Capítulo 28.



Una vez que llegaron a casa de Víctor, Erick estacionó el auto.

—Mira, de seguro que a estas horas no hay nadie más en su casa, pero si te traje es para que te calmes. Además, como lo he dicho antes, ya estás lo suficientemente grandecita como para saber lo que haces —masculló el chico, quitando el seguro del auto.

—Sí, no te preocupes, hermanito —se burló—. Sé lo que hago.

—Bueno.

—Te veo al rato. ¿Vas a regresar a la escuela?

—Hasta crees —rio—. Le voy a pedir a Amanda que se lleve mi mochila.

—Está bien. —Rodó los ojos—. Por ahí le dices que busque la mía.

—Sí, yo le digo.

Eva bajó del auto y se acercó a la entrada de la casa. Una vez allí, tocó el timbre. Se removió con nervios en su lugar.

Al escuchar el timbre sonar, Víctor hizo una mueca de fastidio, pues se imaginó que eran los vendedores que siempre pasaban por su casa, incluso los domingos temprano, para ofrecer sus productos. Bajó el volumen del televisor, se levantó del sofá, dejó su plato de cereal en la mesa de centro y se dirigió, sin muchas ganas, hacia la puerta. Cuando abrió, se sorprendió de ver a Eva frente a él. La chica en seguida se arrojó en sus brazos.

—¡Víctor! —Exclamó.

—Eva, ¿qué haces aquí?

—¿Así es como me recibes? —Preguntó la chica abrazándolo con más fuerza—. Malagradecido.

—No es eso —rio, rodeándole la cintura con sus brazos—. Pero deberías estar en la escuela.

—No sabía nada de ti y me preocupé, por eso salí de clases para venir a verte —aceptó.

—Lamento no haber avisado antes pero ayer no me contestaste.

—El sábado olvidé mi celular en las gradas. Hoy me lo entregaron, pero no pude marcarte porque está descargado.

—Entiendo. Pero no te quedes ahí afuera, pasa —la invitó.

Eva volteó hacia su hermano, que había encendido el auto y Víctor, que no había notado su presencia, también lo miró. Les hizo un gesto de despedida con la mano y arrancó.

Una vez que entraron a la casa y cerraron la puerta tras de sí, la chica tomó el rostro de su novio y comenzó a llenarlo de besos.

—Estaba tan preocupada —dijo separándose de él.

—Estoy bien, Eva.

—Ya lo sé. —Volvió a besarlo, esta vez juntando sus labios con los de él. Cuando se separaron, él preguntó cómo lo sabía—. Ximena me dijo.

—Ah, sí, mamá le pidió que te avisara.

Fueron hasta el sofá, donde retomaron su besuqueo.

—Te amo, Víctor.

—Y yo a ti.

Mientras se besaban cada vez con más ímpetu, Víctor alzó un poco la falda escolar de la chica para acariciarle el muslo.

—Víctor —suspiró ella mientras él besaba su cuello—, vamos a tu habitación.

Él se separó de su cuello y la miró a los ojos.

—¿Estás segura?

—Sí.

—Esta vez no está mi madre para detenernos —le recordó.

—Lo sé —rio levemente.

—¿Estás segurísima de esto? No quiero que hagas algo de lo que después de arrepientas.

—En verdad quiero esto, Víctor. —Lo miró fijamente con las mejillas ruborizadas.

Ambos subieron hasta la habitación del chico, donde se recostaron en la cama para retomar lo que habían estado haciendo. En un momento en que sus lenguas estaban danzando juntas, el chico metió la mano debajo de la blusa de su novia; ella no pudo evitar dar un respingo y alejarse un poco.

—¿Qué pasa? —Preguntó él, dejando de besarla.

—Nada, solo me sobresalté un poco —respondió ella un poco avergonzada.

Él miró su rostro enrojecido con atención. Lo acarició con ternura y se inclinó hacia ella.

—Te amo tanto —le susurró.

En seguida se dirigió a su cuello para besarlo. La chica se tensó un poco, disfrutaba estar con su novio pero no se sentía tan segura como antes de querer dar un paso más con él, estaba tan nerviosa que incluso temblaba. Víctor de nuevo intentó levantar su falda pero ella lo empujó levemente.

—Lo siento, no estoy lista —dijo y salió corriendo, encerrándose en el baño. Víctor la siguió con velocidad.

—¡Eva! —Exclamó—. ¡Eva! —Tocó la puerta—. ¡Vamos, abre la puerta!

—¡No! —Escuchó del otro lado.

—Eva, por favor —dijo preocupado.

La chica abrió la puerta con timidez. Tenía las mejillas arreboladas y lucía avergonzada.

—Víctor. —Lo miró a los ojos—. No es que no quiera pero...

—Entiendo —la interrumpió—. No hay de qué preocuparse. Puedo esperar. —Le dio un pequeño beso en los labios.

—Lo siento —repitió apenada.

—No hay problema —rio. Ella se contagió de esa acción.

—Te lo compensaré algún día.

—Eso espero. —La miró con picardía, cosa que la ruborizó aún más.

—Amm... ¿Qué hacemos? —Preguntó para cambiar de tema.

—Deberíamos ver una película.

—Me gusta la idea. Por cierto, busca alguna buena película, quiero ver algo interesante.

—Está bien, eso haré.


***


Ambos bajaron hasta la sala de estar; Víctor fue a preparar algunos bocadillos. Salió de la cocina con un tazón lleno de palomitas en una mano, y en la otra una bandeja de quesos y carnes frías; puso todo en la mesa de centro.

