Capítulo 8

– ¡Entra en la maldita habitación ahora, te lo estoy ordenando! – gritó Jacaerys a Daemon mientras lo obligaba a caminar detrás de él.

Daena los seguía a paso rápido, pero sabía que esta vez no podría protegerlo. Daemon se había pasado, había actuado como un niño malcriado frente a todo el mundo y ella sabía que no era así. Lo sabía porque confiaba que ella y Jace habían hecho un mejor trabajo educando a sus hijos. Quería confiar en eso, pero Daemon necesitaba madurar, necesitaba tener más respeto por las personas y por las reglas.

– No es para tanto – dijo Daemon.

– ¿No es para tanto? ¡Golpeaste al hijo de la mano del Rey por una tonta espada!

– ¡Pero era mi espada, nunca me la pidió prestada! – gritó él enojado.

– Dioses, estás siendo un niño malcriado – Jace apoyó sus manos en su escritorio, cansado.

– No soy un niño – dijo Daemon intentando ponerse derecho.

– ¿No lo eres? ¿Crees que ya eres un hombre? Porque creo haberte visto afuera golpear a otro niño por una espada como se tratara de un juguete – dijo el Rey malhumorado.

Daemon miró a su madre en busca de apoyo pero esta mantuvo su semblante serio. Estaba del lado de su padre.

– Está bien, le pediré una disculpa, lo prometo – se excusó – ¿Puedo retirarme ahora?

– Eso no es suficiente – dijo Jace deteniéndolo – Tienes que crecer hijo, madurar.

El silencio rondó la habitación por un momento y Jacaerys lo observó fijamente. ¿Qué iba a hacer con Daemon? Necesitaba que madura, necesitaba que dejara de actuar como un niño. Y también necesitaba mantenerlo lejos de Alyssa y evitar que esos sentimientos equivocados continuaran aumentando en ambos.

– Te irás, tomarás tu lugar como príncipe de Dragonstone y te encargaras de ese lugar – dijo el Rey finalmente.

– ¿Qué? – Daemon no daba crédito a lo que escuchaba. Al fin su padre había encontrado la excusa perfecta para enviarlo lejos – Mamá...

Sus ojos se posaron en su madre, pero este mantuvo el mismo semblante que tenía antes.

– Estoy de acuerdo con tu padre, Daemon. Necesitas madurar, y hacerte cargo una Fortaleza te hará crecer, te hará bien – le dijo Daena intentando mantener a raya el dolor que sentía en su pecho porque su hijo se marcharía – Debes tomar responsabilidades con el Reino, aprender a mirar tus privilegios y entender cómo viven los demás.

Daemon no dio crédito a lo que escuchaba. Su madre, la bondadosa mujer que lo había criado, estaba de acuerdo con que lo enviaran lejos de su hogar, lejos de su familia.

– ¿Esto es lo que siempre quisiste, no? – dijo Daemon mirando a su padre con enojo – ¡Nunca he sido suficiente para ti!

– Daemon sabes que no es así...

– Lo siento por no ser perfecto como Laenor, por no tener ese pasado trágico de Reid que hace que lo quieran más, siento no ser lindo y adorable como Alyssa.

– Daemon – dijo Jace en advertencia – Basta, sabes que tu posición es muy distinta a la de tus hermanos.

– ¿Te duele que tu heredero no sea como tú? ¿Te duele que yo no sea perfecto como el gran Jacaerys Targaryen? – dijo acercándose un poco más al él – Te duele porque sabes que si yo fracaso, el fracaso también será tuyo. Y aquí estoy papá... soy una mierda. Mira lo que construiste.

– ¡Dije que basta! – Jace elevó la voz un poco más – Te irás en una semana, así que hazte a la idea.

– No – Daemon casi sentía que podía escupir fuego por la boca – Si me quieres lejos que sea pronto, porque yo tampoco quiero estar en este puto lugar contigo, ni con mamá, ni con los putos norteños que te importan más que yo. Mañana mismo me iré.

