2||Elise

Tres días después del cumpleaños de mi hermana y comienzo a ser la misma de siempre. La desesperación y la tristeza se van para dejar solo conformismo y momentos terribles de nostalgia. Esta bien, aprendí a vivir así. No es que me encante, pero es lo que hay.

Es lo que, en cierta forma, merezco.

Ahora estoy en uno de esos momentos de nostalgia, no lo puedo evitar. Me digo a mi misma que no debo reproducir otra vez el video, pero me traiciono y lo hago. Suspiro cuando escucho a Michelle cantar, siento que el corazón se me encoge cuando también veo a mamá y a papá en la grabación...esos fueron sus últimos segundos y lo único que me tranquiliza es que murieron haciendo lo que amaban: cantar. No merecían dejar de respirar, pero al menos su aliento final lo gastaron en una melodía.

Mi piel comienza a erizarse cuando sé que la siguiente parte del video me incluirá a mi, una versión más joven de la Elise que ahora veo en el espejo. Llevo una mano a mi pecho, cada latido de mi corazón duele. Entonces, escucho mi voz, esa que perdí años atrás. Veo mi boca en el video, se mueve como si pudiera besar cada palabra de la canción. Ver esta grabación solo me recuerda que yo siempre amaré cantar, solo que ahora no puedo.

Ya no hay notas que me pertenezcan, ni palabras a las cuales besar con mis labios. No soy cantante, soy muda y eso siempre me dolerá.

El video termina con una confusa imagen en la que se muestran vidrios rotos, luces y lluvia. Ni siquiera la única evidencia de como sucedió el choque lo explica bien. Yo derramo lágrimas a pesar de estar calmada. No sé porque sigo viendo la última grabación en la cámara de Michelle cuando me hace tanto daño, pero a veces siento que lo necesito. Siento que necesito vivir ese último instante de dolor porque se los debo a ellos, a mi familia.

Les debo cada pedacito de dolor que quedó incrustado en mi como los vidrios de nuestro auto.

El timbre suena y me apresuro a limpiar mis lágrimas. No esperaba a nadie, pero eso parece no importarle a la persona detrás de la puerta porque evidentemente ya está aquí. Dejo la laptop en la mesita frente al sillón y me dirijo hacia la puerta sin mucha prisa. Espero que mi invitado sorpresa este preparado para verme en pantalones de yoga y un suéter enorme que le pertenece a mi novio, porque no me pienso cambiar.

Mientras camino hacia la puerta, me tomo unos segundos para pensar que me gusta mi apartamento. De hecho, ahora que lo analizo, me alegra haber sido quisquillosa al comprarlo a pesar de que Adam me llamó exigente. Es lo suficientemente grande para mi, con una cocina preciosa, una bonita sala que también funciona como comedor, dos cuartos de buen tamaño y un baño. Me he encargado de ponerle mi toque a lo largo de los años, lo que significa que tiene mucho color y estilo. Las paredes son blancas, pero tengo varios cuadros y mis sillones son de un azul turquesa con cojines coloridos. Tiene una vista impresionante hacia la ciudad, aunque no voy a negar que a veces me lastimo los ojos por la luz de la mañana.

No es un apartamento que le guste a cualquiera, pero me identifica. Se siente mío y creo que por eso lo amo tanto.

Quiero quejarme cuando escucho el timbre de nuevo, pero ya estoy en la puerta así que eso no seria muy práctico. La abro muy dispuesta a mirar mal a la persona que resulta ser todo un impaciente, pero me sorprenden un par de labios sobre los míos. Por supuesto que mi primer pensamiento es: ¡Que carajo! Pero me relajo al notar que los conozco muy bien e incluso le devuelvo el beso. Debí suponer que era Caleb, solo él tiene tan poca paciencia como para tocar el timbre con tanta desesperación.

—Hola, musa —me dice, sonriendo. Yo podría derretirme —. Traje helado para que me invites a tu casa, ¿lo aceptas?

¿De qué sabor?

Él frunce un poco la frente, intentando entender que acabo de decir en lenguaje de señas. Leb me prometió que aprendería hablarlo hace un año, aún cuando yo le dije que no me molesta escribir lo que pienso para que él lo sepa. Él insistió que quería aprender el lenguaje que uso para que yo no sienta que no me entiende. Me pareció tonto en su momento, pero es tierno ver que todavía lo intenta. Es un pésimo alumno, pero ya entiende gran parte de lo que digo. Sonríe al descifrar mis señas.

—Vainilla con sirope de chocolate y nueces, claro —asegura —. ¿Sirve para que me invites a tu hogar?

Finjo que me lo pienso, aunque él sabe muy bien que yo lo dejaría entrar con, o sin helado. Después de todo, él es más dulce que cualquier postre y no me importa sonar cursi porque es la jodida verdad. Caleb es el novio más atento, cariñoso y tierno que he tenido, aunque también tiene ese aire pícaro que me enamoró en primer lugar. Me gusta que conmigo sea tan atrevido, pero que al mismo tiempo no pierda su dulzura.

