4. Un pequeño accidente
Los minutos se hacían eternos y los cuatro amigos parecían estar en una burbuja de la que no iban a salir hasta que terminara la clase.
El profesor Flitwick hablaba sobre la historia de un encantamiento ancestral mientras todos los demás tomaban apuntes.
James no le hacía demasiado caso a lo que escribía, pues seguía sin quitarse de la cabeza aquel momento con Lily. Estaba seguro de que ella le había mirado y no podía sentirse más feliz por ello. El encontronazo con Snape, de repente, ya no le importaba tanto.
Para Sirius las cosas no iban tan bien. Quejicus le había puesto en evidencia delante de muchas personas, y eso, iba a pagarlo.
Peter no sabía exactamente lo que pensar de aquella escena. Se suponía que James y Sirius siempre protegían al grupo, pero esta vez, no lo habían hecho. Y no entendía el porqué.
Remus era el único de los cuatro que prestaba atención a la explicación del profesor. Mantenía la vista pegada al pergamino con el ceño fruncido.
El rasgueo de las plumas escribiendo a toda velocidad y la chillona voz de Flitwick, eran el único sonido que estaba presente en el aula.
Después de media hora en la que los alumnos de Gryffindor y Hufflepuff copiaron sin cesar, el tiembre anunció el final de las clases del primer día. El silencio que había estado reinando durante esas dos horas, se desvaneció cuando todos los presentes, comenzaron a recoger sus cosas. La clase se fue quedando vacía y en los pasillos se empezaron a escuchar suspiros y frases cómo "Por fin acabó".
Los chicos subieron las escaleras mientras veían a los de Ravenclaw, que también subían para ir a su Sala Común; algunos Hufflepuffs, que bajaban al sótano y varios Slytherins que se dirigían a las mazmorras.
Cuando llegaron al retrato de La Señora Gorda, Peter dijo la contraseña y a continuación, todos entraron. En la Sala ya había bastantes Gryffindors de diferentes edades, dispersados por todos lados. Todavía quedaba bastante para bajar a cenar, por lo que decidieron sentarse en los asientos enfrente de la chimenea. Como era habitual, James y Sirius ocuparon el sillón central mientras que Remus y Peter ocuparon las butacas laterales. No sabían que decir, ni tampoco cómo empezar una conversación.
Por el hueco del retrato aparecieron Lily y sus amigas. La mirada de la chica se dirigió a James, que le sonrió. Ella hizo lo mismo y se fue para arriba.
-James-llamó Remus-. ¿Por qué has tardado tanto en venir a clase?
-Me quedé hablando con Lily-susurró.
Lupin asintió y apartó la mirada. De repente, el silencio se hizo incómodo.
-Me voy a tomar el aire-dijo levantándose de la butaca-. No me esperéis para cenar.
Sin que nadie llegara a contestarle, Remus salió de la Sala Común. Peter miró extrañado a Potter, que estaba perdido.
-¿Qué mosca le ha picado?-preguntó Sirius, que había estado callado todo este tiempo-. Parece una tía cuando está con la regla.
James sonrió y se encogió de hombros. Su amigo tenía sus defectos, pero era un buen chaval.
-Sigo pensando en lo de Snape-continuó Black-. No entiendo cómo no nos dimos cuenta.
-Pensaba que lo sabíais-dijo una voz a sus espaldas. Era Alice, la novia de Longbottom-. Severus ganó el Félix Felicis esta mañana. No es muy difícil darse cuenta de que lo utilizó contra vosotros.
-¿Y tú cómo sabes lo que nos pasó?-preguntó extrañado James.
-Los de Slytherin se han encargado de ir gritándolo por los pasillos, por lo que a estas alturas, debe saberlo todo el colegio-relevó Frank.
-Genial-susurró Sirius-. Genial.
-Lo bueno es, que eso no le durará todo el curso. Porque se la devolveréis, ¿no?
-No lo dudes Longbottom-contestó Potter.
Lily bajaba en esos momentos sola de los dormitorios de las chicas.
-Espero que acabe vivo después de eso-comentó Alice sonriendo, mientras miraba a Black-. ¿Bajáis a cenar?
