Capítulo 41
Joy y Tate salieron del café Caledonian unas horas antes del atardecer, completando la quinta tarea de su planificación. Ya habían visitado el local en varias ocasiones. Incluso Joy había cumplido sus tareas de visitar el café por sí sola. Pero el lugar era agradable y siempre volvían. Ese día, habían dado un paseo por el centro y realizado algunas compras antes de pasar por la cafetería y comprar un paquete de las galletas de chocolate favoritas de Joy.
Era un sábado tranquilo, con un clima fresco y un ambiente menos agitado que durante la semana en el pueblo. Los habitantes caminaban sin tanta prisa y las conversaciones se mezclaban con la melodía musical de una banda que estaba en la plaza principal.
Joy apretó la mano de Tate y se acurrucó a su lado mientras caminaban de regreso a casa. Había una leve sonrisa en sus labios porque se sentía bien, estaba contenta. En su última consulta con Nora, habían hablado de su terapia, y considerando el ataque de pánico, no habían sido tan malas noticias como Joy había temido.
—A pesar del retroceso que tuviste, has avanzado muy bien, Joy. Te recuperaste rápido. Estás en la recta final para alcanzar tu objetivo final.
Una sonrisa se había extendido por el rostro de Joy mientras un sentimiento de orgullo se apoderaba de su pecho. Había sido una sensación maravillosa. No estaba decepcionando a Nora, ni a Tate, ni a ninguna de las personas que la conocían y la apoyaban.
Sin embargo, antes de que la sesión llegara a su fin, Joy no había podido contenerse y, de forma espontánea, le había planteado a Nora su dilema romántico.
—¿Cómo puedes saber si estás enamorada de alguien? ¿Hay una regla para saberlo o una lista de lo que debes sentir?
Nora había vacilado por unos segundos antes de responder.
—Joy, no existe una lista de verificación establecida sobre cómo saber si estás enamorada de alguien. Tampoco existe una regla estricta sobre cuánto tiempo lleva enamorarse. Algunas personas lo saben después de un solo momento; otros desarrollan los sentimientos después de meses o incluso años de pequeños gestos.
»Algunas veces, las personas se cuestionan a sí mismas: "¿Esa persona está en mi mente todo el tiempo?", "¿Me siento seguro junto a ella?", "¿Soy feliz?", "¿Quiero pasar más tiempo a su lado?", "¿La vida es más emocionante?". Puedes hacerte esas y más preguntas, pero siempre debes ser honesta contigo misma. ¿Por qué me preguntas sobre enamorarse?
Joy había tragado con fuerza.
—Solo es investigación para una novela.
Nora había permanecido en silencio por unos segundos, estudiando su semblante y, al final, había sonreído.
—Espero que encuentres la respuesta pronto.
Aquella conversación había dejado a Joy sumida en sus pensamientos. Nora tenía razón: no existía una única forma de enamorarse. Lo había comprendido a través de cada novela romántica que había leído. Las protagonistas tenían sus propias historias de amor y cada una experimentaba el enamoramiento a su manera única. Su propia historia no se asemejaba a ninguna otra, lo que dejaba a Joy sola para reflexionar sobre sus sentimientos.
¿Interés? ¿Atracción? ¿Enamoramiento? ¿Amor?
—¿Qué está sucediendo? —soltó Tate, y se detuvo de improviso—. ¿Los hombres de negro vienen a arrestar a alguno de tus vecinos?
Joy se quedó congelada mientras examinaba los dos automóviles estacionados en la estrecha calle junto a la florería. Había dos hombres vestidos con trajes negros parados en silencio junto a la ventana con vidrios polarizados de uno de los vehículos.
—¡Oh, no! —murmuró Joy. No necesitaba saber quién estaba dentro del auto. ¡Ya lo sabía!—. Es mi papá.
Sintió la mirada perpleja de Tate posada sobre ella, con un ligero rastro de desesperación en sus ojos.
—¿Quieres que me oculte?
«No es una mala idea», pensó.
Si su padre no veía a Tate, Joy podría evitar tener que dar explicaciones y confesar lo que había estado guardando. Pero... ¿realmente iba a optar por la salida fácil?
Joy se mordió el labio y se movió inquieta, cambiando su peso de una pierna a otra.
—No, todo estará bien.
Joy se acercó a la florería, sintiendo cierta confusión sobre lo que iba a hacer y qué le diría a su padre. Sin embargo, sabía que si seguía pensando demasiado en ello solo se acobardaría.
Al detenerse junto al vehículo custodiado, los hombres se tensaron por un momento, pero luego se relajaron al reconocerla. Joy les ofreció una sonrisa algo incómoda mientras Iver Chapman abría la puerta del auto y salía.
—¡Papá! —exclamó Joy. Se encontraba genuinamente sorprendida. Aunque su padre solía decir que la visitaría, no siempre cumplía su promesa, por eso ella no esperaba que apareciera sin previo aviso.
—Joy.
Su padre la abrazó con fuerza y ella correspondió el gesto, apretando su rostro contra el cuello de su abrigo largo para inhalar el familiar aroma de su colonia. A pesar de la preocupación que le generaba su visita inesperada, Joy también se sentía feliz de verlo. Un sentimiento de nostalgia la invadió y se aferró a él con mayor intensidad.
