6||Elise
Han sido días duros.
Hizo falta una semana para que le dieran el alta a Michelle y pudiera salir de la clínica. Durante esos siete días, mi hermana pasó por distintos estados de ánimo. Lloró tres días enteros por nuestros padres y, cuando finalmente parecía que dejaría de sollozar, lloró otros dos días porque el dolor en sus músculos era demasiado. Pasó años acostada, por supuesto que debe sentir sus extremidades un tanto agarrotadas. Le recetaron relajantes musculares y el dolor ha mejorado, pero dice que todavía le incomoda.
Los dos días restantes en la clínica a duras penas si habló. Me mantuve a su lado todo el tiempo, fui testigo de como me miró esperando que le dijera algo, pero luego recordaba que no puedo responderle y suspiraba. No sé que hacer para que se sienta mejor, lo cual me frustra. Es como empezar de cero con ella y se siente horrible porque es mi hermanita.
Es mi niña rubia, es mi cerebrito musical, pero también es una chica asustada que no conozco del todo. Debo conocer sus nuevos miedos si la quiero ayudar, pero es difícil cuando ella parece querer cerrarse en sí misma. Es duro porque ni siquiera puedo culparla porque haga eso, no cuando yo hice lo mismo en algún momento y la única persona que me ayudó a entender que debía admitir mis temores fue Adam.
Lástima que mi primo ahora no pueda hacer lo mismo por Mich. Ella parece odiarlo. Cada vez que él abre la boca, ella frunce el entrecejo y lo mira con desconfianza. De hecho, creo que mi hermana es la primera persona a la que no le agrada Adam tras conocerlo. No importa cuanto lo intente, ella simplemente se rehusa a quererlo.
—Bien, ya llegamos —dice Adam, dejando un espacio para que Mich, Caleb y yo entremos a mi apartamento —. Bienvenida a tu nuevo hogar, prima.
Mich suelta un resoplido al escucharlo hablar y se adentra un poco más en el lugar sin querer permanecer cerca de nuestro primo. Escucho a Adam suspirar al tiempo en el que Caleb cierra la puerta tras nosotros. Es obvio que a él le afecta que su prima menor no lo quiera, que lo mire de esa manera. Pasó años cuidando de ella, velando porque la atendieran bien y que recibiera el tratamiento adecuado. Todo eso para que, al despertar, ella lo trate de esta forma. Es duro y me gustaría saber como animarlo, pero no lo sé.
Caleb palmea su hombro y es entonces cuando Adam recupera su actitud normal, esa alegre y con sonrisas que lo caracteriza. No va a dejar que el rechazo de Mich le afecte demasiado. Es más, estoy segura de que está pensando algo como "tarde o temprano, le agradaré". Mi primo es más testarudo de lo que parece y no solo lo digo por decir. Hay hechos que lo confirman.
Michelle está muy ocupada inspeccionando con la mirada mi hogar, que ahora de hecho es nuestro. La veo abrazarse a sí misma mientras ve los muebles, los cuadros colgando y la enorme ventana que abarca casi toda la pared frontal de la sala de estar. Ella se concentra en eso, yo me concentro en ella. Su cabello va recogido en un par de trenzas que me encargué de hacer antes de salir del hospital y trae puesta mi ropa aunque tanto la camisa, como el pantalón de yoga le quedan algo grandes.
Noto que está muy, demasiado, delgada. Supongo que se debe a que la alimentaron por medio de vías por años y a que estos días no ha querido comer demasiado. Eso es algo que tendremos que solucionar. No me gusta la idea de que mi hermanita sufra algún cuadro de desnutrición. Me aseguraré de que, a partir de ahora, su salud solo mejore más y más.
—Este lugar es bellísimo —dice, casi hipnotizada por la vista de la ciudad frente a ella —. Los muebles, el apartamento, los cuadros...es muy bonito.
—Elise tiene estilo, supo dárselo a este lugar —dice Caleb, guiñándome un ojo mientras se me adelanta y se adentra más en la sala de estar. Él está intentando animarme y animar a Michelle al mismo tiempo. No es que lo este logrando, pero es lindo que intente —. Algunos cuadros los pintó ella. Oh, y espera a ver los cuartos. Si esta vista te gusta, debes ver la que se muestra en el balcón de la alcoba principal. La amarás.
