Capítulo 1.
Dedicado a mi hermana y lectora principal, que siempre me ha ayudado desde que empecé a escribir.
Ahora sí leerán una versión más bonita de esta historia. Es la misma pero mejor editada para que la disfruten. Me dolerán que se pierdan los comentarios en cada párrafo pero me duele más que lean sin la edición. Espero que disfruten la historia.
**Cool Kids - Echosmith** - Canción en multimedia.
En el momento en que aparecieron los mellizos Quintana, todos los chicos dejaron de hacer sus actividades para voltearlos a ver. Eran muy atractivos y el hecho de que fueran unos apáticos en vez de quitarles cierto grado de belleza, la acentuaba más: elegantes, inteligentes y con cara de odiar a todo el mundo.
En cierta forma eran una especie de sueño dorado para la mayoría de los alumnos, aunque rara vez se podían acercar a ellos. Erick, el mayor de ambos por solo unos minutos, era un chico alto, con nariz recta, con músculos marcados y aspecto varonil, además tenía el cabello negro y los ojos verdes, lo que hacía que cada vez que lo vieran sus compañeras de curso se pusieran como unas púberes hormonadas.
La chica, cuyo nombre era Eva, contaba con una estatura más baja que su hermano, de nariz más pequeña y respingada, y ojos café oscuro pero aun así bastante hipnóticos, lo que hacía que los chicos se perdieran en su mirada cada vez que la veían a los ojos —lo que ocurría muy pocas veces, pues ella trataba de evitar a todo el mundo durante todo el tiempo—. No conformes con eso, sus progenitores eran millonarios. Su madre era una ejecutiva importante en una empresa de diseño de modas y su padre trabajaba como político en uno de los partidos más importantes de la ciudad. En fin, chicos influyentes con la suficiente dignidad para ya no ser hipócritas y decirles a todos que los odiaban.
En cuanto terminaron de pasar, sus compañeros dejaron de verlos para regresar a sus actividades normales. A lo lejos, un chico delgado, de lentes y cabello castaño, suspiró con anhelo. Él estaba enamorado de Eva desde hacía mucho tiempo. Muchísimo, en realidad, casi desde que iban en jardín de niños, pero ella había sido muy popular para notarlo, y cuando se salió del equipo de animadoras y demostró su verdadera personalidad, fue lo suficientemente áspera como para alejar a todo el que tratara de acercarse.
—Reacciona, Carlos —comentó su mejor amigo. Su nombre era Jaime Navarro y era un chico moreno de cabello muy rizado.
—Sí, Carlos. —Concordó su mejor amiga, que se llamaba Silvia Márquez. Era una joven bonita y rubia, era una lástima que no fuera consideraba atractiva para los chicos porque estaba un poco subida de peso; aun así su actitud cariñosa hacía que le cayera bien a casi todos los que la conocían.
—Pff, lo sé, pero no puedo evitar quedarme como estúpido cada vez que Eva pasa —dijo con pesadez—. Este es el último año; me gustaría intentar hablarle pero no me atrevo.
—Te va a rechazar. —Jaime se encogió de hombros.
En vez de enojarse, Carlos asintió.
—Lo sé.
—Pero existe la posibilidad de que no lo haga, no lo sabrás si no lo intentas —murmuró Jaime para no ser tan mal amigo—. No seas cobarde y haz tu lucha.
—Mmm... ¿Tú qué opinas, Silvia?
Silvia le sonrió intentando no demostrar que le afectaba escuchar todo el asunto, pues ella estaba enamorada de Carlos y se afligía en su interior al escuchar que él siempre mencionaba a Eva para todo.
—Emm...
En ese momento la chica vio que Víctor Rojas se acercaba con su grupo de amigos y, por primera vez en su vida, se alegró por ello. Para mala suerte de Carlos, lo habían escuchado. Víctor era un chico alto, guapo, de cabello rubio y rizado, con ojos azules y de contextura atlética.
—Carlitos, Carlitos —murmuró el rubio como si no tuviera remedio, acercándose a él y rodeando su hombro con su musculoso brazo—, ya sé que Eva está muy guapa y lo que tú quieras pero es una chica que no está a tu alcance, ¿qué te hace creer que se fijaría en ti? —Se burló. Sus amigos rieron con él—. Vamos, no seas tan optimista, si ya no se fija en mí mucho menos lo hará en ti —dijo con obviedad—. Pero como sea, no vengo a hablar de ella...
—¿Qué quieres? —Frunció el ceño—. Ve al grano.
—¿Me prestas tu libreta de matemáticas? —Preguntó con simpleza—. Tú eres muy buen compañero, y en verdad necesito pasar la materia. Lo único que quiero es verificar las respuestas de la tarea contigo.