En seguida se dedicó a buscar una película interesante; escogió el género de acción porque a ambos les gustaba. Eva se acurrucó junto a Víctor; estuvieron comiendo y viendo el filme, que duraba una hora con cuarenta minutos. Una vez que terminó, el chico apagó la televisión.

—Me gustó esa película, no la había visto —comentó Eva.

—Ya sabía que te iba a gustar —sonrió.

Después de recoger todo, Eva notó que Víctor lucía un poco preocupado.

—¿Qué pasa?

—No es nada —respondió.

—Dime.

Él suspiró.

—Es que después del juego... como sucedió lo del accidente... Me preocupa que los reclutadores no me den la beca. Ya sabes, los exámenes de admisión son en menos de un mes, pero por lo menos quería la beca para tener un poco más de seguridad.

—Víctor, tranquilo, lo importante es que estás bien —le sonrió—. Es lo único que importa. —Le dio un beso.

Él tomó su mano con ternura.

—Eva —suspiró—, en verdad me encantas... Me encanta pasar tiempo contigo y que convivamos de esta forma... Me quiero casar contigo —le confesó.

—Víctor —dijo ella impresionada—, es muy lindo eso, yo también quiero casarme contigo, pero ni siquiera somos mayores de edad, no hemos terminado la escuela y...

—¡No ahora! —Al notar el sobresalto de la chica, la interrumpió—. Digo, en un futuro no muy lejano... Ahorita ni siquiera tengo un anillo.

—Ah —suspiró con alivio—. Eso cambia todo —le sonrió. Se acercó para besarlo de nuevo pero al tomar su cabeza por la parte de costado de atrás, él hizo una mueca de dolor—. ¡Lo siento!

—No hay problema, todavía me duele un poco, pero va a ver el imbécil de Federico cuando lo vea.

—¡Sí es cierto! —Exclamó—. Yo lo vi hoy y no lo maté.

—Está bien, mi amor, así yo mañana lo mato.

Ambos rieron al mismo tiempo y juntaron sus labios una vez más, deseando que su amor durara hasta el final de sus días.


***


Al siguiente día, en el momento en que Víctor entró al salón, sus compañeros de equipo lo vieron con atención. Federico tragó grueso cuando se acercó a él.

—Hola, Víctor —dijo cuando el rubio se paró enfrente de él—, qué bueno que estás bien...

—Mal amigo —le reclamó.

—Oye, yo no quería tirarte, fue un accidente. —Se excusó Federico.

—Ya lo sé, pero no fuiste a verme al hospital... Ninguno fue. —Volteó a ver a los demás.

—No es que no haya querido ir —siguió Federico—, pero pensé que iba a estar tu familia, además de tus amigos y tu novia...

—¿Y eso qué? —Alzó una ceja.

—Pues que me imaginé que me iban a agarrar a golpes y aventar por la ventana.

Víctor cambió su expresión. Pasó de ser de molestia a una divertida.

—Bueno, bueno, acepto tus disculpas porque sé que lo que imaginaste pudo haber pasado —le sonrió.

Federico y sus otros amigos se rieron. El capitán del equipo volteó hacia otro lado cuando escuchó que alguien lo llamaba.

—Amm, Víctor...

—¡Ximena! —Exclamó—. ¿Qué pasa? —Preguntó acercándose a ella.

—Solo quería decirte que... Amm, tú sabes.

—¿Qué?

—Ay, pues... —Bajó la mirada pero la volvió a alzar—. Estaría genial que tu familia fuera a nuestra casa para pasar el rato, ya sabes, como antes...

—¿Mi familia...? —La miró con curiosidad—. ¿Sin mí?

—No, tonto, tú también.

—¿No me odias?

La chica fingió pensarlo un momento.

—No —dijo finalmente, agitando su mano—. Sabes, ayer estuve hablando con Eva y me hizo pensar ciertas cosas.

—¿Ah, sí?

—Sí. Me hizo darme cuenta de que no quiero echar nuestra amistad por la basura. Así que estaría padre que conviviéramos como antes.

Él sonrió.

—Me gustaría mucho.

Después de su conversación con Ximena, se dirigió con sus amigos.

—Víctor, deja algo para nosotros, no te conformas con tener sólo a Eva —dijo Enrique. Los demás rieron.

—Cállense.

En ese momento entró Eva al salón. Víctor se dirigió hacia ella. Antes de que pudiera saludarlo, le dio un beso en la frente.

—Eres la mejor. Gracias —murmuró.

—¿Y eso de qué viene?

—De por sí eres la mejor.

—Ya lo sé, pero el agradecimiento vino por algo.

—Ximena me dijo que la convenciste de ser mi amiga nuevamente...

—No la convencí, sólo se lo sugerí —aceptó.

—Gracias por preocuparte tanto por mí. —La abrazó—. No sé qué hice para merecerte.

—Lo mismo me pregunto yo.


:3

Holi. Ya en la recta final, faltan 3 capítulos para que termine :'D

Ya se está acomodando todo pero faltan unas cosillas por ahí. Ojalá les haya gustado el capítulo.

Por cierto, en la sección de dibujitos agregué uno que hice de los personajes, son los mellizos con su grupo de "amigos". Ya sabemos que la mayoría eran hipócritas unos con otros pero quise ponerlos ahí todos de amiguis. Trataré de hacer a los demás, pero después, por el momento no tengo mucho tiempo para dibujar.

¡Los quiero mucho! Nos vemos.

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