Capítulo 46

Dos días después del lanzamiento de la novela, Tate se levantó temprano con un propósito en mente: comprar el periódico y buscar la sección de críticas literarias. Cuando regresó a casa, subió las escaleras rápidamente, con el corazón latiendo desbocado por la anticipación. Sin perder un segundo, despertó a Joy, acariciando con suavidad uno de sus hombros.

—¿Qué sucede? —murmuró ella, agitándose bajo las sábanas—. Estaba durmiendo.

—Compré el periódico para leer las reseñas.

Joy ahogó un bostezo.

—Pero estaba muy cómoda —siguió quejándose.

Aun así, Joy se movió en la cama, apartando los rizos rebeldes de su rostro. Los labios de Tate se curvaron en una sonrisa, encontrando adorable su expresión somnolienta. Se sentó a su lado y, con ternura, le dio un suave beso en la punta de la nariz.

—Nunca suelo leer las primeras reseñas de los libros que edito —dijo Tate, buscando entre las páginas—, pero no me pude resistir. Escucha esto. «Con una combinación perfecta de suspenso, romance y misterio, este libro es una lectura obligada para los fanáticos del género que esperaban la tan ansiada conclusión, iniciada por una leyenda y terminada por una heroína renacida» —terminó con los labios estirados—. William Clarke de Book Review Monthly.

Joy no emitió palabra alguna, pero Tate vio el leve rubor en sus mejillas. A pesar de su timidez o vergüenza, él quería que escuchara esto. Ella se lo merecía. Había trabajado arduamente y había tenido miedo de no estar a la altura de su madre. Pero Joy había superado todas las expectativas.

Sus ojos volvieron al periódico y leyó en voz alta otro comentario.

—«La escritura de Chapman es intensa, descarnada y magistral, con una trama intrincadamente tejida y personajes bien construidos. Este es un thriller que te hará adivinar hasta el final». Emma Williams de Thriller Book Reviews.

—Es suficiente —dijo Joy.

—«La última novela de Joy Chapman es un triunfo sorprendente, lleno de giros inesperados, suspenso y acción, una química eléctrica entre sus personajes y una historia de amor que te deja sin aliento». Sophie Taylor, Romantic Times Book Reviews.

—Solo estás leyendo los positivos —se quejó Joy con un mohín.

—Uno más —prometió Tate, haciendo una pausa dramática—. «Joy Chapman es culpable de genialidad. Ha sabido capturar la esencia literaria de su madre y ha creado una conclusión digna para una de las mejores sagas de suspenso». Adivina quién lo dijo.

Joy se encogió de hombros, aunque su expresión se tornó curiosa.

—Daniel Wright.

Los ojos de Joy se ampliaron y supo que ella había reconocido el nombre.

—¿Daniel Wright? —soltó asombrada—. ¿De la revista Crime Fiction Weekly?

Tate asintió con una amplia sonrisa.

—Jamás había dado una reseña tan buena de una novela que edité —espetó satisfecho—. Estoy orgulloso de ti.

Las mejillas de Joy se ruborizaron de nuevo, y esta vez decidió esconderse bajo las sábanas. Tate rio y dejó el periódico a un lado para unirse a ella. Se deslizó en el nido de sábanas y la abrazó. Joy presionó su rostro contra su cuello y se mantuvo en silencio.

Tate sabía que Joy estaba tratando de ignorar la atención que la novela había recibido después del lanzamiento. Solo habían pasado dos días, pero había sido una locura. Aunque no hubo un evento público ni campañas de marketing, el libro se estaba volviendo un éxito.

Los primeros fanáticos de la saga que descubrieron la novela en la librería comenzaron a publicar en redes sociales, blogs y grupos privados sobre su hallazgo. En cuestión de horas, la novela se volvió viral. Los fanáticos incluso comenzaron a grabar sus reacciones al ir a la librería para obtener el libro, lo que generó una tendencia. Todo esto provocó que se hablara de la novela en la prensa, en la radio y en programas de entretenimiento. Y, por supuesto, también hablaban de Joy. Ahora era una persona de interés. y Tate sabía que eso la inquietaba. Personalmente, ella se mantenía alejada de todo lo relacionado con internet. Además, la editorial había logrado mantener en secreto su paradero. Evelyn había sido astuta al anunciar que Joy estaba fuera del país y todos mantenían el mismo discurso.

