Unidos por Siempre

Nota: ¡FELIZ 2020! ¿¡Me echabais de menos!? Yo a vosotros/as sí :)

Para celebrar este esperadísimo capítulo donde, finalmente, James y Maggie Rogers serán concebidos, (y sí, sus padres tendrán la noche más apasionada de sus vidas ;) ), he escogido como canción de multimedia "La Fuerza de mi Corazón", versión en español de "The Power of a Broken Heart" de Luis Fonsi ft. Christina Valemi, de la BSO de la película española El Cid: La Leyenda (2003), basada en la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, un caballero castellano del siglo XI, y una figura legendaria en la historia de España.

Esta es una de las muchas películas animadas que marcaron mi infancia, y esta canción se ha inmortalizado en mi memoria, al igual que el Universo Marvel se ha ganado un hogar en mi corazón gracias a "The Infinity Saga", desde Iron Man (2008) hasta Spider-Man: Lejos de casa (2019).

Así que... ¿qué nos espera en la Fase 4? Pues más acción, comedia, misterio, etc. ¡Y la comenzamos con nuestra superheroína pelirroja favorita!

https://youtu.be/4vNkftiWyHQ

¿Quién más gritó de emoción al ver el trailer de la Viuda Negra? XD ¡Nat, te echábamos de menos! Ya iba siendo hora de que le dieran su propia película a una de las mujeres más amadas de Marvel, ¿no creéis?

He de recordaros que ya tenía ideada la obra "Los Mellizos Rogers" después de ver "Avengers: Age of Ultron" (2015). Por lo tanto, la Yelena Belova de mi historia no es en absoluto como la de esta película, quien es aliada de Natasha.

Así que, si continúo escribiendo para cuando se estrene esta película, y os cae bien esta Yelena, recordad que la de mi obra puede que tenga el mismo nombre, pero se ve más como la villana de los cómics, Viper (Madame Hydra, o Ophelia Sarkissian).

Otra grandiosa noticia que deseo compartir es que... ¡España ha quedado en tercera posición en el festival de Eurovisión Junior 2019, después de una ausencia de 13 años!

Aunque no hayamos ganado, como en 2004, con nuestra queridísima María Isabel y su "Antes muerta que sencilla", todos los españoles nos sentimos orgullosos de haber conseguido la medalla de bronce en este espectacular evento, donde los niños demuestran tener un brillante futuro como artistas, ya sea en sus respectivos países, o por todo el mundo.

Y no podríamos haber logrado esta gran victoria personal sin la maravillosa canción de la hermosa Melani García, donde nos recuerda la inmensa importancia y necesidad de proteger el medio ambiente y los océanos, junto con toda la vida que vive en ellos. ¡Este planeta es nuestro hogar, y debemos luchar por él!

¡Melani, te amamos! ¡Eres la ganadora de nuestros corazones! <3

Canción: "Marte" de Melani García

https://youtu.be/bMZuwUW7HMo

P.D: Como todo escritor responsable, debo advertiros sobre el contenido adulto. Esta es la primera vez que escribo un acto sexual, y, con razón, estoy nerviosa por vuestros comentarios. Sólo espero que sea de vuestro agrado :)

Gracias de todo corazón por vuestra paciencia<3

...

El Parque Nacional Denali abarcaba una extensión de casi veinticinco mil kilómetros cuadros de tierras salvajes, donde las formaciones boscosas de coníferas daban paso a la alta tundra alpina, y las cumbres coronadas por la nieve.

Los glaciares cubrían aproximadamente el 16% del territorio, pudiendo encontrar los de mayor tamaño en el lado sureste de la cordillera, ya que la nieve era mucho más frecuente en esa zona, debido a la humedad arrastrada por los vientos desde el golfo.

Afortunadamente para Steve y Natasha, la ruta que estaban siguiendo era completamente diferente.

Después de un rato caminando montaña abajo, sin despegar los ojos del mapa que el Vengador desconocido les había dado, la pareja finalmente pudo encontrar el sendero que los llevaría directamente a la cabaña de guardabosques donde se refugiarían hasta la mañana siguiente.

Si bien las nuevas prendas de vestir les proporcionaban calidez, ninguno de los dos podía esperar para descansar bajo un buen techo, comer y beber a los pies de una chimenea, y dormir en una cama cómoda.

Rogers se había recuperado del mareo inicial de cuando despertó en aquella celda, y se pasó el resto del camino bromeando con optimismo con su prometida, manteniéndola firme en sus brazos, hablando toda clase de tonterías para hacerla reír, o por lo menos sonreír un poco.

Realmente ambos lo necesitaban, después de huir de semejante situación. Tenían muchas preguntas en su cabeza, pero se centraron en seguir adelante, confiando que el Steve Rogers del futuro y su compañero se encargarían de Belova y sus secuaces.

