Capítulo 10
Tate se sentó en la barra de la cocina, sosteniendo una taza de café mientras esperaba el inicio de la videollamada. Después de unos segundos, se encendió otra cámara y una sonrisa se dibujó en el rostro de Tate al ver a Evelyn Sterling, su amiga. Su única amiga.
—¡Miren quién decidió regresar de entre los desaparecidos!
La sonrisa de Tate se borró.
—Evelyn...
—No digas «Evelyn», así, como si quisieras que no me enoje, porque estoy muy enojada —dijo ella, con una mirada fulminante—. Eras el único hombre que me importaba, pero eso ya no es así. Cuando Mia tenga a nuestro bebé, no se llamará Tate. Eso ya no es una opción.
—¿Aún puedo ser el padrino? —sugirió.
—No, ni siquiera lo conocerás hasta que tenga veintiún años, y solo porque quizás ya habré muerto por esta gran desilusión que me causaste.
Tate sonrió ante el dramatismo de su amiga, algo a lo que estaba acostumbrado. Conocía a Evelyn desde su primer día en la Universidad de Oxford, cuando coincidieron en una clase de Comunicación. Recordaba vívidamente su discusión con un profesor sobre los derechos de las mujeres, su inteligencia y su elocuencia. Su apariencia también era inolvidable: ojos oscuros, piel morena y un cabello negro grande y esponjoso que le recordaba a Donna Summers, de la que él era un gran fan.
—¿Te parece gracioso que me hayas traicionado?
Tate se concentró en la conversación.
—No te traicioné —se defendió.
—¿Cómo que no? —espetó con su cotidiano tono de voz, alto y firme—. Te ofrecí ser mi socio, abrir nuestra propia agencia literaria y darle una patada a Sterling, y tú dijiste que lo considerarías, pero regresé de vacaciones para enterarme por uno de tus pasantes nerviosos que huiste a la isla de las hadas.
«¿Isla de las hadas?», repitió en su cabeza, pero decidió concentrarse en otros temas más apremiantes.
—En primer lugar, no huí; vine a trabajar. Segundo, es muy irónico de tu parte decir que te traicioné considerando que Theodore es tu tío.
Evelyn no cedió.
—Por eso mismo sé lo que digo. La única persona que sabía cómo dirigir la editorial era mi madre, quien también murió de una desilusión cuando mi abuelo, el diablo lo tenga bajo sus pies, decidió heredar el mando de la empresa a mi tío.
Tate guardó silencio, consciente de que su amiga tenía más por decir.
Evelyn se acercó a la cámara y entrecerró los ojos.
—Tú y yo sabemos que Theodore Sterling es ignorante con respecto al mundo literario. De hecho, podría apostar que nunca ha leído un libro en su vida. Sin embargo, se quedó con todo por el simple hecho de tener un pe.... Espera, hay niños en esta cafetería, voy a deletrearlo.
Y lo hizo. En voz alta.
Tate se cubrió el rostro con una mano.
—Y también sabes que la editorial no se ha ido en picada porque ese inútil ha tenido la buena suerte de tener excelentes editores como Cynthia King, Jonathan Kaz y tu tía, Imogen Graham. Todos eran tan buenos que Theodore logró conseguir bestsellers cada año por el esfuerzo de otros. Y tuvo aún más suerte cuando Imogen descubrió a Gwendolyn Chapman en ese pueblito peculiar con las casas de colores.
Tate reflexionó sobre las palabras de Evelyn, y su expresión se volvió seria. La mención de su tía siempre generaba sentimientos encontrados en él y un nudo en su garganta que era difícil de deshacer.
—Tate, esos días dorados ya quedaron atrás. Tú y yo tenemos demasiado talento como para seguir trabajando para alguien como el inepto de mi tío. Además, esa competencia que tienes con Olivia es ridícula. Mereces el puesto de jefe editorial más que nadie, has sacrificado muchas cosas por ese sueño. Y lo que estás haciendo ahora... —Ella suspiró—. ¿Realmente vas a entregarle el libro?
«Has sacrificado muchas cosas».
Tate tragó con fuerza.
