Capítulo 25.
La siguiente semana, el día del juego para ser específicos, la mayoría de los alumnos fueron al partido de basquetbol. El colegio Los Cuatro Diamantes competiría con su escuela rival, el Instituto Águilas Doradas. Fue el sábado, a las diez de la mañana, y ellos eran la escuela sede, así que desde el viernes temprano comenzaron a preparar todo para que estuviera listo.
Antes de iniciar el partido, Víctor miró a sus compañeros. Estaban nerviosos, pues sabían que iban a ir algunos reclutadores.
—Vamos, chicos, quiten esas caras, saldremos triunfadores.
—Sí —concordó Federico—, ¡somos el mejor equipo!
—Además tenemos algo que ellos no tienen —dijo Enrique. Todos lo vieron con curiosidad, pues no era secreto para nadie que el Instituto Águilas Doradas era una de las escuelas más caras y prestigiosas.
—¿Qué?
—Pues mi talento —dijo con obviedad, haciendo que los demás rieran.
Mientras tanto, Eva y Erick fueron por Amanda para ir al partido. No es que Erick hubiese deseado ir pero su hermana le dijo que apoyaría a su novio, además Amanda también quería ir, así que decidió acompañarlas. El chico pasó por su mejor amiga para después ir a la escuela.
—Ja —se burló—, ¿quién diría que tengo que ir a la escuela un sábado? Y a ver unos inútiles encestando un balón.
—Tu practicabas eso —le recordó su hermana, que estaba en el asiento del copiloto revisando su celular—. E ibas a entrenar los sábados.
Amanda, que estaba en el asiento de atrás, no se aguantó la risa. El chico entrecerró los ojos y la enfocó en el retrovisor, a lo que ella se encogió de hombros.
—Cállate, es diferente practicar un deporte que verlo —se defendió—. ¿Y tú para qué quieres ir? —Le preguntó a la pelirroja—. Ni siquiera sabía que te gusta el basquetbol.
—Quiero apoyar al equipo... Además, estarán todas las animadoras, quiero verlas con su diminuta falda —añadió a modo de broma.
Eva alzó una ceja y Erick rio con fuerza.
—Buen punto.
—Agh, tenían que ser ustedes —suspiró Eva—, seres lujuriosos que no piensan en otra cosa —dijo como si no tuvieran remedio.
Amanda rio y decidió fastidiarla un poquito más.
—Oh, Eva, objeto de mi lujuria desenfrenada, ¿qué te hace pensar que me fijo en otras mujeres que no sean tú?
Tanto ella como Erick comenzaron a burlarse con fuerza.
—¡Cállate, Amanda! —Exclamó Eva—. En serio, estás colmando mi paciencia.
—Ay ya, ni que estuvieras tan guapa.
—Claro que sí lo estoy —farfulló.
El resto del camino siguió en silencio. Al menos los mellizos estaban más tranquilos ahora que sus padres no discutían ni sacaban el asunto del divorcio. No les habían comentado nada, pero era un hecho que ambos estaban haciendo un gran esfuerzo por tolerarse más. Un día los habían encontrado en la cocina, pero en vez de discutir estaban charlando de otros temas; al ver a sus hijos se limitaron a sonreírles, ya no mencionaron nada de su separación.
Una vez que llegaron a la escuela, Erick estacionó su auto y se dirigieron a la cancha. Al ver tanta gente, el chico masculló por lo bajo.
—Sabía que era una mala idea venir, hay muchos idiotas juntos.
Amanda le dio una palmadita en el hombro.
—Ya, hombre, disfruta.
—Es difícil, soy un amargado.
—Disfruta tu amargura.
—Lo disfrutaría más si tuviera un cigarro, pero aquí no permiten fumar, daña los pulmones de los débiles.
—Daña los tuyos.
—De los débiles he dicho.
Por su parte, Eva vio en ese momento a Víctor y se acercó a él.
—Te deseo mucho éxito —le dijo cuando estuvo enfrente del chico. Él juntó su nariz con la de ella.
