6. Revelación
Este capítulo sólo tratará de Sirius y Sophia. Ahora, disfruten de la lectura.
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La noche había caído cerrada y nubosa. Las hojas de los árboles bailaban al son del viento, al igual que el agua del lago.
Sirius se aferraba a su cálido jersey en donde el escudo de Gryffindor, resaltaba sobre todas las cosas. Andaba con las manos en los bolsillos, sin rumbo. El frío penetraba en su cuerpo tan velozmente, como una daga atraviesa un corazón.
Por su mente seguía rondando aquel pensamiento que llevaba atormentándole desde esta mañana. No quería dar su brazo a torcer, era demasiado orgulloso como para hacerlo. No admitiría jamás que él también cometía errores. Y a veces, muy graves.
Los jardines estaban solitarios y el ambiente era acompañado por el suave murmullo de los alumnos que cenaban en el Gran Comedor. Donde debería estar él. Dio una patada a una piedra que se encontró por el camino y siguió con la mirada su trayectoria. Acabó unos metros más lejos de una figura oscura, de espaldas y sentada en la orilla del Lago. Sirius sin saber, se acercó sigilosamente. Cuando a penas unos centímetros los separaban, supo de quién se trataba.
-¿Qué haces aquí?-preguntó Sirius.
-No necesito compañía-respondió Sophia.
Haciendo caso omiso, Black se sentó a su lado.
-¿No me has escuchado?
-Si, pero me da igual.
-Que sorpresa-comentó fríamente.
Ella miraba en la dirección opuesta a él. Se frotaba los brazos con las manos, intentando darse calor. Sus fina chaqueta con el escudo de Ravenclaw, no bastaba para aquella noche tan fresca. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, Sirius se quitó su jersey y se lo puso a ella, quedándose en manga corta.
-¿Qué pretendes?¿Llevarme a la cama como a todas?-dijo mirándole con rabia.
-Sólo intento hablar contigo.
-Ya, pero yo no quiero hacerlo.
Silencio por parte de ambos. La tensión estaba presente. Y no podía ser más incómoda.
-¿Por qué le preguntaste por mí a Anne?
El corazón del joven comenzó a latir con violencia al darse cuenta de lo mal que había quedado delante suya. ¿Cómo no lo pensó antes? Anne se lo contaría a su mejor amiga. Pero entonces, ¿que respondía ahora?
No tuvo que seguir martirizándose, pues su boca habló por sí sola.
-Perdón por lo de ayer, si es que hize algo malo.
Black juró ver una sonrisa en su rostro.
-¿Puedes repetirlo?
-No repito dos veces.
Ahora si lo vio con claridad. ¿Estaba jugando con él?
-¿Cómo se siente?
-¿El qué?-contestó Sirius, perdido.
-Decir eso por primera vez.
Ahora era él quién sonreía.
-¿Cómo estás tan segura de que es mi primera vez?
-Bueno, es uno de tus muchos defectos.
-¿Defectos? Explícate.
La chica dudó unos segundos antes de hablar.
-Te los diré si no me interrumpes.
-Lo intentaré.
Cogió aire.
-Eres inmaduro. Vas de campeón por el colegio cuando en realidad, eres un imbécil con un ego inmenso. Un malhablado y un sinvergüenza. Y sobre todo, un aprovechado.
-¿Eso piensas sobre mí?¡Si quiera me conoces!-comentó bastante irritado.
-¿Y para qué conocerte? Se ve a simple vista que eres así.
-Te vuelvo a repetir que no me conoces.
Sophia chascó la lengua.
-Entonces, cuéntame lo que desconozco de ti-retó.
-Sólo si después me cuentas lo que te pasa.
-Trato hecho-aceptó dudosa.
Sirius no sabía si estaba preparado. Nadie sabía nada de ese tema, aparte de sus amigos y sus padres. Suspiró con fuerza y miró al frente.
