Capítulo 8. El banquete

Ayla entró a la habitación y quedó asombrada por lo espaciosa que era. En cuanto a diseño, se parecía a la habitación donde había despertado. Solo que, en cambio, en ésta, había dos camas, dos armarios, dos escritos... todo doble. Recorrió el cuarto en su silla motorizada y sintió que tenía espacio de más. En definitiva, no era su cuarto —ni como estar en casa— pero se sintió a gusto.

Se bajó de su silla motorizada y caminó con mucho cuidado hasta la cama. Allí se recostó a pensar sobre los últimos acontecimientos. Aún no podía creer que se encontraba lejos de su hogar. Pensó en su mamá y en Lisa. «¿Cuál será la reacción de mamá? ¿Lisa creerá que habré muerto?», pensó.

Intentó buscar su celular entre las pertenencias que Naomi le había traído, pero no lo encontró. «Se tiene que haber achicharrado en el salón», pensó. Suspiró y trató de cerrar los ojos por unos minutos y olvidar el lío en el que se encontraba.

Mientras descansaba un rato en la cama, una joven se movía por el pasillo del segundo piso con cuidado. La chica era alta, de pelo corto rubio y blanca como el papel. Llevaba en su mano derecha un bastón blanco que servía de guía en su caminar. Hacía ya un tiempo que vivía en la mansión y se conocía los pasillos a la perfección. A algunos de sus compañeros le molestaba cuando caminaba de noche por los pasillos, pues hacía un poco de ruido con su bastón. Al mismo dar en el suelo, formaba un sonido leve agudo, como si fuera puro metal. La joven era ciega*. Se acercó a la puerta y la abrió. A pesar de que no veía, se conocía muy bien el cuarto. Entró con cuidado y supo con rapidez que no estaba sola en la habitación.

—Ayla, ¿no? Bienvenida. Me llamo Wendy —dijo mientras se acercaba a donde la nueva integrante y le extendía la mano para saludarla.

—Mucho gusto —respondió la otra joven devolviéndole el saludo.

Wendy sonrió, dio unos pasos hacia atrás y con su bastón sintió su cama. Se sentó en ella, pero su rostro y cuerpo estaban inclinados de cierta forma que invitaba a continuar hablando con su nueva compañera de cuarto. Ella era completamente independiente y tenía desarrollado otros sentidos que le ayudaban a conocer muy bien su entorno. Pensó en hacer conversación con su nueva compañera de cuarto para hacerla sentir en casa.

—Un placer. Estoy muy contenta de que ya estés aquí. Hace unas horas me avisaron de tu llegada... y la verdad es que era hora de que me asignaran una compañera de cuarto. La soledad me estaba matando —dijo.

Ambas jóvenes conocían muy bien lo que era la soledad. Wendy se sentía sola pues no tenía muchos amigos, aunque consideraba que tenía una personalidad bastante jovial. Mientras, la segunda, a pesar de que su madre le había inculcado que era mejor estar sola que mal acompañada, en ocasiones se llegó a sentir aislada cuando no tenía compañeros en la escuela.

—Ah, te entiendo. Es horrible no tener a alguien con quien pasar el rato —respondió Ayla.

—Exacto, gracias. Y qué, ¿cómo te sientes? ¿Ya te explicaron por qué estabas aquí?

—Sí... ya me ilustraron. Pero aun no entiendo muchas cosas. O sea, sé que durante varios años he tenido algunas visiones, pero...

—¿Tienes visiones? ¿Esa es tu habilidad? ¡Excelente! —exclamó Wendy sorprendida por la respuesta de la chica.

—Pues sí... eso creo. He tenido visiones del ¿futuro? Si se puede llamar así. A veces pasan... en ocasiones las puedo cambiar antes de que sucedan —respondió Ayla pensativa.

—Es impresionante tu habilidad —replicó mostrando sumo interés—. Estoy segura de que estando aquí, compartiendo con otros jóvenes con habilidades parecidas y tomando algunas de las lecciones puedes llegar a ser una de las mejores. No conozco a nadie que tenga esa habilidad ahora mismo.

—¿De verdad? ¿Soy la única?

—Pues creo que sí. Llevo aquí un año y no he conocido a ninguno.

—Oh. ¿Y cuál es la tuya?

Wendy le señaló su bastón blanco con una sonrisa. Le gustaba hacer eso cuando otros le preguntaban sobre su habilidad. Era mejor que lo dedujeran por su cuenta.

—¿Tu bastón? —preguntó Ayla anonadada.

