"Los Fantasmas Existen"
NOTA IMPORTANTE: Lamento haberos hecho esperar tantísimo (temas del insti y casi un mes sin Internet, por no olvidar que es el capítulo más largo que he escrito hasta la fecha), pero aquí tenéis el cap que no pudisteis ver. ¿La razón? Estaba a punto de guardar el episodio a medio hacer, pero estaba en medio de una conversación familiar. Me hablaron, me sobresalté y en lugar de darle a guardar, le di a publicar. Pido disculpas por este error.
Pasando al capítulo... Como flashback que es, estará en primera persona y será desde la perspectiva de nuestra mutante de los fantasmas.
P.D: Perdonad si provoco algún que otro susto o lágrima. Y no pongáis la canción hasta que os avise, ¿de acuerdo? ¡Que lo disfrutéis!
¡¡¡Y FELIZ / ATERRADOR HALLOWEEN!!!
Flashback (Pov Grace)
Nací en 1992, pero mi vida era como la de una niña rica del siglo XVIII. Hasta lo aparentaba, debido a la casa en la que vivía. Una vivienda histórica de más de 200 años. Hipnótica y a la vez misteriosa.
Éramos cuatro en la familia Bellerose: mis padres, mi abuela y yo.
Mi padre, Joseph, era restaurador de antigüedades; mi madre, Amélie, trabajaba como bibliotecaria; y mi abuela, Margot... Bueno, ella había sido médium, pero en varias ocasiones la acusaron de fraude y tuvo que dejarlo. Eso ocurrió en 1999, cuando yo tenía 7 años. Como mis padres estaban muy ocupados con sus respectivos trabajos, ella decidió quedarse en casa a cuidarme. Era mi segunda madre y la amaba con todo mi corazón.
Siempre habíamos sido íntimas, hasta el punto de creer en lo mismo, aunque fueran meras fantasías. Ambas creíamos de verdad en lo sobrenatural y en lo que había después de la muerte. Desde muy temprana edad, aprendió a sentir aquello que no se podía ver o tocar. Para ella, no era ni magia ni brujería. Era un don que Dios le había concedido, y lo trataba con cuidado y respeto. Como mi padre, su hijo, no creía en esas historias, dirigió sus enseñanzas a mí. Prácticamente... me convertí en su legado.
La gente llamaba a esas historias "cuentos de brujas". Pero yo no creía eso en absoluto.
Cuando se es un niño soñador e inocente, siempre crees en lo que te dicen. Y aunque te asusta lo que escuchas, una parte de ti quiere saber más. Yo era una niña a la que le encantaba lo desconocido. Deseaba ser como mi abuela: tener sus "poderes", ver fantasmas, y vivir lo mismo que ella en su infancia.
Pero tiempo después, me arrepentí de haber anhelado ese sueño.
Existe un dicho que dice: "Ten cuidado con lo que deseas... se puede hacer realidad". Pues justamente eso ocurrió el día que murió mi padre.
Había estado trabajando en un nuevo proyecto de restauración: un reloj de péndulo muy antiguo. Pero algo salió mal y su taller explotó... con él dentro. Todo el mundo lo vio como un accidente, pero mi abuela y yo sabíamos que era imposible. Mi padre era extremadamente cuidadoso y paciente con su trabajo. Nunca había cometido error alguno en sus restauraciones. Además, aunque hubiera sido un accidente, aquel reloj no podía haber estallado así como así. Por desgracia, nadie nos tomó en serio, ni siquiera mi madre.
Pasaron tres años... y otra tragedia apareció en mi vida, de forma repentina y dolorosa.
Mamá y yo fuimos a la ciudad mientras mi abuela se quedaba en casa, preparando la comida. Antes de marcharnos se acercó a mí, vestida con su camisón de algodón favorito. Me besó en la frente y susurró un "te quiero". No tenía ni idea de que esa sería la última vez que la vería.
...
Una hora después volvimos a casa. Al llegar, vimos que de la ventana de la cocina salía muchísimo humo. Mi madre llamó a emergencias y entró gritando por la abuela. Yo quería ir con ella pero me lo impidió, gritándome que me quedara afuera. Una vez sola, recé en silencio para que no les pasara nada malo.
Los bomberos y la ambulancia llegaron en pocos minutos. Mamá salió levemente herida, con varias quemaduras en el cuerpo. Lloré en su regazo mientras la atendían, al mismo tiempo que se llevaban el cadáver de mi abuela en una bolsa. Unas horas más tarde nos llamaron del hospital. Lo que nos contaron fue como recibir cien apuñaladas en el corazón.
El forense encontró varias marcas en forma de dedos en sus extremidades y cuello. Murió por asfixia, agredida por alguien frío y desalmado. La policía abrió una investigación para averiguar quién era el asesino, pero a falta de pruebas y sospechosos no pudieron hacer nada, salvo compadecerse de nosotras.
Pasaron las semanas y tanto mi madre como yo estábamos atrapadas en una encrucijada: no sabíamos si era mejor marcharnos de París para comenzar una nueva vida, o quedarnos a pesar de las muertes de nuestros familiares. Luchando contra el pesar de haber perdido a dos de mis seres queridos, le pedí que nos quedáramos. Sentía que si abandonábamos nuestra casa, estaríamos abandonando también nuestra vida. Nuestros recuerdos. Me negaba rotundamente a olvidar a mi familia de esa forma. Al principio dudó, pero estuvo de acuerdo conmigo.
Al igual que decidimos seguir viviendo en París, también creamos una nueva costumbre. Todos los días visitábamos las tumbas de mi padre y la abuela, siempre terminando de la misma forma: ambas arrodilladas, llorando en silencio y abrazándonos.
Era consciente de que aquella decisión no curaría mi dolor, pero sí haría que estuvieran orgullosos y felices por nosotras, estuvieran donde estuvieran.
Sin embargo, una noche de otoño, ocurrió algo cambiaría mi vida para siempre.
...
Todo comenzó la noche del 31 de octubre de 2002. En la Víspera de Todos los Santos: Halloween.
Yo estaba en mi cama, agotada de pasear con mi madre por las casas de la zona pidiendo caramelos haciendo el "Truco o trato", mas me era imposible conciliar el sueño por culpa de las pesadillas.
Los recuerdos de mis pérdidas no dejaban de atormentarme. Y por si fuera poco tenía muchísimo frío, a pesar de tener la ventana cerrada. Por un instante, noté cómo mi cuerpo empezaba a temblar sin control. Pero no era por el aire gélido de la noche.
Aquello que me provocaba escalofríos era una presencia que sentí detrás de mí.
