Capítulo 7

Reid miró la mano de su hermana mientras era curada por el Gran Maestre y su madre la miraba con preocupación. No había sido gran cosa pero si necesitaba limpiar la herida y le pondrían una venda en la mano. La herida en la pierna de Daemon no había sido nada, es más, el animal ni siquiera había enterrado sus colmillos en él. Pero aún así el pelirrojo estaba hecho una furia contra el norteño.

– Es un estúpido, ¿qué acaso creía que era buena idea traer un lobo acá? ¿Quiere que nosotros le demos un dragón o qué? – decía enojado mientras miraba por la ventana.

– Era un regalo Daemon, no creo que lo haya hecho con la intención de hacerme daño – dijo Alyssa de manera calmada.

– Creo que exageraste mucho – dijo Reid a su hermano menor – Fuiste grosero, el chico solo le quería dar un regalo a Aly, no tenía intención de dañarla.

– ¿Yo grosero? – Daemon se volteó para mirarlo – Creí escucharte decirle idiota. No seas hipócrita, que seas el mayor no te da ese derecho a culparme de todo para quedar bien con papá.

– Yo no...

A pesar de que ya tenía 15 años y Reid 18, Daemon era mucho más alto y corpulento que su hermano mayor. Los genes fuertes, había dicho una vez su padre haciendo reír a Daena, pero ninguno de los chicos había entendido a qué se referían. Pero Daemon, le sacaba al menos 20 centímetros a su hermano y su espalda era ancha, sus brazos fuertes y su abdomen estaba levemente marcado por el entrenamiento al que era sometido diariamente, mientras que Reid era más bajo y su complexión era más delgada.

– Ese animal era una amenaza, y créeme no me gustó matarlo pero el idiota no hacía nada – dijo enojado.

– Está bien, pero no tenías por qué hablarle de manera tan grosera.

– Tienes razón – el Rey ingresó a la habitación con el ceño levemente fruncido.

Se acercó a Alyssa para mirar su mano, mientras besaba su frente y acariciaba su cabello.

– ¿Tu mano está bien, mi sol? – dijo de manera cariñosa.

– S... si – dijo ella un tanto confundida – No ha sido nada grave, fue un accidente.

Jace asintió con la cabeza y ahora su mirada se posó en su heredero.

– Debes pedirle disculpas a Rickon Stark.

– ¿Qué? ¿Por qué? – Daemon frunció el ceño – ¿Él se va a disculpar porque su perro atacó a Lyss?

– Era un lobo – lo corrigió Laenor, que estaba sentado al lado de Alyssa leyendo un libro.

Daemon puso los ojos en blanco ante eso. Maldito niño genio, si no se cuidaba iba a esconder las piezas de su maqueta nuevamente y esta vez sería más creativo con el escondite.

– Los Starks son nuestros invitados, y no creo que Rickon quisiera dañar a tu hermana – Jace miró a su hija y pasó su mano por su cabello asegurándose que estuviera bien – Solo intentaba ser caballeroso.

– ¿Y para qué quería ser caballeroso? – dijo Daemon de mala gana – Nadie se lo pidió.

Jace suspiró pesadamente. Efectivamente, como lo había pensado antes, Daemon tenía sentimientos mucho más fuertes por Alyssa. Quizás aún no se había dado cuenta de lo que sentía por ella, quizás ni siquiera había identificado cómo se sentía, pero ahí estaba. Los celos instintivos, querer protegerla, sentirse amenazado porque otro hombre tuviera la atención de ella. Era obvio.

Y no solo estaba siendo obvio para el Rey, sino también para la Reina quien miró de manera incómoda sus manos. Si bien sabía que la familia de Jacaerys se casaba entre ellos, nunca pensó en cómo se sentiría si los hijos que ella misma llevo en su vientre se casaran. No estaba en sus tradiciones, y no sabía qué pensar sobre eso.

