capitulo 12
Un cosquilleo recorrió los hombros de Luz cuando esta giró el cuello para mirar con más atención. La parte superior del árbol surgía entre la bruma con ramas largas y retorcidas. Carecía de hojas, estaba cubierto de escarcha y no parecía en absoluto como Luz habia esperado. Sacudió la cabeza de un lado a otro. No podía ser sierto.
-quizás has contado mal...
Amity resopló, indignada.
-no he contado mal.
Hunter suspiró con pesadez.
-debe de ser la casa con tejado color cobre- dijo Luz, ignorándolo -ese árbol está muy cerca.
-Luz- dijo Hunter, mitad paciente, mitad compasivo -lo siento, de verdad, pero esa supuesta pista que tenías es inútil. No hay nada aqui.
-¡no!- un temblor de desesperación recorrió su cuerpo -estás equivocado, Hunter. Debe haber algo...
-¡por aqui!- exclamó una voz incorpórea entre la bruma -¡lo encontre!
Luz miró a los demás. King habia estado de pie junto a ellos hacía unos segundos, pero ahora había desaparecido.
-¡continuen avanzando un poco más por la calle!- indicó King -¡me congelo!
Avanzaron arrastrando los pies, lo más rápido posible con sus piernas doloridas, y encontraron a King de pie al borde del canal frente a unas puertas dobles. Las puertas no se parecían en nada a las que habían pasado antes, ni siquiera a la puerta con gárgolas. Luz pensó que se parecían a las puertas de un sementerio. La niña sentía que el corazón estaba a punto de salír por su boca.
Las rejas de hierro oxidado se alzaban como lanzas del suelo, sus puntas afiladas resplandecían bajo la luz de la luna. Unas enredaderas rodeaban dos postes altos a cada lado de la entrada y un candado oxidado y pesado colgaba de una cadena que habían envuelto sobre el centro de las puertas. Sobre ellas, habia un letrero de madera desgastado. Luz se acercó más y vio que decia: Noceda. Y debajo de eso, estaba tallado: ¡peligro! ¡no pasar!
Ella miró con atención hacia la oscuridad, pero la bruma era demaciado espesa.
No veia persianas rojas y blancas ni tejados triangulares.
-¿dónde está?- preguntó, frustada.
-miren hacia arriba- dijo Hunter sin aliento.
Luz siguió la mirada sorprendida del chico hacia donde la bruma se habia disipado un poco. Emergiendo en medio de la oscuridad, más alejada de la calle que las otras granjas que habian visto, habia una cruz formada por unas aspas esqueléticas.
Un escalofrío recorrió el cuerpo dolorido de Luz cuando comprendió lo que veía.
No era una granja. Era un molino.
La neblina reapareció y las aspas del molino desaparecieron otra vez, pero aquello no menguó en absoluto la satisfacción de Luz. El reloj de bolsillo la habia llevado a su hogar.
Unos escalofríos le recorrieron los brazos y sus orejas conquillearon con placer. Esta vez, pensó que no era de advertencia, sino una invitación que la alentaba a avanzar. Aquel lugar le gustaba.
-este lugar me da mala espina- gruño Amity a su lado -parece...
-viejo- susurró Hunter.
-embrujado- dijo King y consiguió que Vee emitiera un grito ahogado diminuto.
-perfecto- suspiró Luz.
-iba a decir poco acogedor- dijo Amity -la puerta tiene candado, no hay luces encendidas y el cartel no transmite demaciada hospitalidad.
-probablemente solo han ido a dormir. Vamos, dentro habrá comida y entraremos en calor.
Y estarán mis padres, pensó.
Resistió lanzarle a Hunter una mirada que decia "te lo dije" y, en cambio, se dirigió hacia el canal delgado que se extendía a cada lado de la entrada y por debajo de un puente de madera sobre el cual estaban las puertas. Alzó su cesta ataúd sobre el hombro y avanzó despacio junto a Amity hacia el hielo. Estaba demaciado bajo, asi que, con la esperanza de que todo saliera bien, saltó sobre el canal, arrastrando a Amity con ella. Sus pies aterrizaron con un ruido seco, pero el canal congelado no se quebró.
-¡Luz!- exclamó Hunter -creo que no es una buena idea. El cartel dice...
-ese cartel es para otras personas, no para la familia- dijo Luz -vamos.