– Daemon – dijo Daena intentando que su voz no se rompiera pero el chico la ignoró y salió de la habitación – ¡Daemon! – volvió a gritar.

Su pecho se sintió apretado, como si le hubieran clavado una daga en el corazón. Sus ojos picaron y sin darse cuenta las lágrimas ya estaban cayendo por sus mejillas. Sintió como el brazo de Jace pasaba por su cintura y la atraía hacia él, mientras ella empezaba a llorar desconsolada apoyándose en su pecho.

– ¿Tan mal lo hemos hecho, Jace? – dijo ella llorando en su pecho.

– No – dijo él acariciando su cabello – No, cariño, tú lo haz hecho fantástico. Daemon necesita esto, necesita madurar, poner los pies en la tierra. En algún momento lo va a entender.

– Lo sé – dijo ella suspirando pesadamente – Pero tengo miedo que llegue a odiarnos.

– Somos sus padres, cariño. Queremos lo mejor para él. Lo entenderá tarde o temprano.

– No quiero verlo así, perdido, sin conciencia, sin arrepentimiento de sus actos – dijo ella aún sollozando.

– Va a madurar, solo hay que darle tiempo, y espacio.

Ambos se mantuvieron en silencio por un momento, pensando en su en realidad algún día Daemon podría madurar. Dejar de hacer bromas tontas, de ser irrespetuoso, de ser un niño privilegiado que vivía en las nubes. Poner los pies en la tierra.

Daena intentó calmar su respiración para hablar.

– Cregan quiere casar a Rickon con Alyssa – murmuró ella.

El cuerpo de Jace se puso tenso, y su respiración se entrecortó.

– ¿Él te lo dijo? – preguntó con la voz temblorosa.

– No pero... es obvio, le traen regalos, el chico es muy caballeroso con ella y...

– No es un mal partido en realidad.

– Jacaerys, no estarás pensando en prometerlos ¿o si? – ella levantó la cabeza para mirarlo. Sus ojos aún estaban llorosos por el tema con Daemon.

Jace sintió como algo se removía en su interior. No podía decírselo ahora.

– No – beso su frente – Claro que no, aún es pequeña.

– Quiero que ella pueda elegir, que todos puedan hacerlo – dijo ella apoyándose de nuevo en su pecho.

Jace suspiro.

– ¿Y si no nos gustan sus elecciones? – preguntó un tanto temeroso.

– Al menos serán de ellos.













Jaehaerys miró a lo lejos a su medio hermano Robin y este agachó la cabeza rápidamente. Era un niño de unos 10 años o quizás más. No lo sabía, tampoco le importaba. Su única hermana era Jaehaera y ese pequeño pelinegro hijo de un bastardo no era más que eso también, otro bastardo.

Pero aún así el niño lo miraba con anhelo, con ansias de poder conversar con él, con ansias de tener un hermano mayor. Y Jaehaerys no sabía que hacer cuando sus feos ojos oscuros lo seguían a todas partes.

– No seas malo, es solo un niño – la voz de Reid resonó atrás de él.

Se volteó para mirarlo.

– Un niño molesto – murmuró.

– Éramos iguales a él.

Jaehaerys frunció el ceño.

– Tú eras molesto y llorón. Yo nunca fui así.

Reid curvó sus labios en una sonrisa cínica.

– ¿Cómo está tu abuela? – preguntó con verdadera preocupación.

La reina viuda era extraña. Pasaba recluida en sus aposentos y generalmente sólo recibía la visita de su nieto, ya que sus tres hijos no tenían muy buena relación con ella. Todo el mundo hablaba de que se estaba volviendo loca, pero haberla visto esa noche pidiéndole a su nieta que matara al hijo de Rhaenyra en su noche de bodas lo había confirmado.

– Está bien – Jaehaerys se removió incómodo – Los maestres le han dado algo para dormir.

– ¿Tú estás bien? – Reid apoyó su mano en su hombro y se acercó un poco.

