Capítulo 32. Los inclusivos (final)

El anciano parecía tener unos cuantos años más que el abuelo Mateo. Ayla había escuchado sobre el gran maestro cuando Wendy le había dicho que la lápida del perro que se encontraba en el patio exterior de la mansión era de él. No obstante, era claro que no estaba muerto. A menos que no estuvieran viendo a un fantasma. Se veía muy real para que ese fuera el caso.

—Pero... maestro, ¿cómo? —preguntó aun anonadado el señor Cerritulus.

—Una larga historia —replicó el gran maestro quien se dirigió entonces a Ayla—. Estamos cerca de tu casa, ¿no? Avancemos, allá estaremos seguros.

Ayla no sabía qué responder.

—Verá... gran maestro —volvió a hablar el mentor—. Quizás necesitemos alguna explicación antes de movilizarnos al hogar de la joven aquí presente.

—Ay, hijo mío. Es que con estos achaques de viejo no quiero ni contar una historia tan larga en estos momentos. Digamos que me creían muerto, y aquí estoy. Me pasé mis años haciéndome pasar por un perro en la mansión y necesito un lugar donde descansar y poder estirar mis piernas.

—¡Y qué me dice del dragón! —exclamó Jayden que no pudo contenerse.

—Ah... esa es la magia de ese pendiente que cuelga del cuello de tu amiga —dijo señalando al cuello de Ayla.

La chica tomó en sus manos el dije del perro que su abuelo le había regalado. Los demás le miraron. La cadena era mucho más importante de lo que ella pensaba.

—¿La magia existe? —preguntó perplejo Jayden—. ¡Es que no le creo!

—Tienes mucho que aprender hijo, comenzando con abrir tu mentecita para aprender nuevas cosas. Ahora bien, caminemos hacia nuestro rumbo y allá podremos hablar.

Comenzaron a movilizarse hacia la casa de Ayla, la cual quedaba a menos de diez minutos desde donde se encontraban, cuando escucharon un avión sobrevolar por encima de ellos. Eso le hizo acordar al señor Cerritulus de algo muy importante.

—No podré continuar con ustedes —dijo éste para el asombro de todos—. Debo viajar a República Dominicana. Allá era donde Naomi estaba trasladando a los demás mentores y jóvenes durante el ataque. No saben lo que ha sucedido y deben prepararse ante cualquier situación —luego miró a los jóvenes—. Ustedes estarán bien con el gran maestro y recuerden entrenar. Sean fuertes, que esto no los inmovilice. Hay mucho por planificar y hacer. Regresaré con noticias lo más pronto posible.

—Bien, vaya y no se detenga Alex —respondió el gran maestro.

Y así fue como el mentor tomó la ruta contraria hacia el aeropuerto con la promesa de que regresaría con noticias. Ayla temía que las mismas fueran negativas, no obstante, intentaba no pensar en ello. Como bien había dicho el mentor, era momento de sentarse a planificar qué hacer. Debían crearse metas y objetivos para rescatar a su abuelo y a Naomi. Más que todo, intentar detener esta guerra entrelos Optimums y Vitums. ¿Por qué tener esta guerra entre ellos? ¿Si todos sonhumanos con alguna habilidad extraordinaria, por qué la división? ¿Por quéecharlos a un lado cuando tienen una condición, cuando pueden hacer las mismascosas (aunque en ocasiones de distinta forma) como los que no la tienen?

Los cuatro jóvenes y el gran maestro retomaron su camino hacia el hogar de la joven. Recién había ido ella a visitar a su mamá hacía unas horas y ya estaba de regreso más pronto de lo planificado. A pesar de que Ayla jamás recordaría el día de Navidad como uno feliz, pues ahora estaba manchado con fuego, destrucción y tristeza, estaba agradecida por volver a compartir con su madre.

Cuando arribaron al hogar, su madre los recibió con entusiasmo y con deseos de conocer qué les había ocurrido. Para sorpresa de la joven, Lisa aún se encontraba en la casa de su madre. Mientras la joven le presentaba a sus compañeros, el gran maestro había cerrado los ojos y parecía muy concentrado. Ayla sintió que su pendiente comenzó a vibrar y el ojo del dije del perro se iluminó de una luz azul brillante. Todos sintieron entonces una brisa, y en esos instantes el anciano movía sus manos en dirección hacia el hogar y todo lo que la rodeaba.

—Ya estamos protegidos —anunció el gran maestro.

—¿Qué hizo? —preguntó Wendy.

—Protegí el hogar de intrusos. Al igual que la mansión estaba protegida ante los ojos de otros, ahora así estará esta casa.

—Siempre me pregunté por qué le llamábamos la mansión escondida cuando estaba tan visible aquí en la Isla —se cuestionó Ayla.