...

Por fin, después de caminar por una media hora, el dúo divisó la cabaña que sería su refugio esa noche.


Fue toda una alegría cuando pisaron el piso de madera. La pequeña vivienda tenía los suficientes recursos para que alguien quisiera vivir allí por unas cuantas semanas, y el interior era realmente acogedor.


Con el reloj de la sala de estar marcando las cuatro de la mañana, y tras asegurarse de que sólo estaban ellos dos, Steve buscó ropa en el armario de la pequeña habitación, mientras Nat iba a darse una rápida ducha. Si bien el compañero del Rogers del futuro había curado sus heridas, la rusa aún sentía la fatiga en su cuerpo, por lo que la sensación del agua caliente en su piel resultaba apropiadamente relajante.

Cuando el supersoldado entró con permiso en el aseo para dejarle la ropa nueva, evitando mirar la cabina de cristal translúcido en todo momento, Romanoff no pudo resistir el deseo de ponerle nervioso.

-¿Tímido o nervioso, capitán? - preguntó sonriendo, arrojándole la misma pregunta de hacía dos años, en la misión para liberar a los rehenes a bordo del barco de S.H.I.E.L.D. secuestrado.

Lo único que escuchó de su prometido al salir con prisa del baño fue una tos fingida, causando la risa de la pelirroja.

Fuera, Steve, librándose poco a poco del sonrojo, buscó en la nevera de la pequeña cocina cualquier aperitivo o bebida que pudiera llenar los estómagos de ambos.

Esa mujer realmente lo volvía loco, y la quería con tanta ferocidad por ello. Lo supo en el momento que aceptó sus sentimientos.

Incluso antes de enamorarse de ella, sabía que aquella implacable y hermosa agente de S.H.I.E.L.D. iba a ser su amiga y compañera, tanto dentro como fuera del campo de batalla. Ahora, podía decir sin lugar a dudas, que era mucho más que eso: era su principio, su fin, su amante, su confidente, y la lista seguía y seguía...

Apenas podía esperar para casarse con ella, pero antes de eso tenían que salir de donde sea que HYDRA y el KGB los había llevado.

Estaba seguro de que sus compañeros en Nueva York los encontrarían, aunque desearía poder comunicarse con ellos para volver a casa lo antes posible. Pero sabía que eso era imposible, ya que habían perdido sus móviles a manos de Yelena, y el tiempo actual en la montaña, con una fuerte tormenta acercándose, tampoco ayudaba mucho.


No había nada que pudiera hacer con respecto a llamar a su equipo, pero sí con Natasha. De los dos, ella era la que más lo había pasado mal en aquella celda, y necesitaba su apoyo.

Incluso si era poco, o no lo quería, él igualmente se lo daría sin titubear.

...

Para cuando la Viuda Negra salió del baño, vestida con una camisa blanca de manga larga, pantalones pirata grises y zapatillas de lana, su prometido estaba echando otro pedazo de leña a la chimenea.

Sonrieron cuando sus miradas se conectaron, especialmente la del capitán, quien se levantó para acariciar un lado de su cara, y con otra mano, frotando un brazo, ofreciéndole calma y comodidad. 


No estaba segura si lo hacía para asegurarse de que no tuviera ninguna herida que se hubiera pasado por alto, o simplemente porque le encantaba tocarla y memorizar su rostro. Fuera cual fuera la causa, no podía quejarse.

Enamorarse de ese hombre, profunda y apasionadamente, la había afectado más de lo que se hubiera imaginado. Era tan puro y honesto. Con él, nunca había juegos, estrategias, engaños... Ninguna de las cosas en las que era tan habilidosa.

Usar una identidad falsa y no acercarse a nadie era una buena manera de no morir. Pero con Steve, nada de eso parecía sostenerse muy bien. Y el hecho de que fuera una de las pocas personas en el mundo en las que confiaba genuinamente, no era un detalle insignificante.

Le cubrió los labios con un beso extremadamente suave. Los corazones de ambos Vengadores se hinchando en sus pechos. Cuando se separaron, no pudo dejar de mirarlo mientras sus palabras favoritas para ese hombre atravesaban sus pensamientos.

-Te amo.

Los ojos de Rogers emitieron el destello de un azul intenso.

-Lo sé -dijo, apartándose poco a poco de ella- Creo que es mi turno. Descansa.

Ella sonrió con picardía.

-Lo haré. Será mejor que te vayas ahora mismo al baño, antes de que encuentre otro método para calentarte.

La insinuación tuvo efecto instantáneo en el capitán quien, con una ligera caída de su mandíbula, se sonrojó fuertemente, mientras tropezaba nerviosamente en sus palabras.