Lo sé, estoy muy enamorada y es hasta un poco patético, pero me encanta estar así.

Estás invitado, Caleb Carlton. Tienes la dicha de acceder a mi asombroso apartamento el día de hoy.

Pero que afortunado soy —me hago a un lado y lo dejo pasar —. Por cierto, mi suéter te queda sexy.

Querrás decir: nuestro suéter.

—Claro, que tonto de mi parte olvidar que compartir abrigos es lo que mantiene estable nuestra relación.

Eso y el helado con sirope y nueces.

Y porque me amas, pero por supuesto que el helado va primero.

Yo rio ante su comentario, el terrible sonido quebrado al que ya me acostumbré sale en lugar de una buena carcajada. No suspiro porque sé que él me notará desanimada, pero me digo a mis adentros que es muy molesto que mi voz no funcione como quiero.

Él cierra la puerta tras de él y me sigue hacia la cocina. Se siente cotidiano el que él saque de la alacena unas cucharas y envases en donde yo sirvo el helado. Es claro que ya hemos hecho esto antes y que él conoce bastante bien mi apartamento. Cuando no estamos de gira, o en algún compromiso, pasamos mucho tiempo juntos aquí. Es más cómodo que salir y arriesgarnos a ser atacados por paparazzi.

Me gusta estar a solas con él en la seguridad de mi hogar, lejos de periodistas. Él sabe como hacer de los silencios algo llevadero y no incómodo, por lo que disfruto demasiado de su compañía. Habla de vez en cuando, de su día o de cualquier otra cosa. Hay momentos en los que se calla y se ríe de mis gestos expresivos. Me besa, me abraza, o simplemente me ve y me acompaña. A veces hasta canta, lo que causa un montón de sensaciones en mi.

Sensaciones que ni usando lenguaje de señas podría explicar.

Cuando sirvo ambas copas de helado, hasta el tope e incluso le añado más sirope del necesario, él me sigue hasta la sala de estar con su postre en la mano y yo con el mío. Estoy a punto de sentarme en el sillón, pero él me toma por la cintura y me obliga a sentarme en sus piernas. No pienso quejarme por eso. Acaricia mi cuello con su nariz y deja un beso ahí que me estremece. Luego me observa y me tiene pensando en lo linda que se ve la heterocromía en sus ojos.

Pero yo lo conozco bien y sé que la forma tan profunda en la que me mira significa que dirá algo que probablemente no me gustará.

—Estabas llorando —me dice con delicadeza. No quería que lo notara, pero quizá fue tonto de mi parte esperar eso —. No creas que no lo noté desde el principio, tus ojos están hinchados. No me gusta verte así.

Suspiro cuando acaricia mi mejilla con sus dedos, supongo que es inútil esconder mi tristeza de él. Caleb es más que mi novio, es como un mejor amigo que ha logrado entender partes de mi que yo ni siquiera entiendo. Conoce muy bien a esta Elise, no tiene sentido que le oculte lo que le oculto al resto. Le doy una leve sonrisa que sé que se ve triste, él me la devuelve.

Es horrible no poder ocultarle mi pasado a esta parte tan importante de mi presente.

—¿Por qué llorabas, Eli? —susurra a mi oído.

Podría decírselo con señas, él me entendería. Sin embargo, en lugar de eso, tomo su helado y el mío para dejarlos en la mesita. Agarro mi laptop y la pongo sobre mis piernas de manera en que él pueda ver todo por encima de mi hombro. Será la primera vez que le muestre la grabación y mi corazón late muy rápido dentro de mis costillas al pensar en que le mostraré algo que pertenece a mi antigua vida.

La vida que arruiné.

Aún así, lo reproduzco y lo veo por milésima vez. Caleb reconoce la canción, sus brazos me sostienen con más fuerza por la cintura. Decido no ver el video para fijarme en sus expresiones, así que ladeo mi cabeza para ver su reacción. Va por la parte en la que mi hermana canta y lo veo sonreír, enternecido. Mich decía que yo era la cantante de la familia, pero ella no lo hacía nada mal. Sonaba como un angelito, como un querubín bajado del cielo.

Sigue sonriendo cuando escucha a mis padres y respiro hondo porque sé que lo siguiente que escuchará será una voz que ya no existe. Mi canto suena y su sonrisa cambia por un gesto que solo me indica que está demasiado sorprendido. Mantiene la boca abierta por unos segundos, pero luego sonríe de nuevo, esta vez con cierto orgullo. Es una linda reacción, que luego cambia porque se escucha el choque, los vidrios, el grito y la lluvia. Ahí se tensa, la sonrisa desaparece y yo siento un escalofrío.

Incluso solo escuchando la grabación, esta tiene un enorme poder en mi.