Jaehaerys retrocedió un poco ante eso. Desde que ambos habían compartido un beso, se había recordado a sí mismo que debía estar a unos cuantos pasos de distancia de Reid o quizás eso volvería a pasar. Sería el colmo, los dioses lo castigarían, su abuela caería aún más en desgracia y seguramente Reid sería de vuelvo al lecho de pulgas de donde había salido. Los separarían. Eso, aunque a veces lo tenía pensando, no podía ser. Nunca.

– Si – se aclaró la garganta – si.

Reid no dijo nada. Simplemente lo miró sabiendo que mentía. Conocía a Jaehaerys mejor que a nadie en el mundo y sabía que prefería cerrarse con sus sentimientos. Incluso con él.

– ¿Qué hay de tu hermano? – preguntó poniendo los ojos en blanco.

Reid suspiró pesadamente.

– Lo enviarán a Dragonstone – le mencionó – Mamá cree que eso lo hará madurar.

– ¿Y tú crees que funcionará?

– No lo sé... Daemon es... ya sabes...

– ¿Irracional? ¿Irrespetuoso? ¿Presumido? ¿Conflictivo?

Reid lo miró mal.

– No iba a decir eso – dijo a la defensiva – Daemon es muy impulsivo, estar en Dragonstone para calmarse y aprender a controlar su genio le hará bien. Aún es un niño.

– Un niño que golpeó al hijo de la mano del Rey.

– Rickon no debió traer a ese lobo, y no debió tomar su espada sin permiso – lo intentó justificar.

– Una espada que debería ser tuya para empezar – dijo su amigo.

– No empieces con eso.

Hubo un tiempo en el que Reid pensó que su padre le daría Hermana Oscura a él. Era el mayor, había mejorado bastante con la espada y estaba progresando con sus estudios. No eran tan genial como Daemon con la armas, ni tan inteligente como Laenor con los estudios. Pero se esforzaba, y avanzaba.

Su decepción fue grande cuando vio a Daemon con la espada en sus manos. Eso ya había sido hace unos cuatro año o quizás más, no recordaba bien. Pero tenía sentido, su padre lo quería como un hijo, eso nunca lo pondría en duda. Pero Daemon era su heredero, Daemon era legítimo, Daemon era el príncipe de Dragonstone, no él.

Jaehaerys interpretó el silencio y cambió el tema.

– No lo golpeo por eso ¿sabes?

Jaehaerys lo miró levantando una ceja. Era impresionante lo ciego que Reid se ponía cuando se trataba de sus hermanos, lo mucho que ignoraba sus defectos y lo irrespetuosos que eran todos.

– ¿Y entonces por qué?

– Le gusta Alyssa – le dijo y Reid lo miro confundido – Se sintió amenazado porque el niño Stark fijara su atención en ella.

– ¿Daemon? – Reid estaba confundido – No... no.

– Oh vamos Reid, pasan todo el día juntos.

– Bueno, nosotros también y eso no nos hace estar enamorados – sus palabras salieron antes de poder pensarlo bien y se quiso matar por eso.

Jaehaerys miró sus pies incomodo y carraspeó con la garganta.

– Ahora que Daemon se irá espero que tengas el puesto que te mereces – dijo Jaehaerys.

– ¿A qué te refieres?

– Al lado de tu padre, del Rey.

Reid se alejó un poco. No le gustaba ese tema.

– No quiero un puesto a su lado.

– Te lo mereces – dijo Jaehaerys – Mereces mantener su legado.

– Jaehaerys – dijo en advertencia.

– Solo digo que lo mereces más que él.

– Pero las cosas no son así – dijo intentando cerrar el tema.

No le gustaba cuando su amigo empezaba a insinuar como su padre no le daba un lugar verdadero en la corte. Porque era verdad, todos tenían un lugar. Daemon era el futuro Rey, Alyssa era una jinete de dragón y seguramente pronto seria comprometida con alguien digno de ella, Laenor era un genio y además cuando tuviera la edad suficiente heredaría Antigua. Pero ¿dónde quedaba él? ¿Qué había para él en un futuro?