Carlos rodó los ojos y buscó la libreta de matemáticas en su mochila. Segundos después se la pasó a Víctor.
—No son necesarias las mentiras ni falsas adulaciones —masculló—. Solo devuélvemela antes de la clase.
—Gracias, Carlos. —Alzó el pulgar—. Te debo una.
—No una, como cien —masculló, pero Víctor tenía buen oído y alcanzó a escucharlo.
—Sí, se van acumulando, algún día te la cobrarás —sonrió con ironía y se alejó mientras revisaba la libreta con sus amigos.
Una vez que se alejaron por completo, Silvia se atrevió a hablar.
—Carlos, ya no les pases la tarea, el profesor Ramón está sospechando de que últimamente todo el equipo de básquetbol entrega la tarea sin ningún error.
—Eso sí —concordó Jaime—, recuerda que amenazó con bajar un punto a la persona que les pasa la tarea cuando se entere quién es.
—Bah, no importa. —El castaño se encogió de hombros—. Total, ya pasé la materia.
—Parece que el único objetivo de Carlos para este último año no es llevarse el diploma del primer lugar, sino conseguir hablar con Eva —dijo Jaime entre seriedad y burla, dándole un codazo de complicidad a Silvia, la cual se limitó a sonreír sin ganas para demostrarle a Carlos que siempre sería su amiga incondicional.
***
Erick decidió saltarse la primera clase. No le gustaba la historia, era de sus materias menos preferidas, pues le costaba recordar fechas y nombres específicos. Se encontraba fumando en un rincón del patio, donde un árbol inmenso lo tapaba del sol. A pesar de que si lo encontraban podían expulsarlo, él sabía que en realidad no lo harían, pues sus padres aportaban una buena cantidad de dinero a la escuela cada año; tal vez una suspensión, pero no le importaba. Después de expulsar el humo y verlo con atención, su mirada se dirigió a la persona que se puso enfrente de él. Suspiró con fastidio.
—Ay, eres tú otra vez —masculló.
—¿Pues a quién querías ver? —La chica enfrente de él le reclamó. Era una joven morena, muy guapa, de cabello castaño. Su nombre era Ariana Muñoz y era nada más y nada menos que su exnovia. Terminaron cuando él, junto con su hermana, se hartó de todo y los mandó a volar. Rompió con ella sin siquiera darle una explicación, acto que la hirió bastante. En realidad Erick repudiaba todo lo que tuviera que ver con él antes de que decidiera cambiar, todo le parecía muy hipócrita, antes era el capitán del equipo de basquetbol, andaba con Ariana, una de las animadoras más guapas de la escuela, y juntos acostumbraban a salir a fiestas y participar en eventos escolares, pero se cansó de todo eso. Ahora que su hermana tampoco era porrista, su exnovia se volvió la capitana actual de ellas.
—Sinceramente a nadie —respondió con frialdad. La chica se cruzó de brazos—. ¿Cómo descubriste este lugar?
—¿Pero qué te crees, Erick? —Ignoró su pregunta—. ¡¿Te crees el rey del mundo?! —Alzó la voz—. Antes eras alguien con propósitos, ahora vete.
—Tú vete.
—No, baboso, quiero decir mírate. —Lo señaló—. Estás echado ahí sin hacer nada, ¡eres sólo un niño mimado! ¿Qué ganas con esa actitud tuya?
—¿Cómo que no hago nada? Estoy fumando —respondió con obviedad.
—Pues se te van a dañar los pulmones.
—Ay, suenas como mi madre —masculló Erick—. Qué bueno que terminé contigo.
Ariana apretó los puños.
—¿Sabes qué? —Se cruzó de brazos—. Si en realidad siempre fuiste así, me hiciste un favor al dejarme. ¡Y tu hermana igual! Ahora que no es animadora, yo soy la capitana. Las chicas me dijeron que pongo coreografías mejores que Eva...
—Me vale madres. —Le dio otra calada a su cigarrillo y aventó el humo hacia arriba, apuntando a su rostro, cosa que la hizo toser.
—Ay, maldito infeliz —reclamó. En seguida se dio la media vuelta y se alejó con paso firme.
Erick volvió a su actividad pero escuchó otra voz que le sonó demasiado familiar.
—Erick...
—Agh, y yo que quería paz y tranquilidad. ¿Qué quieres, Eva? —Volteó hacia ella.
—Idiota, hazme espacio en tu escondite.
Erick frunció el ceño y se hizo a un lado. A pesar de que no quería compañía, no podía negarle algo a su hermana. Eva se sentó junto a él.
—¿Qué clase tienes? —Preguntó, pues aunque llevaban las mismas materias, iban en diferente salón. Sus padres siempre indicaban a las escuelas donde acudían que los colocaran en diferentes aulas porque cuando eran niños siempre se la pasaban platicando entre ellos y no convivían con los demás.