-Cuando el Sombrero Seleccionador me puso en Gryffindor, para mi familia, fue como si una fuerza oscura hubiese derribado sus vidas. Todos ellos son de Slytherin. Desde siempre, mis padres nos han educado con unos ideales ancestrales. No aceptan a los Sangre sucia, no hablan con muggles y se creen superiores que nadie-paró y cogió aire, pues lo iba a necesitar-. Yo siempre fue el hijo rebelde. Nunca les hize caso. Nunca cumplí esas "normas", por llamarlas de alguna manera. Desde que entré en Hogwarts, me evitaban todo lo posible. Fue como si no tuviera padres. En cambio, mi hermano Regulus, siempre fue bien recibido por su parte: buen estudiante, jugador de Quidditch y lo más importante, Slytherin. Por eso, cuando cumplí los dieciséis, me fui de casa. Bueno, me fui y a la vez me echaron. Desde entonces, llevo un año sin verlos. Y en el fondo me duele, porque siguen siendo mis padres, por muy imbéciles que sean.
Sentía sus ojos cristalizados, pero no iba a llorar. No por ellos. El ambiente se volvió a quedar en silencio. Sophia miraba a Sirius pensativa, sin saber muy bien que decir.
-Vaya, lo siento muchísimo.
Sirius negó con la cabeza.
-Tu turno.
Ahora fue ella la que se puso rígida. Movía sus manos nerviosa y se aferró aún más al jersey del Gryffindor.
-Mi padre era un sanador de gran prestigio en San Mungo. Fue galardonado con bastantes Órdenes de Merlín, a pesar de su corta edad. Quizá de él, heredé mi inteligencia. En cambio, mi madre era un auror. Se pasaba día y noche en busca de magos peligrosos. Hasta que un día, uno de ellos utilizó la maldición Cruciatus contra ella, hasta dejarla en San Mungo. Todos decían que se recuperaría, pero no fue así. Ella estaba viva, pero no era consciente de lo que pasaba su alrededor. Ni si quiera hablaba. Mi padre, cayó en una depresión y abandonó su trabajo, para dedicarse a mí. Dos años después, murió.
Sophia paró y se limpió las lágrimas. Sirius la cogió de la mano y paseó el pulgar por su dorso.
-Por aquel entonces yo acaban de recibir mi carta de Hogwarts -prosiguió con voz rota-. Me quedé a cargo de mi abuelo paterno. Él es mi único apoyo, la única familia que me queda, aparte de mi madre. Puede que por eso sea tan fría. No quiero abrirme a nadie, sabiendo que puedo perderle. Por eso es por lo que me esfuerzo tanto en clases, para poder conseguir un buen trabajo y seguir pagándole a mi madre la estancia en el hospital. Mi abuelo está mayor y siento que dentro de muy pocos años, me quedaré sola. Y esta vez, para siempre.
La chica sollozó en silencio.
-Por eso me puse así ayer cuando hablantes de mi familia, Sirius.
-No tenía ni idea, lo siento.
-Pero si no repetías las cosas-comentó sonriendo entre sollozos.
Black hizo una mueca y limpió las últimas lágrimas que aún recorrían el rostro de la joven. Nunca había llegado a tal punto. Ahora entendía muchas cosas sobre ella y su comportamiento. Reconocía que había hablado sin conocerla. A su lado, él tenía suerte con su problema.
Entonces, Sophia se dio cuenta de dónde estaban las manos de Sirius.
-Creo que es tarde-susurró.
-Claro-respondió aún sin salir de la burbuja que lo rodeaba.
Ambos pusieron rumbo al castillo. La entrada estaba solitaria, todos estarían ya en sus habitaciones. Sus caminos se separaban tras haber subido la escalera de mármol.
-No le cuntes esto a nadie, por favor-pidió la chica.
-Tranquila.
-Y toma el...-
-No, ya me lo darás mañana.
-¿Seguro? No es molestia...-
-Seguro.
Sonrieron tímidamente.
-Buenas noches, Sophia.
-Buenas noches, Sirius.
Dicho esto, cogieron sus caminos hacia sus correspondientes Salas comunes.
Había sido una noche bastante emotiva por parte de los dos.
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