Sabía que no era mi madre porque habría escuchado la puerta abrirse. Tuve el impulso de darme la vuelta y ver de quién o "qué" se trataba, pero estaba paralizada. En ese momento... una mano negra y esquelética que emanaba humo se posó en mi hombro.
Quería gritar, pero nada salía de mi boca. Lo único que podía hacer era estar lo más tiesa posible y controlar mi acelerada respiración.
Aquella mano no era humana. Era la mano de un ser desfigurado y putrefacto, cuyo cuerpo olía a azufre. Se trataba del espíritu de alguien que murió quemado vivo, como las brujas en la hoguera. Si su aparición me había dejado aterrada, las palabras que le escuché susurrarme detuvieron completamente mi corazón. En la oscuridad de mi dormitorio, oí la desgarradora y agonizante voz de una mujer.
-Fuyez, petite. Échappes la maison Monette.
Reconocí la lengua en la que hablaba: el francés. Mi lengua natal. Pero fue lo que murmuró lo que me heló la sangre.
Dijo: "Huye, pequeña. Escapa de la mansión Monette".
Esa mansión... era mi casa.
...
Al día siguiente no tenía fuerzas para levantarme. Mi madre vino a verme, pero yo simplemente la ignoré, escondiéndome debajo de las sábanas. Cada vez que me decía algo, escuchaba la voz del espectro, lo que me hacía cerrar los ojos con fuerza y taparme completamente los oídos.
Miles de preguntas pasaron por mi mente en cuestión de segundos.
¿Había sido otra pesadilla? De ser así, ¿por qué pude sentir aquella mano posarse en mi hombro? ¿Y por qué me pidió que huyera de mi propia casa? No se lo dije a mamá, pues sabía que no me creería. Ni yo misma creía que había sido real. Entonces recordé las historias que me contó la abuela Margot. ¿Sería verdad que existían los fantasmas? ¿Había uno en nuestra casa?
No tenía ni idea, pero algo me decía que aquello no era más que el principio.
...
El presentimiento que tuve de que había espíritus viviendo con nosotras se hizo realidad cuando mi madre sufrió los mismos encuentros que yo: la misma mujer susurrándole por la noche, las paredes del salón temblando, un mensaje pintado con tinta en la pared de su dormitorio que decía: "Huid. Marchaos de esta casa"...
Al principio creyó que eran imaginaciones suyas o que alguien intentaba gastarnos una broma, pero cuando le confesé que yo también había visto esas extrañas señales, decidimos averiguar por nuestra cuenta qué estaba pasando. Comenzamos con investigar el porqué los fantasmas querían que nos fuéramos de la mansión, pero no encontramos nada. Durante la búsqueda, entré en el cuarto de mi abuela y en su armario encontré el tablero de ouija que le habían regalado cuando tenía mi edad.
Le dije a mi madre que a lo mejor debíamos llamar a los propios espectros y conseguir que respondieran a nuestras preguntas. Al principio se veía muy asustada, pero la desesperación y el deseo de conocer la verdad eran más fuertes y aceptó. Ambas necesitábamos descubrir qué misterios se ocultaban en nuestro hogar. De lo contrario, había muchas posibilidades de que las siguientes en morir seríamos nosotras.
Intenté llamarlos varias veces sin éxito. Suplicaba entre lágrimas que nos hablaran, que se mostraran ante nosotras. De pronto, los objetos que nos rodeaban comenzaron a levitar. Aquello nos hizo entender que estaban allí, y eso me dio esperanzas para continuar. Les pregunté si habían sido ellos los que mataron a mi padre y la abuela Margot. Unos segundos después de hacer la pregunta, el tablero o más bien "ellos" nos dieron su respuesta.
Dijeron "No". Ninguna de las dos sabía qué pensar después de aquella contestación. Si no fueron ellos, ¿quién fue? Observé mi alrededor, pensando que tal vez sería capaz de ver a alguno. Y así fue.
Había un fantasma sentado en la cama de mi abuela. Pero este era diferente al que sentí en mi habitación. Su piel desprendía el suave y fresco olor del océano, pero lo verdaderamente sereno de aquel ser era su presencia, como unos brazos cálidos y acogedores que te abrazan cuando estás asustado o triste.
El espíritu era una hermosa joven de veintitantos años, rubia y de ojos azul zafiro. Vestía un elegante vestido celeste muy antiguo, que se movía al mismo tiempo que sus cabellos. Era un verdadero ángel.
Mi madre, un tanto atemorizada, se dio la vuelta y también la vio. Supuse que la chica se había dejado ver para hablarnos personalmente. Se acercó a mí y nos pidió disculpas por habernos asustado por tantos días. Le pregunté quién era.
Ella se presentó de forma educada y cariñosa como Geneviève Monette.
Ese apellido... El espíritu que escuché en mi cama dijo: "Escapa de la mansión Monette". Ahí fue donde me di cuenta de que tanto la mujer quemada como la joven que tenía delante de mí debían ser parientes, probablemente la primera familia propietaria de la que en ese momento era mi casa.
Aquellos espectros estaban desesperados por convencernos de dejar nuestro hogar. La cuestión era por qué. Como si me hubiera leído la mente, Geneviève se dirigió a la puerta y nos dijo:
-Seguidme. Yo os protegeré del monstruo.
Me asusté al escucharla. ¿"Monstruo"? ¿Se refería a otro fantasma? Quizás... ¿Al asesino de mi familia? Sólo podíamos averiguarlo siguiéndola. Mi madre me cogió de una mano, otorgándome apoyo y consuelo. Comenzamos a caminar, separadas a un metro del espíritu.
...
Continuamos unos cuantos minutos hasta que Geneviève se detuvo y levantó una mano, señalando la puerta que llevaba al sótano. Las respuestas a nuestras preguntas se hallaban allí dentro, así que entramos mientras que ella se quedaba junto a la entrada.
Al bajar por las escaleras, vimos mi cuna en medio de dos cajas llenas de juguetes. Lo extraño era que, dentro de la que había sido mi cama siendo un bebé, había un pequeño baúl que no habíamos visto nunca. Mi madre lo abrió y allí se encontraba un diario lleno de polvo. A pesar de lo viejo que era, conservaba perfectamente las palabras escritas en tinta.
En silencio lo leímos. Resultó que pertenecía a Geneviève, y también descubrimos el misterio detrás de los asesinatos de mi familia y de nuestra amiga fantasma.
La mansión había sido construida en 1776, exactamente 13 años antes del inicio de la Revolución Francesa, por orden de sus propietarios: los Monette.
La familia estaba formada por Léonard y Noèle Monette, junto con sus tres hijos: Geneviève y los gemelos Louis y Alexandre. Eran unos burgueses muy reconocidos y felices, hasta que Léonard murió por neumonía. Pasó un tiempo hasta que Noèle volvió a casarse. Su nuevo marido se llamaba Marcio Sangnoir.
