Capítulo 11. El señor Cerritulus

Cuando culminó la lección del mentor Abelson, Ayla solicitó ayuda a una de las compañeras para que le asistiera a colocar la computadora portátil de Jayden en su mochila, la cual se encontraba detrás de su silla motorizada. La joven se llamaba Sofía y en la pequeña conversación que tuvieron, Ayla pudo notar que presentaba dificultad para interactuar con ella. Resultó ser que la joven era parcialmente sorda* y leía los labios de la joven. Luego de recibir la magnífica ayuda de la chica, pensó en encontrar a Wendy para contarle lo recién sucedido. Mientras recorría los diversos pasillos en su silla, se sintió a gusto viendo a tantos jóvenes con diversidad funcional* compartir juntos. Algunos la saludaban con una sonrisa tímida, otros se mostraban más reservados.

No encontró a su compañera de cuarto por ninguno de los pasillos y optó por salir al patio exterior. El patio era gigante y se observaba mucha vegetación con un color verde que emanaba de todos lados. Mostró curiosidad en unas flores de color azul que adornaban el jardín y justo cuando se fue a acercar a observar de cerca las flores, Wendy apareció por detrás.

—¿Admirando las flores, Ayla? —preguntó.

«¿Cómo sabe que las estoy mirando?», pensó Ayla—. Wendy, ¡hola! A ti misma te estaba buscando —dijo.

—Cuéntame, ¿en qué te puedo ayudar?

—Es sobre Jayden... abandonó de forma abrupta la lección de Desarrollo de Resiliencia hoy. Nos dieron un ejercicio para conocernos mejor y el mentor se percató de que el compañero no estaba cooperando conmigo en el ejercicio —Ayla comenzó a hablar más rápido—. Le cerró el ordenador y éste se enfureció. Empezó a temblar de la ira, se levantó y se fue rápido del aula. En mi mochila tengo su computadora. ¿La puedes tomar y entregársela, por favor?

—Claro. Creo que sé dónde está —dijo ésta mientras tocaba con sus manos la parte de atrás de la silla de la otra joven hasta encontrar la mochila y sacar la computadora.

Ayla sabía que podía contar con la ayuda de Wendy y esperaba que su compañera de cuarto lograra separar un tiempo para hablar con el chico. Como había mencionado el mentor, era recomendable que se ayudaran entre todos. De paso le ofreció las gracias y Wendy le comunicó que iría a buscar al chico. Pero justo antes de que emprendiera su camino, su compañera de cuarto se acordó de algo muy importante.

—Por cierto, ¿hoy no tenías la primera reunión con el señor Cerritulus? —le preguntó.

—¡Chanfles, se me olvidó! Nos vemos, Wendy. Deséame suerte —dijo la joven al momento en que activaba su silla motorizada.

—¡Éxito y mucha suerte! —le gritó de vuelta su compañera.

Mientras las jóvenes hablaban en el patio exterior, había una figura que las observaba desde una ventana del interior de la mansión. No tenía intención alguna de espiarlas, pero sin darse cuenta, se había acercado lo suficiente a la ventana de la habitación mientras esperaba al mentor. Tomó su tiempo para observarlas y pensar que no se encontraba en un pésimo lugar como había creído el día de su llegada a la mansión. Aun se sentía bastante solo a pesar de que los demás jóvenes tenían más o menos su misma edad y compartían dos cosas en común: todos tenían algún tipo de condición, ya fuera visible o no visible, y poseían alguna habilidad extraordinaria. Sin embargo, todavía no conocía la de él y esto lo ponía nervioso.

Noah estaba ansioso por la primera reunión con su mentor. Los compañeros le advirtieron de lo duro que podía ser su asesor asignado. Le habían llamado el señor Cerritulus; un nombre feísimo que iba a la par con su conducta y personalidad. El chico sentía que le temblaban las piernas y aún no había llegado el susodicho. Se estaba imaginando todos los posibles escenarios, cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse. Su corazón se agitó. Al voltearse, sintió un pequeño alivio dentro de su ser al ver que frente a él no se encontraba el mentor, sino Ayla, la chica nueva al igual que él. Borró de su cabeza sus preocupaciones con el mentor e intentó relajarse y mostrar su mejor personalidad como de costumbre.

