Capítulo 19

Tate amaba su trabajo. No lo hacía por el dinero, sino por su pasión por la edición de libros. Aunque en ocasiones el trabajo podía resultar estresante y agotador, encontraba una gran satisfacción al publicar novelas que tenían el potencial de impactar la vida de alguien.

Y en este momento, él quería que el último libro de Gwendolyn Kelly, escrito por Joy, cambiara la vida de todos aquellos que habían seguido la serie a lo largo de los años.

Por eso, era crucial que revisara el trabajo que había realizado la noche anterior.

Tate se sentó en su escritorio y abrió su portátil para cumplir con la tarea. Había completado la segunda lectura del manuscrito. Todavía le parecía surrealista tener la oportunidad de editar la última novela de la serie, El cazador de pistas.

Él, fanático de la serie durante años, se había preparado cuando su tía le habló de la posibilidad de editar la última novela. Revisó todos los libros para refrescar su idea del tono, el estilo y el arco general de la historia. Esto le permitió comprender el contexto de la novela final y cómo se relacionaba con las anteriores.

La serie clásica de novelas policiales presentaba a Aryn y Meribeth, un dúo dinámico de detectives durante la época victoriana que resolvía horribles asesinatos. Cada libro presentaba una nueva víctima y pistas crípticas dejadas por un astuto asesino que enlazaba cada novela en la serie. Mientras desentrañaban el misterio, también enfrentaban su complicada relación y demonios personales.

En el último libro, la pareja se encontraba en una carrera contra el tiempo para descubrir la identidad de un asesino que amenazaba a Meribeth. Con sus vidas en peligro, debían usar su astucia y experiencia para superar al asesino y detener el juego del gato y el ratón. Sin embargo, a medida que se acercaban a la verdad, descubrían que había más en juego de lo que imaginaban y que el asesino podía ser alguien inesperado.

Revisando sus anotaciones, Tate observó la cronología de las novelas, desde Asesinato en la oscuridad hasta El último testigo, un título adecuado para la conclusión. Joy había escrito una novela vertiginosa y llena de suspenso, que honraba el estilo de su madre. Es más, Tate diría que el libro parecía escrito por la misma Gwendolyn Chapman. Él se preguntaba cómo Joy lo había logrado.

Después de esta segunda lectura, Tate confirmó que la novela tenía potencial para ser un éxito de ventas. Sin embargo, notó que el argumento secundario, el romance entre Aryn y Meribeth, carecía de fuerza y afectaba la evolución de los personajes.

Era momento de hablar con Joy.

Tate caminó hacia la puerta justo cuando ella se detenía en la entrada sosteniendo una maceta entre sus brazos.

—Estaba yendo a buscarte —dijo él.

Joy cruzó a su lado y entró en el estudio.

—¿Qué sucede? —preguntó, colocando la maceta con caléndulas sobre su escritorio.

Tate se apoyó contra el escritorio, cruzando los brazos. Sabía que debía comenzar a hablar sobre los comentarios y los cambios en el manuscrito, pero se encontró cediendo a su curiosidad.

—¿Cómo escribiste el libro? ¿Tenías notas de tu madre? ¿Gwendolyn ya había bosquejado un primer borrador o te había contado cómo se desarrollaría la última novela?

Joy lo miró y titubeó antes de responder.

—¿Por qué me preguntas eso?

—No me malinterpretes, es solo curiosidad. No solo conseguiste escribir con un estilo similar al de tu madre, sino que la novela está escrita con tal detalle que ata todo los cabos sueltos del resto de la serie. Es como la última pieza perfecta en el rompecabezas de Gwendolyn Chapman.

Ella entrecerró la mirada.

—Estoy confundida. No sé si estás dándome un elogio o culpándome de algo.

Tate esbozó una media sonrisa.

—Solo me sorprendiste —admitió—. Es como si hubieras escrito todas las respuestas que ella quería dar y que estaban desde el inicio en su cabeza. No quise ofenderte.

Ambos permanecieron en silencio por unos segundos hasta que Joy explicó:

—Mamá siempre me hablaba de las novelas, de cómo se imaginaba el final. Además, tenía sus notas y el bosquejo de la estructura de toda la historia.

Tenía sentido, pero la expresión tensa en su rostro le hizo sospechar a Tate que había más de lo que ella no estaba diciendo. Sin embargo, decidió no presionarla con el tema.

—Hay algo más de lo quería hablarte. Es sobre la edición del libro.

—¿Cómo vas? —inquirió Joy, relajándose.

—Esta tarde terminé la segunda lectura y, en general, la trama principal está muy bien hilada. Como te dije, cada misterio queda resuelto. Es una lectura ágil, con suspenso, acción y múltiples giros. Sin embargo, la subtrama es un poco floja.

En todas las novelas de la serie, existía una trama principal y una trama secundaria. La principal se centraba en el género policial y de suspenso, con Aryn y Meribeth como detectives resolviendo casos y persiguiendo al asesino. Mientras tanto, la secundaria revelaba aspectos más humanos de su relación como amantes, con una historia de amor cargada de tensión, deseo y romance. Esta subtrama tenía un peso menor, pero acompañaba a la trama principal a lo largo de toda la narración y afectaba el desarrollo de los personajes.

—¿Te refieres al romance?

Tate asintió, sintiéndose aliviado de que Joy lo entendiera. Eso le indicaba que ella era consciente de que la historia de amor necesitaba ser mejorada.

