Los hijos del espacio
El lugar es gris y frío. Las paredes están cubiertas de musgo. Sólo la luz al final del pasillo de roca es cálida. Cuando llego hasta ella, me encuentro debajo de una bóveda de cuarzos que me iluminan. La vibración que me recorre hace desaparecer las escamas azules y la cresta negra, las reemplaza por una piel rosada y cabello oscuro. Dicen que las transformaciones en la Cueva del Artificio eran dolorosas en el pasado, que ahora son tibias y cosquillean. ¿Por qué siento dolor (uno diferente, inexplicable) cuando desaparecen las últimas escamas en mi muñeca? ¿Acaso soy un... permanente? La idea me aterroriza.
Salgo de la cámara y una puerta se cierra a mis espaldas. Observo a Mimas. Su rostro trigueño y su cabello negro me parecen desconocidos. Giro hacia la pantalla de luz donde se ve el interior de la cámara donde está la Cueva del Artificio, que comienza a desaparecer dejando un espacio blanco. Junto las manos en el pecho, al igual que Mimas, cierro los ojos y hago una reverencia. Cumplimos con la Ley de Hestia. Se abre otra puerta en el salón de control y pasamos a la Cámara del Recuerdo.
Estamos en una cabaña de madera. A través de la ventana nos llega el aroma y la luz del bosque sintético. En los platos hay fruta, verdura y carne, también sintéticas. Los cubiertos y las ropas son similares a las de los últimos siglos en el hogar original. Mimas tiene una camisa a cuadros, yo una amarilla. Acaricio su mano y me besa. ¿Cómo explicarle? Me concentro en seguir con el rito de la Cámara del recuerdo; ahora debemos hablar de la historia.
Antes del exilio espacial y las razas existía un planeta que era nuestro hogar, donde no teníamos que mutar para sobrevivir. La leyenda dice que se llamaba Tierra, aunque muchos sostienen que el nombre era Agua porque estaba cubierto en su mayor parte por ese líquido. Otros afirman que se llamaba Cristal. Era el lugar perfecto para nosotros, vivimos millones de años allí hasta que acabamos con sus recursos, arruinamos su equilibrio natural, o lo destruimos en unas guerras (tampoco en eso hay un acuerdo). Tuvimos que migrar a las bases.
El espacio era un lugar hostil para nosotros y comenzamos a morir. Aunque las bases imitaran las condiciones del planeta original, había demasiados factores que afectaban nuestra salud, desde la nostalgia de nuestros cuerpos por la rotación y masa del planeta, hasta las radiaciones de mundos y estrellas diferentes a nuestro sol. Era urgente encontrar un hogar similar al que habíamos perdido, pero éste no aparecía y seguíamos enfermando y muriendo. Entonces creamos la Cueva del Artificio.
En cada estación y nave habría una y nos ayudaría a adaptar nuestros cuerpos para sobrevivir a los distintos cuadrantes del cosmos. En seguida, surgieron los Hijos del Espacio: determinados a abandonar y olvidar la forma original. ¿Por qué buscar un lugar como el que perdimos si ya podemos vivir en otros mundos? Serían distintas razas: reptiles, seres de fuego, pedregosos, metálicos, gaseosos, arácnidos y tantos otros. La humanidad los vio como aberraciones, como traidores a la primera forma, la más pura. Los rebeldes fueron masacrados en la primera guerra espacial. Lo que quedaba de los humanos sobrevivió gracias a la fe y a los ritos de Hestia. No importa en qué rincón del cosmos estemos, debemos regresar a nuestra forma humana una vez al día y representar nuestra vida en la Cámara del Recuerdo. Está prohibido extraviarse en el olvido. Muchos rezamos y pedimos que se cree una tecnología que nos salve del Artificio, que nos permita sobrevivir con nuestra forma original en cualquier parte. Pero no recibimos respuesta y seguimos orando por encontrar el hogar donde podamos ser lo que somos.
***
Las escamas azules en mi brazo se erizan. Siento el pulso de la vía láctea en el cúmulo de estrellas que adornan el cielo de este planeta. Es una franja horizontal plateada que se curva a medida que avanza la noche, con el resto del firmamento negro, a excepción de algunas estrellas rojas y un par de constelaciones lejanas en cada hemisferio. Las mentes de los habitantes gritan: Es el brazo de la madre blanca. Es la lengua de la primera voz. Es el brazo del Creador. Es la simiente del Artesano.
Los seres con piel de granito y ojos de lava nos atacan con sus lanzas de electricidad, mientras cantan sus alabanzas. El Mimas reptil y yo resistimos con nuestros láseres y campos de fuerza. Logramos ahuyentarlos y volvemos a la nave, frustrados por no haber hallado el mundo perfecto. ¿Para quiénes?, me pregunto y acallo esa voz.
Todavía quedan algunos Hijos del Espacio. Los permanentes suelen ir en su búsqueda; son las personas que quieren dejar de cambiar y renuncian a su forma humana para siempre. Es el pecado más inmundo. Lo permanentes son señalados como los mayores traidores y expulsados. Cualquiera que ose amar a un permanente, aunque continúe comprometido con su forma humana, es eyectado al vacío sin ningún tipo de protección. Eso es llamado la Ejecución de Saturno.
Tiemblo antes de presionar el botón que abre la puerta de la cámara ya transformada en la Cueva del Artificio. Me aparto. Entra Mimas reptil y sale Mimas humano. Cuando es mi turno, mis piernas no reaccionan. Lo abrazo, llorando.
-No puedo hacerlo.
-Está bien -dice Mimas, acariciándome-. Ya lo sabía.
-Dame unos ciclos antes de reportarme -ruego-. Los suficientes para huir y que no me alcancen los reformadores. Mejor si no te ven conmigo. Entenderán más rápido que nos separamos y te salvarás de la Ejecución de Saturno. -Mimas me da la espalda, aprieta unos botones y cambia el curso de la nave-. ¿Qué estás haciendo?
¿Acaso piensa entregarme? Quiero escapar, pero se vuelve y me toma de los hombros. Me besa, y termino de comprender. Mis escamas azules y su piel trigueña viajarán juntas por las constelaciones del universo, nuestro hogar.
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