—Algo parecido. Puedo patearle el trasero a cualquiera —respondió entre risas.

—Comienzo a tenerte miedo.

—No temas. Pero sí, soy muy buena en artes marciales y sé manejar muy bien mi bastón. Además, soy muy rápida.

Wendy se consideraba de lo más graciosa y bastante segura de sí misma. Le gustaba hacer reír a los demás para que así se sintieran a gusto.

—¿Y todo eso lo has aprendido aquí? —preguntó Ayla con curiosidad.

—Sí, en un año he aprendido demasiado. Llegué siendo una chica demasiado tímida que no aceptaba mi condición. Esta mansión ha servido de hogar para mí y los mentores me han ayudado muchísimo. Sé que a ti también te irá excelente —dijo con seguridad.

—Bueno, eso está por verse. Esto me ha tomado desprevenida y no sé si desee estar aquí mucho tiempo. Además, voy a extrañar a mamá.

Al escuchar lo recién mencionado, la expresión de la otra joven cambió. De repente ya no estaba tan alegre como antes. Ella también extrañaba a varias personas importantes en su vida.

—Te entiendo, yo también extraño a mi familia —dijo Wendy con unos ojos llorosos. Con su mano derecha se secó las dos lágrimas que estaban a punto de bajarle por las mejillas y continuó hablando—. Aunque muchos las extrañamos, la verdad es que aquí formamos nuestra familia extendida. Los que vivimos en la mansión nos criamos como hermanos y los mentores son tan comprensivos, amables y en ocasiones estrictos cuando tienen que serlo, que a veces parecen nuestros tíos. A cada uno se nos asigna un mentor en específico que muchas veces se convierte en una madre o padre para nosotros. En mi caso, mi mentora es Naomi, quien me imagino habrás conocido ya.

—La conocí, sí. ¿Tendré un mentor? ¿Cómo lo asignan? —preguntó Ayla.

—Todos tenemos un mentor. Entiendo que lo asignan según la personalidad del mentor y del estudiante que tendrán a cargo. Habrás notado que mi mentora es bastante alegre y se mantiene constantemente motivada. Nos parecemos mucho en eso. Quizás también lo asignen dependiendo la afinidad de la habilidad que tienen, pero de eso no estoy segura. La mayoría de los mentores son comprensivos, aunque hay uno que otro que tienen una personalidad más estricta —dijo pensativa—. Pero vamos, que se nos hace tarde para la cena.

La recién y corta conversación que tuvo Ayla con su compañera de cuarto, la tenía muy pensativa. La ola de pensamientos que tenía la joven en esos momentos era inmensa, pero tenía mucha hambre, así que la propuesta de Wendy no era mala idea. Ambas salieron de la habitación y con cuidado tomaron el ascensor hasta el primer piso para poder así dirigirse al banquete. Una vez llegaron al primer piso, notó a jóvenes con diversas condiciones, muchas de ellas visibles ante los ojos de ella. Wendy, a pesar de ser ciega, sabía quién era quién. En esos instantes, se acercó a un chico que iba un poco más al frente con su andador. El joven llevaba un paso más lento que algunos de sus compañeros.

—Hola Leo —le saludó.

—¡Wendy! Acércate, dame un beso. No te había visto en todo el día —respondió éste al momento en que se giraba a saludarla con un beso en la mejilla.

—Tú que te me pierdes a diario —rió la chica mientras le devolvía el saludo a Leo—. Ella es Ayla; es nueva, recién acaba de llegar.

—Mucho gusto y bienvenida. Te va a encantar aquí —dijo extendiendo con cuidado su mano.

—Eso espero —replicó Ayla con una sonrisa tímida.

—Claro que sí. Es más, cuando veas el banquete de hoy ya querrás quedarte de por vida aquí.

—Como puedes notar, a Leo le gusta comer —mencionó Wendy y señalando con su bastón la inmensa barriga de su amigo.

La otra joven rió y continuaron su camino hacia el banquete. Cuando arribaron al lugar, la sala era enorme. Seguía el mismo concepto medieval de la mansión, no obstante, la joven notó que se parecía más a la habitación del abuelo Mateo. Le decoraban muchas velas y candelabros que colgaban del techo. Las mesas eran redondas y había suficiente espacio para colocar los equipos asistivos* de los residentes. Éstas eran de madera y estaban decoradas con utensilios de cobre. Se fijó, además, que habían alrededor de veinte jóvenes reunidos allí. Leo reconoció a un grupo de amigos y fue con ellos a sentarse a la mesa.