El sonido de los pies caer sobre el hielo detrás de ella fue la única respuesta que recibió. Con su mano libre, Luz sujetó la reja de hierro y trepó junto a Amity al otro lado de las puertas. King, Hunter y Vee la siguieron un instante después. La nieve recién caída crujió con fuerza debajo de ellos mientras se aproximaban casi a ciegas hacia el molino. A medida que avanzaban, lo único que Luz vio fue una pared de ladrillos rojos de la peor calidad.
Tardaron unos minutos en encontrar la puerta principal.
Oyeron un chasquido y un siseo cuando Hunter ensendió una cerilla y le entregó una vela a Luz. Ella la alzó. La puerta estaba hecha de partes iguales de roble grueso y pintura negra descascarillada. Dos farolas de cristal, que se elevaban sobre una base de hierro, colgaban a cada lado de la puerta, apagadas y rotas. En medio de la puerta habia un llamador, un león que sujeaba un anillo de hierro con la boca.
Un escalofrío de satisfacción recorrió su cuerpo. Aquel era el momento que ella habia estado esperando durante doce largos años. Su familia se encontraba a apenas un paso de distancia.
Luz tuvo que ponerse de puntillas para alcanzar el llamador. Rodeó el anillo con sus dedos congelados y dio tres golpes breves e intensos, fuertes en la calma espeluznante de la noche. Contuvo el aliento, escuchando con atención en busca del sonido de los pasos aproximándose, intentando imaginar la expresión de sorpresa en el rostro de sus padres cuando abrieran la puerta y la vieran de pie allí. ¿seria su madre o su padre quien abriría?¿la reconocerían? Por supuesto que sí. Al igual que ella los reconocería a ellos.
Esperó, mordiéndose el labio, pero reinaba el silencio. La sonrisa de Luz vaciló. Sacudió el picaporte y la puerta retrocedió, gruñendo mientras la abria de par en par. La oscuridad los recibió y la vela se apagó.
-no quiero entrar- susurró King, nervioso, mientras él y Vee asomaban sus caras preocupadas por la parte superior de su abrigo compartido.
-no hay de que preocuparse- dijo Luz y abandonó el abrigo que compartía con Amity, ignorando el frío punzante.
-esperen- dijo Hunter.
Luz creyó que él intentaria detenerla y se preparó para otra discusión, pero el niño solo hurgó en su saco de trigo, extrajo más cerillas y velas, las repartió a los demás, encendió otra vez la de Luz y le dedicó una sonrisa alentadora. Acurrucándoce, mantuvieron las velas sobre la cabeza, formando un halo de luz a su alrededor, y entraron.
Estaban ante un pasillo pequeño y cuadrado. Una hilera de zuecos colgaba en ganchos junto a la puerta. Luz dio otro paso y vio una silueta en la oscuridad profunda junto al armario. Su vela titiló cuando se giró hacia allí, las sombras bailaban salvajemente sobre el suelo de piedra.
-¿papá...?
Su voz murió cuando las sombras dejaron de moverse. Luz notó que no era una silueta, sino un perchero con un sombrero.
Se apresuró a continuar, atravezó una puerta a la izquierda que llevaba a la cocina. Contra la pared del medio había un horno y por encima de este colgaban de unos ganchos diferentes cuencos y sartenes. Una mesa pequeña con dos sillas estaba debajo de la ventana. Luz elevó su vela. Un armario alto y dos gabinetes pequeños estaban alineados junto a una pared, al lado del lavabo. Y una cama armario, con las puertas abiertas, ocupaba prácticamente la totalidad de la otra pared. Luz vio que se encontraba vacía, con una manta color verde brillante extendida de forma cuidadosa por encima.
Luz se lamió los labios secos y agrietados.
-¿papá?¿mamá? Soy yo... Luz.
Colocó su cesta ataúd sobre la mesa y deslizó un dedo sobre el respaldo de una de las sillas. Sus yemas quedaron cubiertas de una capa gruesa de polvo negro. Escudriño con dificultad las sombras profundas y dio otro paso, algo crujio debajo de su bota. La vajilla rota estaba por todas partes.
-que desastre- dijo Amity -me pregunto qué ocurrió.
-probablemente estén demasiado ocupados para limpiar- respondió Luz -estarán encantados de saber que puedo ayudarlos con las tareas domésticas ahora que he vuelto.