Leb respira con fuerza y mira el video ya pausado por un buen tiempo. Luego, deja un beso en mi hombro y me insta a hacer a un lado la computadora. Con un movimiento, me sienta a horcajadas en su regazo. Limpia unas lágrimas en mi rostro que no había notado antes. Estoy tan acostumbrada a llorar en esta época del año en particular que las lágrimas se sienten como algo natural en mi piel.

—Sé que no quieres escuchar esto —me dice, mirándome con fijeza —, pero creo que todo pasa por una razón, Elise. Lamento todo lo que te ha quitado la vida, me gustaría poder devolverte cada cosa que perdiste, pero no puedo. No podemos cambiar ese día, solo me queda agradecer el hecho de que tu sigues respirando.

Bajo la mirada porque yo no sé si opinar igual. Sin embargo, él me toma por el mentón y me obliga a observarlo de nuevo.

—Sé que no piensas lo mismo que yo —adivina lo que no puedo decir —. Pero tienes a un montón de personas que te aman y agradecen cada segundo que respiras. Lo que les pasó a ellos no fue tu culpa, amor. Tu mereces vivir.

Quizá si lo hago. Si sobreviví es porque merezco seguir viviendo y lo entiendo, es lo que he hecho hasta ahora. Lo que no creo merecer es esta segunda oportunidad que me dio el mundo para ser feliz. Merezco respirar, pero no merezco todo este amor que recibo cuando las tres personas que más amo lo perdieron todo por mi. No lo merezco, pero lo tengo.

Tengo un empleo que amo, unos amigos que se sienten como familia, tengo a Caleb...y yo adoro tener todo eso, aunque una parte de mi siempre se sentirá culpable porque no puedo verlos de la misma forma en la que solía ver todo aquello que perdí.

—Gracias por mostrarme el video, sé que debe ser algo muy personal para ti —me dice, pegando su frente con la mía. Ahora percibo su aliento sobre mi boca mientras enredo mis manos en su cabello que ha crecido un poco. No lo merezco, pero me encanta lo segura que me siento con él —. Me gustaría pedirte que no lo veas más porque te hace llorar, pero reconozco que eres una terca que lo verá de todas formas.

Yo sonrío, es exactamente lo que haría si me prohibiera ver el video. Él me sonríe de vuelta y ahora sus manos viajan mucho más abajo de mi cintura. Me sostiene con delicadeza, yo solo miro sus ojos mientras nuestros labios se encuentran cada vez más cerca.

—Pero puedes ver el video conmigo siempre que quieras —me dice —. Puedo ser la almohada en la que seques tus lágrimas, o el hombro en el que apoyes tus miedos. Puedo ser lo que desees y necesites, tú solo dímelo y yo lo seré por ti.

No cabe dudas de que me enamoré de un compositor que no solo escribe canciones de amor y las canta, sino que además parece aplicar la misma magia con las palabras sin la necesidad de tener alguna melodía que lo acompañe.

Yo no me merezco a Caleb, pero no me caben dudas de que lo necesito. Necesito su apoyo, su amor; necesito todo de él. La felicidad que siento a su lado es un premio que no debí haber ganado, pero lo tengo en mis manos y sé apreciarlo. Sé que tengo a un hombre maravilloso que me llama musa, aunque no debería hacerlo. Sé que él me ama y que yo amo que lo haga.

Porque yo lo amo de vuelta.

En un segundo nuestros labios están a un milímetro de rosarse, al otro ya lo siento inclinarse hacia mi para alcanzar mi boca y fundir el tiempo en un beso que sin duda necesito. Ya dije que Caleb es la mezcla perfecta entre dulzura y picardía; pues, justo de esa forma son sus besos. Sus labios primero acarician los míos con ternura y yo dejo que me guíe en sus movimientos. Es seductor, lento, apasionado, pero dulce en cada toque. Él bien podría estar siguiendo una melodía imaginaria, casi parece que su boca baila sobre la mía a un ritmo perezoso que podría robar cada latido de mi corazón sin problema.

Es dulce...pero luego viene la parte pícara, que me encanta por igual.

Siento su lengua barrer mi labio inferior, esperando adentrarse en mi boca para hacer de esto mucho más profundo. Como la buena persona que soy, lo dejo recorrer todo lo que quiere mientras me uno a su juego. No soy una santa, de hecho soy mucho más atrevida que él y eso siempre lo he dejado claro. Por eso ladeo mi cabeza para perderme mucho más en el beso y muerdo su labio. Sonrío contra su boca cuando descubro que mi mordida le provoca un suspiro, pero él me devuelve la jugada cuando sus manos se cuelan por debajo de su propio suéter y consiguen piel desnuda muy sensible ante su tacto.

Me ganó en esta, y el muy presumido lo sabe porque ahora soy yo quien siente su sonrisa en medio de otro beso aún más profundo.

Esta mezcla de intensidad con ternura, este ataque de besos y mordidas, es lo que me permite olvidar el hecho de que estaba llorando hace unos segundos. Caleb tiene la habilidad de volverme completamente muda, lo que se traduce a callar lo único que no es silencioso en mi: mi mente.

