capítulo 44
Luz tomó asiento en la rama más baja del tejo negro y observó cómo el carruaje de Philip Noceda avanzaba por el sendero del canal.
Sus amigos tomaron asiento a su lado, y la luz de las lámparas que todavía colgaban de cada rama les ihuminaron la punta de punta de la nariz.
Cuando el carruaje por fin se fundió en oscuridad de la noche y desapareció por completo, Luz emitió un suspiro largo y tembloroso. Abrazó su gato marioneta contra el pecho, sobre su reloj de bolsillo, hasta que pudo sentir su latido haciendo tic tac al ritmo del suyo.
-¿y ahora qué?- susurró ella, mirando las constelaciones en busca de respuestas.
En cambio, Hunter fue quien respondió.
-dormir.
Vee bostezó.
-haré que el molino funcione de nuevo para la primavera- anunció Amity -aún no se lo he preguntado a Eda, pero me pregunto si podemos hacer que genere más electricidad para el teatro.
Hunter se despertó un poco.
-he pensado un poco en la confección de las marionetas. Los diseños de Philip son adorables, pero tengo mis propias ideas.
-también deberíamos aprovechar más el silbido de Vee- dijo Amity -Imagínenlo: historias, marionetas, espectáculos de luces y nuestra propia domadora de aves.
Vee emitió una risita, sus ojos brillaban bajo la luz de las lamparas.
-por más maravilloso que suene eso- dijo Luz, con seriedad -King y yo tenemos que descubrir primero el origen del chal. Tardaremos un tiempo en visitar todas las casas de Ámsterdam.
-menos mal que ya tengo listo un mapa del área- comentó él, cerca del tronco -podemos tachar las casas a medida que avanzamos.
Luz no podía ver su rostro, pero oyó la sonrisa de King en sus palabras.
-este lugar es una maravilla- dijo Amity, moviendo alegremente sus piernas con pantalones -no quiero marcharme munca. Hay tantas posibilidades; tanto que hacer...
-ahora mismo, solo quiero dormir- murmuró Hunter, somnoliento -durante al menos una semana.
Oyeron el crujido de una puerta detrás de ellos y Eda salió de la casa. Caminó por el sendero de piedra hacia ellos.
-supongo que quieres que los cinco vayamos a la cama- suspiró Amity, bajando de un salto de la rama -es muy tarde. Hace ya un rato que deberíamos habernos metido en la cama.
-emm...- la relojera parpadeó -sí... sin duda eso sería prudente, pero, de hecho, primero quisiera hablar con Luz, si es posible.
Eda dirigió la pregunta a Luz, con expresión cautelosa.
Luz asintió.
King y Vee bajaron del árbol. Hunter tropezó y aterrizó sobre una pierna. Amity lo agarró antes de que cayera por completo al suelo.
Con los dedos sobre los labios, Vee silbó fuerte y Owlbert voló hasta su hombro desde una de las ramas superiores. Los cinco desaparecieron por el puente hasta el molino y se convirtieron en siluetas detrás de la cortina de gasa. Un espectáculo de marionetas torpes y cansadas.
Eda tomó asiento junto a Luz.
-nunca se me dio muy bien trepar este árbol- bufó mientras se acomodaba sobre la rama y miró hacia abajo como si estuviera en un acantilado -Camila y Charles nunca dejaban de bromear al respecto e incluso permanecían sentados aquí abajo conmigo un rato, pero en cuanto yo me iba a la cama, subían hasta la cima para ver las estrellas.
-lo sé- dijo Luz, sonriendo -encontré sus nombres allá arriba.
Pasó un momento incómodo. El viento aulló.
-nos viste a través de la ventana esa primera noche, ¿verdad?- preguntó Luz.
Eda sonrió.
-sí. No sé qué esperaba ver, pero te aseguro que sin duda no esperaba ver cinco niños construyendo un padre falso- emitió un suspiro largo -lamento si los preocupé mientras husmeaba- Eda guardó silencio, con expresión ilegible -te caigo mal, ¿no?
-me caías mal- admitió Luz. Ella hizo una mueca -pero principalmente porque creí que eras una mujer loba.
Eda alzó la ceja como un arco tenso y luego rio a carcajadas. Luz gruñó.
-sé que es absurdo.
-ah, Luz- dijo ella. Su risa desapreció y suspiró fuerte, adoptando una expresión seria -creo que eres absurdamente maravillosa. Los cinco lo son. Las últimas semanas, observé lo que habían conseguido. Su tenacidad. Su brillantez absoluta- sonrió con calidez -este mundo necesita más absurdidad como la suya. Por favor, no cambies nunca.
Luz comenzó a sonreír, pero luego mordió su labio.
