capítulo 15
Después de una exigua cena de estofado de patatas, los niños se colocaron junto al fuego en la sala de estar. Papá marioneta estaba sentado en la mecedora más grande, con las piernas cruzadas.
-pon otro tronco en el fuego, Hunter- dijo Amity con voz grave, tirando del hilo que pendia de la cabeza de papá marioneta para que señalara con el mentón hacia la chimenea.
-por supuesto, papá- río Hunter.
Vee sonrió mientras retiraba su delantal y lo colgaba en un clavo en la pared. Habia creado un nido para Owlbert con relleno de marioneta sobre el armario de la cocina y ahora subía para darle un puñado de lombrices. Luz no hubiera podido borrarle la sonrisa ni aunque lo intentara. Se acurrucó en la silla con papá marioneta y pensó que aquella era la noche más perfecta que había vivido hasta entonces.
Sin matrona.
Sin frío.
Sin miedo.
Hunter terminó de colgar una cortina delgada de algodón sobre la ventana y la cerró, dejando ocultos al otro lado las mecedoras, papá marioneta, la chimenea y a ellos cinco.
-¡funciona!- anunció King con entusiasmo, gritando desde el otro lado del cristal. Pocos minutos después, entró de nuevo, sonriendo de oreja a oreja -veía vuestras siluetas, pero nada más. Papá marioneta parece una persona real.
Habia sido idea de Luz colgar una cortina delgada en cada ventana y otra sobre la cama armario donde guardarían a su padre falso si alguien entraba en el molino. Cualquier vecino que pasara preguntándose si Philip Noceda realmente habia regresado vería el escenario con claridad: el humo saliendo por la chimenea y la luz brillando a través de las ventanas del piso inferior. Si se acercaban más, verian a una familia de seis integrantes junto al fuego escuchado un cuento. Eso es lo que las familias hacían por las noches. Luz estaba segura.
-excelente- dijo ella -entonces, es hora de que papá nos cuente un cuento.
-¡oh!- dijo Amity, de pie junto a una de las estanterías -hablando de cuentos, encontré dos libros que podríamos leer esta noche- dejó un volumen inmenso sobre el regazo de Luz.
-¿Guía médica sobre la tuberculosis? No sé si será un cuento de buenas noches interesante.
-agh, bien, entonces lo leeré sola más tarde- respondió Amity, quitandole el libro a Luz y reemplazandolo por un pequeño cuaderno de cuero en su regazo. Sus ojos brillaban -este te gustará.
-¿qué es?- preguntó Luz. Amity sonrió.
-ábrelo y verás.
Luz abrió la primera página y un escalofrío le recorrió la piel. Habia un dibujo a lápiz de lo que parecia ser el árbol del exterior de la casa, salvo que el tronco tenia más nudos y sus hojas eran más oscuras. Las ramas superiores estaban retorcidas hacia arriba en forma de dos lineas irregulares que decían:
El Carnaval De Las Pesadillas
Escrito Por
Camila Noceda
Luz deslizó los dedos sobre la pagina. Su hermana era cuentacuentos, al igual que ella.
-hay más historias suyas en la estantería- dijo Amity -pero son todas románticas, exepto esta. Parece que tu hermana y tú son muy parecidas y distintas a la vez.
La siguiente página tenía solo una línea, una dedicatoria que Camila había escrito:
Para Charles, mi único amigo verdadero.
Luz tragó con dificultad. ¿quién era Charles?
Fuera quien fuera, había conocido a su hermana. Él sabía como era, como sonaba su sonrisa, quizás incluso qué le había ocurrido. Luz no pudo evitar sentir una punzada de celos al pensar que Camila le había escrito una historia a él en vez de a ella.
Hunter y Vee tomaron asiento en el suelo sobre unos cojines. King hizo lo mismo un instante despues, cuando ocupó la mecedora junto a Amity.
-Luz nos leerá un cuento- dijo Amity con alegria -¿no es así, Luz?
Lo único que la niña logró hacer fue asentir con rapidez mientras le daba la vuelta a la página con los dedos temblorosos. Con voz inestable, comenzó a leer:
-Cuando llega la oscuridad, aparecen las pesadillas. Es imposible esconderse de ellas. Una vez que te clavan sus garras, una vez que beben de tu alma y saborean tu miedo, saben exactamente donde encontrarte.
Mi propia pesadilla me ha atormentado durante semanas.
