5. Ausencias

Andaban lo más rápido que los pies les permitían. Los corredores estaban en un profundo silencio y si hacían algún tipo de ruido, les descubrirían y se meterían en muchos más problemas de los que ya tendrían cuando la señora Pomfrey los viera por allí a estas horas de la noche.
La puerta de la enfermería estaba al final de aquel largo pasillo. Sophia tenía algún rasguño. No era muy grave, pero era mejor asegurarse que no se infectaran. Sirius, que iba por delante de los demás, frenó el paso y se dio la vuelta.

-Ya te puedes largar-susurró fríamente-. Yo me encargo de ella.
-No-contestó en el mismo tono Ryan-. Yo me quedo.

Black se acercó amenazadoramente a Thompson y le cogió del cuello de la camisa.

-¿No has tenido sufieciente por hoy?¡Vete!
-Ryan-dijo Sophia con un hilo de voz-. No te preocupes por mí, estoy bien. Vete a la cama y descansa.

El chico la miró indeciso. Al cabo de unos segundos, asintió. Le dio un beso en la mejilla y sin mirar a Sirius, se fue. Ese gesto cariñoso entre ambos, a Black le sentó como una patada en toda su zona sensible. Suspiró y reanudó el paso.

-¿Se puede saber que coño hacías fuera a estas horas?-preguntó furioso.
-¿Perdón?

La chica frenó e hizo que él se diera la vuelta de nuevo.

-Por si no lo sabías, tu también estabas levantado-continuó.
-Yo tenía mis motivos.
-Claro. Eso no es una excusa.
-Lo que tu pienses me importa una mierda-respondió cortante y echó a andar.
-Eres un engreído y un estúpido-susurró Sophia cuando llegaron a la puerta de la enfermería.

Sirius soltó una risa sarcástica.

-Y tu una estrecha. Pobres de tus padres que te tenga que soportar de por vida.

De repente la chica se quedó sin habla. Parapadeó repetidamente para evitar llorar y apartó la mirada. Sin volver a dirigirle la palabra, entró sola en la enfermería.

Si antes ya estaba enfadado, las lágrimas ocultadas de ella le habían cabreado más. Sophia era una borde. Si no hubiera sido por él, Peter y James, quizá ni Ryan ni ella estarían aquí. Tras la conversación, se le quitaron las ganas de volver a salir, por lo que subió a su dormitorio para intentar descansar, porque sabía que dormir, no podría.
Miró a su alrededor y vio las tres camas de sus amigos vacías. Se le hacia raro estar en el dormitorio sin ellos. Si, estaba con Frank, pero no era lo mismo. Mañana estaría sólo en clases, pues los demás llegarían de madrugada.

«Genial, absolutamente genial», pensó.

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A la mañana siguiente, Sirius fue el primero en levantarse de todos los alumnos de Gryffindor. Paseó la mirada por la habitación y sonrió. Un peso que tenía desde que se fue a dormir la noche anterior, desapareció al ver asus amigos en sus respectivas camas. James y Peter estaban en pijama y dormían plácidamente mientras que Remus no había malgastado su tiempo en cambiarse de ropa. Tenía un gran arañazo en el cuello y algunos rasguños en la cara. No se preocupó, pues Lupin era experto en taparse y curarse este tipo de cosas.

Sirius se levantó, se puso el uniforme, la túnica y bajó a la Sala Común. Como ya se imaginaba, no había nadie. Miró por la ventana que estaba a su izquierda y contempló el horroroso día que hacía. El cielo estaba nuboso y gris. Las hojas de los árboles ondeaban violentamente, al igual que el agua del lago.

Suspiró y salió por el hueco del retrato. Los pasillos también estaban vacíos y silenciosos, aunque de vez en cuando sonaban algunas voces procedentes de cuadros. Bajó lentamente las escaleras cambiantes, con la mirada perdida en el suelo. Llegó al segundo piso y un pensamiento rondó su cabeza fugazmente.
¿Debería ir a la enfermería?
No. Seguro que estaría el imbécil Ryan. Pero en el fondo, eso le daba más motivos para ir. No soportaba la idea de verle junto a ella. Aunque fuera una estirada y una desagradable. Sintió cómo sus pies actuaban solos y puso rumbo a dicho sitio. Total, aún quedaba bastante para el desayuno.
No andaba demasiado deprisa, pues podía estar dormida y tampoco quería despertarla.