Quizás Eda tenía razón. Habían conseguido mucho juntos, pero eso no evitaba que le preocupara que tal vez sus amigos no habrían corrido tanto peligro de no haber sido por su imaginación alocada y sus teorías tontas.
-que seas una mujer loba no es siquiera lo más absurdo que he creído.
Tomó su Libro de Teorías de su manga y se lo entregó a la relojera. Eda sonrió mientras leía las primeras hojas y luego cerró el cuaderno, se lo devolvió a Luz y buscó algo en el bolsillo de su propia chaqueta.
-de hecho, por eso quería hablar contigo- extrajo un trozo de papel y lo aferró contra su pecho -tal y como he dicho, llevo doce años sin hablar directamente con Charles. Es más, no he oído ninguna historia relacionada con licántropos, o espías, pero a él le gustaban bastante las aventuras alocadas. Al igual que a ti.
Le entregó el papel.
-¿qué es?
-una fotografía que me envió hace unos años. No tenía dirección, claro, pero supongo que fue su manera de hacerme saber que no me ha olvidado.
Luz alzó la lámpara sobre su cabeza y la acercó. Contuvo el aliento al comprender lo que veía. Parpadeó algunas veces, mirando la imagen, pero esta permaneció inalterable.
Era un globo aerostático. Aún estaba en tierra, pero parecía a punto de despegar. Sin embargo, colgada debajo del globo negro y redondo había una sencilla cesta tejida.
Miró con atención la foto y vio que estaba en un paisaje nevado. Dos siluetas eran visibles dentro de la cesta. Una tenía una maraña de cabello castaño y gafas de aviador gruesas sobre los ojos. La otra silueta pertenecía a un perro inmenso.
Giró la fotografía. Había una única frase escrita detrás:
Deberías ver el cielo desde aquí arriba.
Eda la giró de nuevo y luego señaló la esquina. Allí, con letra descuidada, había cuatro palabras y cuatro números:
Svalbard, Círculo Polar Ártico, 1890
Luz sintió un cosquilleo en su cuero cabelludo y una sonrisa tiró de las comisuras de su boca.
-me pregunto si se habrá hecho amigo de algún oso polar.
-no me sorprendería que ese perro tonto suyo pudiera comerse uno entero.
Luz se sobresaltó.
-¿crees que él ha viajado a Java?
Eda se encogió de hombros.
-no lo sé. Tendrás que preguntárselo a Charles algún día. Estoy segura de que tienes muchas preguntas que hacerle.
-sí, las tengo- admitió Luz cansada mientras guardaba la fotografía en su Libro de Teorías -tengo muchas preguntas importantes. Pero por ahora, solo quiero hacer las cosas gloriosamente normales que hace una familia. Como pedirle a Hunter que me enseñe a ir en bicicleta, ver cómo Vee entrena a Owlbert, ayudar a Amity a producir electricidad y King... bueno, él es quien más necesita mi ayuda y tengo intenciones de hacer todo lo que pueda por él.
-¿y Philip?
-mi abuelo sabe dónde estoy si quiere verme. Y quizá mi padre debería ser el que venga a buscarme. Depende de ellos si quieren o no recordar el pasado, pero yo recordaré a mi madre con todo mi corazón hasta el día que me muera. Y tú puedes ayudarme.
-claro que sí- dijo Eda, sonriendo -tengo muchas historias sobre ella.
Luz bajó del árbol y extendió una mano para ayudar a Eda a descender. La relojera tropezó de forma casi idéntica que Hunter y sujetó el árbol para no perder el equilibrio mientras bajaba.
-ay- dijo Eda, lamiendo su dedo -una astilla- miró la parte del árbol que la había atacado -oh.
Luz siguió el recorrido de la mirada de Eda. Tallado con elegancia en el tronco, junto al lugar donde King había estado sentado hacia pocos minutos, había cinco nombres.
Amity
Hunter
Vee
King
Luz
El corazón le dio un vuelco. Todos los pensamientos sobre globos aerostáticos, osos polares y aventuras alocadas desaparecieron y fueron reemplazados por una burbuja cálida de aleería que se expandió por su interior.
Luz realmente estaba en casa. Tal vez no era perfecta, o convencional, pero era suya. Ellos le pertenecían y ella les pertenecía.
-vamos- Eda le dio un apretón suave en la mano -creo que ya ha pasado la hora de dormir.
Comenzaron a avanzar hacia el molino, pero la relojera se detuvo después de unos pocos pasos y frunció el ceño. Por primera vez desde que Luz la había conocido, Eda parecía completamente confundida.
-un momento... Es decir... cómo...- Eda sacudió el cuerpo -¿debería primero darles un vaso de leche caliente? ¿Y leerles un cuento? ¿Eso es...? ¿Eso es lo que debo hacer?
-sí- respondió Luz, sonriendo, traviesa -eso es exactamente lo que debes hacer.
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