo sus pertenencias—. Estás algo distraído.

—Es solo cansancio. No te preocupes. Ayer me desvelé leyendo un manuscrito.

—¿Estás seguro?

Sí, luego de soñar con Joy, Tate había encontrado consuelo en sumergirse en el trabajo para mantenerse tranquilo.

Él sonrió.

—Por supuesto. Me recuperaré cuando duerma un poco.

Evelyn mantuvo su mirada fija en Tate, observándolo detenidamente, incluso mientras él intentaba pasar desapercibido y recoger sus papeles.

—Te llevaré a casa —dijo ella mientras salían de la sala de conferencias.

La oscuridad de la noche se había adueñado del exterior. La reunión se había prolongado más de lo previsto, dejando el piso de trabajo prácticamente desierto. El reloj marcaba alrededor de las 9 p.m., y a medida que los minutos avanzaban, los empleados se apresuraban a finalizar sus tareas y prepararse para marcharse.

—No es necesario —replicó él, entrando en su oficina.

—Me queda de camino —insistió su amiga—. Tengo que recoger a Amelia y Charlie en casa de sus padres.

Tate asintió y accedió a acompañarla. Bajaron al piso inferior para que Joy pudiera recoger su cartera de su oficina y luego continuaron juntos hasta el garaje. Por fortuna, el Volvo rojo de Evelyn estaba estacionado en un lugar cercano y de fácil acceso, lo que hizo que la caminata fuera corta.

Su apartamento en Richmond upon Thames, situado al suroeste de Londres, estaba apenas a veinte minutos del edificio del Grupo Sterling en el distrito de negocios. No obstante, una repentina lluvia causó un embotellamiento en el tráfico. Se encontraban detenidos en un semáforo cuando la tormenta se intensificó.

—Te salvé de la lluvia —soltó Evelyn, abriendo una barra de chocolate que sacó de su cartera—. Si hubieras usado el metro o un taxi para ir a casa, habrías tardado mucho más en llegar.

—Gracias.

Hubo una breve pausa. Tate miró por la ventana y su mente se perdió en pensamientos y recuerdos del pasado. No se dio cuenta de que su amiga había estado hablándole.

—Hoy no te quedes editando hasta tarde —repitió ella, en una petición amable.

—Si lo dices por lo que dije hace un rato, solo sucedió ayer. Ya no trabajo en la noche.

«Mientes».

Mientras su amiga estudiaba su semblante, él optó por ignorar la voz de su consciencia.

—¿Qué sucedió anoche? ¿Por qué decidiste trabajar?

Tate tragó con fuerza, no esperaba esa pregunta. Así que optó por no responder, tal vez para evitar que la conversación se desviara hacia un tema que prefería esquivar.

—¿Es por Joy? —curioseó Evelyn.

«Y la conversación ha tomado el camino que he estado evitando», pensó con ironía.

—No —mintió.

Evelyn resopló.

—Tate, no sabes mentir —espetó, levantando una ceja—. No soy tan despistada como crees.

Él apartó el rostro hacia la ventanilla.

—Trabajé porque estoy concentrado en hacer bien mi trabajo.

Y era cierto. Desde su regreso, Tate se había esforzado por cumplir bien su nuevo cargo. La presión de Theodore y la renuncia inesperada de Olivia lo habían impulsado a demostrar que era capaz de ser un Jefe Editorial competente y merecía ese ascenso. Durante ese tiempo, había crecido como profesional, adquirido nuevos conocimientos y confirmado que realmente le apasionaba su trabajo. Sin embargo, en las últimas semanas, también había descubierto que trabajar largas horas podía ocupar su mente lo suficiente para no pensar en Joy.

Cada mañana, se levantaba temprano y se entregaba por completo a las tareas editoriales, como si sumergirse en los informes y manuscritos pudiera alejar de su mente las imágenes vívidas de Joy.

En el bullicio de la oficina, se dedicaba a estudiar estrategias de ventas y análisis de mercado, manteniendo su mente ocupada con números y proyecciones. Cada vez que su pensamiento amenazaba con divagar hacia Joy, él la traía de vuelta bruscamente a la realidad, concentrándose en los detalles del trabajo.

No obstante, en esos momentos de pausa entre reuniones y correos electrónicos, su mente volvía inevitablemente a ella. Se preguntaba cómo estaría en ese momento, si habría salido de casa, si habría vuelto a escribir, si estaría ocupada en el invernadero o creando arreglos florales en su tienda. Se cuestionaba si sería feliz y si pensaría en él.

—Has hecho un estupendo trabajo como Jefe Editorial durante estos meses, pero tienes que admitir que tu corazón no está completamente aquí.

Sus miradas se encontraron nuevamente, pero esta vez fue el turno de Tate de lucir escéptico.

—¿Desde cuándo te volviste tan romántica?

Evelyn se quejó con un bufido. —Siempre lo he sido, por eso arreglaba las citas a ciegas a las que nunca asistías.

Tate meneó la cabeza, y sus ojos se detuvieron en el parabrisas salpicado de gotas.

—¿Has hablado con Joy?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no tengo nada que decir —replicó, sintiendo que ella crispaba sus nervios.

«Porque si hablo hablo con ella, seguiré aferrándome a su recuerdo».

Evelyn suspiró y tomó una de sus manos cuando detuvo el auto en un semáforo. Tate intentó calmar su respiración, al igual que su agitado corazón.

—Estoy preocupada por ti. Eres mi mejor amigo y no quiero verte sufrir. Debes afrontar tus sentimientos y detenerte a pensar si eres feliz en este momento —expresó Evelyn con sinceridad—. Sino temo que terminarás volviéndote amargado y taciturno, empezarás a odiarte a ti mismo y te sentirás resentido hacia el trabajo que has querido toda tu vida.

Él la miró, detectando la genuina preocupación en su voz.

—Me gustaba mucho la versión de ti que regresó de Portree. Te enfocaste en el trabajo, pero sin dejar que te consumiera. Eras más arriesgado y directo. Parecías más libre, y eso era bueno. No quiero que ocultes tus sentimientos, o te conviertas en alguien que no eres por complacer a los demás. Mucho menos, por complacer a mi tío.

Tate se sintió culpable, y una sensación incómoda se agitó en su pecho. Por un lado, sabía que debía evitar que el trabajo lo consumiera y mantener un equilibrio en su vida. Por otro lado, también era consciente de que debía enfrentar lo que aún sentía por Joy y decidir que haría al respecto.

—Nada malo sucederá —prometió, apretando la mano de Evelyn para tranquilizarla—. Todo estará bien. Yo estaré bien, te lo prometo.

Tate anhelaba que todo saliera bien ya que no podía entender cómo una parte de su vida estaba bien mientras la otra se caía a pedazos. La contradicción en sus sentimientos era abrumadora, sintiendo cómo la mitad de su corazón se sentía jubiloso mientras la otra mitad se volvía cada vez más fría y solitaria.

Evelyn suspiró y se mantuvo en silencio hasta detenerse frente al departamento de Tate.

—Eres un buen editor, Tate —dijo antes de despedirse—. Te apasiona más el oficio que el cargo o el poder. Además, has ganado popularidad después del libro de Gwendolyn Kelly. Podrías trabajar en cualquier lugar. Así que no te aferres a algo solo por temor.

Evelyn se marchó, pero sus palabras permanecieron con Tate, impidiéndole dormir durante otra noche.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top