Capítulo 28. La batalla
En los momentos más apremiantes, Ayla recordaba las palabras de su madre a menudo. La señora Mai le encantaba recordarle que el miedo no deja andar ni ver, y que cuando el mismo invade, no puedes vivir ya que todo lo limita. Su madre siempre intentó que su hija luchara contra el miedo, a no temerle a la oscuridad, ni a los humanos que en ocasiones se pudieran convertir en monstruos.
Ahora se encontraba en uno de esos momentos en que tenía frente a ella a dos seres con personalidades monstruosas. Sentía miedo e impotencia en esos momentos. Se quería dar en la cabeza por lo tonta que había sido al entrar a la habitación sin tener un plan desarrollado. Solo tenía en su cabeza el encontrar a su abuelo. Ahora se encontraba en una situación apremiante donde la pareja quería asesinarlos y a la vez, raptar a su abuelo.
¿Qué podía hacer? Intentó cerrar los ojos y rogar porque le llegara una de sus visiones. ¿Para qué tener la habilidad de ver el futuro si cuando más la necesitaba no aparecía? Frustrada por demás, miró las caras angustiadas de su abuelo y el señor Cerritulus. Jamás había visto al abuelo Mateo tan débil como en esos momentos. El humo le estaba asfixiando. El mentor tampoco se quedaba atrás, pues si bien era uno de los más fuertes en la mansión, la mujer que se hacía llamar Laurie, lo había destrozado en un instante. Incluso, no le dio tiempo alguno para que éste pudiera hacer uso de su habilidad. Parecía que Laurie lo conocía muy bien.
La habilidad de la mujer era poderosa, pero a su vez temible en todos los sentidos. No solo podía crear fuego con sus manos e incendiar lo que deseara, sino que lograba que sintieras que te quemabas vivo por el tiempo que ella deseara. Esto último sin la necesidad de prenderlos en fuego, sino que era más una ilusión. Sus tres rehenes ya habían experimentado tal dolor, y no fue para nada, la mejor experiencia. Había conseguido debilitar en su totalidad a los tres de esa forma.
La voz de la mujer interrumpió los pensamientos de Ayla, y lo que escuchó a continuación le hizo creer que hoy era su último día. Laurie estaba decidida a matarlos. ¿Cómo podía existir una persona tan cruel? Ella era un vivo ejemplo de los seres monstruosos que habitaban la Tierra. Al menos le confortaba a la joven, que su abuelo permanecería vivo... aunque sin saber por cuánto tiempo y por la tortura que quizás le esperaría.
Laurie y su acompañante habían recibido de forma oficial la noticia de poder asesinar a Ayla y al mentor. No tenían mucho tiempo. No obstante, a pesar de que Osvaldo podía asesinarlos a ambos con una de sus armas con facilidad, Laurie no podía perder la oportunidad de torturarlos un rato más antes de matarlos.
—Hora de irnos, mi cielo. Agarra al viejo en lo que asesino a estos otros dos —dijo Osvaldo un tanto malhumorado y preparando una de sus armas letales.
—No. Déjame disfrutarme esta escena antes de llevarnos al viejo.
—¡No hay tiempo para eso, Laurie! Apresúrate.
No obstante, la mujer hizo caso omiso. Fijó su mirada en la de la joven y saboreó el miedo que emanaba de ella. Se acercó con una gran sonrisa y deseó con todas sus fuerzas que la joven inválida sintiera como si la estuvieran quemando viva.
Ayla comenzó a aullar de dolor. Jamás había experimentado tortura igual. Sentía un calor muy intenso en todo su cuerpo y las ganas de quitarse la ropa para zacear el ardor aumentaban. Laurie disfrutaba de la escena. En esos instantes, el señor Cerritulus tomó fuerzas de donde no le quedaban e intentó acercarse a la mujer para derribarla. Sin embargo, la mujer de pelo rojizo fue más rápida y dirigió su mirada hacia él provocándole igual sufrimiento que a la joven. El mentor aulló de dolor y se tiró al suelo retorciéndose y girando su cuerpo como si intentara que el fuego inexistente se apagara.
Mientras tanto, Osvaldo hizo caso omiso a las torturas de parte de la mujer, y aprovechó el momento para cargar a Mateo. El anciano estaba demasiado débil. Era momento de llevárselo y entregárselo como premio al jefe. Estaba deseoso por ver su cara de satisfacción cuando le hiciera entrega de tan apreciado tesoro. Enfuscado en cargar al anciano y salir lo más rápido posible de la habitación que comenzaba a incendiarse con rapidez, no se percató del joven que se acercaba a él con tanta seguridad. Jayden acababa de hacer entrada a la habitación. Osvaldo alzó la mirada en esos momentos para encontrarse con los ojos del joven.
—General al mando. Suelte al anciano y haga cincuenta sentadillas —gritó éste.
El hombre tiró al anciano al suelo y obedeció al instante. Laurie se percató de lo ocurrido y dejó de ejercer su poder sobre el señor Cerritulus. Fijó su mirada en el recién llegado e hizo una mueca de disgusto. No podía creer que su acompañante estuviera haciendo sentadillas en esos instantes. Miró con enojo al joven y antes de que éste pudiera decir palabra alguna, creó con velocidad un poco de fuego en sus manos y le dio forma de una bola. Luego la lanzó directo al pecho del chico.
