capitulo 11

Hunter alzó a Luz sobre el pavimento y luego subió tras ella. Juntos, alzaron a Amity por encima de la reja. La escarcha brillaba en los adoquines y la calle estaba desierta, excepto por el viento que silbaba sobre el canal y a través de las aberturas diminutas entre las casas altas como torres. El aire era frío y le quemaba los pulmones a Luz mientras esta inhalaba de modo profundo e irrrgular. El frío rodeó cada parte de su cuerpo, aferrándoce a sus mejillas como pequeñas garras de hielo. Hacía que le doliera la mandíbula. Se acurrucó debajo del abrigo de piel de Amity.

Los cinco estaban de pie al borde del canal, mirando la silueta inmensa del orfanato al otro lado.

-somos libres- susurró Hunter, incrédulo.

-aún no. ¿a dónde vamos ahora, King?

Él extendió el mapa que había dibujado sobre la funda de la almohada frente a Vee y él, y lo inspeccionó con la mirada. Luego, lo guardó bajo el brazo y señaló con la cabeza hacia un puente en el otro extremo de la calle.

-por allí.

Habían dado apenas unos pasos cuando Luz comenzó a notar un intenso pinchazo en las orejas. El frío cubrió su frente. Un instante después, oyeron ruedas de un carruaje patinar en los adoquines cercanos y el ruido de un látigo.

Luz tiró de Amity hacia una abertura angosta entre dos casas mientras empujaba a los demás delante de ella. El carro de Belos traqueteó en la esquina justo cuando Luz se metió en el callejón oscuro. El carro tirado por caballos crujió cuando los animales disminuyeron la velocidad. Espiando con cuidado desde detrás de la pared, Luz obsevó que Steve detenía el carro de Belos junto a la reja, donde la soga de la cubeta de ropa sucia aún estaba colgada.

La puerta del carruaje se abrió, dejando escapar una bocanada de humo, y Belos bajó. Cojeó hacia la reja, extendió la mano para tocar la cuerda que conducía a la vantana áun abierta de la lavandería. Miró a un lado y al otro de la calle, la luz de la luna emitía un resplandor plateado sobre su expresión furiosa.

Luz inclinó la cabeza hacia atrás entre las sombras, su corazón latía desbocado.

-sabe que nos hemos marchado- susurró ella -y nos bloquea el paso.

-entonces, tendremos que tomar el camino largo- respondió King en el mismo tono -siguanme.

Corrieron a través del callejón angosto, apiñados bajo sus abrigos de piel. King se detuvo al final y todos agudizarón el oído. Un carro pasó, y sus ruedas chirriaron con cada giro.

-no era él- susurró King. Inclinó el torso hacia adelante -creo que ahora está despejado.

Luz sintió un cosquilleo suave en la base de la columna.

-vamos. Rápido.

Cruzaron la calle a toda prisa, sus botas marcaban un ritmo veloz, y entrarón en el siguiente callejón. Caminaron rápido y en una sola fila, como patos siguiendo a su madre, con King al frente, y cruzaron un puente tras otro. Cada canal era una capa congelada de hielo brillante. Luz comprendió que una cosa era mirar Ámsterdam por la ventana del dormitorio, y que recorrer sus calles por primera vez era otra cosa muy distinta. Desde el suelo, los tejados puntiagudos e irregulares parecian mandibulas abiertas. Luz sintió que la ciudad se los tragaba. Los canales parecían todos idénticos, al igual que los puentes. Era como si corrieran en círculos, atrapados en un laberinto, pero King los guiaba con firmeza, moviendo de un lado a otro su mapa.

Después de un rato, y con el corazón desbocado, King se detuvo repentinamente. Tenía la cara oculta en las sombras, pero Luz oyó que inhalaba de modo brusco.

-llegamos- dijo él, señalando una casa del canal, en la acera opuesta de la calle -Kerkstraat 189.

Al igual que el orfanato Exide, Kerkstraat 189 estaba construida con ladrillos negros y tenia las ventanas pintadas de blanco. Un cartel octogonal colgada de una barra de hierro tocida que sobresalía de la puerta. Luz miró con atención.

Kerkstraat 189

LITÓGRAFO Y CREADOR DE MAPAS

-oí a uno de nuestros vecinos hablar sobre este lugar hace unos meses- dijo King -tardé semanas en encontrarlo. Tuve que trepar sobre cuatro tejados más para verlo y añadirlo a mi mapa. Miren.

Allí, en la ventana de la planta baja, iluminandos por la luz de la luna, había varios mapas grandes.

Un cosquilleo bailó en la punta de las orejas de Luz y una risita escapó de sus labios. Ella y King compartieron una sonrisa satisfecha. Comprobaron que la calle estubiera vacía y luego salieron del callejón y se agruparon frente a la ventana.

La expreción de Hunter era reverencial.

-¿asi es de verdad Nederlan?- preguntó Luz, señalando uno de los mapas -parece la cabeza de un conejo.

-esa es solo la zona del norte- dijo King, apoyando su cubo de carbón junto a sus pies -nosotros queremos ese.

Sañaló un mapa de Ámsterdam, deslizando los dedos sobre el cristal mientras lo inspeccionaba. Finalmente, señaló con el dedo un punto sudoeste de la ciudad.

-es allí mismo. Podemos seguir el río Amstel desde aquí durante algunos kilómetros y luego dirigisnos al oeste. Si copio esa sección del mapa, es probable que nos acerquemos bastante a tus coordenadas.