Intentaba evitar pensar en eso, intentaba que no le afectara, y por sobre todas las cosas intentaba mantenerse agradecido con lo que tenía. Ser agradecido con Jacaerys y Daena por sacarlo del lecho de pulgas. Sin su protección, él no sabría como hubiera sido su vida.

Pero aún así se sentía extraño, aún así sentía que no tenía un lugar real en el mundo. No era un príncipe, pero tampoco un chico normal.

– Mmm – murmuró Jaehaerys – ¿Seguro que estas bien con que Daemon se vaya?

– Claro, lo necesita – se apresuró a decir – No sé si mamá estará bien pero ella es fuerte.

– Está bien – mencionó Jaehaerys.

– Príncipe Jaehaerys – una voz femenina llamó su atención, él se volteó viendo a Amara Blackwood mirándolo con ojos de enamorada – Solo quería saber cómo está la Reina Alicent.

Él suspiró pesadamente mientras la observaba. Ella era una chica tres años menor que él y tenía un enamoramiento bastante retorcido por Jaehaerys. Lo veía entrenar todos los días y hacia parecer que se encontraba en el lugar por casualidad. Obviamente no le funcionaba.

A él ella no le interesaba. En realidad no le interesaba ninguna chica. A la única que había besado fue a una chica de la servidumbre hace unos años, y aunque le costaba admitirlo, solo la había besado porque quería sacarse de la mente el beso que había compartido con su mejor amigo. No había funcionado claramente.

– Está bien, gracias por preguntar mi Lady – dijo de manera educada.

– Oh, me alegro mucho – dijo ella sonriendo – Me... me preguntaba si usted y yo...

Reid miró sus pies, sintiéndose incómodo ante eso. A él nunca le hablaban la chicas, y lo entendía. Era el protegido del Rey pero no era un príncipe. No poseía nada, no era un buen partido para ninguna chica. Y en realidad tampoco le interesaba recibir atención de ninguna. La atención que quería no podía ser.

– Bueno, es que le he dicho a Reid que iremos a volar en mi dragón – se apresuró a decir antes de que ella pudiera terminar.

– ¿En serio? – preguntó confundido.

– En serio – le dijo seriamente golpeándolo de materia sutil para que lo apoyara.

– Oh si, que tonto, lo había olvidado.

– Ah – dijo la chica – Quizás mañana nosotros...

– Tengo entrenamiento – dijo rápidamente.

Ella no dijo nada. Comprendió el rechazo, así que simplemente hizo un asentimiento de cabeza y salió del lugar.

– Fuiste cruel – dijo Reid.

– Lo superará – afirmó Jaehaerys mirando aún a la chica que caminaba lejos de ellos.

– Es guapa y amable, ¿por qué no te gusta?

Jaehaerys desvió su mirada hacia él, y sonrió cínico.

– Prefiero a las personas con el pelo negro hasta los hombros.

No supo por qué lo dijo, las palabras salieron antes de que pudiera pensarlo bien, pero sonrió al ver las mejillas de Reid teñirse de rojo.

– Bueno, ¿vienes o no? – dijo caminando hacia el pasillo.

– ¿Qué?

– Hablaba en serio cuando dije que iríamos a volar, Shrykos ya te extraña, se queda mirando detrás de mi cuando no voy contigo.

– Me ama, no lo puede negar – rió él.

Algo que comparte con su jinete, pensó Jaehaerys pero no se atrevió a decirlo.
















– Finalmente se va deshacer de mi – dijo Daemon lanzándose a la cama al lado de la chica – Debes cumplir tu deber como heredero – intentó imitar la voz de su padre.

Se había escabullido desde su habitación a la de Alyssa luego de la discusión con su padre y su madre. Necesitaba quejarse con alguien, necesitaba desahogarse. Pero también necesitaba despedirse de ella.