Ese hombre resultó ser un monstruo vil e inhumano. Los engañó haciéndose pasar por un rico mercader para acercarse a ellos, matarlos, y luego quedarse con toda su fortuna. La familia no lo descubrió hasta que fue demasiado tarde.
Marcio los asesinó a sangre fría: Noèle fue violada y luego quemada viva en el jardín. A Louis y Alexandre, de sólo 6 años, los mutiló con un hacha en su dormitorio. Geneviève se escondió en el sótano, aterrada por la matanza que acababa de presenciar. Sabía que no saldría viva de allí, así que escribió en su diario lo que había pasado, con la esperanza de que algún día, alguien lo encontrara e hiciera justicia.
En la última página encontramos un papel donde se explicaba cuál fue el destino de la hija mayor de los Monette. Tenía la letra de mi abuela. Supongo que ella descubrió lo de los fantasmas mucho antes que nosotras.
En el papel ponía que Marcio la llevó hasta los Acantilados de Étretat, a más de 200 km de París. Una vez allí la golpeó brutalmente y sin piedad, pero ella se defendió. Durante el forcejeo, unas piedras se desprendieron y ambos cayeron. Sangnoir se llevó la peor parte de la caída. Su cuerpo quedó completamente destrozado durante el descenso a causa de la pared del acantilado y desapareció en las profundidades del mar. Jamás se encontró su cadáver.
Por su parte, Geneviève cayó directamente a las rocas donde se rompían las olas. Murió en el acto, conservando todo su cuerpo, salvo el cráneo fracturado.
Ni mi madre ni yo podíamos romper el silencio que se formó en el sótano cuando terminamos de leer el diario. En ese momento, todo cobró sentido.
Marcio Sangnoir era el monstruo del que hablaba Geneviève. Los Monette fueron sus primeras víctimas, pero no pudo disfrutar del dote de Noèle porque también murió aquella noche. Y en venganza, dirigió toda su rabia y odio hacia los nuevos propietarios de la mansión: los Bellerose. Mi familia.
Asesinó a mi padre simulando un accidente, y a mi abuela la asfixió. Las últimas que quedaban con vida éramos mi madre y yo. Por eso los fantasmas trataban de echarnos de allí. Noèle, los gemelos, Geneviève... No querían hacernos daño. Nos estaban advirtiendo. Intentaban salvarnos de aquel demonio.
No pude seguir aguantando las ganas de llorar. Mamá me abrazó fuertemente y me susurró que saldríamos de allí, que me protegería... Aún llorando, asentí y salimos del sótano. Una vez en el pasillo, vimos que nuestra amiga había desaparecido. Escuchamos ruidos y corrimos hasta llegar al siguiente pasillo, donde nos encontramos con la escena más aterradora que había visto nunca.
Geneviève y su familia luchaban contra el fantasma deforme y putrefacto de Sangnoir, con el rostro marcado en una horrible expresión de enfado que destacaba gracias a su descompuesta piel.
Me fijé también en Louis y Alexandre. De sus cuerpecitos salía sangre que flotaba a su alrededor y sus rostros, que en su tiempo fueron tiernos e inocentes, mostraban una actitud valiente y osada. Noèle estaba exactamente como me la imaginé en mi cuarto: desfigurada y quemada hasta los huesos.
Marcio se volteó hacia nosotras, preparándose para atacarnos, pero la familia se lo impidió usando sus gritos de ultratumba como armas, enviándolo lejos de nuestro alcance.
Sabía que aquello no lo mataría. Era un espíritu y no podía morir porque ya estaba muerto, pero sí era posible herirle. Tuve que taparme los oídos para no quedarme sorda, pero a pesar del daño auditivo que podría sufrir, no pude negar lo realmente impresionantes que eran aquellos gritos, sobretodo la onda sónica que provocaban. Una gran explosión de sonido.
Aprovechando que Sangnoir estaba lejos de nosotras, mi madre y yo corrimos hacia las escaleras que nos llevarían directamente a la puerta principal, no sin antes darles las gracias a los Monette con una sonrisa. Ellos nos correspondieron, animándonos a seguir adelante sin utilizar palabra alguna.
Una vez en las escaleras, una ola de alivio me envolvió. Por fin escaparíamos de esa pesadilla. Pensé que nuestra salvación estaba cerca... pero me equivoqué.
Marcio apareció de entre las sombras y nos sujetó a ambas por el cuello. Tenía una fuerza sobrenatural. Me estaba aplastando la garganta de tal manera que casi no podía respirar. Mi madre se encontraba en la misma situación. La escuchaba luchar por liberarse, llorando y suplicándole a aquel monstruo que me dejara en paz. Geneviève y su familia aparecieron de repente, gritándole a Sangnoir que nos soltara. Él se rió y lanzó su grito, arrojándolos lejos. Volvió su atención a nosotras y elevó aún más alto a mi madre.
-Grace... Je t'aime... (Te quiero) -me dijo mirándome, sin dejar de llorar.
-Vos vies... sont à moi (Vuestras vidas... son mías) -susurró Marcio con su horrible voz, al mismo tiempo que escuché el sonido más escalofriante que había oído en toda mi existencia.
Con tan sólo un movimiento de mano, le partió el cuello a mi madre.
Chillé con todas mis fuerzas mientras veía cómo aquel maldito espectro lanzaba el cuerpo sin vida de mi progenitora por las escaleras.
Los Monette reaccionaron deprisa y le embistieron en conjunto, librándome de su agarre. Ahogándome en mis propias lágrimas, corrí hacia ella. La zarandeé varias veces, rogándole que despertara. Me negaba el pensar que la había perdido, que la única familia que me quedaba había muerto.
-No... No, mami. Mamá, despierta. Por favor... mami.
Pero era inútil. No respiraba. No tenía pulso. Se había ido, para siempre.
Lloré incontroladamente sobre su cadáver.
Primero mi padre, luego mi abuela... y al final, mi madre. Marcio Sangnoir me lo arrebató todo, dejándome sola en el mundo.
Mis amigos fantasmas continuaban luchando contra aquel monstruo, pero él era más fuerte. Podía escucharles gritar desde mi posición, pero no me encontraba allí con ellos.
Estaba sumergida en mis recuerdos, en los últimos momentos que compartí con mi familia. En una milésima de segundo, mi dulzura e inocencia murieron, dejando paso a un odio y una rabia que no había sentido nunca. El deseo de venganza se despertó en mí, comenzando como una sacudida eléctrica, provocándome temblores y liberando las últimas lágrimas que debía derramar.
No me di cuenta de que Marcio estaba delante de mí hasta que me habló con sus retorcidas palabras de demonio.