La deja en blanco, la vuelve inútil, se roba la lógica y la convierte en algo más fuerte. Deja muda a mi mente, mientras que fuerza los pequeños pedazos de voz que me quedan y los obliga a escapar de mi entre gemidos y jadeos que no suenan bonito, pero no es que él este muy concentrado en eso que se diga.

—Te amo —me dice con poco aliento. Él sabe que yo también lo hago pero, para que no queden dudas, lo empujo hasta que cae acostado en el sofá y yo quedo sobre él. Ahora me encuentro besando su cuello y lo siento estremecerse mientras ríe —. Es bueno saber que tú también me amas.

Lo callo, mordiéndolo suavemente antes de besar su cuello de nuevo. Por instantes, me siento culpable por dejar que el helado que trajo se derrita, pero esos instantes duran poco porque sus manos vuelven a adentrarse en su suéter y se vuelven aún más juguetonas. A la mierda el helado, ya dije que Caleb era mucho más dulce y lo confirmo una vez más mientras saboreo sus labios. Me encanta.

Me encanta tanto que no sé si pueda dejarlo ir en algún momento.

—Tengo dos cosas que decir antes de que pierda la poca cordura que me queda —dice, interrumpiendo mis besos. Yo refunfuño, la estaba pasando bien —. Cálmate, fiera. Son solo dos cosas y luego volvemos al juego.

Rio ante lo raro que es que lo llame "juego" en voz alta, pero supongo que es algo así ya que siempre estamos compitiendo por quien enloquece más al otro. Decido que lo dejaré hablar, así que apoyo mi barbilla en su pecho mientras lo observo. Asiento para que sepa que puede comenzar a decir esas dos molestas cosas que nos interrumpieron.

—Bien, lo primero es que esta noche estás invitada a mi casa —dice, y me gusta que le falle la voz cuando mis dedos trazan caricias en sus brazos —. Tramposa, déjame terminar de hablar. Como decía, estás invitada y no acepto un no por respuesta. Mis tíos saldrán en una cita y quieren que cuide a Daisy, Adam se autoinvitó porque quiere robarse a mi primita y Silene viene para evitar que su prometido se robe a una bebé. Creo que será una noche interesante y quiero verte reír.

Sonrío, eso es muy tierno de su parte. Ya me siento un poco mejor, no tan triste como en el cumpleaños de Mich, así que supongo que puedo pasar un tiempo con mi primo, mi novio y mi amiga. Después de todo, hemos cuidado antes a Daisy y siempre terminamos haciendo alguna tontería los cuatro. Será divertido, así que asiento con la cabeza y él me sonríe.

—Bien —dice —. Ahora, la segunda cosa...

No me da tiempo de reaccionar, lo próximo que sé es que él me da la vuelta y ahora yo estoy acostada sobre el sillón, con él sobre mi. Esboza una sonrisa traviesa y estoy muy segura de que esto califica como trampa, pero no me deja refunfuñar porque baja sus labios a mi garganta y me pierdo por completo. Miren quien se esta robando mis tácticas, que descarado.

Y que descaro que le salgan tan bien como a mi.

—He escuchado muchas voces en mi vida —susurra contra mi piel —, pero la tuya...Elise, tu voz es la cosa más impresionante de este mundo. Agradezco haber visto ese video porque ahora sé como se escucha mi musa y te juro que es mucho más hermoso de lo que pude haber imaginado.

Me paralizo, pero esta vez no se debe a sus trampas. Él dijo que mi voz es impresionante...Es porque aún está ahí.

Ser muda por estrés postraumático significa que mis cuerdas vocales siguen intactas, es mi cerebro el que no me deja hablar. Por años, varios doctores me recordaron ese detalle, como si saberlo fuera a apagar un interruptor en mi y de repente mi voz volvería. No fue así, no es tan fácil. Ellos no saben que me duele intentar pronunciar simples palabras, no saben que se me desgarra la garganta cada vez que trato cantar una simple melodía.

Puede que este dolor sea mental, pero no quita el hecho de que me duele.

Mi voz está ahí, en algún lado dentro de mi, pero no quiere salir y yo no creo que salga de nuevo. Ya decidí que ser muda es el precio que tengo que pagar, por más que duela. Sin embargo, por la forma en la que Caleb me está mirando, sé que él todavía tiene la pequeña esperanza de que yo hable otra vez.

¿Acaso estará esperando que yo le diga "te amo" con mi voz en lugar de mis manos?

—Oh, no, conozco esa mirada —me dice él. En sus labios nace otra sonrisa traviesa, de esas que le quedan muy bien al chico que todos creen tierno —. Hora de callar a tu mente de nuevo, musa.