Joy estaría segura.

—¿Dormiste bien? —preguntó Tate, enredando un par de rizos entre sus dedos.

—Sí —respondió ella mientras empezaba a besar su cuello y su mandíbula.

Tate se estremeció y atrajo el cuerpo de Joy aún más cerca. Su mano se cerró sobre uno de sus muslos y acarició su piel bajo la tela del camisón. Ambos empezaron a seducirse con besos sutiles y toques lentos hasta que la presión de sus labios se volvió más profunda y las caricias más íntimas.

Gastaron la siguiente hora así, hablándose en susurros, robándose risas y provocándose gemidos apasionados. Por la tarde, Joy bajó a abrir la florería mientras Tate acompañaba a Rae a hacer unas compras en el supermercado. Mientras estaban en la cocina, sobre el estudio de tatuajes, desempacando las fundas, el celular de Tate sonó. El nombre que vio en la pantalla hizo que titubeara antes de contestar.

—Hola.

—¡Tate, ¿lo viste?! —exclamó Theodore Sterling de forma eufórica—. Estamos en los periódicos y en todo el internet. Las ventas siguen creciendo y las librerías ya están pidiendo reposiciones. ¡Ha sido un éxito rotundo! ¡Este era el bestseller que necesitábamos!

Tate esbozó una sonrisa y conservó la calma antes de responder.

—Es bueno escuchar esto, señor Sterling.

—Ahora me siento muy complacido. Debí enviarte a ese pueblito mucho antes. —Tate prefirió guardar silencio mientras el hombre se reía—. Sin embargo, te necesito de vuelta. Tienes muchas tareas nuevas que cumplir.

Su corazón se aceleró y Tate se sentó en el sillón de la pequeña sala.

—¿Eso quiere decir...?

—Que eres el nuevo jefe editorial. Di mi palabra, Graham.

Tate sintió un nudo en el estómago y tragó con fuerza. Había esperado mucho tiempo para ese momento, para el ascenso que tanto anhelaba, pero ahora que estaba frente a él, no estaba seguro de cómo se sentía realmente.

—Gracias —dijo, lamiéndose los labios resecos—. Aunque es un poco... precipitado.

Desde la cocina, Raelynn lo miró, irguiendo una ceja, pero no dijo nada. Estaba intrigada por la conversación.

—Confío en que podrás hacerte cargo. Te espero el lunes en la oficina.

«¡¿El lunes?!»

—Pero...

Theodore colgó antes de que pudiera hablar. Tate se quedó allí, perplejo, preocupado y sin saber cómo demonios iba a decirle a Joy que tendría que marcharse al día siguiente. En medio del silencio, él soltó una maldición.

—¿Está todo bien? —aventuró Rae con cautela.

Tate no respondió de inmediato. De repente, su cabeza estaba agitada con pensamientos rumiantes y sentimientos contradictorios. Su silencio debió preocupar a su prima, quien lo miró con atención.

—¿Tate?

—Era Theodore... —respondió—. Me ofreció el puesto de Jefe Editorial.

—¿Y qué le dijiste?

El ambiente se llenó de tensión y los segundos parecían eternos mientras ambos permanecían en silencio.

—¿Aceptaste?

—No tuve más opción —dijo, sintiéndose aun aturdido por la noticia.

Algo en el semblante de Tate debió preocupar a Rae, porque su prima se acercó y se sentó junto a él.

—Tate, ¿es eso lo que realmente quieres?