—Gracias. Te quiero.
—Y yo a ti.
***
Ariana y Ximena iban caminado por los pasillos, comentando su preocupación, no sabían si las porristas de las águilas habían hecho una mejor coreografía que ellas.
—Bueno, las águilas no son tan buenas, nuestras coreografías siempre han sido mejores.
—Nuestras coreografías las hacía Eva —musitó Ariana, más preocupada que antes—. Es la primera vez que me tocó idear una, tengo miedo de que no sea tan buena.
—Saldrá bien. —Su mejor amiga le dio ánimos—. Somos mejores que ellas.
—Amm... Pues su mascota es mejor, se ve más linda la botarga de águila que la de diamante.
—Sí, pero nuestro uniforme es más lindo, es color azul, que significa serenidad e inteligencia, en cambio el amarillo del suyo es horrible, es el color de los pollos.
—Es amarillo significa alegría y energía.
—No, no, ya sabes, el que de amarillo se viste en su hermosura confía o de sinvergüenza se pasa, y en el caso de ellos es la segunda.
Ambas rieron. Pararon de hacerlo cuando vieron en el pasillo a Víctor abrazando y besando a Eva. Ximena frunció el ceño pero en seguida volteó hacia su amiga.
—Me alegro por él —sonrió con tristeza.
—¿Piensas volver a ser su amiga?
—No sé. —Se encogió de hombros—. Pero fui muy tonta al creer que podía pasar algo con Víctor. Es que míralos, siempre se han querido.
—Sí —concordó Ariana—, desde que se conocen.
—Ahora que lo pienso, yo fui la idiota que los presentó... Me busco mis propios males.
Ariana rio y le dio palmaditas en la espalda.
—Ay, amiga, no eres la única.
***
Una vez que se sentaron en las gradas, Erick miró a Amanda.
—Ya me quiero ir.
—Ay, vamos, no seas así, quédate. —Lo miró con atención—. Hazlo por mí. —Bateó las pestañas de forma coqueta.
—No te aproveches —masculló.
—Vamos, hazlo por mí, sé que me quieres.
—No es cierto.
—Claro que sí. —Lo miró con sus ojos color miel.
—Ya, no seas chantajista.
—No lo soy.
—Está bien, me voy a quedar un rato más. —Se cruzó de brazos—. Pero ni creas que es por ti, lo hago para que Eva no me ande reclamando que me fui sin avisarle.
Amanda sonrió y le dio un pequeño golpecito en el hombro.
—Hablando de Eva, ¿dónde estará? Se está tardando mucho en venir.
—Aquí estoy. —Escucharon la voz de la chica y voltearon a verla. Se sentó al lado de Erick.
—¿Qué estabas haciendo? —Le preguntó su hermano.
—Besuqueándome con Víctor, ¿qué más? —Respondió para molestarlo.
—Eva... —Frunció el entrecejo.
—Tú preguntaste.
Ya no pudo decir nada más porque dos chicas se sentaron junto a su hermana. Una era alta, delgada y morena, y la otra era bajita, de cabello claro y rellenita.
—Hola —saludó la más bonita de las dos—, me llamo Vanesa —les dijo—- y ella es mi hermana Evelyn. —Señaló a la castaña clara.
—Hola, Vanesa —respondió Eva. Erick y Amanda también devolvieron el saludo.
—¿Tú cómo te llamas?
—Eva. Y estos son mi hermano Erick y su amiga Amanda. —Los señaló.
—¡Qué lindos nombres!
—Gracias —respondió. Luego la miró con atención—. Nunca te he visto antes, así que supongo que eres de la escuela Águilas Doradas.
—Sí, venimos a apoyar a nuestro equipo. —Señaló a su hermana, que parecía estar más fastidiada que el propio Erick.
—Yo no vine por gusto —masculló Evelyn—, me trajeron a la fuerza.
Erick y Amanda, que estaban escuchando, rieron por esa observación.
—Te comprendo —dijo Erick—, me trajeron de igual forma.