-¿bastante?- pregunto Luz, aferrando con fuerza el reloj de bolsillo -¿como encontraremos el lugar exacto?

Amity avanzó junto a King. Golpeteó la parte infrerior del mapa con su dedo.

-usaremos esa balanza- luego, señaló un punto cerca de las coordenadas, una intersección diminuta -King solo necesita llevarnos al comienzo de esta calle. Yo puedo conducirlos al lugar exacto.

-¿cómo?

Amity sonrió

-con matemáticas, claro- tomó una cinta medidora de su caja de herramientas y se la entregó a Hunter -toma. Mide la distancia entre mis pasos, desde el talón al dedo gordo.

Amity colocó un pie hacia adelante y mantuvo la pose mientras Hunter medía la distancia entre sus pies. Después de pocos minutos, King había terminado su mapa y Hunter le devolvió la cinta a Amity.

-¿no necesitas hacer tus... cálculos?- le preguntó Luz a Amity.

-no hay problema, haré los cálculos mientras caminamos. Vamos, debemos darnos prisa.


Llegaron al río Amstel cojeando cuando un reloj que se encontraba en la torre de alguna iglesia lejana marcó las diez. Luz sentía que su cesta de ataúd contenia algo pesado dentro, los brazos le dolían tanto como su estómago vacío. El río serpenteaba entre fábricas y depósitos. Cada sierto tiempo, se ocultaban detrás de cualquier cosa que tuvieran a mano cuando un bote pasaba, pero la mayor del tiempo, las calles cubiertas de nieve estaban vacías mientras los habitantes de Ámsterdam se resguardaban del frío.

Luz y Amity apoyaba el peso la una en la otra, mientras cruzaban un puente en las afueras de la cuidad y finalmente llegaban a la primera zona rural que habían visto en la vida.

-parece que han aplastado los campos con un rodillo de amasar gigante- dijo Luz. Y se acurrucó más junto a Amity.

-y los ca-canales parecen dibujados con precisión en una regla gi-gigante- comentó Hunter, mientras sus dientes castañaban.

Ahora que habían salido de la ciudad, el aire ya no olía a agua estancada ni a estiércol de caballo. Era tan fresco que le hacia cosquillas en la nariz a Luz. Avanzaron arrastrando los pies por una calle de tierra desierta tras otra durante lo que parecieron horas. Las casas eran cada vez más bajas y anchas y estaban más separadas entre sí cuanto más se alejaban de la ciudad.

Estaban a mitad de una calle terriblemente larga sin casas cuando, de repente, King se detuvo.

-esta es tu intersección, Amity- dijo y señaló una calle que corría perpendicular a la que ellos transitaban -las coordenadas de Luz llevan hacia allí.

La calle se extendia infinitamente por delante de ellos, flaqueada a ambos lados por un entramado de canales y trozos de campos, la tenue luz que se filtraba por las ventanas de las granjas diseminadas apenas permitian a Luz distinguirlas. Habia pasado toda su vida deseando tener más libertad, pero en ese instante habria dado lo que fuera por no tener que dar un paso más.

-¿haz calculado la distancia?- le preguntó Luz a Amity, sin aliento.

-por supuesto- Amity se balanceó levemente por el agotamiento, pero sacudió el cuerpo y enderezó la espalda -son mil cuatrocientos sesenta y tres pasos.

Emitieron cuatro gruñidos.

Amity dio un paso al frente, tambaleándoce con inestabilidad. Luz le sujetó el codo con la mano libre, asegurándose de que sus pasos no tropezaran con los de Amity. Caminaron arrastrando los pies y con la respiración entrecortada, mientras Amity contaba primero en voz baja y luego para sus adentros.

Cuando pasaron frente a una casa de campo con techo piramidal, a Luz se le haceleró un poco el corazón por anticipado. Más adelante, pasaron entre otra granja, el humo salia de su chimenea y la esperanza de Luz ardió con más fuerza.

La bruma que brotaba de los canales se volvió más espesa mientras avanzaban, primero rodeó sus tobillos y luego subió hasta sus rodillas. Después, pareció cenirse sobre ellos desde el horizonte. Pronto, solo serían capaces de ver la próxima casa cuando la tuvieran al lado.

-pronto entraremos en calor- prometió Luz -es probable que tengan leche fresca que podremos calentar. Estoy un poco cansada, asi que tal vez no sea capaz de contarles un cuento antes de dormir, pero sin duda mi madre o mi padre lo harán.

Pasaron junto a otra casa de campo. Tenía el mismo techo con forma piramidal que las demás, pero, en vez de un tejado de paja, esa casa tenía tejas de cobre brillantes. En vez del rojo y blanco habitual, tenia las persianas de un azul intenso. Y, en vez de una puerta de madera sensilla al final del sendero, tenia una gárgola a cada lado.

Parecía ridícula y maravillosa a la vez, y no se parecía en nada a aquello que podría haberse imaginado Luz tras toda una vida contemplando únicamente casas altas. Su corazón se entristeció un poco cuando pasaron junto a la casa sin detener el paso.

Sin embargo, no continuaron avanzando mucho más. Amity se detuvo repentinamente con el pie en el aire y apoyó su peso en Luz.

-vamos, Amy, no puede faltar mucho.

Amity se apartó un poco de su amiga.

-no. Ya hemos llegado- alzó el brazo y señaló débilmente el lateral de la calle -tus coordenadas- dijo sin aliento -es allí.

Luz miró el lugar que ella indicaba y frunció el ceño.

Amity señalaba un árbol.

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