—Ah... querida niña —dijo el anciano—. Ustedes sí la podían ver porque ya estaban dentro y se hicieron parte de ella. Pero los demás solo veían una casa sencilla en pésimas condiciones. Nadie le hacía caso.

—Interesante. ¿Y esa es una de sus tantas habilidades? —inquirió Noah.

—Mis habilidades, queridos muchachos, son dos. La primera es que puedo proyectar un escudo mental para protegerme a mí y a otros. Y la segunda es que soy un metamórfico; puedo cambiar de forma —vio que los cuatro jóvenes querían hacerle más preguntas así que se adelantó—. Y el pendiente que cuelga del cuello de Ayla, potencia esos poderes como lo acaban de ver con el dragón y con la protección al hogar.

—¡Brillante! —exclamó Noah anonadado.

Ayla tenía muchas dudas sobre el pendiente y de lo que podía hacer. Mucho más, incluso, el por qué ella lo tenía bajo su cuidado. El gran maestro se acercó a ella, y con una sonrisa tímida extendió sus manos hacia el dije.

—Protégelo. En las manos equivocadas podrían controlar mis habilidades. Ahora entremos, querida, que tu mamá nos espera —dijo el anciano quien no dejó que la joven dijera ni una palabra más y entró a la casa como si fuera su propio hogar.

Aquella tarde, tomaron un buen baño y un descanso después de un día tan agotador. Ayla se sentía horrible, pero el tener a su madre y mejor amiga tan cerca la confortaba. Mientras, Lisa no hacía más que preguntar y preguntar. Estaba fascinada con todo lo que estaba aprendiendo.

—Esperen... ¿esto significa que estoy atrapada? ¿No puedo salir de aquí? —inquirió.

—Puedes. Pero si deseas regresar sería complicado —dijo el gran maestro.

—Bueno... no es como si me perdiera de mucho. Desde que mamá falleció hace unos meses en el accidente —miró de reojo a Ayla quien se enteraba en esos momentos—. Lo sé, Ayla, lo sé. Te has perdido de mucho. Fue justo el día en que desapareciste. Yo salí ilesa del accidente, pero mamá no. Es por eso por lo que he estado viniendo acá tan seguido. Tu mamá se ha convertido en un apoyo inmenso y como en una segunda madre para mí. De eso estoy muy agradecida. Papá nunca se ha preocupado tanto por mí así que no le importa mucho lo que yo haga.

—Sabes que este será tu otro hogar, Lisa —dijo la señora Mai.

—¡Bien! —replicó ésta con unos ojos aguados—. Entonces me quedo. Tendrá casa llena de ahora en adelante —rió con timidez.

Esa noche pasaron la Navidad como familia. A pesar de que había cosas por las que sentirse tristes, también existían otras por celebrar. Ayla estaba de regreso con su mamá y mejor amiga, sus tres amigos estaban a salvo, el gran maestro resultaba estar vivo, el señor Cerritulus se había ido a advertirle a los demás mentores y jóvenes de lo sucedido para que pudiera protegerse y ahora comían todos con alegría. No obstante, el desconocer el paradero de su abuelo y Naomi era inquietante.

Pero aparte de ello, había otra cosa que preocupaba a Ayla. Su visión. La visión de uno de sus amigos arder en fuego no había ocurrido. Pensó que hoy ocurriría y no fue así. La incertidumbre la hacía temblar de miedo. Miró a sus amigos e intentó disimular una sonrisa. Tenía miedo de que en cualquier momento su visión pudiera llegar a ser real.

Una vez que cenaron y brindaron por los logros alcanzados, se unieron a establecer su nuevo plan. No podían estar encerrados toda una vida en una casa tan pequeña. El gran maestro creía tener una idea del por qué se habían llevado vivo al abuelo Mateo.

—Oscar siempre ha querido crear su propio grupo de personas con habilidades extraordinarias y tomar control de muchas cosas —dijo éste—. Mateo puede identificar una habilidad con tan solo tocar a la persona. El sentirá la habilidad que tengas. En tu caso, Ayla, él supo cuál sería tu habilidad desde el día que naciste. Cuando tocó tu rostro y pelo, te vio a ti, así como te ves ahora, frente a él en la mansión. Supo entonces que tenías una habilidad extraordinaria, y que con gran probabilidad podías ver el futuro porque se lo enseñaste a él en esos instantes.

La joven estaba perpleja con la historia de cómo su abuelo había sabido desde el día uno. Las historias que contaba el gran maestro eran espléndidas pues contestaban muchas interrogantes.

—Hay otra cosa que busca Oscar y es a eso a lo que nos tenemos que movilizar —continuó éste—. Siempre ha querido ser inmortal y por años ha buscado una gema perdida que aquél que la posea tendrá muchos más años de vida. Es como la leyenda de la fuente de la juventud.