—Tú lo dijiste: sacrifiqué mucho por estar aquí. Tengo que publicar ese libro para conseguir el ascenso.
Quizás así el sentimiento de culpa se desvanecería y el peso de sus hombros sería más ligero.
—O podrías trabajar conmigo —insistió Evelyn, como siempre—. Ser independientes. Dejar todo atrás y empezar desde cero.
«Ser arriesgado». Evelyn no lo mencionó explícitamente, pero no era necesario. Ella también conocía a Tate muy bien: sabía que arriesgarse y abandonar la seguridad no eran la forma en que él vivía.
—Evelyn...
Ella imitó su voz:
—Evelyn, pero entonces no sería el jefe editorial de Grupo Sterling como mi tía y tendría que empezar desde cero, enfrentar lo inevitable, y eso me da mucho miedo.
Defraudar a Evelyn dolía, pero luchar contra su propia naturaleza era algo que le resultaba difícil.
—Lo siento —se disculpó con sinceridad.
Evelyn hizo un mohín testarudo, pero al final cedió. Su expresión se relajó y dejó de mirarlo acusadoramente.
—Ahorrátelo —resopló—. ¿Por qué mejor no me dices para qué querías la reunión? Leí tu correo y sigo en shock. Realmente no puedo creer que hayas conseguido no solo el último libro de Gwendolyn Chapman, sino el último libro de la serie Cazadores de pistas. ¡Y dicen que Dios no tiene a sus favoritos!
Tate sonrió con ironía.
Después de la sesión con Nora y Joy, Tate había tomado la iniciativa de enviar un correo a Theodore y Olivia para informarles sobre los avances de su misión. No pasó mucho tiempo antes de que recibiera una llamada de ambos. El CEO mostró satisfacción por los progresos, pero también le advirtió que el éxito de la misión dependía de la publicación del libro. Por otro lado, Olivia le lanzó una mirada oscura en silencio antes de destacar sus propios logros, dejando en claro que la competencia entre ellos seguía vigente.
Por ahora, ambos seguían en empate.
—No será tan sencillo como crees —replicó Tate—. Por eso te llamé. A Theodore le dije lo necesario para que supiera que vamos a publicar el libro y asegurar que Olivia no creyera que llevaba ventaja.
—¿Pero...?
Tate reveló a Evelyn las condiciones de Joy para publicar.
—¿No quiere hacer un tour y solo hará una aparición pública, sin prensa? —soltó sorprendida.
—Eso no es todo. Joy no puede salir de casa, pero quiere presentar el libro por su madre. Por eso me ofrecí a quedarme aquí y apoyarla con su terapia.
Evelyn abrió la boca, perpleja.
—¿Tú te ofreciste a ayudarla? —dijo antes de dejar escapar una risa incrédula—. Creí que solo pensabas en trabajo y en más trabajo, no sabía que tenías un lado altruista. Entonces, ¿cuánto tiempo vas a quedarte en Portree?
—No lo sé. Tal vez tres o cuatro meses.
Evelyn rio de nuevo.
—¡Vaya! ¡Ya quiero ver la cara de mi tío cuando le digas!
Tate quedó sin palabras y Evelyn adivinó la situación sin necesidad de palabras.
—No es cierto —negó—. No, no y no. Ni siquiera lo pienses. Yo no...
—Si tú le dices con tu convincente voz de directora de publicidad, creo que lo tomará mejor.
—¡Y ahora intentas usarme!
Tate se sintió culpable, porque era cierto.
—Si hablo con él, intentará convencerme de que regrese y enviar a alguien más en mi lugar, pero me comprometí a ayudar a Joy. Debo ser yo. Es justo, ella confió en mí con el libro y no puedo romper mi palabra ahora. Además, trabajaré en remoto y, estando aquí junto a ella, podré corregir el manuscrito más rápido.
El rostro y la voz de Tate reflejaban una desesperación palpable, lo cual provocó que Evelyn soltara un suspiro de rendición.
—Vas a deberme una muy grande después de esto.
Tate sonrió ampliamente, sintiendo cómo la tensión en sus hombros se disipaba. Se sentía aliviado al tener el respaldo de Evelyn incluso después de haber rechazado su propuesta. Sabía que podía confiar en ella, y quizás algún día podría devolverle todo lo que había hecho por él.