Ella lo observa, debatiéndose entre responderle o no. Con Caleb también es cautelosa y lo observa con desconfianza muchas veces, pero eso se debe a que Mich jamás ha sido de confiar demasiado. Además, creo que le incomoda un poco saber que tengo novio. Esa es una cosa que la Elise que recuerda jamás se habría permitido. Yo tenía salidas esporádicas, de vez en cuando citas con chicos, pero todo terminaba en unas semanas o en unos meses si el tipo tenía suerte. La Elise adolescente le tenía alergia a la palabra "novio", así que nunca tuve uno.
Ahora ella debe afrontar el hecho de que Leb y yo hemos estado juntos por años, que ya no me da miedo el compromiso—o al menos no el que implica el noviazgo. Es un gran cambio, uno que le recuerda que su hermana ahora es adulta. Observa a Caleb por unos segundos más en los que él solo le sonríe, pero ella termina por no hablarle y devuelve su vista a la ventana. Me preocupa el que la poca confianza de Mich le cause problemas para integrarse, pero decido no enfocarme en ese problema ahora. Lo iremos trabajando, ahora solo quiero que se sienta a gusto en mi hogar.
Que no es como nuestro vieja casa en Nevada, pero es todo lo que tengo.
—Se ve caro —dice ella, refiriéndose al apartamento. Voltea a verme —. ¿Cómo haces para pagar todo esto?
—El salario de tu hermana es bastante generoso —habla Adam, acomodándose en el sofá con total confianza —. Después de todo, ella se encarga de mantener intacta la imagen de ciertos famosos. Cualquier publicista de celebridades podría costear un lugar así, incluso mejor, pero Eli es modesta.
—¿Trabajas para celebridades? —me pregunta mi hermana, abriendo mucho sus ojos hacia mi. Yo asiento con la cabeza, creo que esto la impresiona más de lo que pensé que lo haría —. ¿Para quienes?
—Pues, para empezar, esta Caleb —señala Adam por mi.
Michelle voltea hacia mi novio una vez más y lo observa con impresión. Él pasa una mano por su cabello y noto un pequeño sonrojo en sus mejillas. Leb es más penoso de lo que parece cuando habla de su fama. Adora ser cantante y está agradecido de todo el éxito de su carrera, pero no puede evitar sentirse cohibido cuando se refieren a él como una celebridad.
—¿Eres famoso? —le pregunta Mich.
—Soy cantante y digamos que algunas de mis canciones son conocidas —él se encoge de hombros, restándole importancia —. Tu hermana también trabaja para Silene, ella es modelo y una bastante reconocida.
—Así que ambos tienen parejas famosas —suelta Michelle, viéndonos a Adam y a mi.
—¿Qué te puedo decir? Parece que es el fetiche de los Blake —suelta Adam —. Mejor aléjate de los actores, ya seria el colmo que uno de nosotros termine con el ganador de algún Oscar.
—¿Cómo siquiera acabaste con un cantante famoso? —me pregunta Michelle, ignorando a Adam —. Elise, tu odias el compromiso. Además, ¿no te duele?
Ladeo mi cabeza, no comprendo porque me debería doler. Ella suspira y baja su mirada. Se abraza una vez más y luego la escucho soltar unas palabras en solo susurros. Me habría gustado no escucharla...
—Tú deberías ser cantante, no trabajar o salir con uno.
Trago saliva ante sus pensamientos. Es cierto que soñé toda una vida en convertirme en lo que Caleb es hoy, pero no es como si le guardara rencor, o como si me molestara trabajar para gente con fama. Sé lo que perdí, sé que me duele, pero parte de mi nueva vida implica ser solo la que está tras bambalinas, la que maneja las redes sociales de los cantantes y la que se asegura de que continúen siendo celebridades sin estropear sus reputaciones.