Finalmente, se separaron un poco y se observaron.
Él lucía bien, no mostraba signos evidentes de pérdida de peso. De hecho, parecía incluso más fuerte. Sin embargo, Joy sabía que no podía dejarse engañar. Había círculos oscuros bajo sus ojos, indicio de que el insomnio había regresado y que las horas de trabajo se habían extendido sin descanso.
—Te ves hermosa.
Él recorrió el rostro de Joy con la mirada y acarició su cabello con cariño. Esto hizo que Joy esbozara una sonrisa más sincera y se relajara.
—¿Y cómo es posible que estés afuera? —preguntó entre confundido y emocionado—. ¿Desde cuándo puedes salir? ¿Has podido superar tu miedo? ¿Te sientes bien?
Joy se sintió un poco abrumada por todas las preguntas, pero también se sintió conmovida por la preocupación que su padre mostraba hacia ella.
—Estoy bien, papá. Te explicaré todo —prometió con una ligera sonrisa.
Su padre se relajó un poco y acarició su rostro con ternura. Fue en ese momento que notó la presencia de Tate, quien esperaba detrás de ellos.
—Mil disculpas, no me presenté —dijo con tono formal, aunque sus ojos se volvieron escrutadores mientras estudiaba a Tate.
—Papá, quiero presentarte a Tate Graham —intervino Joy, intercambiando una mirada entre ellos.
Tate dio un paso adelante y extendió su mano en un gesto respetuoso. El padre de Joy correspondió al saludo y ambos intercambiaron una breve presentación. Luego, se miraron en silencio, creando una tensión palpable en el aire.
—¿Quieres que regrese cuando estés sola? —preguntó Iver, sin despegar la mirada de Tate.
—Ehhh... bueno... —titubeó nerviosa—. Eso sería complicado porque, de hecho, Tate vive aquí.
—¿Vive contigo? —soltó perplejo.
—Sí, hace algunas semanas —agregó Joy, sintiendo que debía detenerse ahí.
—¿Sales con él?
Ella miró a Tate, quien lucía igual de confundido que su padre ante sus confesiones.
—Ehhh... eso también es complicado.
Su padre permaneció en silencio, asintiendo ligeramente mientras su expresión reflejaba confusión. Joy sabía que era el momento adecuado para revelar la verdad y despejar todas las dudas.
—Te explicaré todo, papá. Entremos, por favor.
Joy buscó la llave en su bolso y, al encontrarla, abrió la puerta de la florería. Tate la acompañó de cerca, apretando su mano para brindarle apoyo. Su padre entró solo y observó la florería con una sonrisa nostálgica antes de posar su mirada en Joy, esperando una explicación.
En ese momento, Joy se sentía agradecida de que, a pesar de la apariencia severa e intimidante de su padre con su elegante traje y su imponente figura, en realidad fuera comprensivo y paciente.
—Querías saber cuánto tiempo llevo saliendo, y la respuesta es que han pasado varias semanas —explicó Joy con sinceridad—. No ha sido un proceso sencillo, pero he recibido mucha ayuda a través de la terapia. Rae, los vecinos y, sobre todo, Tate, han estado ahí para apoyarme en este camino.
Su padre asintió y dirigió una mirada a Tate, quien se hallaba a un par de pasos de ella.
—¿Él es psicólogo? ¿Lo envió Nora?
Joy se mordió los labios.
—No, él... es... editor.
—¿Por qué necesitarías un editor? ¿Acaso volviste a escribir? —preguntó su padre, antes de que sus labios se ensancharan en una sonrisa de alegría—. ¡Eso es maravilloso, cariño! Cuéntame en qué estás trabajando y si hay algo en lo que pueda ayudarte.
—No, no... yo no estoy escribiendo —intervinó Joy, sin querer darle esperanzas.
Iver frunció el ceño, mostrando nuevamente su confusión en su rostro.
—Entonces no lo comprendo.
Joy tomó una respiración profunda antes de hablar.
—Tate es editor de Grupo Sterling y vino hasta Portree para buscarme. Quería mi ayuda porque necesitaba el último libro que mamá estaba escribiendo.
Su padre separó los labios, pero Joy levantó una mano para detenerlo en su intento de hablar.
—Lo sé. El libro apenas tenía un par de capítulos, pero continué escribiéndolo y pude terminarlo. Luego Tate llegó aquí y accedí a darle el libro porque quiero presentarlo por ella, aquí donde todo empezó. Le hice una promesa a mamá y no puedo fallarle.
Su padre permaneció en silencio durante varios segundos, como si estuviera meditando lo que acababa de escuchar. De repente, sus ojos se entrecerraron y miró a Tate con suspicacia.
—¿Él te obligó? —replicó Iver con tono acusador—. ¿Te obligó a darle el libro? ¿Intentó manipularte? ¿O Theodore Sterling te amenazó? ¿Por eso no me dijiste sobre esto?