—Historia...
—¿No me vas a preguntar qué clase tengo?
—La verdad no me importa. —Se encogió de hombros—. ¿Quieres? —Le ofreció un cigarro. Ella negó con la cabeza.
—¿Desde cuándo somos tan huraños? —Preguntó de repente.
Antes los mellizos Quintana fueron los mejores alumnos de toda la escuela. Capitanes de equipos deportivos, obtenían las mejores calificaciones, asistían a las mejores fiestas. Erick solía ser el líder de los basquetbolistas del colegio y Víctor era el segundo al mando. Eva, por su parte, siempre fue amable con sus compañeros y recomendaba técnicas a sus amigas animadoras para que hicieran bien las rutinas, aparte les daba consejos de cómo maquillarse y peinarse para verse más lindas. Un día se hartaron de esas personalidades falsas y demostraron su verdadero ser: unos adolescentes amargados y sarcásticos que en realidad odiaban todo. Aún recordaban, con cierto orgullo, el día de su "transformación", como sus compañeros le llamaban a su cambio. Los vieron llegar con una expresión indiferente, sin saludar a nadie. Eva cambió su maquillaje fresco y habitual por un labial café oscuro y mucho delineador negro. A Erick solo le bastó cambiar su actitud.
—No sé ni me importa.
—No sé por qué esperé escuchar otra respuesta viniendo de ti.
Él se encogió de hombros. Después de media hora de estar aspirando el humo del cigarro de su hermano, Eva se levantó.
—Adiós. Ya me chocó tu humo, me moriré antes que tú.
—¿No te esperas a la siguiente clase? ¿Qué le vas a decir a tu profesor?
—¿Qué no dijiste que no te importa?
Erick rodó los ojos.
—Cierto. Me vale.
En realidad Eva le diría, con su sarcasmo habitual, que se perdió al buscar el salón de clases. Se alejó del escondite de su hermano e ingresó al edificio para ir a al aula correspondiente. Una vez que lo visualizó, ingresó sin tocar la puerta ni pedir permiso. La profesora de física, la señora Vélez, frunció el entrecejo cuando la vio entrar así sin más.
—Señorita Quintana, ¿dónde se había metido?
—Me perdí —murmuró.
Eso hizo enfurecer más a la maestra, agregando el hecho de que algunos compañeros soltaron unas risitas. Por supuesto que ese comentario no lo hizo para divertir a aquellos imbéciles, como solía llamarlos, pero los ignoró y siguió viendo a la mujer frente a ella.
—Señorita Quintana, sabe que su promedio ha bajado mucho últimamente, ¿no es así?
—Lo sé.
—¿Ha aprendido algo de este último curso?
—Creo que sí. —Se encogió de hombros.
—¿Puede resolver el ejercicio del pizarrón?
Eva sintió todas las miradas de sus compañeros sobre ella. No era algo que le agradara, pero decidió ignorarlos y concentrarse en la pizarra. No entendió nada.
—Emmm, sí, con algo de esfuerzo pero sí.
—A ver, pase a resolverlo.
«Joder» pensó, acercándose al pizarrón y tomando el plumón. Intentó resolverlo pero no sabía nada. Todos la vieron con interés, sabían que era muy lista, pero no podía resolver algo a lo que nunca le puso atención. Carlos, desde su asiento, sufría por la impotencia de no poder ayudarla. Tenía ganas de gritarle la respuesta, pero se contuvo. Al final, Eva volvió a dejar el plumón en el pizarrón.
—Lo siento, no puedo —dijo luego de unos segundos.
—Pues espero, por su bien, que se ponga a estudiar, porque en el próximo parcial vendrá un examen de los últimos temas y valdrá el cien por ciento de la calificación.
Eva, junto con sus compañeros, se sorprendió de mala manera. Algunos chicos comenzaron a reclamar.
—Sin reclamos, chicos, es lo que me obligan a hacer para que todos, sin excepción —le echó una mirada de reojo a Eva—, estudien.
Una chica que había sido «amiga» de Eva, protestó.
—¿Por qué ese porcentaje no se lo pone nada más a Eva? Ella es la cínica que llega tarde con excusas tontas.
Eva la fulminó con la mirada pero antes de que respondiera, la señora Vélez se adelantó.
—Eva no es la única que no estudia, señorita Grijalva, muchos pasan de panzazo solo por entregar las tareas, pero no se esfuerzan en estudiar. No quiero alumnos mediocres. Eso aplicará para todos.
Para acabarla, Víctor alzó la mano.
—¿Sí, Víctor? —Preguntó la maestra con curiosidad, él no era de los que participaban en su clase.