Nunca en su vida había estado lejos de Alyssa. Casa vez que despertaba por las mañanas ella estaba ahí, teniendo ideas tontas para hacer bromas, para liarla un poco y para hacerlo reír. No se imaginaba la vida sin estar a su lado.

– No se quiere deshacer de ti Daemon – dijo ella riendo – Sólo quiere que madures un poco, pelearte así con el chico Stark por una espada ha sido infantil.

– ¡Esa era mi espada! ¡Y él es mayor que nosotros! ¿Quién ha sido más infantil? – dijo de mala gana.

La chica lo miró divertida y soltó una risa burlona ante eso. No entendía por qué a Daemon no le agradaba Rickon Stark. Si, era extraño y torpe, pero era inofensivo.

– Padre solo quiere que tomes tu posición como heredero – dijo ella mirándolo fijamente.

– Sí y quiere que lo haga lo más lejos posible de él.

– No seas tonto – dijo ella en advertencia – Me sorprende que mamá lo permitiera. Tú lejos de casa, me sorprende que papá no esté corriendo lejos de la Fortaleza en este momento rogando por su vida.

– Mamá ha dicho que ya es tiempo de tomar otras responsabilidades con el reino – suspiró cansado – Dijo que debo tomar conciencia de mis privilegios y pensar antes de actuar.

– Por supuesto – rió la chica – No puedes pelearte con Rickon Stark solo por una espada.

Daemon la miró entrecerrando los ojos. ¿A caso le caía bien el estúpido niño del norte? Casi los mataba por su estupidez hace unos días ¿cómo podía agradarle ese chico? La observó por un momento, mientras ella se ponía de pie para buscar unas cosas en su tocador.

– ¿Él... él te agrada? - preguntó un tanto nervioso. No sabía por qué pero esperaba que la respuesta fuera negativa. – Rickon quiero decir, ¿te agrada?

– Es extraño – dijo ella un tanto pensativa mientras soltaba una de las trenzas de su cabello con dificultad – Parece que no habla mucho, y fuera de lo del lobo que trató de matarnos me parece agradable.

– ¿Agradable? – dijo levantando sus cejas – ¿Qué tiene de agradable él?

– No lo sé Daemon – dijo jalando su cabello en un intento por quitar su absurdo peinado – La estúpida septa me ha peinado horrible, no sé si me hizo trenzas o intentó construir un nido de aves en mi cabeza.

Daemon soltó una risa.

– A ver, déjame a mi – dijo levantándose y poniéndose tras ella, mientras la hacía sentarse en la cama.

Con cuidado levantó sus manos y las llevó hasta el cabello de la chica mientras intentaba quitar las trenzas que le habían hecho para las festividades de esa noche. Su cabello suave era recorrido con sus dedos a medida que quitaba las trenzas y Daemon sintió el olor a lavanda emanar de este. Nunca antes se había detenido a pensar en lo mucho que le gustaba el olor de Alyssa. Pasaban casi todo su tiempo juntos y recién en ese momento cayó en la cuenta de lo hermosa que era. Claro, ¿cómo Rickon Stark no se fijaría en una princesa Targaryen?

La chica sintió la respiración de Daemon en su nuca, a pesar de que él estaba manteniendo una distancia más que prudente. Sintió como si algo recorriera su cuerpo y un escalofrío la recorrió por completo. Los dedos de él continuaron quitando sus trenzas y acariciando delicadamente su cabello desde la nuca hasta la punta. Suspiró bastante relajada.

– No te relajes y te duermas – le susurró – Aún no termino de quejarme sobre padre.

Daemon soltó una risa y aunque estaba bastante lejos Alyssa sintió como si su respiración estuviera en su cuello. Por un momento pensó que le gustaría que estuviera un poco más cerca.

– No lo haré idiota, te escucharé toda la noche hablar de lo horrible que es tu vida – le dijo de mala gana mientras sentía los dedos del chico quitar su última trenza.