—Hoo...la —dijo tartamudeando la chica al entrar.

—¡Oh! Hola —respondió éste con una pequeña sonrisa.

—Eh... ¿se encuentra el señor Cerr...? Perdón. El mentor Tharatts.

—Tranquila, ya sé que le llaman señor Cerritulus. Podemos llamarle así entre nosotros —dijo Noah con una sonrisa y guiñándole un ojo.

La joven rió con timidez y el chico le indicó que habían llegado muy temprano pues el mentor no estaba por los alrededores. Aunque los ojos de Noah cautivaban a Ayla, e intentaba no parecer tan nerviosa, ésta pudo mantener una conversación corta con él.

—¿También lo tienes de mentor? —preguntó la joven.

—Sí. Ya todos los mentores tenían sus estudiantes asignados. Y nosotros... por ser los últimos en llegar...

—Nos tocó el menos agradable —completó la chica.

—Algo así —rió Noah.

—Pero al menos estamos los dos juntos; eso me tranquiliza.

—Sí, nos podemos apoyar mutuamente. Por cierto, ¿cuál es tu habilidad? —preguntó con curiosidad el joven, pero en un instante se sintió incómodo por preguntar—. Perdona si no te gusta que te pregunten como a mí. Desde que llegué lo único que hacen los compañeros es hacer la misma pregunta.

—No te preocupes, no me molesta. Para contestar tu pregunta, creo que tengo visiones de lo que pudiera ocurrir pronto.

—¡Excelente! Así que, ¿puedes ver mi futuro?

La chica no sabía cómo explicarle a Noah que sus visiones eran inconsistentes. A veces ocurrían de forma inesperada cuando tenía contacto físico con alguna persona, como le había ocurrido con Lisa, o en ocasiones aparecían sin razón alguna.

—Pues no, no funciona así. Si me tocan de repente, por ejemplo, puede que... —pero fue interrumpida por Noah.

—Como... ¿así? —preguntó éste a la vez que tocaba la mano de la joven.

Ayla quedó petrificada por el inesperado contacto. De repente la visión se le nubló. «No puede ser, otra visión», pensó. La visión duró menos de dos segundos. Vio a Noah en el suelo y su cuerpo temblaba sin control alguno... y se acabó. De vuelta a la realidad, la joven solo miraba con la boca abierta a su compañero.

—¿Y qué? ¿Funcionó? ¿Viste mi futuro? —preguntó ansioso el chico.

—Yo... no... no vi nada —tartamudeó Ayla.

—Oh, siento haberte tocado de repente. Espero no lo tomes a mal —dijo preocupado.

En esos instantes la puerta se abrió como si la hubieran empujado con mucha fuerza. Se abrió tan fuerte que chocó con la pared de atrás. Acababa de entrar el señor Cerritulus y caminaba con rapidez hacia donde ellos y los observaba de arriba abajo. Cuando la chica vio al señor Cerritulus se asombró; no era como lo imaginaba. Era un hombre guapo, fortachón, y con el pelo negro largo amarrado en una trenza.

—Una enana y un bobo. ¡Qué suerte la mía! —dijo éste al verlos.

Los dos jóvenes temblaron del miedo cuando lo vieron entrar y escuchar de su boca esas palabras. El mentor continuó caminando hacia su escritorio, se paró frente al mismo y dejó caer de forma abrupta sus manos sobre el escritorio. Estaba muy serio y miraba fijamente a los dos jóvenes asustados.

—Bienvenidos a la mansión. Aquí todos le llaman hogar, yo le llamo academia. Ustedes vienen a aprender y a fortalecer sus habilidades; no a jugar. Las reglas son las siguientes: ambos me llamarán señor y yo les llamaré inútiles. Si quieren cambiar su apodo tendrán que demostrar que no lo son y hasta el momento nadie lo ha logrado. ¿Creen que puedan hacer la diferencia?

Los dos chicos no contestaron y solo miraban asustados al señor Cerritulus.

—Hice una pregunta. Y cuando hago una pregunta, ustedes contestan —expresó entre dientes el mentor.