-Yo, eh... te he dejado comida en la mesa. Iré... a darme una ducha, y luego... hablamos.

Romanoff continuó sonriendo descaradamente, mientras él se arrastraba hacia el aseo, mirando hacia atrás con esa mezcla perfecta de infantilismo y encantadora incomodidad, perfectamente apropiada para un hombre como él.

Ella disfrutó de la vista, esperando, hasta que oyó cerrarse la puerta, antes de murmurar para sí misma: "Dios bendiga a América".

...

Quince minutos después, el supersoldado salió del baño, sintiéndose rejuvenecido, y vestido con una camiseta blanca y pantalones negros holgados, además de zapatillas azules.

Aún secándose el pelo húmedo con una toalla, entró en la cálida sala de estar, donde encontró a su prometida sentada en el sofá, bebiendo un refresco, el que él había dejado al lado de un plato con fruta y un sándwich, ya desaparecido.

-¿Qué tal la cena? -preguntó Steve, dejando la toalla en una silla, mientras se recostaba a su lado y esperaba su respuesta.

-Deliciosa, aunque no se compara con la que tomamos en el restaurante.

No mentía, eso seguro, pero se estaba reservando el detalle de que casi sintió ganas de vomitar mientras estaba prisionera en aquella celda. ¿Pero para qué preocuparse? Ahora estaban a salvo y juntos. Eso era todo lo que importaba.

Si bien Rogers sabía que no le estaba contando todo lo que quería decirle, prefirió dejarla estar, y centrarse en darle la compañía que indiscutiblemente ambos necesitaban, después de pasar por ese infierno.

Y en esa misma compañía, Tasha conocía el mejor tema de conversación para olvidarse de la realidad, al menos hasta la mañana siguiente.

-Realmente quiero salir de esta montaña e ir directa al altar -bromeó, posando su cabeza en el hombro de su novio.

Él se rió entre dientes, mirando a la nada.

-Ahora que lo pienso, ¿qué opinas de la diferencia de casi setenta años?

La espía se encogió de hombros, reflejando una leve sonrisa.

-El matrimonio no se basa únicamente en la edad, Rogers. Además, tu físico y personalidad compensan cualquier rareza que tengas.

Eso era un alivio, al menos para él. No estaba seguro de si se había precipitado demasiado pidiéndole su mano, teniendo en cuenta que había iniciado una relación hacía tan sólo unas semanas atrás.

Si bien confiaba plenamente en ella, no quería que aceptara casarse si aún tenía dudas respecto a su decisión de dar el gran paso.

-¿No crees que vamos muy rápido? -preguntó, con un atisbo de preocupación. Cuando Nat le miró con el ceño fruncido en confusión, se explicó rápidamente- No me malinterpretes. Realmente quiero casarme contigo, y estoy feliz de que hayas aceptado. Pero...

-Tienes miedo de que las cosas entre nosotros cambien, y pongan en peligro nuestra amistad.

El supersoldado la observó con una expresión de sorpresa no muy disimulada. ¿Cómo lo hacía? ¿Acaso tenía telepatía? ¿O simplemente él era un libro abierto al completo? Probablemente se tratara de esto último.

Otra sorpresa que siguió fue la pequeña carcajada que asomó en los labios de la pelirroja.

-Rogers, hemos sido amigos por cuatro años. Trabajamos juntos. Confiamos el uno en el otro. Nos amamos -afirmó, inclinándose un poco hacia él, de modo que sus rostros estaban frente a frente- Casarse es un gran compromiso, es verdad. En el amor y la amistad, ambas partes no tienen que darle nada al otro, sólo recibir lo que cada uno aporta a la relación: amor, respeto, confianza, apoyo...

En su pausa, posó una mano en la mejilla de su prometido, intensificando el significado de sus palabras.

-Tal vez sea cierto que nos estamos apresurando, pero ni se te ocurra pensar que dudo de ti, ni que el haberme pedido matrimonio ha sido un error. Porque no lo es. Esta misma noche, podríamos haber muerto, y habría perdido la única oportunidad que he tenido en toda mi vida... de sentirme como una mujer normal, con un futuro más allá de ser una superheroína o una espía de S.H.I.E.L.D.

Ella sonrió un poco, y negó con la cabeza.

-Antes pensaba que una vida contigo era un simple sueño, imposible de cumplirse. Me lo repetía cada vez que te imaginaba como algo más que mi amigo y compañero. Mis deudas, mi forma de vida, mi propia personalidad... Todo eso me resultaba la excusa perfecta para creer que no existiría nada romántico entre nosotros.

Ambos sabían que a Romanoff comenzaban a humedecérseles los ojos, pero ninguno quiso limpiar las lágrimas que no tardarían en caer por sus mejillas.