La forma en la que Mich dijo eso estuvo tan llena de resentimiento que me sorprende...porque todo ese sentimiento está dirigido hacia la vida. Mich está resentida con el hecho de que el destino, o cualquier otra mierda injusta, nos trajo hasta este momento. Odia el que nuestros padres no estén, odia que se rompieron nuestros sueños y la entiendo.
Es más, me hace preguntar...¿acaso yo también le tendré resentimiento a la vida?
No me da tiempo de responderme porque el timbre suena y eso nos interrumpe. Caleb va a abrir, es entonces cuando Michelle y yo nos quedamos mirando a la otra, intentando reconocer lo que sentimos. Me gustaría que los abrazos sanaran heridas, así las dos nos curaríamos de lo que nos ha hecho la vida. La tomaría en mis brazos y sus miedos se esfumarían, así como mis inseguridades. Lastima que los gestos no siempre son medicina. Nosotras debemos reconstruir nuestra relación y no creo que alguna sepa como empezar.
—Hola, hola —Silene anuncia su llegada con entusiasmo. Sonríe entrando a la sala de estar, trae un gran bolso consigo y una muy buena actitud —. ¿Te gusta el apartamento de tu hermana, Mich? La vista es hermosa, pero espera a verla en la noche. Las luces de los edificios parecen estrellas al alcance de tus manos ¡Bellísimo!
Michelle dirige su atención a mi amiga, pero su mirada quedará conmigo como un amargo recuerdo. Suspiro y me concentro en ellas. No puedo desanimarme por cosas sencillas, no cuando debo ser fuerte por Mich.
Ya vendrá el momento en el que pueda derrumbarme, pero no es ahora.
—¿Estrellas? —pregunta Michelle, con respecto a lo que decía Silene. Creo que ella es con la que más habla, además de conmigo. Es quien más le genera confianza y quizá eso se debe a que Sile es buena sacando tema de conversación. Ella le sonríe a mi hermanita y se acerca hasta ella.
—Si, y si las ves desde aquí sientes que estas viendo una galaxia entera desde un sofá. Es genial, ya verás —Silene siempre dice eso cuando se queda a dormir en mi apartamento. Le encanta la vista y no voy a negar que es impresionante. Quizá la única vista que la supera es la de la casa de Caleb —. En fin, te traje ropa que podría servirte. Es de mi sobrina, pareces ser más o menos de su talla. Hay prendas hermosas, Lid siempre ha sido una pequeña diva y su guardarropa lo demuestra.
—No quiero molestarla tomando su ropa —dice mi hermana, abrazándose una vez más.
—No la molestas, no es esa clase de diva. A ella solo le gusta que la noten por ser quien es, no es de esas que compiten por atención o que odian compartir con personas. Es agradable, te caerá bien cuando la conozcas.
—Igual, es su ropa...
—Bueno, pero no puedes usar la ropa de Elise toda la vida, cariño. Parece que esos pantalones se te caerán en cualquier momento. Tu acepta esta ropa, Lid de hecho me dio más de la que pedí porque quiere que estes cómoda. Usala mientras tanto y ya nos encargaremos de comprarte ropa propia ¿Está bien?
—Okey...
Ella toma el bolso que le ofrece Silene y lo cuelga en su hombro. Agradezco que ella, Caleb y Adam estén ayudándome tanto en este momento, pero no sé la presencia de ellos tres la intimida, o la ayuda. Es frustrante no saber que debo hacer para que no se cierre como lo hace ahora, que baja la mirada y se calla ¿Acaso debo echar a mis amigos? ¿Pedirles que nos dejen solas?
Pero estar a solas con ella seria peor. Solo habría silencio y yo, mejor que nadie, conozco lo mucho que duele eso.
Ahora, Mich bosteza y dice que quiere dormir. Sé que su cansancio es fingido, a penas es la una de la tarde, pero la dejo pensar que le creí. Adam y Silene la guían hasta la habitación de huéspedes, donde se quedará. Su mirada continua inspeccionando todo mientras los sigue y noto algo: mi apartamento es bonito, pero no le gusta.
No le gusta porque no es su casa, no es lo que recuerda. No es un hogar.