-Maintenant c'est à toi, Grace Odette Bellerose (Ahora te toca a ti, Grace Odette Bellerose).
En ese momento, alargó su mano hacia mí, a punto de matarme como lo hizo con mi madre, pero se detuvo a unos centímetros de mi cara. ¿Por qué? Porque yo le detuve. Pero no utilicé mi cuerpo para hacerlo.
Lentamente, levanté la mirada. Los Monette se acercaron, sólo para quedarse igual de atónitos que Sangnoir. Gracias a un espejo que se encontraba a unos metros de nosotros, pude ver lo mismo que los espíritus.
Era yo, con los ojos completamente blancos como la nieve, las venas de mi rostro negras y marcadas como las ramas de un árbol sin hojas, y la expresión de una niña poseída.
No sabía que me estaba pasando. Lo único que me importaba en ese instante era que me sentía fuerte y poderosa. Lo suficiente como para acabar con aquel espectro de una vez por todas. Marcio continuaba inmóvil, preguntando entre gruñidos que le estaba haciendo. Yo tampoco lo sabía. Tan sólo sentía que le estaba pidiendo un deseo a ese extraño poder que había despertado, como en mis cumpleaños antes de soplar las velas.
Mi deseo era que aquel asesino desapareciera para siempre. Que no volviera a hacer daño a nadie nunca más.
Elevé una mano hacia su cadavérico rostro, mientras notaba cómo Geneviève posaba su mano en mi hombro. Me levanté con lentitud. Sangnoir hizo lo mismo, pero sin ser dueño de su propio cuerpo. Yo le tenía controlado, como si tuviera el don de la telequinesis.
-Retournez où vous appartenez. En Enfer. (Vuelve a donde perteneces. Al Infierno) -le dije mientras un humo blanco salía de mis manos, envolviendo al fantasma y paralizándolo completamente. Ya no tenía escapatoria.
Marcio comenzó a desintegrarse. Su grito era ensordecedor, tanto que las ventanas a mi alrededor empezaron a temblar. Como golpe final, los Monette chillaron al mismo tiempo detrás de mí. El resultado provocó una explosión sónica que destruyó todas las puertas y ventanas de mi casa. Y a Marcio también.
Desapareció dentro del humo que creé y sus restos cayeron al suelo en forma de polvo.
Lo último que recuerdo es ver mi casa destruida y el alma de mi madre saliendo de su cuerpo, sonriéndome. La energía que tenía antes se esfumó y a causa de eso, me desmayé en brazos de Geneviève.
...
Unos sonidos desconocidos me ayudaron a recuperar la consciencia y abrir poco a poco los ojos. Miré a mi alrededor, con la esperanza de que todo hubiera sido un sueño y mi familia estuviera viva. Pero no era así. No estaba en mi dormitorio, sino en una habitación blanca y azul con varios aparatos médicos a mi alrededor. Me había despertado en el hospital. Y no estaba sola.
Geneviève se encontraba a mi lado, sentada en una silla y mirándome con preocupación y alivio. Pero lo más extraño era que ya no parecía un espíritu. Me di cuenta de que su mano estaba posada sobre la mía. Podía sentirla. No era transparente, sino de carne y hueso. Como si nunca hubiera estado muerta. Incluso llevaba ropa diferente. Ya no llevaba su vestido del siglo XVIII, sino ropa moderna.
-Tranquila, Grace. Ya estás a salvo.
Sus tranquilizadoras palabras no surtieron efecto porque nada más mirarla, miles de imágenes llenaron mi agotada y confusa mente: las tumbas de mi padre y mi abuela, el diario que contaba la historia de los Monette, Marcio delante de mí, el extraño poder emergiendo de mi interior... y el cadáver de mi madre a mis pies.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al entender la realidad. Todo había sido real. Mi familia había sido asesinada por un fantasma, y yo era la única superviviente.
Estaba tan aterrada al recordar la pesadilla que había vivido, que ni siquiera consideré un consuelo el haber destruido a Sangnoir. Y ahí entraba lo que le hice. Era imposible que un ser humano hubiera hecho desaparecer a aquel espectro, volver sus propios ojos completamente blancos y crear una especie de humo níveo a través de sus manos. Si no era humana, ¿qué era?
Tantas preguntas que quería averiguar y tanto dolor en mi alma. No podía soportarlo. Tan perdida estaba en mis pensamientos que no me di cuenta de que mi amiga me estaba abrazando contra su pecho. Una vez que me calmé, observó al otro lado de mi cama. Yo también miré y lancé un grito ahogado, casi insonoro.
A mi lado se encontraban los fantasmas de los Monette y de mis padres. Todos mirándome con una sonrisa. Noèle fue la primera en hablarme.
-Dulce Grace, en nombre de mi familia, gracias por liberarnos de Marcio Sangnoir.
No podía articular palabra alguna. ¿Quién podría hacerlo teniendo delante suyo a unos espíritus, entre ellos sus propios progenitores?
-¿Q-Qué ha pasado? -les pregunté, aguantando una vez más el impulso de llorar.
-Enviaste a ese monstruo al Infierno, hija -me respondió mi madre- Nos has hecho justicia, y ahora tanto los Monette como nosotros podremos descansar en paz.
-¿Y la abuela? ¿Dónde está?
-Tranquila, ella está bien -contestó Geneviève, acariciando mi mejilla húmeda- Está en la mansión, eliminando todo rastro de nuestra presencia.
No comprendí lo que quería decir con eso, hasta que mi padre me lo explicó.
-Nadie debe saber lo que pasó anoche, cariño. Se supone que para muchas personas, los fantasmas no existimos. En cuanto salgas de aquí, querrán saber lo que ocurrió.
-Después de desmayarte, hubo una gran tormenta. Decidles que las puertas y ventanas se rompieron por el viento, y que yo morí al caer por las escaleras -me explicó mi madre.
-¿"Decidles"? -les pregunté confundida.
-Antes de que te quedaras dormida, te cogí en brazos -explicó Geneviève- Aquel humo blanco que habías creado nos envolvió a ambas y... sentí como si mi alma regresaba a mi cuerpo. Me resucitaste, Grace. Sigo siendo un fantasma, pero ahora puedo tocar y sentir como cuando estaba viva. Todo gracias a ti.
-Nuestra hermana mayor te protegerá como lo hizo con nosotros -me dijo Alexandre, refiriéndose a él y su gemelo.
Mientras me hablaban, trataba de rememorar lo que pasó después de hacer desaparecer a Sangnoir, pero era imposible. Mis recuerdos eran borrosos, casi como sueños irreales. Estaba asustada por todo lo vivido esa noche, desesperada por encontrar respuestas, destrozada por soportar tanta angustia... Nadie debería haber pasado lo que yo pasé.