—¿Y existe? ¿Es real? —preguntó Wendy con curiosidad.

—Tengo la certeza de que sí. De vez en cuando me escapaba de la mansión en mi forma favorita de perro y seguía las pistas. Debemos encontrar esa gema antes de que él lo logre y se haga inmortal. Eso sería terrible para todos nosotros.

Fue entonces cuando el gran maestro le mostró lo que sabía de la gema perdida hasta el momento y de sus planes próximos. Lisa estaba muy entusiasmada con ser incluida en la misión, puesto que tenía una destreza innata en cuanto a resolver los acertijos. A pesar de que la señora Mai no estuvo de acuerdo en que ésta se uniera al equipo, Lisa insistió en que quería ser ayuda. Incluso, ya pensaba tomarse un semestre libre de la universidad en lo que superaba la muerte de su madre y se establecía económicamente. No tenía excusas para no poder ayudar.

No obstante, la señora Mai les recordaba lo mismo una y otra vez a todos.

—Recuerden... no pierdan su norte. Buscan la inclusión, no continuar la desunión. Tendrán pruebas a superar por ahora, y planes que trazar y seguir; no obstante, recuerden su meta clara y precisa. Mucho cuidado de olvidar su verdadera intención.

La palabra «inclusión» hizo que Noah brincara de su asiento y saliera hacia el cuarto de huéspedes que le había preparado la señora Mai a los dos chicos y al anciano. Regresó con rapidez y con una sonrisa de pícaro.

—¡Chicas! ¿Se acuerdan del ornamento que realizó Jayden? Se me ocurrió una magnífica idea —dijo Noah con entusiasmo y quien traía la computadora de su compañero en mano.

—¿Y quién te dio permiso para tomar mi equipo? —preguntó a regañadientes el chico.

—¡Aprende a compartir, niño! —le espetó Wendy—. Además, si no llega a ser porque Noah estuvo cargando tu mochila mientras estuvimos escapando, ni te acordabas de ella.

Y de eso estaba muy agradecido Jayden. Sentía que le debía un favor a su compañero, aunque no le hiciera gracia. Noah encendió la computadora de su amigo y le hizo buscar una imagen que Jayden había estado diseñando.

La imagen mostraba lo que parecía una flor de cuatro pétalos, sin embargo, éstos no estaban unidos en su totalidad al centro. Cada uno de ellos, tenía un círculo de un color y la forma de los pétalos parecían personas estirando los brazos hacia el centro como si quisieran llegar a él. Los colores eran los mismos que había utilizado para describir la personalidad de los cuatro.

—Añade otros dos más —le indicaba Noah a su amigo quien se había puesto a modificar el diseño.

Así fue como Jayden añadió dos pétalos adicionales. Uno de color rosa que simbolizaba a Lisa, a quien Ayla describió como amable, positiva, sentimental, sensible, cortés, y con buena educación, justo lo que significa dicho color. El segundo fue el color verde para el gran maestro, pues éste era una persona tranquila, equilibrada y funcional. Además, les brindaba esperanza.

—¿Qué colocamos en el medio? —preguntó Jayden.

—Si buscamos la inclusión... ¿qué tal llamarnos los Inclusivos? —sugirió Wendy—. Así puedes en el centro colocar una «i», quizás con una «s» cursiva extraña y el símbolo de igualdad por algún lado.

La idea les agradó a todos y Jayden completó el arte. Lo observaron complacidos.

Esa noche de Navidad, no recibieron regalo alguno. El obsequio había sido el continuar estando con vida y el compartir en familia. Antes de la media noche, salieron todos al balcón a mirar las estrellas en el cielo. Un silencio sepulcral los abrazaba. Ayla agarró la mano de Noah, quien agarró la de Wendy, y ésta la de Jayden. Este último miró a su lado y le ofreció su mano a Lisa, quien le extendió su otra al gran maestro. La señora Mai vio el acto y sonrió para sus adentros. Estaban listos. Juntos, unidos, acababan de formar el grupo de los Inclusivos y sabiendo que las aventuras que le esperarían a continuación serían inciertas, estaban seguros de que triunfarían. Más que luchar contra Oscar y sus secuaces, batallarían por una lucha social. Les demostrarían a ellos y a la humanidad que no debería haber conflictos entre humanos que tienen una discapacidad con aquéllos que no la tienen. No hay necesidad de ser uno superior a otro. Después de todo, todos somos diferentes y a la vez similares, con los mismos derechos. Somos diversos.

Buscarían y lucharían por la inclusión en sus próximas aventuras. 

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Nota: Y se acabó... por ahora. ¿Qué opinan del final? ^^ ¿Listos para el segundo libro? ❦

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