Suspiro y veo por momentos el jarrón con lirios que llevo cargando desde que salimos de la clínica. Me debatí mucho en traerlo, no estaba segura después de ver la reacción que tuvo Michelle cuando vio los lirios por primera vez, pero aún así traje solo estos de los varios arreglos florales que encargó Silene hace tiempo. Coloco el jarrón sobre la mesita cerca del sofá, son lirios blancos...los de nuestra casa eran naranjas.
Ni siquiera con estas flores logro que algo sea parecido a lo que fue. Nada es igual, ni los lirios, ni la casa, ni mi vida ¿Cómo haré para que Michelle encaje en todo esto?
...
No había tomado una ducha tan larga en meses, pero la necesito. El agua cae por mis músculos tensos, por mi rostro, por mi cabello y me relaja tan solo un poco, pero ese poco es lo que necesito en este momento. Sigo pensando en como haré para integrar a Michelle en mi vida, eso es lo que me tiene tan tensa y estresada. Ella solo se encerró en su cuarto desde que llegamos, no puedo ayudarla si cierra la puerta con seguro y me deja afuera.
No quiero que me deje afuera.
Pero como no sé que hacer, solo dejo que el agua caiga sobre mi con la ilusa idea de que borrará mis problemas. Cierro los ojos ante el contacto de las gotas tibias con mi rostro y, por instantes, está el pequeño recuerdo de yo cantando en la ducha cuando era adolescente. Lo hacia siempre, tenia mis pequeños conciertos bajo la regadera y me los creía como si fueran reales. Eran un momento íntimo, no creí que extrañaría tanto la sensación de hacerlo hasta ahora. Ni siquiera sabia que me molestaría recordarlo, pero siento un nudo en la garganta que me indica que sí, que me molesta.
No solo me molesta, me incomoda y me duele. Cierro la ducha, ya ni siquiera un baño me puede relajar.
¿Por qué pensé en eso? ¿Por qué justo ahora? No necesito extrañar mi voz, no necesito extrañar esos conciertos bajo el agua, no necesito recordar mi antigua vida cuando no sé continuar con la actual. Tomo la toalla y envuelvo mi cuerpo en ella, ni siquiera al salir de la ducha dejo de pensar en mi voz, en las canciones que antes entonaba a la perfección. Limpio el espejo empañado frente a mi, que tonto de mi parte esperar a mi reflejo de hace seis años para solo encontrar al actual. Es decepcionante, deprimente, y me hace sentir egoísta.
Necesito pensar en Michelle, no en mi.
La puerta del baño se abre, veo por el cristal empañado que se trata de Caleb. Él se quedará con nosotras hoy, servirá de traductor y de apoyo. Me da una mirada bastante apreciativa y luego me sonríe. No tuvo que tocar la puerta porque, bueno, años saliendo ya nos permitió llegar a esta clase de confianza en la que no me resulta incómodo traer solo una toalla frente a él. Le sonrío de vuelta, pero no sé si me cree. Sus ojos desde el el espejo delatan que no le convenció mi muestra de alegría fingida.
—Hermosa vista de las partituras en tu espalda —me dice, refiriéndose a los tatuajes en mi columna vertebral.
Tengo las partituras de la canción que me dio mi nombre junto con la que le dio el nombre a Michelle decorando mi cuerpo, quise hacerlo para recordar que esas melodías siempre serán parte de mi. A Caleb le encantan, dice que solo confirman el hecho de que soy música hecha persona. Sí, suena cursi, pero él es así.
Se acerca hasta mi y siento el calor de su toque en mi columna. Las yemas de sus dedos se sienten rasposas por tanto tocar guitarra, pero es justo eso que ha hecho a sus manos expertas en recorrer pedazos de mi piel con tanta delicadeza. Baja un poco más la toalla para seguir trazando las notas musicales con su tacto, puedo ver en el espejo como mi pecho y mejillas se sonrojan. Él causa esta reacción en mi y me gustaría darle la atención adecuada, pero el estar pensando en Michelle y en mi voz me lo impiden.