—Gracias, Evelyn.
Ella puso los ojos en blanco, restándole importancia y sentimentalismo a sus acciones.
—Suficiente charla. Tengo que ir a preparar la campaña para el lanzamiento de tu libro. Me va a tocar pelear por un hueco con Taylor, considerando que Olivia la escogió a ella para su lanzamiento. No le confiaría ni un alfiler a Taylor Cummings, mucho menos un libro.
Las quejas habituales de Evelyn también lograron arrancar una sonrisa a Tate. Escucharla quejarse era reconfortante, como sentirse en casa.
—Da igual. Creo que puedo hacerle un espacio en la planificación para dentro de cuatro meses mientras tú organizas la producción del libro. Te enviaré los detalles y el contrato revisado.
Tate frunció el ceño, confundido.
—Pero aún no has hablado con Theodore...
Evelyn lo miró, utilizando aquella mirada que Raelynn usaba cuando pensaba que él era un bobo.
—Tate, estamos hablando del último libro de una de las series de suspenso y crimen más famosas de esta década. Theodore dirá que sí a cualquier petición. Incluso si eso significara vender nuestras almas al diablo.
Tate no tuvo ni por un segundo ninguna duda de que ella tenía razón.
Antes del atardecer, Tate se preparó para su inesperada mudanza. Recogió su ropa, sus accesorios, sus utensilios de limpieza, sus libros y sus papeles de trabajo. El día anterior, Rae y él habían limpiado los escombros y colocado un plástico para cubrir el hueco en el techo temporalmente hasta que pudieran arreglarlo. Tate había pasado la noche anterior durmiendo en el sillón, y había sido tan incómodo como lo había imaginado.
—¡Mírate, tan rápido me abandonas! —exclamó Rae desde el sillón cuando él salió de la habitación—. ¿Seguro de que estarás bien viviendo con Joy?
—¿Por qué no lo estaría? —Él se detuvo para mirarla, con la maleta en su mano—. Ella dijo que estaba bien.
Raelynn se encogió de hombros.
—Bueno, ha pasado un tiempo desde que viviste con alguien. ¿La última vez no fue con Wren? —aventuró—. Y eso no salió muy bien.
Tate hizo una mueca y prefirió ignorar su comentario.
—Estaremos bien —respondió Tate con determinación—. Somos adultos y vamos a trabajar en equipo. Seremos compañeros de piso, como en la universidad.
Su prima sonrió, pero había un brillo divertido e inquietante en sus ojos.
—Si hacen una pijamada, no dudes en invitarme.
—¡No habrá pijamadas!
Tate escuchó su risa resonando en el aire mientras descendía hacia el estudio de tatuajes. Cruzó la calle y encontró a Joy en la florería, preparándose para cerrar. Al notar el equipaje de Tate, pareció a punto de decir algo, pero al final solo dijo:
—Ven, te enseñaré la casa.
Empezaron por la planta alta.
Detrás de la puerta pintada de flores había un pasillo y una escalera de caracol.
Tate siguió a Joy por la escalera mientras ella relataba cómo habían remodelado el lugar antes de mudarse. El trabajo era extraordinario. Por fuera, la casa parecía bastante rústica, pero el interior tenía un aire clásico y elegante; muy hogareño y cómodo. Las paredes eran de madera blanca, los pisos de madera pulida, los ventanales de cristal tenían marcos decorativos y había un techo alto y abovedado. Predominaban los colores suaves y apacibles y había un par de pinturas colgadas.
Joy le mostró brevemente la habitación principal, que era la que estaba usando, y otras dos más pequeñas. Tate notó que todas estaban amuebladas con muebles de buena calidad y tenían una decoración que le recordaba a un hotel vintage.
—Puedes quedarte en cualquiera de las dos habitaciones.
Ambas estaban frente a frente, separadas por un pasillo, pero Tate decidió quedarse con la de la izquierda debido a su vista al mar.
—La puerta del final es el estudio —explicó, deteniéndose en el pasillo—. Ahí es donde trabajo. Puedes usarlo también.