Me besa profundo, toca cada tramo de piel que consigue, me saca ruiditos que no son bonitos y lo logra, él calla mis pensamientos. Solo hay uno que no logra apagar, algo que para mi ya es natural pensar. Mientras lo beso, me doy cuenta que me rendí; me rendí en esto de esperar a que mi voz regrese, que mi vida vuelva a su cause natural.

Me rendí en intentar recuperar cada lirio que perdí...

Me rendí de esperar a que Michelle despierte porque sé que nada de eso sucederá.

...

Hay amistades que no sabes que necesitas hasta que las tienes y que llegan junto con la persona menos esperada. Yo aprendí eso con Silene Osbone, a quien jamás habría visto como una amiga hace tres años.

Cuando la conocí, era la odiosa y presumida mejor amiga de mi primo. Prepotente, arrogante, controladora...en realidad podía gastar una lista entera de adjetivos negativos con ella y aún así habría quedado con ganas de insultarla aún más. Así era mi relación con Silene.

En ese momento, también era la novia de Caleb, quien para entonces solo era un cantante al que yo admiraba. Luego, me convertí en la publicista de ese cantante. Después, me enamoré de él, y así fue como Silene pasó de ser la molesta mejor amiga de mi primo a ser la odiosa mujer que salía con el chico que me gustaba.

Nos odiábamos. Ella me veía como un estorbo y yo la veía como una princesa pomposa a la que alguien debía poner en su lugar. Creo que de tanto desear que alguien la abofeteara, mis plegarias se escucharon y de hecho fue la vida quien la abofeteó. Toda su actitud exasperante y controladora la llevó a sufrir un trastorno alimenticio muy raro, uno que casi acaba con ella. Ahí descubrió que tenía traumas que no había superado, que le impedían ser un...ser humano agradable.

Silene era como era porque se había clavado miles de espinas y tuvo que sacarse una por una, lo cual le costó mucho.

Se curó de su trastorno, fue a terapia por sus traumas y lo superó con ayuda de mi primo, junto con quien hace una de las parejas más tiernas y cómicas que he conocido. Ahora ella es esta mujer agradable, comprensiva y detallista a la que llamo amiga. No creí que la perdonaría después de todo lo que me hizo en el pasado, pero un día se acercó a mi y me describió como se sintió en ese momento, lo perdida que estuvo y no lo supo hasta que fue muy tarde, y lo mucho que sentía haberme hecho la vida imposible. Soy orgullosa, pero no de piedra, por lo que me conmovió y acepté sus disculpas. Desde ese entonces, nos hemos vuelto muy unidas.

Y así fue como la mujer que odiaba se convirtió en mi amiga, en la ex novia de mi novio y en la prometida de mi primo en solo tres años. Linda historia, ¿verdad?

A pesar de las locuras que nos trajeron hasta acá, he de admitir que Silene es esa amiga que no creí necesitar, pero que ahora agradezco tener. Nos entendemos a la perfección sin la necesidad de que yo hable, o que ella lo haga. No es que adivinemos lo que la otra piense, es que nos conocemos lo suficiente para saber lo que la otra jamás pensaría. Eso, de hecho, es una ventaja en la vida...y en este juego en el que somos absurdamente buenas.

—¡Diez de diez! —celebra Silene, saltando del sofá. Yo aplaudo junto a ella —. Ganamos de nuevo, chicos.

—¡No es justo! —se queja Adam, cruzándose de brazos. Leb se toma más a la ligera esto de la derrota y se limita a tomar de su cerveza —. Elise se comunica con señas, ¡por supuesto que jugar mímica es pan comido para ella!

—Solo están celosos de que nosotras nos entendamos tan bien —asegura Sile, meciendo su cabellera rubia en broma —. ¿Cierto, Eli?

Yo asiento y le saco la lengua a mi primo. Silene ríe mientras él refunfuña y yo me uno a su carcajada. Debo admitir que me estoy divirtiendo con ellos, incluso cuando en esta época del año suelo estar un poco más apagada de lo usual.

—Presumidas —suelta Caleb, antes de ver el monitor de bebé para asegurarse que Daisy duerme tal y como la dejamos. Luego, nos ve —. ¿Por qué no cambiamos equipo? A ver si así la suerte las sigue acompañando.

—Tu hablas y yo solo escucho tu envidia, Carlton —ríe Silene, tomando su copa de vino de la mesa estilizada frente al sillón de Caleb —. No intentes negarlo.

—No lo niego, yo si te envidio. Tu novio no sabe jugar esto y me está haciendo perder. Te lo cambio.

—Yo no quiero jugar con Adam.

—¡Princesa! —le reclama mi primo, sorprendido. Ella le sonríe antes de lanzarle un beso.

—Te amo, pero cada vez que intentas imitar algo parece que te estás ahogando, o algo por el estilo.

—Tu amor duele tanto algunas veces —mi primo lleva una mano a su pecho y finge estar adolorido. Se levanta del sillón y podría hacer una escena dramática ahora mismo. Adam es un payaso de nacimiento, no tengo dudas de eso —. Iré a despertar a Daisy porque esa bebé es la única que me ama en esta casa.