—De nuevo, no me malentiendas. Si esto fuera un libro independiente de suspenso y romance, lo que ya tenemos sería suficiente. Pero tu madre dejó un estándar muy alto con respecto a la relación romántica entre Aryn y Meribeth que construyó a lo largo de la serie.

»Al final del penúltimo libro, obtuvimos la confesión romántica más esperada entre ambos. Luego de toda la tensión, altibajos, victorias y derrotas, se volvieron pareja y podrían ser felices. Los lectores esperan que este libro no solo revele quién es el asesino, sino leer la conclusión de su historia de amor y sentir la tensión y el deseo de antes, pero multiplicado. ¿Entiendes a qué me refiero?

—Entiendo.

La voz de Joy era calmada y suave, lo cual reconfortó a Tate, ya que apreciaba su serenidad.

Tate había tenido que lidiar con otros autores que se exaltaban en el pasado, pero la situación era diferente con Joy. Si tenía algún conflicto con un autor, no le importaba mantenerse profesional. Sin embargo, con Joy era distinto. Vivían juntos, él la ayudaba con su terapia y no quería molestarla mientras se esforzaba.

—¿Qué sucede con las escenas? —preguntó ella, y se sentó en el sofá alargado.

Tate debatió consigo mismo si debía ser honesto o si era mejor comunicar sus pensamientos de manera sutil.

—Puedes ser honesto conmigo —aseguró Joy—. He escrito y publicado otros libros, ya he pasado por esto en otras ocasiones.

Ella tenía razón, por lo que Tate decidió no tratarla con condescendencia.

—Las escenas románticas carecen de emoción. Les falta tensión, sensualidad, sentimientos. Apenas conocemos los pensamientos de Aryn o Meribeth cuando están juntos. Están muy planas, Joy, y eso afecta a la psicología de tus personajes. De alguna forma pareciera que son transparentes en su aspecto profesional, pero no en el romántico.

»Incluiste las escenas necesarias, considerando que la trama principal es de suspenso y crimen. Sin embargo, como tienes escenas románticas contadas, cada una debe ser inolvidable, así el lector sentirá que tuvo suficiente. Por eso, considero que debes reescribir las escenas de esta subtrama.

Joy asintió, manteniendo su expresión serena y atenta. Sin embargo, pasaron varios segundos en silencio, y esto hizo que Tate se inquietara.

—Si no estás de acuerdo con algo de lo que dije, puedes decirlo —añadió.

Sus miradas se encontraron.

—¿Estás preocupado por ser honesto? —Una sonrisa jugueteó en los labios de Joy.

—No todos los autores toman bien las sugerencias o cambios.

—Te agradezco ser sincero. Si hubieras dicho que no había nada que corregir, creería que estás mintiendo o eres un mal editor. La subtrama sí está floja.

Joy se encogió de hombros y acarició el lomo de Marigold, quien había saltado a su regazo. Tate entrecerró los ojos, sintiendo una leve tensión en el ambiente.

—¿Te incómoda escribir escenas románticas o eróticas?

Ella se lamió los labios antes de responder.

—No es eso. Solo no son mi fuerte. Escribía libros infantiles, Tate. Los cuentos y las fábulas son lo mío. Así que tienes razón en cuanto a la falta de detalles en los momentos de tensión y romance. Reconozco que tampoco soy una persona muy romántica, y eso complica las cosas. Pero revisaré las escenas e intentaré hacerlo mejor.

Joy era sincera en su deseo de mejorar, y Tate quería apoyarla para que no interpretara su actitud poco romántica como una debilidad, sino como una valiosa oportunidad para aprender y crecer.

—Podrías releer las otras novelas de la serie, buscar referencias de libros románticos o recrear las escenas en voz alta.

Pasaron unos momentos de silencio hasta que Joy miró a Tate y se mordió suavemente el labio inferior.

—¿Me ayudarías?

—¿Con qué?

—A recrear alguna escena.

Tate levantó una ceja, sorprendido por la petición de Joy.

—¿Estás segura? —preguntó con cautela—. ¿No te sentirías incómoda?

Joy consideró la pregunta de Tate y continuó mordiéndose levemente el labio.

—Tal vez un poco, pero creo que actuar junto a alguien sería de ayuda. Me serviría para definir nuevas emociones, sensaciones y pensamientos. Además, tú y yo conocemos a Aryn y a Meribeth mejor que nadie.

Joy tenía razón, y Tate no le dio muchas vueltas al asunto. Ella necesitaba ayuda y él era la opción más lógica. Estaba allí como su editor, después de todo, y había escuchado que muchos editores hacían esto con sus autores.

—Creo que tienes razón. ¿Qué te parece hacer una prueba? Tomé un par de clases de actuación en la universidad, aunque no actúo hace mucho.

—Tampoco tengo mucha práctica, pero a mis padres les gustaba el teatro. Estaré bien —aseguró Joy.

A pesar del presentimiento y la voz en su cabeza, Tate decidió ignorarlos. Su prioridad era editar la novela y dejarla lo más pulida posible. Estaba dispuesto a enfrentar los desafíos y ayudar a Joy en su proceso creativo.

—Bien. Escojamos una escena y veamos si funciona.

Ante la amplia sonrisa de Joy, Tate sintió una mezcla de expectación e inquietud en el pecho. No estaba seguro de cómo interpretar ese presentimiento, pero decidió dejarlo de lado por el momento y centrarse en el trabajo que tenía por delante.

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