—Profesora, tal vez podríamos hacer un trabajo extra que nos subiera aunque sea un punto. Y también podría ponerle un tutor a Eva —rio con ligera malicia, viendo a la joven, que se contuvo para no enseñarle el dedo medio—. Ella, como ya lo demostró, no sabe nada, así que un tutor no vendría mal. Yo podría serlo. —Le sonrió a la chica con coquetería. Eva entrecerró los ojos y desvió su rostro hacia otro lado.
La señora Vélez se quedó pensativa.
—Consideraré lo del trabajo. Y acerca del tutor, me parece buena idea.
Víctor sonrió con expresión triunfante.
—No, profesora, yo puedo estudiar sola, en serio, solo necesito los temas y ya.
—Como quieras, pero deberías considerarlo, son temas difíciles si tienes solo un mes para aprender todo el contenido del parcial.
—Pero Víctor no sabe nada, sin ofender. —Lo miró con altanería, a lo que el chico puso una expresión de indignación.
—No pensaba poner al señor Rojas como su tutor —aclaró la maestra. Algunos alumnos rieron y vieron al rubio con burla, cosa que lo hizo ruborizarse un poco y mirar hacia otro lado con fastidio.
—¿Entonces a quién?
—Alguien dedicado y estudioso... —Se quedó pensando—. Como usted, señor Sosa. —Se dirigió al chico de lentes. Él casi se ahogó de la sorpresa. Al ver la palidez del muchacho, se arrepintió. «Carlos es un niño muy tierno y serio, probablemente no quiera pasar el rato con una muchacha tan áspera como Eva» pensó—. Claro, no es obligación, si no quiere podemos escoger a alguien más...
En cuanto se repuso, Carlos habló con rapidez. No quería desaprovechar su oportunidad.
—No hay problema, profesora, yo puedo ser el tutor de Eva.
—¿Seguro?
—Sí, profesora —respondió.
—Eva, ya escuchó, Carlos aceptó ser su tutor, así que espero que se ponga las pilas. Por cierto, también espero que le comente esto a su hermano, porque él tampoco va muy bien que digamos.
Eva hizo una mueca de fastidio, pero ya no dijo nada más. Mientras no fuera Víctor su tutor, lo demás lo aceptaba.
***
En un momento en que tocaba descanso, Jaime se acercó a Carlos. Silvia también se reunió con ellos pero lucía un poco entristecida, no obstante sus amigos no lo notaron.
—Carlos, felicidades.
El chico al principio no supo por qué lo felicitaba, pero luego recordó y se imaginó el motivo.
—Amm... ¿Gracias?
—Ya todos en la escuela lo saben —comentó el moreno—. Sabes que los chismes se corren rápido.
—Igual no es la gran cosa. —Se encogió de hombros—. No estoy saliendo con Eva, solo me tocó ser su tutor.
—Por algo se empieza.
—¿Tú crees?
—Sí. Trátala a ver cómo es en realidad. Puede ser que también le gustes.
Carlos notó en ese momento que su amiga se veía un poco desanimada.
—Hey, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal?
—No, estoy bien. —Trató de sonreír.
—¿Segura...? —Ella asintió—. Yo sé que puede animarte, saliendo de la escuela vamos por un helado, ¿te parece?
—Sí, me parece. —Le sonrió con sinceridad.
En ese momento su atención se dirigió a Eva, que se dirigía hacia ellos. Carlos entró en pánico pero comenzó a respirar, no sin dificultad, para poder actuar como una persona normal delante de su amor platónico. Una vez frente a ellos, habló.
—Carlos, ahora que te tocó la desgracia de ser mi tutor, prefiero que sea aquí en la escuela. No quiero ir a tu casa y tú tampoco a la mía —afirmó como si conociera sus pensamientos—, así que hoy después de clases nos vemos en la biblioteca —dijo con tono mandón. Carlos asintió con la cabeza sin articular una palabra—. Bien. Mientras más pronto acabemos, mejor para ambos. Te veo al rato.
Sin decir nada más, la chica se dio la media vuelta y comenzó a caminar con elegancia hacia otra dirección.
—Ah, y a nosotros ni un hola —se quejó Jaime.
Carlos, reaccionando, volteó a ver a Silvia.
—Silvia, sé que te prometí un helado, ¿pero te parece ir mañana? Hoy tengo que ponerme de acuerdo con Eva acerca de...
—No te preocupes, Carlos, ve con Eva —sonrió con tristeza.
—Gracias, eres la mejor amiga del mundo.
—Sí. —«Amiga» pensó muy desanimada.
¿Cómo están?
Estoy emocionada por compartir esta historia, la primera parte de una trilogía, en realidad. Vamos conociendo a los personajes, ¿opiniones?
Si les gustó, no olviden dejar su voto y muchos comentarios, ¡nos vemos pronto!
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