—Nos traen a ver un montón de imbéciles corriendo y encestando un balón, ¡qué idiotez!
—¡Es lo que dije! —Exclamó el chico.
—¡Eve, no seas así! —Reclamó Vanesa—. Son nuestro equipo, debemos apoyarlos.
—No creo que les hagamos mucha falta.
—Claro que sí. Ellos también apoyan a su equipo. —Volteó a ver a los otros chicos.
—Sí, bueno, mi novio es el capitán, tengo que apoyarlo —dijo Eva.
—¡Qué linda! ¿Cuál de ellos es tu novio? —Preguntó viendo a los chicos de uniformes azules que estaban repasando sus últimas estrategias.
—El que tiene más cara de idiota —contestó Erick, ganándose un codazo por parte de su hermana—. ¡Oye!
—Tú tienes cara de idiota.
Erick ya no respondió nada porque vio la expresión que puso Vanesa, como espantada por el hecho de oír insultos entre hermanos, ya que ella nunca discutía con su hermana mayor.
— Mi novio es el rubio de allá —respondió Eva a Vanesa, señalando a Víctor. El chico, que sintió su mirada, volteó hacia todos pero únicamente enfocó a su novia; en seguida le lanzó un beso y ella le devolvió el gesto.
—¡Aww, hacen tan linda pareja! —Exclamó Vanesa.
—Gracias.
Poco después inició el partido. Ambas escuelas estaban empatadas cuando fue el medio tiempo. Primero harían su coreografía las porristas de los diamantes y después las águilas. Eva vio con atención la rutina que había hecho Ariana. «No es tan mala como pensé». Erick se estaba aburriendo en casi todo el partido, y tampoco quería ver mucho a las animadoras, así que no dudó en aceptar cuando Amanda le dijo que la acompañara por un refresco.
—¡Listo! —Exclamó la chica una vez que tuvo la bebida en su mano—. ¿Qué opinas de las chicas que se sentaron junto a nosotras?
—Me agradan —aceptó Erick.
—A mí igual, una es muy inocente y la otra un tanto pesimista... Admito que gusta Vanesa —añadió.
— A mí también.
Ambos se vieron a los ojos y rieron.
—Chócalas. —Juntaron sus manos en una palmada y después volvieron a reír.
—Pero tú harías mejor pareja con la otra —dijo Amanda—, es igual de amargada que tú.
—No, pero tal vez seríamos buenos amigos... Podría ser mi nueva mejor amiga.
—¡No te atreverías! —Reclamó, a modo de juego—. Tu mejor amiga soy yo, que no se te olvide.
—Está bien, está bien. —Le rodeó la cintura—. No se me olvida.
***
En el momento en que terminó el juego, los diamantes se pusieron a festejar mientras las águilas refunfuñaban. La escuela sede había ganado por un punto. Mientras sus compañeros de equipo celebraban su victoria, el capitán miró hacia donde estaban los reclutadores; se veían satisfechos con lo que habían visto. Víctor estaba seguro de que sus padres estarían orgullosos; no pudieron ir porque ese día tenían programada una actividad con las gemelas; sus tíos y su prima tampoco pudieron acompañarlo, ya que la hermana de su mamá tenía consulta con su médico ese día. Sus progenitores pensaron en que su padre fuera con él al partido y Mildred con las niñas pero él les comentó que mejor fueran con sus hermanas, prefería que ellas estuvieran acompañadas. Al final aceptaron, indicando que en la tarde, independientemente del resultado que tuviera en el juego, irían a comer en familia al restaurante favorito de las gemelas.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sus amigos lo cargaron para celebrar su victoria. Él se rio por el gesto, pero se tensó un poco cuando lo comenzaron a aventar para atraparlo, no le gustaba eso. No entendía cómo las porristas lo soportaban.
—¡Vamos, chicos, ya! —Exclamó.