-P-Pero, ¿cómo? ¿Cómo pude hacerlo? ¿Acaso soy una bruja?
-No, no, en absoluto -quiso tranquilizarme mi padre acercándose a mí- No sabemos lo que eres, hija, pero no nos importa. Lo único que debes saber es que estamos orgullosos de ti y te amaremos por siempre. Estaremos contigo en todo momento.
Tras decir eso, una luz brillante detrás de ellos iluminó todo el cuarto.
-¿Q-Qué es esa luz? -les pregunté mientras una ola de escalofríos reconfortantes me envolvió, al mismo tiempo que lloraba de nuevo.
-La puerta al mundo celestial -susurró maravillado Louis.
-Dios y los ángeles nos están abriendo las puertas del cielo, cariño. Debemos responder a su llamada -contestó mi madre.
-No pudimos pasarlas al morir porque teníamos una voluntad que cumplir: evitar que Sangnoir continuara haciendo daño a otras familias como nosotros -la siguió la matriarca de los Monette.
-Geneviève ha estado contigo desde que naciste, Grace. Y gracias a esa cercanía y el amor que te tiene, es la única que puede quedarse contigo -dijo mi padre- Nosotros ya hemos cumplido nuestro objetivo, pero no podemos quedarnos.
Entonces lo comprendí. Se marcharían y sólo mi amiga se quedaría conmigo. Mi corazón ya destrozado se desintegró.
-No... no, por favor, no quiero perderos de nuevo. Por favor, no me dejéis sola -les supliqué entre lágrimas.
-No estarás sola, mi niña -intentó animarme sin éxito mi madre- Estaremos contigo en corazón y alma. Geneviève será como la hermana que nunca tuviste. Ella te cuidará.
Ambos se acercaron a mí y me abrazaron. A pesar de ser transparentes, podía sentir su calor. Quise seguir insistiendo en que se quedaran, pero ellos ya se estaban dirigiendo hacia la luz. Antes de traspasarla por completo, se giraron para mirarme con una sonrisa. Noèle le dió un beso en la frente a su hija mayor, mientras que los gemelos la rodearon con sus bracitos. Sabía que ella también estaba llorando.
-Te queremos, Gen -susurraron entre lágrimas los pequeños Monette.
-Y yo a vosotros. Os echaré mucho de menos.
-Cuida de ella, hija mía. Sé Geneviève Bellerose, su hermana mayor.
-Lo haré, madre.
Concluidas las despedidas, se fueron definitivamente. En cuanto la luz desapareció junto con ellos, rompí a llorar. Mi hermana adoptiva me acercó a su cuerpo, compartiendo mis lágrimas.
-Gen... -le dije una vez que me tranquilicé y me preparaba para dormir.
-Dime, hermanita.
-¿Puedes cantarme una canción?
-Claro que sí.
Acomodándome en su regazo, esperé a que comenzara la melodía que tenía pensada.
Canción de multimedia: "Il Était Temps" de Virginie Pouchain (Eurovisión 2006 - Francia)
Devenir, comme seule raison de résister (Convertido, como una de las razones para resistir)
Tenir, élever le ton pour exister (Mantenerse, alzando la voz para existir)
Ça se dit, ça se chante facilement (Dicho esto, se canta con facilidad)
Mais mon refrain aujourd'hui, c'est (Pero mi coro hoy es)
Il était temps (Ya era hora)
Qu'enfin le ciel se rappelle de moi (Finalmente, el cielo me recuerda)
Il était temps (Ya era hora)
Enfin une trêve, ma chance à moi (Por fin una tregua, mi suerte para mí)
Il était temps, il était temps (Ya era hora, ya era hora)
Courir après l'idéal, ça vaut le coup (Persiguiendo el ideal, vale la pena)
Souffrir, ça fait moins mal quand c'est un rêve au bout (Sufrir, duele menos cuando se trata de un sueño al final)
Ça se dit, ça se chante legèrement (Dicho esto, se canta un poco)
Mais mon refrain aujourd'hui, c'est (Pero mi coro hoy es)
Il était temps (Ya era hora)
Qu'enfin le ciel se rappelle de moi (Finalmente, el cielo me recuerda)
Il était temps (Ya era hora)
Enfin une trêve, ma chance à moi (Por fin una tregua, mi suerte para mí)
Il était temps, il était temps (Ya era hora, ya era hora)
J'y croyais plus, j'y croyais plus (Yo creía más, yo creía más)
D'ailleurs j'ai du mal à le croire encore (Además, no tengo problemas para creer de nuevo)
Il était temps (Ya era hora)
Qu'enfin le ciel se rappelle de moi (Finalmente, el cielo me recuerda)
Il était temps (Ya era hora)
Enfin une trêve, ma chance à moi (Por fin una tregua, mi suerte para mí)
Il était temps (Ya era hora)
Pourvu que ça reste, et si ça ne dure pas (Esperemos que permanezca, y si no dura)
Je serais heureuse de dire aux enfants (Yo estaría feliz de decir a los niños)
Que j'y ai touché une fois dans mon temps (Que yo he tocado una vez en mi tiempo)
Il était temps (Ya era hora)
...
Tal y como se lo prometí a mi familia, les conté tanto a los médicos como a la policía que la muerte de mi madre había sido un accidente y que mi casa estaba destrozada por la tormenta de aquella noche. Me creyeron, y no se molestaron en enviarme a alguna casa de acogida o al orfanato porque Geneviève les convenció de que, como mi hermana y protectora, se haría cargo de mí. Así fue.
En los cuatro años siguientes, habíamos vendido la mansión Monette y Gen continuó el trabajo de mi madre: bibliotecaria. Cumplió su promesa de no dejarme sola nunca, llevándome a todas partes con ella, incluso al trabajo.
Con el dinero que conseguimos y la fortuna que había heredado de mis padres, compramos una hermosa casa en Saint-Germain-en-Laye, una ciudad ubicada al oeste de París, en la región de la Isla de Francia.
Esos cuatro años fueron difíciles de superar, contando con el hecho de que en ese momento ya podía ver toda clase de fantasmas (buenos y malos) acompañando a sus respectivos parientes o amigos. Pero a pesar de todo eso, estaba feliz con mi nueva vida. Y aún más cuando sentí la presencia de mi abuela en mi habitación, susurrándome "Estoy orgullosa de ti, cariño. Sé feliz".
Fue lo mejor que podría haberme ocurrido tras liberarme de las pesadillas de aquella espantosa noche. Y sólo era el comienzo, pues días después descubrí cómo comunicarme con mi familia y los Monette.