Por otro lado, Wendy se acercó con paso firme a una mesa en la esquina y le hizo señas a su compañera para que se sentaran allí. La mesa no estaba del todo vacía pues había sentado un chico alto, con espejuelos y de tez negra. Su pelo era de color marrón, rizado, y lo llevaba amarrado en una especie de moño. Frente a él tenía una computadora portátil.

—Jayden, ¿cuándo dejarás de cargar con esa computadora a todas partes? —preguntó Wendy mientras se sentaba al lado de el en la mesa.

Ayla se quedó sorprendida cómo su nueva compañera de cuarto, siendo ciega, sabía que su amigo andaba con una computadora. Debía de conocerlo a la perfección. Éste le echó una mirada fulminante por su comentario que en definitiva Wendy no podía ver. Mientras tanto, Ayla acomodó su silla motorizada con cuidado lo más cerca a la mesa.

—Ugh, de seguro andas mirándome de mala gana; lo presiento. Al menos atiéndeme un momento —continuó Wendy—. Saluda a Ayla, mi nueva compañera de cuarto.

—Hola —dijo Jayden sin mirarla.

Mientras Wendy se mostraba alegre e intentaba presentarle al chico su nueva compañera de cuarto, éste no parecía mostrar interés alguno. Para Ayla ésta no era una actitud que fuera innovadora en algunas personas, pero sintió que quizás tenía que hacer un esfuerzo por ser la recién llegada al hogar.

—Hola Jayden —le saludó de vuelta—. ¿Te molesta que te pregunte qué es lo que haces en la computadora?

—Nada que te importe.

«Ouch», pensó. La contestación del chico la tomó por sorpresa, pero Wendy intentó hacerla sentir como parte del grupo.

—Gruñón. Te dejo saber que no lo dice con mala intensión. Por su actitud es que no tiene amigos; soy la única que le habla.

—Y la más incordia —refutó el chico.

—Oye, seré la más incordia, pero al menos te hago compañía y comprendo tu situación. Ahora no te comportes como un patán y no alejes a tu única amiga —le respondió un poco molesta.

—Nunca te pedí que fueras mi amiga.

—Yo tampoco pedí tener un amigo insoportable.

La recién llegada comenzó a sentirse un poco incómoda e intentó calmar la situación, aunque pensó que, quizás, ésta era una relación bastante normal entre ellos.

—Bueno... bueno... sigo aquí, ¿saben? —interrumpió.

—Perdón, no es una muy buena impresión de mi parte exponerte a esta relación tóxica —concluyó su nueva compañera.

La comida fue servida en las mesas por lo que parecieran mozos y cada vez traían más y más alimentos. Ayla iba a comenzar a comer, cuando Wendy le hizo señas de que no empezara aún. Le señaló hacia una de las mesas donde vio sentado Mateo. Notó que el abuelo compartía mesa con algunos de los jóvenes residentes de la mansión, sin embargo, en esos momentos, éste se levantó de su silla y habló en voz alta dirigiéndose a todos.

—Buenas noches, familia. Espero que, como todas las noches, disfruten del banquete que con mucha amabilidad han cocinado para todos en el día de hoy. Antes de que devoren la comida exquisita que está al frente de ustedes, tengo tres anuncios importantes para ustedes —comenzó diciendo el abuelo Mateo.

Ayla no podía creer que ante ella estaba viendo a su abuelo. Tantas veces que en su vida deseaba compartir más a menudo con él, ahora tenía la oportunidad de hacerlo. Aun cuando tenía muchas preguntas, el vivir un tiempo con su abuelo Mateo le tranquilizaba. Viéndolo dirigirse a todos los jóvenes, a quien él llamó familia, cayó en cuenta que era la nieta de una persona muy importante de este hogar.

—En primer lugar, quiero que conozcan a dos nuevos integrantes a la familia. Espero que los hagan sentir como en casa. Ayla y Noah levanten sus manos para que todos los vean y conozcan —vociferó el abuelo Mateo.

La joven levantó su mano tal y como fue solicitado. Observó que Wendy la señalaba con su bastón para que los demás la vieran con más claridad. Todos fijaron sus miradas y ella tembló de la emoción. Luego se fijó en el chico que había levantado también su mano: Noah. Sus miradas se encontraron y notó que su corazón comenzó a latir con rapidez. Esa mirada la conocía. Estaba segura de que no era la primera vez que veía esos ojos azules. 

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Nota: ¡Nuevos personajes! ¿Qué opinan de ellos? ¿Qué tal las primeras impresiones?  :) 

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