Caminó rápido hacia la siguiente puerta y entró en una sala de estar de proporciones similares. Había una chimenea en la pared, fría y vacía, la repisa estaba igual de despojada. Vio dos mecedoras enfrentadas frente a otra ventana, y unas sábanas colgaban sobre los respaldos y los cojines gruesos de los asientos. Había estanterías llenas de libros y otra cama armario, con las puertas cerradas.
Le entregó su vela a Amity y abrió las puertas de la cama armario. Encontró una manta roja esta ves, tan fría y vacía como la primera. Un pequeño soplido de desesperación abandonó sus labios.
-Luz- dijo King -quizás deberíamos regresar...
Pero Luz ya estaba cruzando la siguiente puerta, solo para descubrir que había regresado al pasillo en el que habían comenzado. Ya habían recorrido toda la planta baja.
Miró con desesperación a sus amigos.
-sin duda estarán arriba.
Luego, tomó la vela de la mano de Amity, corrió hacia la escalera y subió, sin aliento y tambaleándose de agotamiento, al siguiente piso. Las paredes eran más redondas en el piso de arriba, había un descansillo y una única puerta que daba a la habitación del otro lado.
Luz la abrió. Un rostro blanco apareció al otro lado de la puerta, con la cabeza levemente colgando hacia un lado. A Luz le dio un vuelco el corazón.
Luego, vio que el rostro tenía un hocico.
Y orejas puntiagudas.
Y... costuras sobre... su piel de algodón.
Luz miró con atención al juguete. Tenía los ojos pintados. En la punta del hocico había un botón. El relleno sobresalía de un lateral de su cuello y vestía un traje elegante hecho a medida de terciopelo de Ámsterdam suave, de color borgoña oscuro.
Amity y Hunter aparecieron en la escalera y se pusieron de pie a su lado.
-es una marioneta- exclamó Luz, una risita de esperanza salió de sus labios -un zorro marioneta- ahora veía los hilos, que sujetaban a la marioneta de un gancho al lado del estante -sin duda es el lugar correcto.
Entró y miró la habitación circular. El polvo era más espeso allí arriba y Luz se atragantó con una nube de polvo antes de apartarla y alzar la vela para ver la habitación. En el centro, por un agujero que atravesaba el techo, había un poste de madera cuadrado y grueso. Las paredes redondeadas y cubiertas de paja estaban plagadas de marionetas de todas las formas y tamaños. Había rollos de tela, bobinas de hilo, herramientas y un escritorio lleno de pinceles y botes de pintura, y una máquina de coser de hierro fundido.
El taller de marionetas de Philip Noceda.
-sólo estamos a medio camino de la parte superior del molino- susurró ella -deben estar arriba.
Tenían que estar allí.
Con esperanzas renovadas, Luz atravesó la habitación corriendo hacia la escalera que llevaba a un agujero grande y rectangular en el techo del taller de marionetas. Le dolieron las piernas y los brazos mientras subía el primer peldaño, su vela estuvo a punto de apagarse.
Amity intentó detenerla.
-Luz...- pero la niña ya estaba subiendo la escalera.
Mientras se arrastraba hacia el siguiente piso, se golpeó la cabeza con algo duro cuando intentó ponerse de pie. Luz siseó y gateó a tientas. Cuando el polvo dejó de flotar y mover la llama de su vela, Luz comprendió porque no había casi espacio para moverse: había unas inmensas ruedas de madera interconectadas, horizontal y verticalmente, en un tramado complejo desde el techo hasta el suelo.
Oyó un ruido seco y luego otro siseo de dolor cuando Amity apareció por la escotilla y se arrastró hacia ella.
-cielos- suspiró Amity, mirando los mecanismos con la boca abierta.
Luz se puso de pie, con cuidado, y alzó la vela hacia el techo abovedado, iluminando más sombras y más polvo, pero ninguna escalera.
Esa era la cima del molino. No había más habitaciones que investigar..
Luz dejó caer los hombros, como si hubieran cortado sus hilos invisibles de marioneta y sus piernas finalmente cedieron. Sus rodillas golpearon él suelo con fuerza, pero el dolor que le causó la hizo sufrir menos que el modo en que su corazón parecía romperse.
-oh, Amity- dijo Luz, se le quebró la voz -no están.
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