Entre los objetos que me llevé de mi casa estaba la ouija de mi abuela. En el aniversario de su muerte, intenté comunicarme con ella y mis padres utilizando una foto de nosotros cuatro como medio de unión entre el mundo terrenal y el más allá. Les pregunté si podían oírme y... funcionó. La ouija indicó la palabra "Sí".
Cuando se lo conté a Geneviève, ambas automáticamente saltamos de la alegría. Por fin había encontrado el modo de hablar con nuestras familias sin que estuvieran allí. Era un gran avance entre mis recién descubiertos poderes. Sin embargo, todavía quedaba la pregunta más importante por contestar: ¿Qué era yo?
La respuesta a esa cuestión se mantuvo desconocida, hasta que llegó un día... en forma de dos personas muy especiales. Esto sucedió el 5 de junio de 2006.
Mi hermana y yo estábamos en el salón, divirtiéndonos viendo "La Pantera Rosa" de Steve Martin, cuando de repente escuchamos el timbre de la puerta.
Gen me dijo que me quedara allí mientras ella iba a ver de quién se trataba. No recibíamos muchas visitas, y eso nos puso muy nerviosas. Pero la curiosidad sobrepasó mi preocupación, de modo que escuché su conversación a escondidas.
En cuanto abrió la puerta, visualicé perfectamente a las personas que querían vernos: un señor mayor en silla de ruedas y una hermosa mujer de pelo blanco.
-Bonjour, mademoiselle Bellerose (Buenos días, señorita Bellerose) -saludó el hombre con una sonrisa.
-Bonjour -dijo mi hermana amablemente pero de manera precavida- ¿Quiénes son ustedes?
-Mis disculpas por aparecer en su casa así de repente. Me llamo Charles Xavier, y ella es Ororo Munroe -se presentó a sí mismo y a su acompañante.
-Un placer conocerla -habló por primera vez aquella mujer, extendiéndole la mano a Geneviève. Mi hermana se la estrechó.
-Igualmente. Por su acento imagino que son americanos, ¿verdad? -los recién llegados asintieron al unísono- Están muy lejos de su hogar. ¿Puedo saber qué desean?
-"Tan sólo queremos ayudar a su hermana pequeña".
Aquella respuesta la dijo el anciano, pero no movió los labios para contestar. La escuché en mis pensamientos. Gen debió pensar lo mismo, pues estaba igual de atónita que yo.
-¿Cómo...? -consiguió hablar después de salir del shock.
No pude contenerme más y salí de mi escondite, dirigiéndome al lado de mi hermana.
-¿Cómo ha hecho eso? -le pregunté, aún sorprendida.
-Digamos que no eres tan única como crees, Grace Bellerose.
...
Les invitamos a un té en el salón, esperando a que nos contaran lo que tanto deseaba descubrir: el origen de mis fantasmales poderes.
-Sé que esto puede ser muy duro para ambas, pero quiero que sepan que no deben tener miedo. No hemos venido a interrogarlas, si es eso lo que las preocupa -nos explicó el señor Xavier- La señorita Munroe y yo venimos de un colegio en el estado de Nueva York llamado Escuela Xavier para Jóvenes Talentos, también conocida como la Mansión X.
-¿Una escuela? ¿Cómo nos han encontrado? -le agradecí mentalmente a Geneviève por querer ir al grano. Yo también necesitaba desesperadamente respuestas.
-Verá, señorita Bellerose, nosotros somos mutantes: seres humanos que han nacido con un rasgo genético en su organismo llamado Gen-X. Este gen les proporciona a sus portadores poderes sobrehumanos.
-¿Eso es lo que soy yo? -le pregunté- ¿Una mutante? ¿No soy una bruja ni nada sobrenatural?
-No, Grace, no lo eres -me respondió la señorita Munroe con una sonrisa- Los mutantes se dividen en diferentes tipos, dependiendo de sus respectivas habilidades: los Omega, que son los más poderosos; y sus seguidores, los Alpha, Beta, Gamma, Delta y Epsilon. En tu caso, tú perteneces a la clase de los Alpha, no sólo por ser capaz de ver y comunicarte con los fantasmas, sino también por tu capacidad de paralizar cualquier cosa con ese humo que creas a partir de tus emociones.
Aquella confesión nos dejó aturdidas a ambas. ¿Cómo sabían eso? ¿Eran conscientes de lo que habíamos vivido en nuestra antigua casa?
-¿Cómo saben que esos son mis poderes?
-Tranquila, no os hemos espiado si es lo que sospecháis -contestó de forma paciente el señor Xavier- En el sótano de nuestro colegio tenemos una máquina llamada Cerebro. Yo soy un mutante telépata y, gracias a Cerebro, puedo detectar a humanos y mutantes a nivel mundial. Pero en el caso de nuestra especie, sólo puedo encontrar a los mutantes que ya tienen activados sus poderes. Aquel día yo estaba en Cerebro y cuando despertaste tu mutación, me conecté directamente a tu mente para saber quién eras y qué te había pasado. En un abrir y cerrar de ojos, me encontré en un plano espectral donde podía verte a ti utilizando tu poder para hacer desaparecer a aquel fantasma.
-Sangnoir -murmuró por lo bajo mi hermana con furia y repulsión.
-Lamentamos mucho haber tardado tanto tiempo en darte explicaciones, pero en cuanto pasó aquella noche no pudimos localizarte -dijo Ororo- Nuestra teoría es que no has utilizado durante una temporada tu mutación y por eso te has vuelto casi completamente humana.
-Sí -corroboré su hipótesis- Sólo puedo ver a los fantasmas que acompañan a sus seres queridos, pero en cuanto a ese humo paralizante... no lo utilizo desde hace cuatro años.
-Cuando hiciste desaparecer a Marcio Sangnoir -adivinó el señor Xavier. Yo asentí en respuesta- Nosotros podemos ayudarte a controlarlos, pero para eso tendrías que venir a nuestra escuela.
Aquella propuesta me dejó profundamente pensativa durante un buen rato. Deseaba saber más de mis poderes, y me emocionaba el saber que había otros como yo. Pero por otra parte no quería abandonar mi hogar. Ni a mi hermana.
-Grace -me sacó de mis pensamientos Gen- Creo que deberías aceptar su invitación. Con su ayuda, podrías hacer muchas cosas buenas, como resucitar a otras personas, como hiciste conmigo. Es tu oportunidad para no depender únicamente de mí y hacer nuevos amigos que están en tu misma condición.
Me sorprendí al escucharla, pero lo medité y me di cuenta de que tenía razón. No podía quedarme encerrada en mí misma para siempre. El temor de entablar amistad con otras personas y perderlas como perdí a mi familia todavía seguía ahí, en mi interior. Sin embargo, no estaba dispuesta a dejar que ese miedo me dominara de nuevo. Sonriente, les di mi respuesta.