Pero tampoco le agradaba que Cregan Stark pensara que podía hacer que su hijo viniera a proponer un matrimonio por conveniencia política a su hija. No. Alyssa tendría que tener derecho a elegir. Ella y Jacaerys peleaban por eso, por el derecho de las mujeres a decidir, por el derecho de tener un matrimonio por voluntad, por amor. No iban a condenar a su hija a un matrimonio sin amor. Ella confiaba en que Jace rechazaría la inminente propuesta de Cregan. Porque estaba segura que pronto la haría.

– Descubrirás que hay personas que si piensan que deben ser caballeros – dijo Alyssa casi riendo.

Daemon la miró frunciendo el ceño. ¿Se estaba burlando de él? ¿Acaso le parecía lindo ese norteño desarreglado que tenía aires de grandeza? ¿Tan bajas expectativas tenía ella en los hombres?

– Como sea, deberías ofrecerle una disculpa – dijo Jace.

– No le he dicho nada grosero – dijo Daemon a la defensiva.

– Tu padre solo quiere que muestres hospitalidad, no estamos diciendo que hayas hecho algo malo cariño – dijo Daena poniéndose a su lado y poniendo su mano en su hombro, a pesar de que su hijo ya era más alto que ella – Lord Cregan ahora es la mano del Rey, y debemos tratar con amabilidad a su familia.

Él observó a su madre por un momento. Si bien estaba instruyéndolo a ser buen anfitrión, todo era extraño en su actitud. Su semblante estaba serio y de vez en cuando enviaba miradas a su padre, juzgándolo. Algo le molestaba y se notaba.

– Está bien – dijo Daemon – Pero quiero que él pida perdón por traer ese perro.

– Es un lobo – lo volvió a corregir Laenor, esta vez si levantó la mirada del libro y le sonrió cínicamente a su hermano mayor.

– Te crees muy listo ¿no?

– No. Eso sería generar una suposición, las suposiciones pueden o no ser ciertas. Yo soy muy listo, eso es un hecho comprobado.

Volvió su mirada a su libro y Reid soltó una pequeña risa ante el comentario del menor de sus hermanos. Laenor podía ser un niño aún, pero era el más inteligente de los cuarto, era el más centrado, el más responsable y aunque les costara admitirlo era el favorito de todos. El hijo favorito y el hermano favorito.

– Mientras se mantenga alejado de mi estará bien – dijo Daemon a su madre intentando cerrar el tema. Ella asintió de acuerdo. La verdad si a Daemon no le agradaba Rickon Strak era mejor que se mantuvieran alejados, porque si intentaban juntarlos a la fuerza quizás la Fortaleza Roja terminara en llamas. Daemon era obstinado, y ya había decidido que el joven Stark no le agradaba. Es igual a su padre, pensaba Daena

– ¡Vamos, no fue para tanto! – dijo Reid poniendo su mano en su hombro. Daemon se apartó.

– ¿Cómo que no? – dijo frunciendo el ceño.

– Daemon – Alyssa llamó su atención, seriamente – Agradezco que te preocupes por mi, pero creo que estás siendo protector en exceso. Fue un accidente, nada más que eso.

Él sintió como sus mejillas se enrojecían un poco apartó la mirada de todos, volviendo a mirar por la ventana. ¿Protector? No estaba siendo protector, eso implicaba que ella le importara más de la cuenta y no era así. Simplemente le molestaba que su perro... bueno, su lobo, hubiera atacado a su hermana. Eso y también el hecho de que pensara que podía ganarse la atención de Lyss al darle un absurdo regalo. Esto último lo inquieto.

¿Qué carajos le importaba a él si su hermana era cortejada por alguien? Pero es que en realidad, ¿cómo alguien se iba a fijar en ella? Era fea, tenía la cara un tanto pecosa y parecía ser más un niño que una niña. Jugaba brusco y prefería montar en dragón y entrenar con su tío Aemond antes que aprender danza o bordado. Era un niño, no una mujer. Y de hecho Daemon se daba cuenta que ni siquiera había visto a Alyssa como su hermana hasta ese día, antes era más como un hermano, como un amigo.