-Pero tú te las arreglaste solito para entrar en mi corazón y no salir de ahí. Confiaste en mí de una manera que muy pocas personas han hecho. Y más importante aún: me enseñaste que soy mucho más que un montón de archivos adjuntos con antecedentes criminales manchados de sangre.

Cuánta razón tenía. Steve nunca leyó los informes de Nat, porque sabía que la persona que fue en el pasado ya no existía, sin importar si aún tenía deudas pendientes.

Para él, era una mujer fuerte, valiente, mucho más desinteresada de lo que parecía pensar que era. Definitivamente humana. Adjetivos hermosos, complicados y muchos otros que eligió no agregar, porque no le hacían justicia.

Ahora comprendía mejor por qué se esforzó tanto en que saliera con otra mujer.

Porque pensaba que él era demasiado bueno y puro para el mundo en el que vivían, y en sus propias y extrañas maneras, hizo todo lo posible para protegerlo de eso. De la crueldad del mundo.

Y de sí misma.

Era su modo de expresar su afecto hacia él, y por mucho que le pidiera que no lo hiciera, sabía que era una pérdida de tiempo. Porque esa era su manera de ser, y no quería que cambiara. Esa era otra de las muchas cosas que admiraba de ella: su perseverancia.

Desde el momento en que Natasha Romanoff había entrado en su vida, había brillado en un foco de luz gigante sobre cosas que trataron de mantenerle oculto en la oscuridad. Cosas como su visión, cada vez menos tenue del mundo, y su fe, cada vez menor en cualquier cosa, incluso en su propia soledad.

Así pensaba a menudo, desde que despertó en el siglo XXI, y comprobó con sus propios ojos lo poco que el mundo había cambiado desde su época.

Pero ya no, porque incluso si enemigos como HYDRA, el KGB, y muchísimas otras amenazas, continuaban ejerciendo sus malvados planes para apoderarse de la Tierra, siempre habría gente dispuesta a defenderla, ya si eran superhéroes como los Vengadores, o simples humanos que tenían mucho que perder si se rendían.

Tasha era una de esas personas, y no podía estar más agradecido de haberla conocido.

Antes de que ella pudiera seguir hablando, la cayó con un beso, que fue más que suficiente para hacer que el cerebro de la Viuda Negra se bloqueara momentáneamente, y luego se reiniciara.

Al separarse, permaneció callada, seguramente por la súbita sorpresa, dándole la oportunidad al supersoldado de responder a todo su emotivo discurso.

-Estoy familiarizado con el riesgo. Ha sido algo cotidiano para mí en los últimos años, y en la época de la que vengo. ¿Sigues creyendo que tener una relación romántica contigo es un riesgo que puede costarme la vida? Entonces... estoy dispuesto a sobrellevarlo. Porque prefiero compartir lo que me queda de vida contigo, que sin ti.

Otra declaración de amor, que grabaría en su cabeza para siempre. No le importaba si serían inmortales en el futuro o no. Ya si morían muy pronto, o más tarde, le daba igual. Iban a aprovechar al máximo su tiempo juntos, y si el matrimonio era una forma eficaz de cumplir ese deseo, que así fuera.

Su autocontrol pendía de un hilo, y este se rompió en cuanto ella lo tomó por la nuca, aplastando sus ansiosas bocas.

En el momento en que se tocaron, las manos del soldado aterrizaron en sus caderas. La atrajo más cerca, contra la dureza de mármol de su pecho, y cuando ella aspiró un leve suspiro de sorpresa, lo tomó como una oportunidad para profundizar el beso y tomarlo de uno rápido y fugaz, a uno largo, lento e innegablemente intenso.

Él había tomado sus "lecciones" muy en serio, y las estaba llevando a otro nivel. Era el paraíso.

No estaba perdida por él o por el beso. Su cabeza todavía estaba firmemente fijada entre sus hombros. Pero luego gimió, y fue tan profundo e inesperado el sentimiento, que se convirtió en su perdición.

Se separaron, y ella abrió los ojos, respirando de forma entrecortada, mientras la miraba con una mezcla de calor, lujuria y afecto.

Afortunadamente, la besó de nuevo, antes de que la pasión se tranquilizara. Esta vez, sintió que la empujaba lentamente hacia atrás, hasta que su cabeza tocó el reposabrazos, y no había ningún lugar a donde ir, salvo estar más cerca de él.

Su lengua jugó con la suya mientras sus manos, notablemente menos tímidas, subían y bajaban por sus caderas, moviéndose hacia abajo, hasta que la parte posterior de sus muslos estuvo a su alcance.

Ella apartó la cabeza y le empujó hacia atrás. Sabiendo lo que quería, Steve se sentó recto. Romanoff trató de no sonreír como un depredador mientras se subía a su regazo, con las rodillas a cada lado de sus piernas.