-De acuerdo. Iré a ese colegio, pero con una condición.
-Lo que quieras, Grace -aceptó Charles.
-Quiero seguir en contacto con mi hermana -dirigí mi mirada a ella- Me prometiste que no me dejarías nunca. Mantendrás tu promesa, ¿verdad?
Como respuesta, Geneviève me abrazó de lado, sonriéndome.
-Por supuesto que sí. Y no es una promesa, hermanita. Es un juramento. Un juramento que jamás quebrantaré.
Sin darme cuenta, una pequeña lágrima había caído en mi mejilla. Tampoco me enteré de que los mutantes nos miraban dulcemente. La señorita Munroe fue la primera en romper el hielo.
-Por eso no debes preocuparte. Muchos de nuestros alumnos tienen familias que los visitan, al igual que ellos pueden volver a sus casas en fiestas o vacaciones. También puedes hablar con ella por videochat.
Ese era mi deseo: seguir en contacto con mi hermana desde los Estados Unidos. Y podía hacerlo gracias a esos profesores. Estaba tan feliz que, sin una pizca de vergüenza, salté a los brazos de los que serían a partir de ese momento mis guías para ser una verdadera mutante.
-Una cosa más que debes saber. Muchos de nuestros profesores y estudiantes tienen sobrenombres que crean dependiendo de cuáles sean sus mutaciones. A mí me llaman Profesor X, y a Ororo... Será mejor que os lo muestre ella misma.
Con una sonrisa cómplice, la señorita Munroe se levanté del sofá y se dirigió a la puerta. La seguimos afuera, sólo para llevarnos una sorpresa. Lo que antes era un día soleado y tranquilo, se había convertido en un tiempo nublado, con nubes negras bailando en el cielo.
Tanto mi hermana como yo estábamos boquiabiertas. Su poder era simplemente impresionante. Ella se dio la vuelta, permitiéndonos ver cómo sus ojos se habían vuelto de un blanco transparente y mostraba su hermosa dentadura.
-Mi mutación es el control del clima atmosférico, por eso todos me conocen como Tormenta -nos explicó, mientras devolvía el clima a su estado normal.
Con esa asombrosa demostración, aumentaron mis ganas de irme con ellos y descubrir mis propios poderes. El Profesor se giró para mirarme.
-Dinos, Grace, ¿con qué nombre mutante te gustaría ser reconocida?
La pregunta no me la esperaba, pero sí sabía la respuesta. Desde que descubrí que no era normal, sentí la necesidad de identificarme a mí misma, utilizando los vagos recuerdos de mis conversaciones con la abuela Margot.
-Una vez cuando era muy pequeña, mi abuela me dijo que los sentimientos nacen de las emociones. Los sentimientos representan principalmente a la felicidad y la tristeza, pero las emociones engloban todo lo que es la personalidad. Mi poder simboliza mi estado de ánimo, que a su vez se origina en mi mente. Por eso, en honor a mi familia y a los fantasmas de los Monette, que me salvaron la vida, mi nombre mutante será... Psíquica.
Noté el cálido tacto de Geneviève tomando mi mano, sonriéndome con dulzura, al igual que Charles y Ororo. En ese momento, un nuevo capítulo en mi vida había aparecido, uno del que estaba más que dispuesta a escribir.
Fin del flashback
-Reconozco que estaba muy nerviosa cuando llegué a la escuela, como cualquier otro niño. Pero no me imaginé que sería tan feliz conviviendo con otras personas como yo: diferentes, especiales y únicas. Como te he dicho, sólo el Profesor y Tormenta saben de mi pasado. Les debo mucho al ocultarlo. Lo que sí que no podía esconder era mi mutación. El día que les mostré mis poderes a mis compañeros... todos estaban impresionados. No tenían miedo cuando les dije que los fantasmas eran reales, ni cuando mi hermana se presentó allí y se transformó en espectro delante de todos. Incluso logré resucitar a uno de ellos: Alex Summers. Todo el mundo me lo agradeció, sobre todo su hermano pequeño, el profesor Scott. A partir de ahí todo mejoró. Por fin había encontrado un lugar fuera de mi tierra al que entregarle una parte de mi corazón. Pasé allí seis años hasta que cumplí los 20 y regresé a casa. Tres años después llegó HYDRA y... el resto ya lo conoces.
En cuanto la francesa terminó de hablar, se hizo el silencio en todo el lugar. Para ambos mutantes, los sonidos del agua y los alrededores, incluido el ruido de la ciudad, parecían estar a miles de kilómetros de distancia.
El Pietro Maximoff charlatán, divertido y lleno de vida había desaparecido. En su lugar se encontraba un chico silencioso que miraba a su amiga con melancolía, lástima y aturdimiento.
¿Cómo se podía superar todo eso a una edad tan frágil como la que tenía Grace cuando perdió a su familia, cuando vio morir a su madre delante de ella?
No se podía. Era imposible. Y aún así allí estaba, confesándole su pasado y luchando por contener las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos azules. Bellerose se había identificado a sí misma como tímida y asustadiza. Pero desde la perspectiva de Quicksilver, la chica que le gustaba sólo se podía describir con una sola palabra: fuerte.
-N-No sé qué decir -susurró todavía estupefacto el peliblanco- No puedo ni imaginar todo por lo que tuviste que pasar.
-No importa. Es el pasado y no puedo volver atrás para cambiarlo. Les echo de menos, pero sé que están bien allá arriba. Han estado conmigo en todo momento, y estoy segura de que os agradecen a ti y a los demás el que me hayáis salvado, el que me estéis protegiendo y cuidando, y...
Quería seguir hablando, pero el revivir en su mente todos sus recuerdos la estaba destrozando desde dentro. Al final no pudo continuar y sollozó, preparada para deshacerse emocionalmente. Pietro empezó a acercarse a ella, dispuesto a abrazarla. Grace lo sabía y extendió los brazos, aceptando el abrazo.
-Tú misma lo has dicho. Es el pasado y todos estamos aquí para ayudarte. Ahora formas parte de nuestra familia, ¿recuerdas? -le dijo, sintiendo cómo asentía la rubia entre lágrimas.
-Muchas gracias, Pietro.
-Merci a toi, pour me faire confiance (Gracias a ti, por confiar en mí) -le contestó Maximoff con una sonrisa.
Tiempo después (Torre Vengadores)
Los mutantes habían regresado a la Torre de su cita. Se quedaron abrazados en el parque hasta que Grace dejó de llorar. En ese momento estaban subiendo en el ascensor, con la francesa riéndose de un chiste que le había contado el velocista. En cuanto las puertas se abrieron, se llevaron una sorprendente y divertida sorpresa.