—Ni lo sueñes, me costó demasiado dormirla —ella lo detiene, presionando un dedo en su pecho —. Deja de tratarla como una muñeca. Pareces un demente que intentará robársela en cualquier momento.

—Podría hacerlo —él se encoge de hombros, pero luego sonríe con picardía —, o podríamos tener la nuestra. Ya sabes, nuestra propia muñequita.

—Ah, no. Ya te pedí matrimonio. Dame un descanso, Blake.

Él ríe y deja un beso corto en sus labios que termina por no ser tan corto...o apto para todo público. Caleb y yo intercambiamos miradas y rodamos los ojos al mismo tiempo, acostumbrados a estas muestras de amor por parte de mi primo y nuestra amiga rubia. Ellos son extremadamente cariñosos el uno con el otro. Los besos, los abrazos, las caricias, a ellos no les importa mostrar todo eso a quienes los acompañan. Tienen mucho amor para dar, así que lo dan siempre que pueden.

Quizá suene un poco hipócrita decir eso después de demostrar que estoy absurdamente enamorada de Caleb y que nosotros también somos bastante cariñosos, pero somos más de los que prefieren la intimidad para demostrar demasiado cariño. Los abrazos y los besos cortos no resultan un problema si tenemos compañía, pero hasta ahí. Por otro lado, estando solos, a duras penas si podemos separarnos del otro.

Y lo repito: me encanta.

Carraspeo exageradamente, muy dispuesta a arruinarles el momento a esos dos. Caleb se me une, logrando que Silene ría y Adam refunfuñe. Mi primo me mira con sus ojos entrecerrados, fingiendo que se molestó. Ambos sabemos que no se puede molestar conmigo, él me quiere demasiado como para hacerlo.

—Que aguafiestas eres —me dice, mientras Silene se sienta en el sillón.

Oye, yo no quiero ver como hacen a su "muñequita". Búsquense un cuarto que en esta casa hay miles.

Princesa, Elise acaba de hacer una sugerencia interesante y no veo porque no intentarla —ahora él la mira a ella y Silene niega con diversión, adivinando un poco a que se refiere aunque ella no entiende el lenguaje de señas —. ¿No? Joder, se te está pegando lo aguafiestas de Elise.

O lo inteligente. Traer a alguien con tus genes al mundo es un peligro que nadie debería correr.

¿Si sabes que tú y yo compartimos genes, verdad?

Yo me encojo de hombros, él rueda los ojos, pero ambos sonreímos con diversión. Adam y yo no nos parecemos mucho. De hecho, a duras penas parecemos familiares. Él es rubio, yo soy castaña; él es ojiazulado, mis ojos son avellana; él es muy alto, yo soy estatura promedio. Sin embargo, en lo único que nos parecemos es en este simple gesto: nuestras sonrisas.

Somos expresivos, nuestros labios pueden decirlo todo de nosotros sin la necesidad de que hablemos. Solo basta que arqueemos un poco la boca para que aparezca un único hoyuelo en nuestras mejillas derechas y ya se entiende que estamos felices. Eso, junto con el apellido Blake, son la únicas evidencias de que somos familia.

Escucho un bostezo, es entonces cuando veo a la hermana de Caleb entrar en la sala de estar mientras se estira. Rubí ha crecido mucho desde que la conocí. Ahora que tiene veinte años, ya no parece una adolescente rebelde, sino una mujer increíblemente hermosa y talentosa. Su cabello, tan oscuro como el de Caleb, está suelto y cae hasta más abajo de sus hombros sin orden alguno. No puedo evitar recordar que cuando la conocí, su cabello era de un color rojo muy llamativo. Ahora, con su color natural, sus ojos azules resaltan como dos zafiros. Mi cuñada es impresionante y es tan bonita físicamente como en personalidad.

—¿Cansada, niña? —le pregunta mi primo, mientras ella se deja caer en uno de los sillones individuales.

—Me quedé dormida en el piano otra vez —suelta. Eso siempre le pasa —. Creo que hasta lo babeé.

—Lindo —mi novio hace una mueca hacia su hermana mientras yo me siento a su lado —. Yo también uso ese piano, Rubí.

—Pues límpialo si lo quieres usar. Es saliva de tu hermana, llorón —ella bosteza una vez más y le sonríe con inocencia a Caleb —. Hermanito, ¿quieres llevarme a mi habitación?

—Tienes veinte años, usa tus piernas.

—Pero yo quiero que me cargues.

Ella esboza un puchero exagerado que me hace reír, pero sé que hace efecto en Caleb. Él intenta resistirse, pero muy en el fondo sabe que su hermana siempre será su nenita y, por ende, no puede negarle nada. Él accede y Rubí sonríe. Sabía que la tenía ganada desde el principio. Mi cuñada me guiña un ojo cuando me rio una vez más, siempre me causará gracia que los Carlton aún se traten como un par de niños a pesar de que son todos unos adultos.