Estoy recostada despierta en mi cama, sabiendo que están al acecho. Mi batalla por permanecer despierta es inútil, por supuesto. Comienzo a sumergirme en la neblina oscura del sueño antes de siquiera notar que he cerrado los ojos. Las paredes de mi cuerto desaparecen, son reemplazadas por una oscuridad infinita. La calidez desvanece y comienzo a temblar. Los truenos rugen y los relámpagos zigzaguean sobre mi, dando a luz a una luna pálida en el cielo oscuro sin estrellas.
Estoy de pie en una tundra. El césped a mis pies se ha marchitado y muerto. Esta tierra lúgubre se extiende hacia el horizonte en todas direcciones, iluminada solo por esa luna lejana. Noto que me aferro algo al pecho y, cuando bajo la vista, veo una jaula de hierro oxidado, dentro está mi propio corazón palpitante.
Pum-pum. Pum-pum. Pum-pum.
Las sombras reptan alrededor de mis pies, y vibran. Las enredaderas suben hacia mi corazon enjaulado y las aparto. Algo estalla y hace temblar el suelo bajo mis pies.
A lo lejos, un árbol alto y lleno de nudos se alza en medio de un terreno infertil. Sus ramas se extienden hacia arriba y hacia afuera como tentaculos y tengo que estirar el cuello para ver su copa. Envuelvo mi corazón enjaulado con más fuerza mientras el ascenso del árbol se detiene temblorosamente.
El árbol nocturno es grotesco: las ramas están hechas de huesos y las hojas de garras. De inmediato, mis pies comienzan a caminar hacia él, como siempre ocurre cuando vengo aquí. Ya no los controlo, las sombras lo hacen. Como siempre, me detengo después de dar sesenta y cinco pasos, a poca distancia del tronco.
Hay rostros tallados en la corteza nudosa: a algunos los conozco vagamente, otros perenecen a las personas que más quiero. Todas excepto una, claro.
-¡dejenme en paz!- le grito a las sombras, al árbol, a los rostros.
-ya no puedes seguir huyendo, Emira- el rostro habla con voz monstruosa -el carnaval te espera, y debes entrar.
-no.
-Emira.
Me sobresalto al oír mi nombre, ahora pronunciado con mucha dulzura, aunque sé lo que va a pasar.
Un niño está de pie a mi lado. Tiene las orejas puntiagudas y pelo verde oscuro. Sus ojos son amarillos y su nariz se asemeja a un hocico. Cuando sonríe, veo un atisbo de dientes afilados como dagas.
-Licántropo- gruñen los rostros del árbol.
Sujeto más fuerte mi corazón enjaulado y sacudo la cabeza de un lado a otro. La cara del niño se convierte en el de un niño normal y me sonrie: mitad niño, mitad lobo, pero completamente familiar y reconfortante.
-Edric- susurro mientras las sombras trepan por mis piernas -ayúdame, por favor.
En cuanto me agarra la mano, las sombras me sueltan y soy capaz de apartarlas de una patada. La esperanza florece en mi interior y de pronto, el corazón enjaulado en mis brazos está envuelto de enredaderas con flores brillantes. Edric y yo le damos la espalda al Árbol Nocturno y huimos.
Corremos por un sendero de grava y lodo. El Árbol Nocturno desaparece y no queda nada más que aquel páramo vasto y oscuro, Edric y yo, y mi corazón palpitante.
Cuento nuestros pasos. Cada noche damos dos pasos más. Anoche, dimos seiscientos sesenta y tres pasos. Con cada uno, el latido de mi corazón enjaulado aumenta su velocidad. Con el paso seiscientos sesenta y cuatro, nos detenemos. Parpadeo hasta que se me acostumbra la vista, mis latidos suenan como un estacato en mis oídos.
A un paso de la puerta, barrotes de hierro inmensos pintados de negro, con la punta dorada brillante. Veo monstruos al otro lado de los barrotes. Bailan, cantan, pronuncian mi nombre. Garras, dientes, hocicos, bigotes... veo montones de cosas grotescas que parecen fundirse en un solo ser horroroso. Suena una música, pero no se parece a ninguna melodia que haya oído antes. Los sonidos colisionan entre si, como si cada nota estuviera luchando por ser oída. Los violines chillan, los tambores rugen, una flauta llora de agonía. Las sombras caen y rodean de nuevo mis tobillos. Quiero cubrirme los oidos, pero no puedo.
Quiero huir, pero no puedo.
En ese momento suelo despertarme, intentando respirar y apartar los monstruos invisibles, pero esta noche sé que las sombras no me dejarán ir. Esta noche, será diferente.
