La transformación

Al caer la noche paso a la habitación de Rosa para saber como esta, me detengo para saber si puedo escuchar algo, pero solo encuentro silencio, doy un suave golpe a la puerta, nuevamente nadie contesta— ¿Rosa? —un segundo golpe que no es respondido, sostengo el pomo de la puerta, al tratar de abrirla resulta que está con llave— Rosa, abre la puerta —un calor comienza a recorrer mi cuerpo, ahora no guardo discreción en mis golpes— ¡Rosa te ordeno que me abras ahora mismo! —embisto la puerta con mi hombro, pero es inútil no tengo la fuerza para arrancarla de sus bisagras— ¡Abre la puerta Rosa!

Cuando retrocedo para embestirla con más fuerza la entrada se abre.

— ¿Cuál es tu problema? —pregunta molesta— estoy tratando de dormir.

Trato de recuperar mi compostura— Solo venía a desearte las buenas noches.

— ¿Si? —su tono de poco convencida indica que no se compra mi respuesta— espero que la próxima vez que toques mi puerta sea para dejarme salir —antes de que alcance a contestar me cierra la puerta.

Pienso en mandarla a abrirla nuevamente, pero esta discusión no llevará a nada bueno, así que me retiro a mi habitación, mi esposa ya esta acostada leyendo un libro, ni siquiera se inmuta con mi entrada, tras cambiarme a mi pijama, me introduzco debajo de los cobertores, la miro de reojo pero sigue leyendo.

— No hagas eso.

— ¿Hacer que? —dice mientras cambia a la siguiente página.

Me siento y giro hacia ella— Esto, me estás ignorando por haber castigado a Rosa.

— Lo que hiciste va más allá de un castigo, la volviste una prisionera en su propia casa —sigue sin mirarme.

— ¿Qué esperabas que hiciera? Dejarla irse para que le contara a todos lo que estaba por suceder.

Deja el libro sobre su regazo a la vez que me da una mirada molesta— Pudiste haberme dado la oportunidad de involucrarme, en lugar de mandarme a la cocina como si fuese una empleada.

Giro mis ojos fastidiado— Lo que paso allí eran cosas que yo debía resolver, si permitía que me ayudaras me haría ver débil.

— Así que prefieres parecer un tirano antes que débil, no serás muy distinto al gobierno anterior.

— No compares con ellos, haremos las cosas diferentes, todo va a mejorar.

— ¿Qué harás si Rosa se sigue oponiendo a ti? ¿Qué tan lejos estás dispuesto a llegar para mantener las cosa bajo control?

— No tengo por qué responder a tus preguntas —me acuesto dándole la espalda.

— Pero llegará el día en que te verás obligado a responder por cada una de tus decisiones y cuando eso suceda no podrás dar la espalda para resolver las cosas.

No sé si podría llamar dormir aquello que hice anoche, más bien fue una serie de siestas interrumpidas por sueños sobre fusilamientos, redadas a hogares, militares animanos rondando las calles y delante de todo ello estaba yo, asegurándome de que cada instrucción se llevase a su totalidad.

Antes de levantarme saco una aspirina del cajón y voy al baño de la habitación para poder tragármela, al regresar puedo ver que Natalia ya se levantó, de seguro debe estar ayudando con el desayuno, tras arreglarme bajo al segundo piso, pero no le encuentro en la cocina ni el comedor, solo veo a Carolina desayunando.

— ¿Tu mamá?

— Está desayunando con la Rosa y la Sarita está regando el jardín ¿Por qué la buscas?

— ¿Qué hace con ella? Dije que nadie podía visitarla.

— Se lo advertí, pero me dijo que nadie le podía prohibir ver a su hija.

Realmente quiero ir a ponerla en su lugar, pero en una hora y un poco más debo reunirme en el hospital psiquiátrico de Recoleta para mi transformación, busco a Sara para que me sirva el desayuno, cuando me siento a la mesa Carolina se levanta.

— Me voy al trabajo.

— Que tengas un buen día, recuerda no hablar con nadie lo que les conté.

— Y perder mi oportunidad de dirigir el país, no soy tonta.

Al menos mi hija entiende como van a funcionar las cosas, tras terminar de comer subo a mi auto para viajar hacia el hospital psiquiatrico de Recoleta, el día después de la toma de gobierno las calles se ven vacías y comprendo la desolación del lugar la incomprensión de las criaturas que se pasean por las calles, sumado a su alto armamento genera un miedo en la gente.