Él asintió.
Joy volvió a descender por la escalera y continuó el recorrido por la planta baja, donde la cocina, la sala y el comedor compartían un espacio con estilo abierto, limpio, organizado y bien iluminado. La luz entraba desde el jardín a través de unos amplios ventanales y una puerta de cristal que conducía hacia el patio.
Ella avanzó hacia la puerta y Tate la siguió, pero quedó boquiabierto al ver el majestuoso árbol en medio del jardín.
—Es un Rowan, ¿verdad?
—Sí.
Tate no podía creerlo. Los Rowan o serbales eran conocidos por ser árboles estrechos, de ramas poco frondosas y frutos opacos. Sin embargo, el Rowan de Joy era distinto: parecía casi mágico.
—¡Vaya!, nunca había visto un Rowan así —titubeó él—. Es muy alto y robusto. Debe tener más de quince metros y ciento veinte años. ¿Y... cómo puede estar florecido en esta época del año?
Era inexplicable, pero aquel Rowan tenía ramas frondosas, frutos de un rojo intenso y pequeñas flores blancas. ¡Era esplendoroso!
Joy se detuvo a su lado y estudió su rostro.
—Nunca hubiera imaginado que conocías de árboles.
—Mi padre era botánico. Él me enseñó —respondió Tate y, al pensar en su padre, tuvo un inesperado recuerdo—. Esto es una coincidencia.
—¿Qué es coincidencia?
—A él le gustaban mucho los Rowan. Había nacido en el mes del Rowan. —Había nostalgia en su voz, Tate no hizo ningún intento por ocultarla.
—No comprendo. —Joy lucía curiosa.
—Mi padre irlandés creía en el horóscopo celta de los druidas. Los árboles y su energía eran fundamentales en esa cultura, ya que se creía que cada árbol del bosque contenía el poder de los dioses, simbolizando vida y protección. Cada árbol estaba consagrado a un dios y representaba una virtud, correspondiendo a cada fecha de nacimiento.
Los ojos de Joy se iluminaron, pero vaciló antes de hablar.
—Y su árbol era el Rowan —teorizó. Tate asintió—. Lamento tu pérdida —añadió con respeto.
Él sonrió ligeramente con nostalgia. Hacía mucho tiempo que no pensaba en su padre, a quien había perdido cuando era solo un niño. Ahora, hablar o pensar en él ya no le dolía tanto.
De repente, se oyó un maullido. Tate siguió con la mirada a Joy mientras ella se acercaba al árbol. Confundido y sorprendido, vio cómo un felino blanco caía en los brazos de Joy desde las ramas.
—No sabía que tenías una mascota.
—Ella es Marigold —dijo Joy, girando hacia él con su amiga peluda en sus brazos.
Tate y la gata se estudiaron con la mirada. Había algo peculiar en ella, pero no podía estar seguro de qué era. Tal vez eran sus amplios ojos felinos, oscuros y profundos, que parecían haber vivido muchos años.
—¿Qué edad tiene? —curioseó.
—Ummm... no estoy segura. Mi abuela la rescató cuando mi madre era joven. Es nuestra desde entonces.
Tate se preguntó qué expresión debía tener en el rostro, considerando que ella acababa de decirle que su gata podía ser un ancestro, pero lucía como una gata joven. Trató de ocultar su confusión y asintió ligeramente, sin saber muy bien cómo reaccionar ante esa afirmación.
—Son... muchos años.
—Es que Marigold es especial.
Joy sonrió, y en sus ojos brillaba un destello enigmático que parecía ocultar algo. Él se preguntó qué secretos podían esconderse detrás de esa mirada, pero decidió no indagar más en ese momento y simplemente le devolvió la sonrisa, dejando que la curiosidad flotara en el aire entre ellos.
—Por cierto, no eres alérgico a los gatos, ¿verdad?
Tate negó con la cabeza.
—Eso es un alivio porque, si no, no habrías podido quedarte —dijo Joy casi con solemnidad—. Si no se llevan bien, también tendrás que irte.
La franqueza de Joy provocó una risa en Tate, se dio cuenta de que no solo quería agradarle a la gata, sino también a su dueña.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top