-es la hora- llaman las pesadillas.
Edric tira de mi mano, intentando apartarme de nuevo, pero esta vez las sombras me sujetan los pies con más fuerza y me empujan hacia la puerta. Aparecen más, que intentan agarrar el corazón enjaulado, y comprendo que solo puedo hacer una cosa.
Miro las puertas, permito que el miedo me atraviese. Luego, aparto mis dedos de los de Edric y coloco mi corazón enjaulado en sus brazos, mientras le dedico la sonrisa más valiente que logro esbozar. Me mira, confundido y asustado, pero antes de que él o yo podamos hablar, una ráfaga de viento me golpea, me arranca del suelo y me empuja hacia adelante, lejos de él, lejos de mi propio corazon palpitante.
Atravieso las puertas y...-
Las brasas chisporrotearon en la chimenea. Los amigos de Luz la miraron parpadeando, inclinando el torso hacia adelante, ansiosos.
-¿y?- preguntó Amity con entusiasmo -atraviesa la puerta y luego, ¿qué?
Luz volvió la hoja, pero la siguiente estaba en blanco.
-no tiene final- hojeó las demás páginas -el resto del libro está vacío.
-¿qué?- exclamó King -pero ¡debe tener un final!
-qué extraño no terminar una historia- dijo Hunter -sin duda, si comienzas a escribir una, no debe ser demaciado difícil terminarla, ¿no?
-no hay problema- Luz sonrió -inventaré mi propio fi...
Las orejas le cosquillearon un instante antes de que todos oyeran un sonido en la ventana.
Luz enderezó la espalda de un salto y cerro el libro sobre su regazo. Todos miraron por la cortina. Una sombra pasó por la ventana. Una sombra con forma de persona.
-¿quién era?- preguntó Amity con un grito ahogado.
Hunter alzó un candelabro, atravesó la sala, fue al pasillo y llegó a la puerta. Luz corrió detras de él. Salieron al exterior, la nieve caía en aglomeraciones delicadas. La noche era negra y la bruma flotaba espesa sobre sus cabezas, cubriendo la luna. Hunter acercó la vela titilante al suelo cubierto de nieve.
Huellas, debajo de la ventana, que llevaban hacia el sendero de grava que llevaba al granero. Luz las siguió, tirando de Hunter. Las huellas giraban, no hacía la puerta principal, sino que se salían del sendero y se dirigían hacia uno de los canales más pequeños que yacían detrás del molino.
-¿quién anda ahi?- exclamó ella -¡muéstrate!
La única respuesta fue un aullido silbante del viento.
Luz se agazapó para inspeccionar las huellas. Habia limpiado suficientes huellas de zapatos y hollín del suelo del orfanato Exide para reconocer el tipo de calzado al que pertenecían cada una de ellas. Esas huellas tenían la punta redondeada y el talón grueso y amplio, lo cual sugería que era la bota de un hombre.
Sin embargo, eran huellas pequeñas. Entonces...¿un niño?
-¡muestrate!- exclamó de nuevo Luz, la furia y el pánico recorrían su cuerpo.
¿qué había visto?¿cuanto tiempo había permanecido allí de pie, observándolos?¿despues de que Hunter hubiera colgado la cortina para ocultar papá marioneta?¿o antes?
Le parecía inaudito que alguien se hubiera colado en la propiedad y hubiera llegado hasta la ventana. El cartel en la puerta sugería que el molino les daba miedo a los vecinos, el candado intacto demostraba que mantenían las distancias. Pero parecía que al menos un vecino era lo bastante valiente como para aventurarse más cerca y solo faltaba un vecino para arruinarlo todo.
-regresemos adentro- pidió Hunter.
Luz intentó seguir las huellas.
-pero...
-sea quien sea- intervino Hunter, tirando de ella en dirección al molino -ya se ha ido.
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LIBRO DE TEORÍAS DE LUZ
Camila Noceda
•es cuentacuentos, como yo.
•escribe poemas para nuestro padre.
•escribe historias para sus amigos.
•viste delantales con demasiados volantes.
•ahora tiene 30 años.
•tiene suerte de haber crecido aquí.
Quizás Camila contrajo matrimonio y se mudó. Quizás mis padres fueron a visitarla a ella y a su nueva familia y llevan sin regresar... doce años.
Quizás Camila consiguió un empleo escribiendo óperas para el teatro en italia. Quizás mis padres fueron a visitarla allí y llevan sin regresar... doce años.
No tiene sentido.
Nada tiene sentido.
¿dónde están?
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