¿Un baile?

Sirius POV

La luz se filtraba por las cortinas que rodeaban mi cama y el leve murmullo de mis otros compañeros me avisaron de que había empezado la cuenta atrás antes de que dieran comienzo las clases. Con todas las fuerzas que tenía en aquel momento, intenté abrir los ojos, pero los párpados me pesaban demasiado y me rendí al tercer intento. Crucé mis dedos mentalmente y recé para que nadie se diese cuenta de mi presencia, y me dejasen dormir plácidamente las horas que quedaban hasta la hora de comer. Pero la suerte había decidido no estar de mi parte ese día, pues el simpático de mi mejor amigo corrió de par en par las cortinas y los débiles rayos de sol que traspasaban las ventanas me dieron con toda su plenitud en mis ojos, aún cerrados.

-Estás horrible.
-Gracias-contesté con la voz adormilada-. ¿Qué tal si me dejas dormir? Te lo agradecería mucho.
-Cuéntame otro chiste, ¿quieres? Arriba, pedazo de vago.

Sentí que su cuerpo se alejaba de mi cama, y con toda la fuerza de voluntad que pude reunir en aquel momento, abrí los ojos . La habitación dio vueltas unos segundos, hasta que enfoqué cada detalle de la estancia.
Allí sólo quedaba Colagusano que buscaba algo debajo de su cama. Mi cara se tornó en una agria expresión de asco.
Miré el reloj de muñeca de Remus, que descansaba en su mesilla y me levanté lo más rápido que pude y me vestí con la misma velocidad. Pensar en las tartaletas de arándanos que me esperaban humeantes en el Gran Comedor, me hacían la boca agua, aunque mi deseo de llegar a desayunar se oscureció cuando me puse a buscar mi jersey con el escudo de Gryffindor. Casi al instante, un fugaz recuerdo cruzó mi mente y en él, aparecía la prenda que me faltaba. Mi corazón empezó a latir con mayor fuerza y sin pensármelo más, salí de allí, con mi mochila colgada en el hombro. Y en manga corta, a finales de otoño.

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Gran parte de los alumnos me miraban extrañados. En verdad, les entendía, ir en manga corta a tan sólo un mes de Navidad no era algo usual. Pero la verdad es que ya me empezaban a cansar los cuchicheos continuos.

-Marcando tendencia Canuto-susurró James mofándose delante de mi cara.
-No será la primera vez-respondí echando una mala mirada a unos enanos estúpidos de los primero cursos.
-Ni la última. Pero, ¿qué tipo de polvos te has metido para salir así?

Tenía razón. En Hogwarts no había ningún calentador, exceptuando las chimeneas de las Salas Comunes. Había que estar enfermo para hacerlo y, bueno, ¿quién dice que yo estaba muy cuerdo? El año pasado le robé la motocicleta a un muggle y nos dimos un buen golpe James y yo. Al final, terminamos tres semanas en San Mungo porque yo no sabía conducir aquellas máquinas del demonio. Pero esa era otra historia.

-¿Qué tal la cena de ayer?

Genial. La pregunta perfecta para evitar la de James. Y como era de esperar, se dio cuenta de que algo no andaba bien. Retiró la mirada de mi, y sonrió de forma sarcástica y maliciosa a la vez.

-Más tranquila de lo normal, no sé porqué habrá sido-contestó Remus, que llevaba callado desde que habíamos salido del Gran Comedor.

Empezamos a subir las escaleras para dirigirnos a transformaciones. Ese día, iba más contento que otras veces y sabía perfectamente cual era el motivo. No estaba seguro si ella me diría algo, o me ignoraría como siempre hacía, rezando porque me hubiese olvidado de lo que había sucedido ayer. Por esa parte, estaba nervioso. Muy nervioso.

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La clase había ido mejor de lo que me esperaba. Sophia y yo habíamos compartido un par de miradas cómplices durante la clase de la profesora McGonagall. Me encontraba más que bien.

-Sirius, prométeme que nada de lo que te conté ayer saldrá de tu boca. Por favor.
-Tranquila, no pasará nada.
-Esto no es cualquier tontería, y lo sabes.
-De acuerdo. Ese tema está a salvo conmigo.

Su cara me dio a entender de que ella no pensaba así, para nada, pero lo dejó pasar.

-¡Por cierto! Creo que esto no es mío.

Sacó de su bolsa mi jersey. Sonreí al tenerlo entre mis manos de nuevo, y no dudé en ponérmelo. Una oleada de calor inundó mi cuerpo.

-Gracias-dije mirando por encima de su hombro, asegurándome de que nadie había visto aquello. Suspiré aliviado cuando vi que mis amigos estaban de espaldas. Eso me ahorraría una conversación incómoda.
-A ti, por habérmelo prestado.

Tras dedicarme una última sonrisa, bastante leve, me dejó. Juraba que en sus ojos había visto un rastro de miedo y precaución, por lo que pudiese pasar si no me controlaba.

Ahora si, los demás sospechaban algo. Estaba seguro. La cara de Remus era un poco extraña en él, y sólo la ponía cuando sabía que algo pasaba, algo poco usual. Intenté no hacerles mucho caso, y hacerme el despistado bajo sus miradas acusadoras.

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Tras un largo día, el sillón de la Sala Común se veía más apetecible que nunca. Mullido, calentito, cómodo... Me estaba esperando. Me tiré en él como si de aquello se tratase mi vida entera, y cerré los ojos, deseando descansar. Pero, como dije antes, aquel día, no iba a tener la suerte de mi lado.

-¡Silencio, por favor!-gritó la señora McGonagall-. Black, siéntese correctamente. Potter, no voy a repetirlo.

Solté un largo resoplido y me coloqué en el sofá.

-Debido a las buenas calificaciones obtenidas el curso anterior en los TIMOS, el Ministerio de Magia, nos ha permitido organizar una fiesta de Navidad, el día antes de marcharnos.

Hizo una pausa para comprobar nuestras caras, por si alguien se sentía emocionado. Lupin no había ni levantado la vista del libro, la emoción estaba en el ambiente.

-Todos los alumnos del último curso-dirigió una mirada severa hacia nosotros, especialmente-, deberéis encargados de toda la decoración y de la música que sonará en el baile final.

Remus y James levantaron la vista tan rápido como el vuelo de una snitch.

-Es vuestra responsabilidad elegir una pareja-dijo ahora mirando a todos los alumnos que estaban allí-. Buenas noches.

Tras su salida de la Sala, un gran alboroto se formó en ella. Todos andaban de aquí para allá, preguntándose cómo sería aquello. Menos nosotros claro, que seguíamos allí parados sin saber qué hacer con nuestras vidas.

-¿Crees que el mundo juega a nuestro favor?-me preguntó James con la vista fija en el suelo.
-Ajá.

Si esa era la oportunidad que me estaba dando el mundo de hacer algo, la tenía que aprovechar. Y lo iba a hacer, estaba seguro.

Sophia Anderson, ¿quiéres ser mi pareja en el baile?

«No suena tan mal» pensé.

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