Allí, en el espacioso salón, se encontraban todos los Vengadores y amigos riéndose de Clint, quien estaba bailando, o más bien "intentaba" bailar, "Shake It Off " de Taylor Swift. Dalia y Sam lo estaban gravando con sus móviles.
-Vale, se acabó -gruñó avergonzado el arquero, sentándose junto a su esposa.
-Lo has hecho muy bien, papá -le dijo Nathan, aguantando las ganas de reírse.
-Hola a todos -saludó Maximoff. Los héroes correspondieron al saludo.
-¿Qué tal ha ido la cita? -les preguntó con curiosidad Visión.
-Genial, Pietro me ha llevado a un restaurante francés y luego hemos ido al puente de Central Park -reveló Psíquica, mientras se sentaban con sus amigos.
-¡Qué romántico! -mencionó emocionada Piper.
-Sí que lo ha sido -dijo Grace, dándole un beso en la mejilla al peliblanco, que al instante se sonrojó- Y ahora, ¿podéis decirnos por qué Clint estaba bailando?
-Mientras estabais en vuestra salida romántica, nosotros hemos estado jugando a la ruleta -explicó Dal, señalando la mesa donde evidentemente se encontraba una ruleta con varias bebidas alrededor- Aposté con Robin Hood a que si le ganaba tendría que bailar la canción que los niños quisieran.
-Y sorpresa, sorpresa, perdí y mis propios hijos me hacen bailar una canción de Taylor Swift -siguió gruñendo Ojo de Halcón.
-Nos ha gustado mucho, papi. Gracias -habló Lila, entretanto sus hermanos se mataban de la risa.
-De nada, princesa -intentó sonar calmado, pero su mirada de odio a Shield Woman decía lo contrario- Algún día me las pagarás, Jessica Rabbit. Te gastaré la broma suprema y no querrás volver a acercarte a mí en tu vida.
-¿De veras? Con esta, ya van tres veces que te he puesto en ridículo delante de los Vengadores. ¿Qué te hace pensar que puedes superarnos a Tony y a mí?
Por un momento, Clint se quedó desconcertado por lo que acababa de decir la psicóloga, al igual que todo el mundo.
-Espera, ¿qué tiene que ver Stark con tus bromas?
-Pues todo, hermanito. Como le pidió a FRIDAY, ha guardado los vídeos de cuando te ridiculicé en España. Antes de irse de luna de miel, me pidió que apostara contigo en la ruleta y grabara tu "bailecito". Además... ¿quién crees que me ayudó con la tarta-bomba en la boda?
La cara del vengador no tenía precio. El resto del equipo se reía y otros susurraban para sí mismos cosas como "¿Por qué no me sorprende?" o "Lo sabía". Para sorpresa de todos, el arquero no parecía cabreado ni mucho menos a punto de estallar. Lo único que hizo fue coger su móvil. Nadie sabía a quién estaba llamando hasta que habló.
-Hola, Pepper. No, todo va bien por aquí. Sólo llamaba para decirle una cosa a Tony, ¿puedes pasármelo? Ah, que está durmiendo. Entonces dale este mensaje de mi parte: "Vuelve pronto, que tengo una flecha con tu nombre esperándote" -dicho esto, colgó.
La familia no pudo seguir aguantando y explotaron a carcajadas. En el fondo lo sentían por Iron Man. En cuanto volviera, le esperaban muchos abrazos de sus amigos y una sorpresa "fugaz" por parte de Ojo de Halcón. Lo mejor sería que disfrutara un poco más de su luna de miel en Sudáfrica.
-Dejando el tema de Tony a un lado, ¿qué es ese juego que has utilizado para bailar? -le preguntó divertido y confuso Steve a Barton.
-Se llama Just Dance, cap. Es un videojuego de Wii que compró hace poco Stark. Consiste en seguir los movimientos de los personajes de la pantalla, como si fuera el reflejo de un espejo. Básicamente en un juego de baile.
-En México tenemos algo parecido, pero no es un videojuego -comentó Blair, que se encontraba al lado de Bucky- Se llama Zumba. Con él creas tus propias coreografías de baile. Puedes hacer ejercicio y divertirte al mismo tiempo. Dos en uno.
-Tienes que enseñárnoslo cuando vayamos a visitarte a Mérida, Daly -le dijo Natasha.
-Oh, sin duda lo haré. En fin, bromas a parte y ya que tenemos el Just Dance para divertirnos, ¿a quién le apetece bailar un rato?
-Creo que ya lo hemos utilizado todos. Excepto los recién llegados... -mencionó James, echándole una mirada burlona a ciertos mutantes.
-Conmigo no contéis, porque de baile sólo lo he aprendido en la boda de Stark -anunció apresudaramente Pietro.
-Entonces es tu turno, Grace -dijo Betty, entregándole el mando de la Wii.
La vidente lo cogió con timidez, pero al ver las caras de ánimo que le lanzaban los hermanos Maximoff y los primos del futuro, se dispuso a buscar la canción que bailaría para terminar la noche con una sonrisa. Realmente lo necesitaba, sobretodo después de contarle su terrible pasado a Quicksilver. Tras unos segundos de búsqueda, por fin encontró la canción perfecta, una que emocionó a Maggie y Piper e impresionó a los que la conocían.
-¿¡"Applause" de Lady Gaga!? ¿¡En serio!? -exclamó boquiabierto Scott, al contrario que Hope, quien miraba a la vidente sonriente.
-¿Qué pasa? ¿"No lo visteis venir"? -preguntó divertida la francesa, mirando de reojo al velocista.
-¡EHH, ESA FRASE ES MÍA! -protestó gritando el sokoviano.
-Es inevitable, tío Pietro -interrumpió Iron Girl- Tu frase es contagiosa.
-La utilizamos a menudo en las misiones sorpresa -estuvo de acuerdo Gabriel.
-Me siento traicionado.
-Puede que el baile te anime -dijo Maggie levantándose junto con su prima y poniéndose al lado de Psíquica- Te acompañaremos, para que no te avergüences.
-Gracias, chicas.
Una vez en sus posiciones y con mucho espacio, por si acaso alguien más se unía a la "fiesta", las vengadoras se prepararon para bailar uno de los temas más conocidos de la extravagante diva del pop.
Canción: "Applause" de Lady Gaga
https://youtu.be/EpmW5Hy6yFM
...
Una vez terminada la canción, todo el mundo comenzó a aplaudir. Las primas recibieron un gran "enhorabuena" por parte de sus primos y tíos, mientras que Bellerose casi se cae al suelo por un abrazo de Wanda. Mirando por en encima del hombro de su amiga, vio cómo su cita le sonreía mostrando los dientes. Ella le correspondió en silencio.
Y así fue toda la noche, con música y risas sin fin.
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