Los aventaron otras tres veces más. El chico, hartándose de eso, quiso zafarse de sus amigos, pero lo volvieron a lanzar cuando trató de voltearse, por lo mismo Federico no alcanzó a agarrarlo. Todo se quedó en silencio cuando la cabeza de Víctor golpeó contra el suelo. Segundos después se escucharon unas exclamaciones de preocupación.
Eva se levantó en seguida de las gradas. Mientras se acercaba con velocidad sentía que su corazón latía rápidamente, agregando el hecho de que comenzó a sudar frío. Empujó a los que interrumpían su camino para llegar hacia él. El entrenador se acercó con preocupación mientras sus compañeros, con inquietud, lo ayudaron a levantarse. Federico, que estaba espantando y se sentía culpable, le preguntó cómo estaba, pero el chico no respondió, se sentía desorientado. Eva llegó hasta él y tomó su mano con rapidez. Al ver su estado, el entrenador prefirió alejarlo de todos y lo llevó hasta el pasillo para que no estuviera rodeado de tantas personas. Eva fue a la única que se le permitió ir con ellos.
—Señorita Quintana, quédese con él mientras llamo una ambulancia. —Al ver su cara de preocupación y que temblaba ligeramente por el sobresalto, agregó—. No creo que sea nada grave, pero hay que descartar cualquier cosa.
—¿Usted cree? ¿Acaso no vio el golpe a la altura que se lo dio? —Preguntó. Después se mordió el labio para no llorar. El profesor no respondió, solo se alejó un poco para hacer la llamada.
No tardaron mucho en llegar otros profesores, que si bien no se acercaron del todo, observaban al chico con atención para ver su reacción.
—Víctor, mi amor, ¿cómo te sientes? —Preguntó Eva acariciando su rostro con ternura, pero él no contestó. Después de unos segundos, habló.
—Quiero vomitar —respondió. La chica lo acercó a un bote de basura. Mientras volvía el estómago, acarició su espalda.
Los profesores se preocuparon al ver ese síntoma. La señora Vélez se acercó a los jóvenes.
—Señor Rojas, ¿cómo sigue?
—Ya no tengo náuseas, pero tengo sueño.
Eva tomó su mano y la acarició. Víctor recargó su cabeza en el hombro de su novia pero ella alzó su rostro.
—No te duermas, mi amor. —Lo tomó de la barbilla.
—Sé que no debo, pero tengo sueño.
—Haz el esfuerzo por no dormir —murmuró. A pesar de que estaba nerviosa, temblorosa y seguía asustada, trataba con todas sus fuerzas parecer tranquila frente a él.
Erick y Amanda, que desde el golpe de Víctor perdieron de vista a Eva y la habían estado buscando, llegaron donde estaba ella junto con su novio y los profesores.
—¿Cómo está? —Preguntó Erick.
—No lo sé —respondió Eva—, está somnoliento y vomitó, no son buenos síntomas —añadió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Minutos después, se acercó el entrenador indicando que había llegado la ambulancia.
—Voy con él —le dijo Eva a su hermano.
—Sí, ve, yo te alcanzo. —Antes de que se alejara por completo, le quiso dar ánimos—. Ah, Eva... —La chica lo volteó a ver—. No te preocupes, todo saldrá bien.
—Eso espero.
Eva fue rápidamente con Víctor y el entrenador a la ambulancia pero no la querían dejar subir.
—Señorita, usted no puede ir —advirtió el enfermero.
—¡¿Cómo que no?! ¡Claro que iré!
El enfermero iba a repetir que solo podía ir un acompañante con el afectado, pero Víctor habló.
—Dejen que venga. La necesito, si no estoy con ella me dormiré.
Para no discutir ni perder el tiempo, al final aceptó que Eva subiera con el chico. En la ambulancia, la joven iba distrayendo a su novio para que no se durmiera. «Ojalá todo salga bien» pensó con angustia mientras acariciaba la mejilla de Víctor.
F por Víctor.
¿Creen que vaya a estar bien? ¿O que le pase algo malo? D:
Ya saben que sus votos y comentarios me animan bastante.
Y ya conocimos dos nuevos personajes :D
Nos vemos pronto.
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