—Bien, vamos —Caleb se pone de pie con cierto fastidio y se agacha para poder cargar a Rubí —. Pero es la última vez que te cargo hasta tu cuarto, Rubí.

—Claro, síguete creyendo esa mentira —suelta ella, enderezándose para sostenerse de su hermano. Sin embargo, Silene la detiene.

—Espera, antes de que te vayas a dormir —Sile vuelve a ponerse de pie, esta vez con una amplia sonrisa que no es de broma, sino de alegría genuina —. Quería saber si Eli y tú están libres la semana que viene. Quiero que se prueben algunos vestidos de damas de honor y que elijan unos que las hagan ver más hermosas de lo que ya son.

Es lindo ver lo emocionada que se pone Silene al hablar de su boda y es todavía más lindo saber que esta vez mi primo recibirá en el altar a una mujer que si lo ama con locura. Digo esta vez porque esta no será la primera boda de Adam a la que asisto. Años atrás, una arpía que se hace llamar mujer, le destrozó el corazón al dejarlo esperando frente a su familia y amigos. Sigo odiando a Vanessa y creo que la odiaré toda una vida porque mi primo merece que lo amen con toda la fuerza con la que él es capaz de amar.

Por suerte, ahora el panorama cambió y esta rubia despampanante le pidió matrimonio hace unos meses. Poco a poco, ella ha ido derribando los muros que Adam puso tras el incidente de la innombrable de su ex. No voy a mentir, él todavía tiene miedo y, porque lo conozco, sé que lo tendrá hasta que la vea caminar ese día en el altar hacia él y se dé cuenta de que hay gente que no lo abandonará; de que pueden amarlo tal cual es. Mientras eso ocurre, he podido ver como sonríe cada vez más cuando Silene se emociona por algo relacionado a la boda.

Y, la verdad, comienzo a creer que ella menciona estas cosas frente a él a propósito. Mi amiga es muy lista, además de que conoce demasiado bien a Adam.

—¿No se supone que la novia elige vestidos de damas feos para ser el centro de atención? —pregunta Rubí con diversión.

—Tonterías, mis damas van a estar tan o incluso más despampanantes que yo —suelta Silene, aunque lo veo difícil ya que ella es despampanante ya por su cuenta. En un vestido de novia seguro dejará a mi primo sin aliento —. Lo mismo digo de los padrinos. Comienza a buscar un traje, Carlton. Ese día te quiero el triple de guapo de lo que ya eres.

—Si fuéramos personas normales, llamar a tu ex guapo frente a tu futuro esposo habría generado una pelea digna de televisión —señala mi cuñada —. Pero claro que no somos normales.

—No me avergüenzo de decir que mi ex es todo un bombón, eso demuestra que tengo un excelente gusto. Deberías hacer lo mismo. Después de todo, a ti te gustó mi futuro esposo y sabes que él es bastante guapo.

—Eres muy cruel por recordarme eso. Fue un flechazo adolescente, la culpa la tienen las hormonas.

—Y el hecho de que soy encantador —suelta mi primo.

¿Cómo llegamos a ser tan unidos? Es decir, nuestra historia es ideal para que todos nosotros nos odiemos y aún así todos nos llevamos demasiado bien. Amo a mis amigos y creo que mientras más paso tiempo con ellos, más borroso se hace ese pasado en el que todo resultó un caos entre nosotros.

Como dijo Rubí, si fuéramos personas normales, estaríamos peleados. Me alegra saber que estamos lejos de definirnos con una palabra tan simple como "normal".

Halo la manga de la camisa de Caleb y le digo con señas que Rubí y yo estamos libres la semana que viene. Yo manejo el cronograma de mi cuñada, así que sé de antemano que no tiene eventos o algo parecido. Mi novio tarda en comprender lo que digo, pero al final lo hace y traduce mis palabras para Silene. Ella cuadra un día y una hora—jueves a las tres de la tarde— y Rubí y yo nos comprometemos a estar ahí pase lo que pase. Sile nos abraza con entusiasmo. No me cabe duda de que su boda será todo un sueño, esta chica tiene una pequeña princesa soñadora dentro esperando su noche de cuento de hadas. Será lindo.

La charla sigue, hasta que un ruidito de llanto escapa del monitor de bebé. Adam hace el ademán de ir hacia la habitación de Daisy, seguro para aprovechar la oportunidad y robársela, pero Silene es mucho más rápida que él y literalmente sale corriendo de la sala de estar hacia las escaleras para impedir que mi primo pueda jugar con esa "muñequita". Caleb decide seguirla con Rubí en su espalda, supongo que la dejará en su cuarto para que duerma.

Yo niego con la cabeza, divertida ante el desastre. Mi primo y yo quedamos solos en la sala de estar, así que tomo asiento en el amplio sillón y bebo de la cerveza de Caleb. Adam se sienta a mi lado y noto unos minutos de silencio que en él son raros.