Los tres se levantaron de sus asientos, y salieron de allí. Ahora todo se veía más claro. Quejicus había utilizado la poción contra ellos, por eso no pudieron hacer nada...¿Cómo no se les ocurrió antes? Seguro que Remus lo sabía.
Al llegar al Gran Comedor, tuvieron que soportar las miradas de los Slytherin y de algunos otros estudiantes de Hufflepuff y Ravenclaw. Por no mencionar, las risitas tontas de las chicas del uniforme verde. Se sentaron en su mesa correspondiente y comenzaron a llenarse el plato con todo lo que pillaban. A ellos tres todavía, les quedaba un último esfuerzo que hacer.
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Quedaba una hora para la media noche y tras haber subido a la Sala Común y haber esperado a que se quedase vacía, los chicos se escondieron bajo la capa invisible de James. Sirius tenía que ir agachado, pues era el más alto de los tres. Iban con el máximo cuidado posible, porque los pasillos estaban vigilados por varios Prefectos de diferentes casas y la gata de Filch también fisgoneaba por allí. Esta vez, no se habían traído el Mapa del Merodeador, con lo que se hacía más difícil la aventura.
Tras haber conseguido salir al exterior, James retiró la capa y se dirigieron al pequeño atajo del Sauce Boxeador, que les llevaría a La Casa de los Gritos. Siempre quedaban allí con Remus cuando era la hora. No se podían arriesgar a que alguien le viera en plena transformación.
El camino por el túnel fue rápido y en unos escasos diez minutos, estaban ya en la entrada de la casa. Subieron por las viejas escaleras y llegaron a la habitación dónde siempre se transformaban.
Pero esta vez faltaba algo. O más bien alguien.
-¿Dónde está?-preguntó James, mirando por toda la habitación.
Peter miró su reloj de pulsera.
-Quedan cinco minutos para medianoche-contestó Pettigrew-. Seguro que viene de camino.
Decidieron esperar a Remus, impacientes, deseando que llegara.
Pero no lo hizo.
-Vamos a buscarle-apremió Sirius.
Bajaron corriendo a la planta inferior y salieron por la puerta principal. Desde aquella colina se podía ver gran parte de los terrenos de Hogwarts. Corrieron hasta llegar abajo, ya convertidos en sus formas animagas, y se dispersaron por todo el jardín, buscándole. Ya habían pasado un par de minutos desde la medianoche, por lo que la búsqueda eras más complicada ahora.
Sirius bajó hasta el campo de Quidditch y miró por los alrededores, olfateando aquí y allá. Peter se acercó hasta los bordes del lago y James se adentró al campo dónde daban las clases de vuelo.
Por ahora, todo lo que habían echo, no daba resultado, pues Lupin no aparecía. Resignados, volvieron a sus cuerpos originales.
-Vaya un imbécil-dijo Sirius-. ¿Dónde coño se ha metido?
De repente, unas chipas rojas surgieron del Bosque Prohibido. Se miraron entre todos y salieron corriendo hacia la dirección de dónde procedían las luces. Tuvieron que atravesar bastante para llegar al lugar. Se escondieron tras unos matorrales y lo vieron.
Allí estaba. Remus, convertido en hombre lobo, había acorralado a dos personas. Por lo que pudieron distinguir en la oscuridad, aún llevaban puesto el uniforme del colegio. Sacaron las varitas y salieron de su escondite.
Peter le lanzó una piedra que le dio justo en la cabeza. Enfadado, la bestia se giró, dejando ver a las víctimas. Sirius no tardó en reconocerlas. El chico era Ryan Thompson, un estudiante de último curso de Ravenclaw y a su derecha estaba...Sophia, quién tenía la túnica manchada de sangre. Ambos se miraron extrañados durante varios segundos.
¿Qué hacia ella aquí, a estas horas y con ese tío?
-¡Black!-gritó James-¡Llévalos al colegio, nosotros nos quedamos aquí!
Delante de los dos invitados, Potter y Pettigrew se transformaron en sus animales correspondientes y salieron corriendo, llevándose a Lupin con ellos. Ambos se quedaron de piedra.
-¡¿No habéis escuchado?!-gritó el único humano que quedaba de los cuatro-¡Vamos!
Ryan, Sophia y él salieron de allí lo más deprisa que pudieron, escuchando de fondo algún que otro gemido de animal.
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