– Bueno, no es horrible pero ahora si lo será – murmuró por lo bajo.

– Estarás en Dragonstone – le dijo ella dándole ánimos mientras sentía como él continuaba acariciando su cabello – Podrás volar cuando quieras, aprender a hacerte cargo de una fortaleza y evitar al Septón Supremo cuando te quiera contar por enésima vez como debemos seguir las enseñanzas de los siete.

Daemon río por lo bajo.

– Si, lo sé – le susurró y se acercó un poco más a ella en un impulso. Jugó con su cabello entre sus dedos y sintió como Alyssa se estremecía por la cercanía – Pero tú no estarás ahí.

Ella se volteo a verlo y sus ojos se conectaron. Nunca había notado lo lindos que eran los ojos del chico, de un color pardo que rondaba en lo verde oscuro. Nunca habían estado tan cerca el uno del otro, o al menos no de esa forma. Generalmente pasaban todo el día juntos, volando, entrenando, leyendo y escapándose de la Fortaleza. Incluso a veces se quedaban hasta altas horas de la madrugada y dormían juntos. Pero nunca habían compartido un momento tan íntimo como ese. Algo era diferente en ese entonces y Daemon se cuestionó si quizás su padre hacía lo correcto al enviarlo lejos, porque él de verdad no quería averiguar qué podría pasar en un futuro entre él y Alyssa.

– Quiero decir, ni tú, ni mamá, ni el ratón de biblioteca de Laenor – dijo carraspeando con la garganta algo incómodo.

– Ah, claro – dijo ella alejándose un poco de él.

Entonces Daemon no se pudo contener y tomó su mano acariciandola.

– Te extrañaré enana – dijo con una sonrisa bastante triste.

– Yo igual – susurró ella intentando contener sus lágrimas.

Él la atrajo hacia si mismo para abrazarla y acarició su cabello mientras ambos intentaban no dejar salir las lágrimas de sus ojos. Era un adiós. No sabían en cuánto tiempo más se volverían a ver. No sabían cuánto cambiarían en ese tiempo que no se vieran, y no sabrían si ambos seguirían siendo las mismas personas.

Era momento de que ambos tomaran caminos separados por un tiempo y crecieran, que llegarán de verdad ser adultos. Que dejarán atrás a los niños traviesos que habían sido y que pudieran realmente tomar sus papeles en el mundo, en el reino, en la vida, por más dolorosos y difíciles que estos pudieran ser.

– Te quiero ¿lo sabes? – susurró él.

No se arrepentía de haberlo dicho, pero si se sorprendió. Nunca le había dicho que la quería, lo asumía simplemente. Era su hermana menor. Por supuesto que la quería. Pero la connotación que le había dado a esa frase ahora era diferente. Todo era diferente. Quizás, solo quizás, no la quería solo como a su hermana.

Ella levantó la cabeza para mirarlo, sus ojos llorosos se conectaron con los ojos marrones de Daemon, iguales a los de su padre. Ambos se miraron por un momento, estando solo a centímetros el uno del otro. Con las respiraciones entrecortadas, con el calor aumentando en la habitación y con los corazones latiendo a mil.

– Yo también te quiero, Daemon.

Lo volvió a abrazar por un momento más, intentando memorizar a qué olía y como se sentía estar entre sus brazos. Sin embargo, él se alejó un poco haciendo una mueca con la boca.

– Debería irme a mi habitación – susurró.

– Si – dijo ella.

– Bien – él se puso de pie, un tanto incómodo por no saber que había significado ese momento compartido con ella y caminó hacia la puerta.

– De hecho – ella habló y él se volteó a mirarla.

Su labio inferior temblaba un poco, sus ojos se veían llorosos y su piel pálida. Se veía... indefensa, y Lyss nunca se había visto así antes.

– ¿Dormirías conmigo esta noche? – susurró.

El curvó sus labios.

– ¿De nuevo le tienes miedo a los monstruos, Lyss?