Observó cada movimiento de ella a través de sus ojos ligeramente encapuchados y con los labios entreabiertos, hasta que sus bocas se encontraron en una furia silenciosa, sin atreverse a pensar. Sólo sentir.

Estaba desesperado por besarla, como si hubiera estado famélico de aire durante una eternidad, y ahora no pudiera contener el hambre. Sus manos estaban impacientes, moviéndose de arriba abajo por sus costados, la espalda, las caderas, y las piernas.

Atravesó su cabello, enredando los mechones rojos entre sus dedos, algunas veces aplastándolos en su puño.

Sin previo aviso, ella desvió su boca hacia su cuello, besándolo allí como sabía que lo volvía loco. Rogers se negaba a quedarse atrás, así que también se dirigió a su cuello, sus manos siempre acariciándola.

Cuando la mano que no estaba enterrada en su cabello se deslizó ligeramente debajo de la parte posterior de su camisa, de modo que las puntas de sus dedos rozaron su piel, de repente tuvo una abrumadora necesidad de más.

En cuanto sus labios se encontraron de nuevo, la sorprendió dejando escapar un gemido bajo y jadeante contra su boca. Luego, jaló sus caderas contra las suyas.

Ella se estremeció al sentir su necesidad, y comenzó a moverse lentamente, de manera experimental, probando sus reacciones. El capitán respondió, rompiendo el beso y respirando entrecortadamente contra sus labios. Su agarre sobre su cuerpo ahora era lo bastante apretado como para no dejarla ir, y la pelirroja sonrió mientras le preguntaba en voz baja.

-¿Quieres que pare?

-No... -gimió él, arrastrando sus labios a lo largo de su cuello mientras continuaba moviéndose.


Nat besó su pecho, debajo de su clavícula y por el cuello de su camisa. Cuando comenzó a mover sus caderas contra las suyas, se preguntó si él era consciente de cómo temblaba ligeramente contra ella.

Todo esto, y ambos aún estaban completamente vestidos.

La rusa guió sus labios hacia los suyos y, mientras tomaba velocidad, movió una de sus manos por la parte baja de su camiseta, y presionó hacia abajo. Ambos gimieron, aunque el soldado se las arregló para mantener el sonido hacia atrás, mientras se mordía el labio inferior.

Pero, antes de que otro sonido pudiera escapar de su propia boca, de repente se puso rígido debajo de ella y jadeó en su cuello.

Fue con gran satisfacción que ella lo abrazó. No había forma de ocultar la pequeña sonrisa en su rostro, así como de esconder el bulto en sus pantalones, y la profunda relajación que se extendía por sus músculos.

Casi podía sentir cómo se aflojaban debajo de los dedos de su prometida, y cuando el momento se desvaneció, la sostuvo como si fuera su ancla para el mundo.

-Bueno... Eso fue intenso -susurró Natasha, después de un largo silencio, en el que notó su aliento calmarse contra su cuello.

Él se rió entre dientes, un sonido entrecortado y despreocupado. No esperaba que su corazón saltara cuando lo escuchó, ni esperaba el escalofrío que recorrió su espina dorsal cuando colocó un beso pequeño y dulce en la curva de su cuello.

Fue entonces cuando Steve, finalmente, dejó la seguridad de su cuello para retroceder un poco, y ella bajó los ojos para pasarlos a través de su rostro. Sus mejillas estaban coloreadas con un fuerte rubor, los labios rosados e hinchados por todos los besos que habían compartido, el cabello despeinado, y sus ojos ebrios de placer.

Sin embargo, ninguno estaba satisfecho. Ambos anhelaban más. Muchísimo más.

Podía ver las ruedas girando en su cabeza, ver el proceso de tomar decisiones detrás de sus ojos, y contuvo la respiración, esperando que ella dijera algo. Pero no dijo nada.

En cambio, lo miró una vez más, antes de ponerse de pie, y comenzar a caminar hacia el pasillo donde estaba la habitación con una sola cama.

A mitad de camino, se volvió y lo miró por encima del hombro.

-¿Vienes? -le preguntó, con la voz más seductora que había oído en toda su vida.

Su boca se abrió con leve sorpresa, pero no salió nada. Ella sonrió ante su reacción, y siguió su camino.

Una vez que desapareció en la habitación, Rogers saltó del sofá tan rápido que su pie atrapó la mesa y la derribó, enviando el plato y la lata de refresco vacía al piso. Rápidamente, se apresuró a volver a poner todo en su sitio, tratando de no entrar demasiado rápido en el dormitorio... aunque en realidad, no había esperanza de una entrada tranquila.

Corrió por el pequeño pasillo, abriendo la puerta casi de golpe.

Justo entonces, fue agarrado de inmediato por el cuello de su camiseta, con la Viuda Negra cerrando la puerta de una patada.