—Silene jamás me dejará robarme a Daisy y eso es tan injusto —rio ante sus palabras porque él finge estar realmente afectado. Sin embargo, luego lo escucho suspirar y sé que el silencio de antes se debe a algo importante.

¿Qué pasa?

Adam aprendió lenguaje de señas junto a mi cinco años atrás. Él quería que no me sintiera incapacitada por mi nueva condición, así que me consiguió buenos profesores y se apuntó a clases conmigo. Mi primo siempre ha estado a mi lado, por eso lo conozco tan bien. Sé que esa sonrisa triste en sus labios no significa algo bueno.

—Te veo mejor, más como la El descarada y divertida que amo —me dice y yo le sonrío —. Por eso odio tener que decirte esto justo ahora.

Él toma mi mano y eso significa que él sabe que necesito apoyo para escuchar el resto. Respiro profundo y me preparo, pero creo que jamás estaré preparada para las malas noticias.

—Esta mañana llamaron del hospital. Preguntaron si estábamos dispuestos a desconectar a Michelle.

Siento el mismo aire que acabo de tomar escaparse por mi boca. Ellos ya hicieron esta sugerencia antes, hace casi cuatro años. En aquel entonces, yo me negué. No quería dejar ir a mi hermanita.

—Los doctores dicen que no ven esperanza en su caso, que lo mejor es...despedirse de ella.

Siento un apretón en mi mano, esas palabras me duelen de formas que no puedo explicar. Paso de mirar a Adam a ver algún otro punto en la nada. Duele saber que la vida se le está escapando de las manos a mi hermana, o que quizá ya se le escapó y yo jamás lo quise ver.

Mich respira, pero no vive. Ha pasado seis años en una camilla, seis años en los que todo el mundo ha cambiado sin esperarla. No creo que despierte, pero el despedirme de ella suena como algo demasiado fuerte. No sé si tengo la valentía para hacerlo.

—Elise...—Adam me llama, pero no devuelvo mi vista a la suya. Me toma por las mejillas y me obliga a verlo, me obliga a aceptar una verdad —. Lo siento, prima, pero quizá hay que aceptar que Michelle no despertará. Es tu hermanita, entiendo que la quieres de vuelta, pero quizá ya esperaste demasiado...Quizá ya has perdido mucho por ella.

》No quiero verte llorar como lo haces en esta época del año, ni ver como vas cada día al hospital a sentarte a su lado. Estás estancándote y creo que ella también. Yo solo quiero verte feliz y siento...siento que no lo serás hasta que aceptes que el pasado es solo eso, pasado.

Y lo entiendo, entiendo su preocupación. Él más que nadie me ha visto sufrir por Michelle e incluso me ha acompañado por las noches en las que ido al hospital a llorar a su lado. Comprendo que Adam quiera alejarme de algo que me ha hecho tanto daño y creo que lo entiendo mucho más ahora que hace cuatro años.

Antes tenía esperanzas de verla despertar, ahora no.

Pero el hecho de causar su muerte, de desconectarla y que lo siguiente sea organizarle un funeral, me destruye. Me siento culpable, por esto que le esta pasando y por todo lo que le hice pasar. No sé si podré hacerlo, no sé si podré dejarla ir...Y eso es tan egoísta de mi parte.

Todos saben que lo mejor para ella es desconectarla, pero yo estoy pensando en lo mejor para mi. Si la dejo conectada, puede que Michelle jamás vuelva a vivir; pero si la desconecto entonces yo perderé la vida.

Es un dilema que me hace sentir como una persona horrible, pero no me puedo decidir.

—No me tienes que dar una respuesta ahora —me dice él, con comprensión en su voz —. Solo te lo digo para que lo pienses. Sé lo que es pasar más tiempo en un hospital que en tu hogar, eso son los recuerdos que me dejó el cáncer y no es bonito. No quiero que te pase lo mismo.

Besa mi frente con cariño y eso me hace sentir un poco mejor, pero sigue sin ser suficiente.

—Sabes que te apoyaré en lo que sea. Tú y yo somos un equipo, primita.

Gracias, Adam.

—No hay de que —él me regala una amplia sonrisa y luego me suelta. Entonces, su sonrisa regular vuelve, esa bromista y natural, y sé que lo que sigue si me gustará —. Ahora...¿nos embriagamos?

Yo rio, con Adam hice una grandísima cantidad de locuras en el pasado y estoy segura de que seguiré haciéndolas en el futuro. Lo reto y, aunque ahora ambos somos adultos, nos comportamos como niños que quieren olvidar una terrible noticia haciendo alguna travesura. Por esto amo a mi primo, porque sabe hablarme con sinceridad y animarme como nadie.

Pero, sin importar que ahora no me exija una respuesta, sé que tarde o temprano la tendré que dar. No para él, no para Mich, sino para mi...

No sé si estoy lista para dejar ir mi pasado.

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