—Bueno, en general, tu en toalla y empapada es una vista hermosa —suelta, tomándome por la cintura para abrazarme por la espalda. Lo estoy mojando, pero parece no importarle porque deja un beso en mi hombro lleno de gotas de agua. Sus labios descansan en mi piel más tiempo del normal, no me quejo. Luego levanta la vista y encuentra mis ojos en el espejo —. Michelle sigue en su habitación, pero le dije desde la puerta que le dejamos pizza en la cocina.
Hago una pequeña mueca ante eso, por lo que él ladea su rostro sin comprender. Yo dejo de rodear sus brazos para poder hacer las señas necesarias:
—Mich es vegana desde los ocho.
—Oh, bueno...—él imita mi mueca, piensa un poco antes de hablar y me sonríe al hacerlo —. Tienes lechugas y tomates en el refrigerador. Mis cualidades culinarias se basan mas que todo en postres, pero creo que puedo cortar unos tomates y hacer un buen aliño para una ensalada ¿Estaría mejor?
Sonrío y me doy la vuelta para encararlo a él y no a su reflejo. Caleb en serio está intentando ayudarme con todo esto y lo aprecio mucho. Dejo un beso corto en sus labios como agradecimiento, pero él me regala una sonrisa triste de regreso.
Sé que lo que sigue no me gustará.
—Creo que es momento de charlar —me dice, pasando sus manos por mis brazos con cariño —. ¿Cómo te sientes, musa?
—En este momento, importa como se siente Michelle. Yo no soy quien despertó tras seis años de estar en coma.
—No, pero eres quien tiene que lidiar con el hecho de que su hermanita la ve como a una extraña —me dice con delicadeza —. Elise, esto te duele tanto como a ella. Sé que quieres enfocarte en tu hermana, en hacerla feliz, pero tu también importas.
—Estaba pensando que quizá deberíamos llevarla a conocer a tu familia. Quiero que se integre un poco, que no sienta que debe cerrarse.
—Si es lo que deseas, sabes que están invitadas a mi casa siempre que quieran. Quizá debas esperar unos días, siento que primero debe acostumbrarse a esto, pero es tu elección musa.
Asiento con la cabeza, en realidad si me parece una buena idea presentarle a todos los familiares de Caleb, aún cuando lo dije solo para cambiar de tema. La familia de Len está conformada por gente buena a la que considero también familia. Sé que si Mich los conoce, comenzará a entender que no está sola.
Me voy a dar la vuelta, sintiéndome victoriosa porque escapé de la conversación que venía, pero entonces siento a Caleb colocar ambas manos a cada lado de mi cuerpo y lo próximo que sé es que me encuentro aprisionada entre él y la peinadora. Lucho para no encontrarme con sus ojos, pero al final levanto la vista y lo hago.
Es increíble que, tras años de relación con Caleb, él todavía consigue ponerme así de nerviosa. Siento mi corazón latir con fuerza y, aunque en parte se debe al hecho de que estoy semidesnuda frente al hombre que amo, la verdad es que todo ese alboroto en mi pecho es porque él sabe que no estoy tan bien como pretendo. Sabe que estoy mintiendo.
—No me cambies el tema, Elise —sentencia con suavidad, aunque sé que está siendo firme en su declaración —. Sé que estás evadiendo el hecho de que esto también te está afectando. No tienes que ser fuerte frente a mi.
Ya, pero necesito ser fuerte por mi. No es que esté intentando demostrarle algo a él, me lo demuestro a mi misma: me demuestro que puedo con esto, aunque no estoy segura de ello.
—Michelle tuvo siete días en los que lloro, pataleó, descargó su ira con Adam y admitió su dolor frente a doctores —me recuerda —. ¿Pero tú? Tú estás como en automático, musa. Y me preocupa porque te conozco, sé que este es el momento en el que te cierras y decides que debes lidiar con esto sola.
—Es Michelle la que se está cerrando —le digo, con señas. Él niega en respuesta.
—No, ella solo está asustada. Se está escondiendo, tú te estás cerrando.
—¿Hay diferencia?
—Sí: se puede encontrar a los que se esconden, pero solo puedes encontrar a los que se encierran si tienes una llave. Tú no me estás dando esa llave, musa.