Cuando llego al lugar acordado soy recibido por un grupo de soldados, uno de ellos tiene una prominente mandíbula de la que salen dos colmillos, por el tamaño deduzco que debe ser un jabalí, mientras que el otro está jorobado y su piel es de un color verde, les entrego mi cédula de identidad, tras verificar permiten que ingrese.

Un militar me escolta por un largo pasillo que está repleto de puertas con ventanillas, lo único que se escucha son nuestros pasos en el blanquecino lugar, cuando miro una de las ventanillas con atención me percate que al interior se encuentra Octavio, el anciano se retuerce y por acto reflejo corro hacia la puerta, después de dar el primer paso el soldado estira su brazo para sostenerme del estómago.

Al mirar los poros de su brazo no puedo evitar soltar un grito de terror, a simple vista se veía como una persona normal— ¿Qué demonios es usted? —no me es posible ocultar mi pavor.

— Los soldados tenemos órdenes de mantener en secreto nuestra mezcla —al notar que ya no tengo intenciones de socorrer al líder de la familia me libera— está prohibido intervenir el proceso de transformación, una vez termine de convertirse veremos que hacer con él.

— Lo dice como si fuese a terminar mal.

— Con todo el respeto, llevo años supervisando este proceso y a los pocos minutos puedo saber quienes lo conseguirán y quienes no, le aseguro que para cuando termine su transformación, juzgando por la textura de su piel puedo deducir que se mezcló con una almeja, pero será más almeja que humano.

— ¿Cómo pueden permitir que suceda algo como eso? Tomar semejantes riesgos debería estar prohibido.

— Entonces resuelva eso cuando dirija este país, yo solo sigo órdenes.

Vuelvo a mirar la ventanilla, los ojos de Octavio lloran, puedo sentir su arrepentimiento, me estremece al punto que miro la salida con ganas de huir, la apertura de una puerta me saca de mis pensamientos.

— Ingrese aquí hasta que vengan a inyectarlo.

— ¿Qué me garantiza que no acabaré como él?

— No soy científico, ahora ingrese.

¿Qué estoy haciendo?, me pregunto mientras ingreso a la sala, las acolchadas paredes están diseñadas para no lastimarse al azotarse en contra de ellas.

— ¿Qué animal desea?

— ¿Qué? —mi distracción evita que escuche con claridad.

— ¿Con qué animal desea fusionarse? Debo informarlo para que traigan la inyección.

— Un... un león.

Sin contestar a mi petición cierra la puerta, mi respiración se acelera, las manos me comienzan a sudar cuando la puerta se cierra corro hacia ella, pero no tiene una manilla para abrirla por dentro, desde la ventanilla trato de ver algo, pero solo consigo notar como el soldado se aleja, camino ansioso en círculos, me paso la mano por la cabeza mientras observo la lámpara del tejado, me siento apoyado contra la pared, poco a poco empiezo a perder la noción del tiempo, quizá todavía puedo retractarme, cuando abran la puerta negociaré con ellos, debe existir otro modo de solucionar esto.

Para cuando la puerta se abre ingresan tres militares, personal que por sus ropas blancas debe ser médico y el representante del CNA.

— Comenzaremos con su transformación —hace una señal a los soldados para que me sujeten, mientras que el personal médico saca una enorme jeringa— se me informo que está preocupado por lo que le pueda suceder, créanos que va a estar bien.

Los tres soldados se transforman en bestias feroces, lo que causa que su fuerza física también incremente, estando totalmente inmovilizado pasan a inyectarme en el cuello, gritos de terror se escapan de mi boca, quiero llorar del pánico y en cuanto siento la jeringa en mi interior mis ojos derraman lágrimas, esto es una locura, el líquido se siente frío al introducirse, quiero sacudirme, pero con la fuerza que me sostienen me resulta imposible, cuando sacan la inyección todos se retira a excepción del representante del CNA.

— Puede que esto sea un viaje un tanto perturbador, pero le aseguro todos los que nos transformamos en animanos descubrimos algo nuevo sobre nosotros durante el proceso —después de decir eso cierra la enorme puerta.

Incapaz de levantarme siento como la fría sensación de mi cuello empieza a subir a mi cabeza, mis ojos comienzan a ver las texturas de la pared con mayor detalle, me arrastro en el suelo, mis brazos sienten el terreno diferente las palabras ya no me salen, recupera la fuerza de mis piernas, me levanto y al mirar al suelo me veo tirado con la boca abierta como si estuviese muerto, pero todavía respiro.

— Así es como agradeces todo lo que hice por ti —al darme la vuelta veo a mi decrépito padre sosteniéndose con un bastón— es hora de que tú y yo hablemos sobre lo que estás haciendo.

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