—No, no, no —exclamó Joy mientras se interponía entre ellos, consciente de la posible reacción protectora de su padre—. Tomé la decisión de entregarle el libro a Tate por mi propia cuenta, y también por mamá. Nadie me manipuló para hacerlo. Escribí el libro porque así lo decidí. Imogen pensó que sería lo mejor para mi proceso de sanación. De hecho, Tate vino aquí por ella. Fue Imogen quien le habló de mí.
—¿Cuál era tu relación con Imogen? —aventuró Iver, esta vez, mirando a Tate.
—Era mi tía.
La respuesta pareció relajar a su padre, ya que su mirada perdió intensidad, sus hombros se relajaron y las líneas tensas de su rostro se suavizaron.
—¿Estás segura de publicar el libro, cariño?
Joy asintió.
—Hice una promesa. Mamá me ayudó.
Aquellas palabras llenaron los ojos de su padre de nostalgia y tristeza. Él conocía el significado del Rowan, sabía a qué se refería.
—¿Y qué hay de tu miedo a salir de casa? —cuestionó él—. La última vez que acudiste a una presentación, tuviste un ataque de pánico.
—Sé que será difícil, pero he mejorado. He enfrentado la terapia con mi propia fuerza de voluntad, me estoy preparando y confío en que podré hacerlo.
De nuevo, su padre guardó silencio y Joy mordió el interior de su mejilla, deseando saber qué estaba pensando. De pronto, se volvió crucial para ella que él comprendiera sus decisiones y la apoyara.
—¿Y qué sucederá con la prensa? —espetó, preocupado—. La última vez se dijeron muchas cosas sobre tí. No quiero que vuelvas a pasar por una experiencia similar.
Joy bajó la mirada, recordando el peso del pasado.
—No habrá medios de comunicación —Tate intervino—. La presentación será un evento privado en el Centro Comunitario, solo para unas pocas personas. Fue una de las condiciones de Joy en el contrato con la editorial. Además, no se ha realizado ninguna campaña de expectativa anunciando el lanzamiento del libro. Al contrario, será un lanzamiento secreto. Se planea que el libro solo aparezca en las librerías luego de la presentación de Joy. Nada de publicidad ni exposición para ella.
—¿Estás seguro?
Su padre y Tate se miraron fijamente. El primero parecía intentar discernir con la mirada si Tate mentía o decía la verdad.
—Di mi palabra —insistió Tate con firmeza—. Y las condiciones de Joy fueron efectuadas en el contrato. No intenté aprovecharme de ella en ningún momento. También estoy haciendo esto para honrar la memoria de mi tía y no haría algo que pudiera decepcionarla. Ella quería mucho a Joy y yo respeto eso.
Quizás fueron las palabras de Tate, la firmeza de su voz o la sinceridad de sus ojos, pero convenció a su padre. Joy se sentía orgullosa de Tate, de su capacidad para hablar con su padre de manera directa y sin titubear. Y sabía que a su padre también le agradaba esa cualidad en las personas.
—¿Por qué no me dijiste nada de esto antes, Joy?
A Joy no le sorprendió la pregunta. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que él se la hiciera.
—Lo siento mucho —se disculpó, sosteniendo su mirada para mostrar su sinceridad—. Quería ser honesta contigo, pero... tenía miedo de que te enfadaras y no me apoyaras.
El semblante de su padre se suavizó y se acercó a ella, acortando la distancia entre ambos.
—Oh, cariño... —él la abrazó fuertemente en un abrazo cálido, lo que provocó que los ojos de Joy se llenaran de lágrimas—. Debe haber sido muy difícil para ti, pero lo has hecho increíblemente bien.
En ese momento, Joy comprendió cuánto había extrañado a su padre y cuánto había necesitado su consuelo. Sintió una profunda culpa por no haberle contado la verdad desde el principio, por haber ocultado sus emociones y dicho mentiras durante sus conversaciones telefónicas. Debía haber confiado en él. Después de todo, él era su única familia, su apoyo para superar la insoportable pérdida que habían sufrido juntos.
—También lamento no haber venido antes y brindarte más apoyo —dijo Iver, acariciando su cabello—. Seguramente te has sentido sola. Pero estoy orgulloso de tus logros. Si esto es lo que te hace feliz, estoy dispuesto a apoyarte en ello.
Joy apretó su rostro contra el hombro de su padre y permitió que la abrazara como cuando era una niña, compartiendo ese momento silencioso de amor. No recordaba cuándo fue la última vez que estuvieron juntos de esa manera, pero sabía que necesitaba más momentos como aquel. Eran esos momentos los que la reconfortaban y le daban fuerzas para seguir adelante.
—¿Te quedarás unos días? —aventuró Joy cuando se separaron.
—Debo partir mañana para Edimburgo por asuntos políticos, pero regresaré.
—Quédate hoy —pidió, sintiéndose aliviada de no ocultarle secretos—. Así podrás hablar con mamá.
Su padre esbozó una sonrisa tensa y luego apartó la mirada. Joy se preguntó qué estaría pensando, pero él se adelantó y comenzó a hablar:
—Aun hay algo que no entiendo, ¿Por qué viven juntos?
Y esta vez fue el turno de Joy de sonreír y apartar la mirada tímidamente.
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