Cuando llegó, la puerta estaba entreabierta. Miró por el pequeño hueco que mostraba el interior y vio a Sophia. Estaba despierta. En la mesilla tenía un vaso con alguna pócima para el dolor. Su brazo estaba vendado.
Por alguna extraña razón, Sirius se sintió culpable por ello. Aunque rápidamente fingió no haber pensado aquello.
La chica se dio la vuelta, de modo que Sirius pudo verla de frente. Sus ojos estaban rojos, cómo si hubiera estado llorando gran parte de la noche y su piel pálida, dejaba a la vista lo mal que lo había pasado.
¿Era él, el culpable de eso?
Tuvo que esconderse detrás de una columna, pues ella se disponía a salir de allí. Sus pasos eran torpes y pudo ver, que de vez en cuando, Sophia se limpiaba alguna lágrima. Sirius cogió otro camino y puso rumbo al Gran Comedor. Tenía que olvidarse de aquello.

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Tanto el desayuno como las dos primeras clases fueron peor de lo que él imaginaba. Estar sólo en el aula, sin James a su lado no era lo mismo. No pudo hablar con nadie y por si fuera poco, tuvo que tomar todos los apuntes. Normalmente nunca lo hacía, pues siempre se los copiaba a Remus.

A la hora de la comida vio a Peter. Le explicó que James y Lupin seguían durmiendo, ya que ayer, casi perdían al lobo y Potter tuvo que correr detrás de él por mucho tiempo. Ya no estaba sólo, de lo malo, tenía a Pettigrew. Pero seguía sin ser lo mismo.

Pociones fue una tortura para ambos. La clase estaba medio vacía. Ni James, ni Remus, ni Quejicus aparecieron por allí. Y lo que a Sirius más le llamó la atención, fue la ausencia de Sophia. Esta mañana la había visto. No estaba todo lo bien que cabía, pero al menos podía asistir a clases. Algo grave tenía que pasar con ella, pues nunca faltaba, a no ser que no se pudiese levantar de la cama.

Cuando el timbre sonó, Black se acercó a la mesa dónde siempre estaban los Ravenclaw.

-Anne-llamó a la mejor amiga de Sophia-. ¿Por qué no ha venido tu amiga hoy a clase?

La chica dudó antes de contestar.

-No creo que sea la más apropiada para contártelo, Sirius.

Dicho esto, se marchó.

Al acabar, subieron a la Sala Común. Allí estaban James y Remus. Los dos sentados en el sillón. Ambos con ojeras.

-No me puedo creer que hayas ido a clase sólo y no estés enfermo, Canuto-dijo burlonamente Potter-. Si en el fondo eres un buen alumno.
-Seguro que si-contestó este indiferente.
-¿Qué te pasa?-preguntó Remus.
-Nada, ¿qué me va a pasar?

Peter y Sirius se sentaron en los asientos que quedaban libres. James miraba extrañado a su amigo, pues tenía la mirada perdida y no les había insultado ni a él ni a Lupin por haberse saltado hoy las clases.

-¿Qué se supone que os ha pasado hoy? Sabéis, es raro ver a Black sólo en clases.

Lily se acercaba sonriente a los chicos. Se colocó delante de la chimenea bajo la atenta mirada de ellos. Sobre todo, de la de James. Al oír aquello, Sirius puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

-Nos encontrábamos mal-contestó Peter.
-Ya claro, justo los tres. No quiero saber que le habéis hecho a Severus.
-¿A Snape?¿Qué pasa con él ahora?
-También ha faltado.

El chico de gafas miró confuso a su amigo.

-Te lo iba a decir-se excusó.
-De todos modos, vengo por otra cosa. James, la reunión de delegados es mañana. Han adelantado la fecha, ya que los Prefectos de este año no son que digamos...unos genios.
-Entendido.
-Bien pues, que os mejoréis.

De nuevo estaban ellos sólos.

-Chicos yo...hoy no me esperéis a mi para cenar-dijo Sirius.
-¿Tu también estás con la regla?
-James-regañó Remus.
-No, simplemente hoy no me encuentro muy bien.
-Debe de ser el exceso de clases-murmuró Lupin.

El joven se levantó de su asiento y miró por la ventana. No se veía nada, la noche ya estaba entrada. Se dirigió al hueco del retrato.

-Ten cuidado Sirius-avisó Pettigrew.
-Tranquilo. Con un poco de suerte me pierdo y no vuelvo.

Y se fue.

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