Cuando ambos tenían 4 y 5 onomásticos, Alyssa pensaba que habían monstruos bajo su cama ya que su tío Viserys le había dicho que ahí vivían. No podía dormir por las noches y Daemon se quedaba hasta tarde con ella intentando que durmiera.

– Ahora le tengo miedo a otras cosas – ella intentó sonreír pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

– Está bien – dijo él acercándose a la cama y apoyándose en ella.

Ella se apoyó en su pecho y sintió cómo Daemon acariciaba su cabello, ninguno de los dos dijo nada, simplemente se durmieron en compañía del otro.



Alyssa despertó por la mañana estando sola en su cama. Daemon ya no estaba con ella y la decepción llenó su corazón cuando comprendió que él se había ido temprano para evitar despedirse de ella. No sabía en cuánto tiempo más lo volvería a ver, ni siquiera había prometido escribirle o visitarla en algún momento. Solo se había ido.

Miro hacia el espacio que él había ocupado en la cama con anterioridad. Vacío, sin vida, sin nadie que llenara el hueco. Se sentó en la cama y pasó sus manos por su rostro. Cansada. Asustada. Pero algo llamó su atención en la mesita de noche.

Un trozo de pergamino. Más bien una hoja de un libro, una hoja arrancada y doblada por la mitad. Eso no estaba ahí la noche anterior. Estaba segura de eso porque ella era muy meticulosa con el orden de su espacio. Recordaría que eso hubiera estado ahí.

La tomó entre sus manos y la leyó. Cuando comprendió lo que decía, su corazón comenzó a latir con rapidez y sus manos temblaron.

Necesitaba encontrar a Daemon. Si eso era lo que ella creía necesitaba encontrarlo ahora mismo antes de que se fuera.

Con la página en la mano, y aún vistiendo su camisón de dormir salió corriendo de la habitación hacia la habitación de su hermano. Sin embargo, Daemon no estaba ahí. Pensó que quizás se estaba despidiendo de Laenor y Reid, pero tampoco estaba con ellos. Y cuando finalmente llegó al patio de la Fortaleza y vio a su madre con la mirada perdida mirando el cielo viendo a Rhaelor volar a lo lejos supo que Daemon ya se había marchado.

– Ya se ha ido pequeña – su madre la miró haciendo una mueca.

Alyssa observó el dragón volando en el cielo. Suspiró pesadamente y volvió a mirar la página arrancada del libro. ¿Qué era lo que él le quiso decir con eso?

El joven Rey no se disgustó tanto como su hermana al oír la noticia. "Estarán haciendo planes de boda también para mi, sin duda", dedujo al instante. Jaehaerys, de igual forma que su hermana, no perdió el tiempo con reproches, recriminaciones ni súplicas, sino que actuó. Convocó a su Guardia Real y le ordenó que embarcase al instante con rumbo a Rocadragon, adonde acudiría el en breve.

"Me habéis jurado vuestras espadas y vuestra obediencia – señaló a sus Siete. – Recordad ese juramento y no digáis una palabra sobre mi partida".

Aquella noche, al amparo de la oscuridad, el rey Jaehaerys y la princesa Alysanne montaron en sus dragones, Vermithor y Ala de Plata, y partieron de la Fortaleza Roja hacia la antigua ciudadela de los Targaryen, a la falda de Montedragón. Se dice que las primeras palabras que pronunció el joven Rey tras aterrizar fueron "Necesito un Septón".


Alyssa contuvo la respiración cuando bajo la mirada y vio marcado con tinta negra.


– No pienses que puedes anular este matrimonio. Ahora somos uno, y ni los Dioses ni los hombres podrán separarnos.

– Jamás. Envíame a los confines de la tierra y cásame el rey de Mossovy o el Señor del Yermo Gris, que Ala de Plata me traerá de vuelta con Jaehaerys.


Abajo la caligrafía poco prolija y bastante reconocible de Daemon había escrito.

Tú y yo, contra el mundo.

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