Sus labios se encontraron al instante con los suyos, besándole acaloradamente. Sus manos dejaron su cuello, y se deslizaron hacia su nuca, mientras él tomaba su cintura y la acercaba más a su cuerpo, casi tambaleándose por lo rápido y duro que lo estaba besando.

Era agradable, pero no era lo que él quería, y tampoco creía que ella realmente lo quisiera así.

Movió sus manos hacia su rostro, acunándolo mientras se separaba, su frente descansando brevemente contra la suya, antes de inclinarse y besarla de una manera mucho más lenta y dulce, pero no menos profunda.

Quería saborearla. No tenía que ser como un tornado que caía inesperadamente del cielo para, a continuación, desaparecer con la misma rapidez. Prefería encender un fuego y verlo crecer lentamente, de forma natural, sin que nada lo contuviera.

Justo como cuando se acostaron por primera vez.

Y aunque tuvieran pocas horas de oscuridad, antes de que amaneciera el nuevo día y regresaran a la realidad, iban a aprovechar esa pasión al máximo.

Cuando se retiró para respirar, Natasha estaba jadeando de una manera que lo sorprendió. Sus ojos permanecieron cerrados por un momento antes de abrirse. Las profundidades verdes se encontraron con las azules, mientras se lamía los labios.

Para compensar su gran diferencia de altura, la pelirroja tuvo que apoyarse sobre los dedos de los pies para besar suavemente su cuello, mientras que sus manos subían lentamente de sus brazos a sus hombros. Cuando llegó a la parte baja de su oreja, susurró:

-Me da la impresión de que quieres ir despacio.

Él asintió con la cabeza, sin confiar en su boca para decir palabras reales, y luego se apartó con una leve sonrisa aún en sus labios, mientras ella alzaba las manos sobre su cabeza.

La miró fijamente durante todo un segundo, antes de saltar para obedecer la orden y mover sus manos desde sus caderas hasta el dobladillo de su camisa, quitándosela tan rápido que estuvo preocupado de haberla lastimado.

Pero no lo hizo, y al instante fue distraído por la visión de su sujetador de encaje negro sin tirantes. Demasiado apropiado.

No tuvo tiempo de comentarlo, ya que ella se deshizo de su propia camiseta.

Una vez que la prenda golpeó el suelo, tiró de él hacia abajo para otro beso, mientras comenzaba a caminar lentamente hacia atrás, hacia la cama. No sabía cómo se quitó las zapatillas en el proceso. Sólo se enfocó en llevar las manos arriba y abajo por su espalda, al menos hasta que se detuvieron.

A Steve le gustaba cuando ella lo desafiaba así. Sonrió por un breve segundo antes de besarla de nuevo, dejándose caer lentamente de rodillas frente a ella, y besando todo el camino desde su torso hasta justo debajo de su ombligo.

Sintió su sorpresa cuando Romanoff deslizó una mano en su cabello, y mientras besaba suavemente a lo largo de la suave piel de su vientre, sus fuertes manos trabajaron para abrir y bajar sus pantalones.

Estos cayeron al suelo, y sus ojos fueron recibidos por la vista de su ropa interior a juego.

Ella tiró suavemente de su pelo, llevándolo a levantarse para besarla de nuevo, mientras sus dedos se interponían entre ambos para desatar los cordones de su pantalón. La rusa sólo tuvo la mitad de éxito, antes de que él se inclinara hacia adelante, y la acostara suavemente sobre la cama, trepando sobre ella.

El supersoldado se tomó un momento para apreciar por completo la belleza que tenía delante: su ardiente cabello extendido sobre la almohada, y su cuerpo semidesnudo para él.

Mientras que algunos hombres podrían haber aprovechado la oportunidad para decir algo más en ese momento, él decidió recorrer sus ojos todo el camino por su cuerpo, acariciándole suavemente la cara.


-Tenía razón.

Nat levantó una ceja, confusa.

-¿Sobre qué?

-Te verías espantosa en bikini -contestó él, sonriendo de lado.

El líder de los Vengadores apenas tuvo tiempo de reír, antes de sentirla enganchar una pierna alrededor de su cadera y rodarlos con facilidad, sonriendo, a pesar de su broma, mientras ella se sentaba en sus caderas, pasando sus manos por su pecho tonificado.

-Menos hablar y más besar, capitán.

No podía prometer que se apegaría a esa "orden", pero sonrió antes de que su prometida lo besara y continuara deslizando las puntas de sus dedos por su torso. Él cerró los ojos cuando sus labios se movieron desde su cuello hacia su pecho, todo mientras sus propios dedos recorrían su cabello rojo sin pensar.