La pregunta de Rae lo hizo reflexionar profundamente, pero se encontró perdido, sin respuesta clara. Hacía apenas unas semanas, había afirmado con certeza que ser jefe editorial era lo que más deseaba, pero ahora... todo parecía estar patas arriba. Se sentía extraviado, como si estuviera parado en medio de una encrucijada sin tener claro qué camino debía tomar. La indecisión lo invadía, y la sensación de incertidumbre se había vuelto abrumadora.

—Sabes que no le debes nada a Theodore Sterling —musitó, sin ocultar su desagrado por el CEO—. Sí, te ofreció un ascenso, pero uno que debió haber sido tuyo hace años si él no fuera un hombre avaro y tóxico que solo se preocupa por su propio beneficio.

Raelynn tenía razón sobre Theodore, pero Tate sentía que no podía permitirse retrasarse en su camino hacia el puesto de jefe editorial. Había trabajado arduamente durante años para lograr su sueño, y muchas personas dependían de él. No podía permitirse fallarse a sí mismo y dejar escapar esta oportunidad.

—He trabajado muy duro para conseguir esto, y sé que el camino ha sido injusto, pero tal vez es la estabilidad que necesito. Además, le hice una promesa a Imogen. Ella quería que me convirtiera en Jefe editorial.

Rae negó con la cabeza con suavidad y le habló con determinación, mirándolo a los ojos.

—Mamá solo quería que fueras feliz. Ella no te dejó esa carta contándote sobre Joy y la novela para que pudieras ser jefe editorial. Le importaba un carajo Theodore Sterling y su grupo editorial, solo le importabas tú. Le atormentaba la idea de partir y de no haberte ayudado a ser feliz. Estaba preocupada de que desperdiciaras tu vida como ella lo hizo, trabajando día y noche, sin ningún propósito.

—Pero no estaba desperdiciando mi vida —refutó Tate con labios apretados, sintiéndose herido por sus palabras.

Ella colocó una mano sobre su brazo, como si su caricia aliviara el peso de sus palabras.

—Sé que puedo sonar muy dura, pero es cierto —replicó su prima—.. Estabas tan ocupado trabajando que ni siquiera viniste a ver a mamá cuando enfermó. Te encerraste en ti mismo, Tate. Te quedaste viviendo solo en Londres. No salías. No tenías a nadie junto a ti. Creíamos que te habíamos perdido para siempre.

El aguijón de culpa se clavó más profundo en su corazón. No tenía forma de refutar sus palabras, porque eran verdad, así que mantuvo los labios sellados.

—Pero has cambiado, Tate, y sé que te hace bien estar aquí —sentenció y sus ojos verdes adquirieron un brillo melancólico—. Además, si te marchas, ¿qué sucederá con Joy?

«Joy».

Tate cerró los ojos, y en su mente apareció el rostro sonriente de Joy. Ella lo hacía feliz, lo hacía sentirse en paz. En lo más profundo de su corazón, Tate sabía que quería estar con ella, que deseaba seguir explorando lo que había nacido entre ambos. Y también sabía que a Joy también le importaba él, lo había mencionado en el discurso de la presentación, y eso lo había llenado de alegría. Sin embargo, su razón se negaba a ceder ante sus sentimientos. Insistía en que aceptar el ascenso era el camino más seguro para encontrar felicidad y paz.

—No lo sé —respondió al final, mostrando su incertidumbre y vulnerabilidad—. Siento que sé lo que debo hacer y, al mismo tiempo, es como si no lo supiera en absoluto. Temo que la decisión que elija no sea la correcta.

El miedo siempre se aferraba a él como su sombra. El temor a equivocarse, a lo incierto, al sufrimiento. Cada camino implicaba su propio costo. Convertirse en jefe editorial significaba dejar atrás Portree y a Joy. Y quedarse junto a ella significaba dejar ir su sueño y enfrentarse a un camino incierto.

Raelynn suspiró, como si comprendiera su conflicto, y apretó su mano brindándole apoyo.

—No te pido que te quedes, pero te pido que tomes la decisión correcta. Escoge aquello que te haga feliz aunque te dé miedo.

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