》Este es el momento en el que me alejas y no quiero eso, Elise. Yo te amo, déjame ayudarte ¿Acaso no te he demostrado que siempre estaré a tu lado? ¿En las buenas y en las malas? Lo he hecho, así que no entiendo porque estoy viendo que estás cerrando una puerta justo frente a mi cara y no me estás dejando la llave que me permita encontrarte.
Hay distintos tipos de amor. Esta el amor que siento por mis padres, Adam y por Michelle, que es uno incondicional y que se siente como calma, como respirar aire fresco cada mañana. Luego está el amor que siento por Caleb, que es intenso, fuerte, uno del que ya descubrí que no puedo escapar. Se siente como nadar en las aguas más templadas y cristalinas del mundo, como alejarte de una orilla sin saber que tan bueno eres nadando.
Es una experiencia hermosa, pero siempre quedará el temor a las profundidades.
Sé que él me ama de la misma manera, que está nadando hacia mis mares más profundos esperando que lo rescate el día que lo necesite. La diferencia entre él y yo es que Caleb es bueno nadando, yo soy buena hundiéndome. Él nada sin miedo, yo lo hago con cautela y asegurándome de que no lo ahogaré junto a mi. No puedo darle lo que desea, no puedo ofrecerle la llave a las puertas que capaz cerraré porque lo empujaré a profundidades de los que no lo podré rescatar.
Lo amo como jamás he amado a alguien, pero en la vida real el amor no abre todas las puertas.
Lo quiero y lo necesito a mi lado, por lo menos por ahora. Es por eso que me duele tanto su mirada suplicante, su empeño por mantenerme cerca. Tengo que borrar esta conversación de su mente, tengo que hacer que olvide todo esto porque odio que este tema salga a la luz. Él suspira y esconde su rostro en mi cuello. Siento el contraste de su aliento y las gotas de agua en mi piel, consiguiendo que cada vello en mi se erice solo por él.
—Solo dime qué necesitas, musa —dice y mis piernas se sienten como gelatina —. Dímelo y te escucharé aún si hay puertas cerradas separándonos.
En este momento, necesito que se olvide de todo. Necesito que su mente se nuble, que no se vuelva a repetir esta conversación y que no encuentre todas mis heridas. No puedo mezclar mi antigua vida con esta, no puedo contarle mis miedos ahora porque eso implicaría admitir que no me siento fuerte ante esta situación.
Así que sé que lo que necesito es distraerlo. No sé si estoy cerrando puertas, pero si esto se trata de eso, entonces dirigiré su atención hacia las ventanas.
Levanto su cabeza y lo beso con desenfreno, con intensidad y diría que casi hasta con agresividad. Uso mi lengua, mis dientes y siento las gotas de agua pasar de mi rostro al suyo. Me siento tan mal por engañarlo, por hacerle pensar que esto es lo que necesito. En parte, no lo engaño solo a él. Me engaño a mi misma cuando aumento la fricción entre nuestras bocas, cuando me aferro a su cabello para acercarlo más, cuando me pierdo en mis movimientos. Quiero hacerme creer que esto es lo que necesito.
Y entonces, juego sucio. Dejo caer la toalla, el beso se detiene, sus ojos viajan por mi cuerpo, sus pupilas oscurecen, mi piel se sonroja. Las puertas se cierran y dejo que las ventanas nos distraigan.
—Ahora solo necesito que me beses, Caleb. Y mucho.
Él cae en el engaño, pero cuando sus manos vuelven a tocar mi piel entiendo que yo caigo en mi propia mentira también. Necesito sus dedos trazando cada nota musical en mi espalda, necesito la humedad de sus besos combinarse con las gotas de agua, lo necesito forzando los restos de mi voz en algo que no es un concierto como los que tenia en la ducha, sino que es mucho más intenso. Necesito que el vapor aumente y que mi mente se calle.
La verdad es que puedo distraerlo con momentos como este toda la vida de ser necesario, pero no puedo darle las llaves que desea. Amo a Caleb, pero me aterran las profundidades. Estoy nadando con miedo, ¿por qué?
Porque si ya perdí mis conciertos en la ducha, lo más probable es que pierda todo lo que amo también. No le daré llaves a alguien que las puede perder, a él solo le mostraré ventanas.
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