De nuevo, le quitó su habilidad de pensar en absoluto, besando burlonamente un rastro por su abdomen. Sus ojos se encontraron con los suyos mientras ella se desenganchaba su sujetador, dejándolo caer al suelo. Él se sentó tan rápido que la pelirroja realmente se rió.

-¿Aún necesitas alguna clase? -le preguntó bromeando, mientras el soldado la miraba, sus manos brevemente congeladas en su lugar sobre sus caderas.

La miró, sacudiendo la cabeza. Luego, movió sus manos y tomó cada uno de sus pechos dentro de ellas, tomándose su tiempo en sentirlos y mirarlos, porque había esperado lo que parecía ser una eternidad para ese momento.

A ella no le importaba, y al primer toque de sus labios con uno, hizo un sonido como un murmullo apreciativo. Movió sus dedos hacia su cabello, acercándolo un poco más. Con una de sus manos libres, la envolvió alrededor de su espalda, y la sintió arquearse cuando lamió su pezón con la lengua.

Sus dedos y los muslos apretados ligeramente sobre su regazo fueron todo lo que necesitó para hacer que un sonido casi embarazoso saliera volando de su garganta.

Después de eso, hubo muchos movimientos y cambios, con más besos y toques, siempre bienvenidos y bien recibidos. Ninguno de los dos dijo una palabra hasta que Rogers terminó encima de ella otra vez, besándola como si fuera a dejar de respirar si se detenía, y en el aturdimiento de todo, su mano rozó más abajo de su estómago, y un suave estremecimiento debajo de él lo hizo abrir los ojos y finalmente romper el beso.

No era la primera vez que tenían relaciones sexuales, pero siempre parecía ser algo nuevo para el hombre venido de los años 40.

Apoyado en su codo junto a ella, bajó la vista y observó cómo su mano libre bajaba por su cadera y la parte superior de su muslo. Se inclinó, dándole pequeños besos en el cuello, mientras sus dedos se deslizaban suavemente hacia adentro, y su voz sonaba extrañamente pesada para sus propios oídos cuando alzó la cabeza.

Steve vio que sus labios se curvaban en una sonrisa.

-Tengo curiosidad por ver lo que vas a inventar por tu cuenta.

Por mucho que le gustaba su confianza en él, respondió en voz baja:

-Ya lo sabes.

-¿El qué? -preguntó la pelirroja, inclinándose para besarle a lo largo de su mandíbula, mientras  el supersoldado trataba de formar las palabras correctas.

-Quiero que te sientas tan bien como me haces sentir a mí -dijo, y aunque podía sentir su rostro quemándose después de pronunciar esas palabras, se alegró de haberlo dicho.

Principalmente por lo que sucedió a continuación.

-Está bien -aceptó ella en voz baja, inclinándose y besándole.


Sin que lo notara, Tasha tomó su mano para llevarla hacia donde quería que estuviera. Sus ojos se pegaron a su mano mientras caía perezosamente por su propio cuerpo.

-Sólo mira -susurró ella, sonriendo al verle abrir más los ojos, y sentir su respiración rápida.

El soldado tragó saliva y asintió sin atreverse a apartar la mirada.

-Y cuando quieras tomar el control... hazlo.

Las palabras de su amante resonaron en su mente, y se arrastraron por su espina dorsal.

Finalmente, lo hizo.

Cuando volvió a mirarla, sus uñas se clavaban suavemente en la parte posterior de sus hombros, y su aliento dejaba sus labios en un jadeo tembloroso.

...

Terminando la sección de placer, la desnudó lentamente, besando cada centímetro de ella, siempre tomándose su tiempo, usando todo lo que había aprendido sobre lo que le gustaba, para mantenerla al borde y necesitando más, hasta llegar al punto más insoportablemente tortuoso.

Fue cuando la rusa estaba perdiendo la determinación de nunca suplicar a nadie por nada, que la besó lenta y dulcemente, atrapándola en la forma que tanto amaba y odiaba debido a las cosas bienvenidas y no tan bienvenidas que le hacía sentir.

Ese hombre se había arrastrado bajo su piel, más allá de la armadura metafórica que la protegía, y nunca había estado más convencida de abrirle su corazón, que tanto había estado ocultando del resto del mundo.

La besó una vez más, a su insoportablemente suave manera.

-Por favor -murmuró contra sus labios.

No había nada más que quisiera decir. Su prometido respondió a sus palabras, comprendiendo lo que deseaba, sólo por el modo en que lo atrajo hacia su rostro y lo besó con avidez, abiertamente, sin nada más que los frenara.

A pesar de lo que el mundo pudiera haber pensado de ella, era humana, debajo de todo lo que la hacía ser cómo era, y esa misma humanidad cantaba cuando la tocaba.