—Sí, está claro —contestaron Ayla y Noah a la vez.

—Sí, está claro señor —dijo entre dientes el señor Cerritulus.

—Sí, está claro señor —respondieron ambos con voz temblorosa.

—Cobardes. Tienen miedo. Sus piernas les tiemblan y la ansiedad les consume. Si continúan así no lograrán nada. No servirán ninguno de los... —dijo alzando un poco el tono de voz, pero éste fue interrumpido por Ayla.

—Disculpe señor —comenzó diciendo la joven con voz temblorosa—. Creo... creo que ambos nos merecemos respeto.

Noah la miró con asombro. No podía creer que su compañera había interrumpido al mentor. El mentor la miró y comenzó a acercarse a ella. La joven echó su silla motorizada un poco hacia atrás alejándose del ogro que se avecinaba.

—¿Crees que porque eres la nieta del dueño de esta mansión me puedes hablar como te plazca?

—No... señor —respondió Ayla. Su labio inferior le temblaba.

—Si te atreves a hablarme de vuelta como lo has hecho ahora, al menos no deberías de mostrar miedo. El miedo no debe consumirte.

—Lo... siento.

—¡Y tú! —dijo mientras volteaba su mirada hacia Noah—. ¿No piensas decir nada?

El chico movió su cabeza de lado a lado mientras temblaba de miedo.

—¿Cuál es tu poder? —preguntó éste, aún con un tono de voz alto.

El joven no respondió; seguía mirando al señor Cerritulus. Estaba tan nervioso que parecía tuviera espasmos en su rostro.

—Creo que te acabo de hacer una pregunta y espero una respuesta.

—No... no lo sé, se... ñor —logró decir pero la ansiedad le había aumentado.

—¿No sabes? ¿Y qué haces aquí entonces? ¿De estadía? ¿Crees que esto es un juego? —río de forma maquiavélica—. Si vas a estar bajo mi mentoría lo primero que tienes que hacer es conocer tu habilidad. ¿Será que la vas a demostrar si te asusto un poco? —dijo éste mientras se acercaba más hacia el chico.

Ayla notó que su compañero estaba demasiado ansioso, al extremo que parecía que le fuera a dar un ataque de pánico. Se puso pálido y comenzó a tener una especie de espasmos en todo su cuerpo. Todo le temblaba.

—Señor... por favor, parece que Noah no está bien.

—No hables. Quizás así logra mostrar su habilidad —le respondió a la joven en un tono más bajo.

El mentor acercó su cara a la de Noah. Era notable que intentaba seguir poniendo nervioso al chico.

—¿Te molesta el que me siga acercando a ti? ¿Crees que te haré daño? ¡Atácame! ¡Haz algo!

El señor Cerritulus siguió haciéndole frente a Noah y éste, por miedo, se tambaleó y cayó al suelo al instante.

—¡No! ¿Qué hace? ¡Déjelo en paz! —gritó Ayla.

Éste ignoró los gritos de la chica, agarró a Noah por la camisa y lo alzó.

—¡Basta! ¡Suéltelo! —continuaba gritando. Temía por lo que fuera a ocurrir a continuación.

Pero el mentor no lo soltó. Se quedó estudiando el rostro del joven como si esperara que éste reaccionara. Pero para la sorpresa de ambos, de repente, Noah comenzó a tener movimientos involuntarios, sus ojos se le viraron y empezó a salivar. El mentor abrió los ojos, hizo ademán de soltarlo y lo colocó en el suelo.

«Una convulsión*», pensó Ayla. Cuando vio que el mentor se iba a acercar de nuevo a Noah, la chica creyó que le haría daño y no lo pensó dos veces. Se bajó de su silla, intentó caminar lo más rápido que pudo, sin caerse, hacia el mentor e intentó alejarlo de Noah.

El señor Cerritulus no se movió ni un centímetro. Sin embargo, el enojo de éste se disipó. Se viró hacia donde la joven y con los ojos bien abiertos fijó su mirada en ella. Por primera vez en muchos años, Alex Tharatts volvió a sentir miedo. 

✴✴✴

Nota: ¿Qué opinan de este capítulo? Es uno de mis favoritos ^^

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top