En esos instantes, entraron a la habitación los otros dos jóvenes, quienes se dirigieron con rapidez hacia donde se encontraba Ayla casi desmayada. Mientras, Naomi se apareció cerca de donde se encontraba el abuelo Mateo para poder llevárselo lejos. No obstante, fue detenida por Laurie quien estaba atenta a que ninguno se acercara al anciano. La agarró con firmeza, le acercó una de sus manos en la cual comenzaba a diseñar otra pequeña bola de fuego y se la aproximó a su rostro.
—Te crees muy lista, Naomi —dijo la mujer con coraje—. Pero se te olvida que los conozco muy bien. Sabía que no ibas a abandonar a tu apreciado mentor ni a tu noviecito —rió de forma maquiavélica—. Ahora que estás aquí quizás nos puedas servir de ayuda, ¿no crees?
—Antes muerta —respondió la mentora intentando zafarse de las garras de la mujer. Sin embargo, fue un intento fallido.
En ese momento, Osvaldo dejó de hacer las sentadillas correspondientes y tras recuperar su aliento, sacó una de sus armas y apuntó a Jayden con ella. El chico estaba aún en el suelo, con toda la ropa quemada e intentando recuperarse del golpe. Era evidente que ya no era el General.
—Idiota, tendrás una muerte rápida por creerte graciosito —dijo éste con rabia y saboreando su venganza.
—¡El que se cree graciosito es otro! —gritó el señor Cerritulus quien había recuperado fuerzas e intentó derribar a Osvaldo con toda su fuerza.
El mentor entró en una batalla de golpes con el susodicho. Osvaldo intentó dispararle a éste pero la bala rebotó en una de las paredes de la habitación. El mentor nunca había empuñado un arma, pero era preciso lograr arrebatársela al hombre. Ambos batallaban uno con el otro e intentaban demostrar cuál de los dos tenía mayor fuerza para derribar al otro. El señor Cerritulus golpeó en la cara al hombre e intentó arrebatarle la pistola, no obstante, Osvalo se mostró más furioso y adquirió fuerza de donde pudo, y apuntó la pistola hacia el mentor. Se escuchó otro estruendo y la bala fue disparada. Ésta logró alojarse en la pierna derecha del mentor quien gritó del dolor. Osvaldo aprovechó e intentó de nuevo apuntar hacia el pecho del mentor. No obstante, el señor Cerritulus estiró su brazo y volvió a agarrar la mano del hombre que sostenía el arma. Con toda su fuerza la retorció y escuchó a Osvaldo sufrir. Éste soltó el arma y volvieron a adentrarse en una pelea entre puños y patadas.
Mientras tanto, Laurie se cansó del circo que había ante sus ojos y aún agarrando a Naomi, la amenazó.
—¡Sácanos de aquí! O sino el viejo muere ahora mismo.
Naomi sudaba por todo el tiempo en que la mujer había estado intentando quemarla como modo de tortura. Sentía que los chorros de sudor le bajaban por todo su rostro y casi no podía contener los ojos abiertos. Ni podía pensar.
—Es... tá... bien —respondió la mentora deseando por todos los cielos que la mujer detuviera la tortura.
Laurie sonrió para sus adentros y se acercó al viejo. Miró a su acompañante y no dudó ni un segundo en dejarlo atrás. El se las arreglaría. Y sino, no le importaba. Ahora lo más importante era abandonar el lugar con el anciano a salvo. Tocó el brazo de Mateo mientras seguía agarrando con su otro brazo a la mentora y le dio instrucciones específicas de a dónde se tenían que aparecer.
Unos segundos después, los tres habían desaparecido de la habitación. Osvaldo, aún en una pelea intensa con el mentor, vio cuando su amada lo abandonó. Sintió que la sangre le hervía y una mezcla entre tristeza y rabia se reflejaron en su rostro. ¡Lo había abandonado! ¿Cómo era posible después de tantas pruebas juntos? ¿Después que habían soñado con vivir y morir uno por el otro? El señor Cerritulus aprovechó la angustia del hombre para hacer uso de su habilidad. Lo miró a los ojos y auscultó las memorias más tristes y desgarradoras por las que había pasado el hombre. Lo vio a él cuando pequeño intentando agradarle a su jefe, quien el mentor pudo ver con claridad que era Oscar, escenas de él siendo rechazado en múltiples instancias continuaban apareciendo, y otras donde salía Laurie coqueteando con otros hombres y el sabiendo que nunca merecería el verdadero amor de la mujer. El mentor aprovechó entonces el momento para agarrar el arma que estaba a unos pasos de él y apuntar al pecho del hombre. Otro estruendo se escuchó y Osvaldo sintió que se le iba la vida. Pero ya nada le importaba, pues el amor de su vida lo había abandonado.
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Nota: Lo sé... les debía este capítulo desde hace meses. Pido disculpas, pero fue muy difícil encontrar la inspiración de nuevo. Ya solo quedan dos capítulos más que los publicaré en los próximos días.
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