Sin previo aviso, rodó sobre ambos, colocándose de nuevo encima de él, mientras la miraba con ojos llenos de necesidad. Esa necesidad, aunque había sido aplacada antes, no había estado completamente saciada desde el comienzo de esto, pero algo le decía que su amada iba a cambiar eso ahora.

-¿Estás realmente preparado para soportarme el resto de tu vida, capitán?

Steve simplemente sonrió un poco y enredó sus dedos en su cabello, besándola profundamente antes de darle su respuesta.

-Sabes que sí.

Sí que lo sabía. Lo había sabido por más tiempo de lo que estaba dispuesta a admitir.

Y así, después de más besos, y unos pocos momentos más de sus manos arrastrándose arriba y abajo de su piel, dejando calor y necesidad en los senderos que dejaron a lo largo de su cuerpo, finalmente abandonó la lucha y se rindió, cediendo al ansia.

Se enderezó un poco, quedándose un poco inclinada hacia adelante, sus labios nunca muy lejos de los suyos... sobre todo cuando llegó el momento.

Sólo con un pequeño cambio en sus caderas, y un lento y satisfactorio hundimiento más tarde, su corazón traicionero casi dejó de latir por completo, en lo que vio desplegarse en la cara de Rogers.

Su expresión de anticipación infantil y silenciosamente excitada había cambiado por completo en el momento en que se movió, y tomó todo lo que tan gustosamente estaba recibiendo de ella.


Sus ojos se cerraron por un momento, al instante en que un pequeño jadeo salió de su boca, sólo para ser seguido por un gemido igualmente suave, pero conmovedor. Sus ojos se abrieron por completo y se enfocaron en los suyos, y ella supo, sin lugar a dudas, que él tenía razón.

A pesar de su resistencia bien justificada, a pesar de todo lo que seguramente les esperaba en el camino para hacer que el placer estallara espectacularmente en sus caras, y a pesar de todas las cosas que estarían corriendo por su mente cuando llegara la mañana siguiente... nada de eso importaba ahora.

No importaba... porque otras cosas eran más importantes, como la asombrosa forma en que él la estaba mirando, y los aleteos que sentía en su interior, los que solía pensar que ya no tenía la capacidad de sentir. El momento fue hermoso para ambos, y el hecho de que estuvieran conectados de esa forma, después de rozar tan de cerca la muerte esa noche, los dejó completamente perdidos el uno en el otro, de la mejor manera posible.

Una mano en su cabello suavemente la guió hacia abajo para un beso y, por un momento, todo estuvo en silencio. Todo estaba quieto. Todo estaba bien.

Steve realmente tenía razón, por una razón muy clara e innegable.

Sus vidas, su confianza, y sus sentimientos significaban algo, y todo eso continuaría significando algo en el futuro que les esperaba. Juntos.

...

Tras un cambio de posición, el clímax final los dejó a ambos completamente agotados, dejando al supersoldado desplomándose lentamente encima de ella.

Natasha notaba el peso de su pecho, esforzándose por respirar, mientras acariciaba su poderosa espalda y esperó, otorgándole el momento que necesitaba para recobrarse. Se quedó quieto, respiró hondo, y por fin pronunció las palabras que nunca se cansaría de escuchar.

-Yo también te amo.

Se colocó de lado, ayudándola a hacer lo mismo. Frente a frente, le acarició la espalda con las manos, atrayéndola hacia sí. Sus cuerpos, bañados en sudor, permanecieron un buen rato pegados, como si fuesen uno solo.

...

Después de darse una ducha rápida, la pareja, limpia y recuperada, cambió las sábanas, preparándose para dormir cómodamente hasta la mañana siguiente.

Lo normal sería que ambos se quedaran dormidos al instante, pero la rusa entró en otro tema de conversación que le resultó "tierno".

-Golpeaste a Madame B.

Su prometido, abriendo un poco sus adormecidos ojos, la miró lentamente y le sonrió de forma ligera.

-Destruyó la infancia de merecías tener. No iba a recibir misericordia por mi parte.

Si bien el hecho de haber golpeado a aquella anciana podría no haber sido la forma más eficaz de vengarse de ella por lo que le hizo a su novia, sí le ayudó a quitarse un buen peso de encima.

Pero ese derecho le correspondía por completo a la propia Viuda Negra. Esperaba que la ex supervisora de Natasha siguiera viva. Así, su pasado en la Sala Roja permanecería exactamente donde debía estar: en el pasado.

Su creciente molestia fue aplacada por un beso de Romanoff, el cual correspondió con gusto.

-Gracias -le susurró ella, mientras posaba su cabeza en su lugar favorito, sobre el corazón de Steve.

Amaba ese sonido, porque le recordaba lo vivo que estaba. Sí, ambos estaban vivos, y seguirían así durante mucho tiempo.





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