Desvió levemente su mirada hacia la chica que ahora le mostraba orgullosa su venda a Laenor quien la examinaba fascinado. Ahora estaba limpia, se había dado un baño, y llevaba un vestido celeste bastante simple de mangas largas. Su cabello caía por su espalda y los mechones frontales le enmarcaban el rostro. Si, ella no era un niño, no era su compañera de travesuras. Era casi una mujer, el mismo busto que le crecía dejaba en claro eso. Pronto Alyssa tendría que buscar un esposo y él una esposa para cumplir con la estúpidas expectativas de su padre. Se tendría que hacer a la idea de que ambos crecerían y que quizás la vida los alejaría un poco.











El Rey miraba nervioso su copa de vino. No era alguien que acostumbrara a beber con frecuencia y Daena constantemente le decía que no le gustaba sentir el sabor a vino en su boca al besarlo, así que lo evitaba. Pero en ese momento lo necesitaba para aclarar su mente.

¿Qué iba a hacer con Daemon y Alyssa? ¿Qué haría con aquel compromiso que había pactado? ¿Cómo se lo diría a Daena, a Alyssa? En sus planes nunca estuvo que ella pudiera estar enamorada de otro chico, y menos que el chico en cuestión fuera su hijo. No podía, simplemente no podía hacer sufrir a sus hijos.

Pero no podía insultar así a Cregan y a su hijo. Él podría ser su amigo, pero no iba a perdonar un insulto a su casa y al honor de su hijo y heredero. La situación del Reino era delicada. Los hijos de Hierro seguían atacando de vez en cuando y algunas casas como Lannister y Tyrell estaban tensas por los gastos extra que algunas reformas propuestas por el Rey suponían. No podía darse el lujo de ahora ganarse la enemistad de Cregan, eso lo dejaría sin Mano del Rey y además sin el apoyo del Norte.

– Creo que ha salido bastante bien – dijo Cregan sacándolo de sus pensamientos mientras se sentaba a su lado.

La sala del Consejo Privado estaba vacía, solo ellos dos ahora ocupaban sus lugares.

– ¿Tú crees? Daemon tuvo que matar a un lobo que atacó a mi hija, no sé si fue una buena primera impresión – dijo Jace un tanto cansado.

Cregan se removió incómodo por eso. Su hijo no había podido controlar el lobo y el príncipe Daemon lo había dejado como un tonto. Pero bueno, era el futuro Rey y era hijo de Jacaerys y Daena, era normal que si actitud fuera así. Se le concedía ese derecho.

– Ha sido un accidente – aclaró Cregan – Rickon ha quedado prendado de ella, eso te lo aseguro.

– Eso está claro pero Aly... no lo sé – Jace llevo sus dedos al espacio entre sus cejas.

– Es solo cuestión de tiempo, que compartan un poco más, que se conozcan bien – dijo Cregan bastante animado.

– Aún tiene 14 onomásticos, no se casarán hasta dentro de tres años...

– Bastante tiempo para conocerse sin duda – dijo Cregan – Y para pensar cómo decírselo a Daena.

Jace se estremeció ante esas palabras. Si había algo que aún lo asustaba era Daena enojada, y aún más Daena enojada porque tocaran a uno de sus hijos. Aún recordaba aquella noche en la que Lord Ormund Hightower murió. El rostro impenetrable de ella, la oscuridad en sus ojos, no había culpa, no había ningún sentimiento. Y aunque él nunca se lo dijo, sabía que fue ella quien lo asesinó.

– Si las cosas siguen su curso no tendremos que decirle del compromiso, ellos mismos lo harán – dijo Jace pensativo.

Antes de Cregan pudiera hablar, unos pasos lo interrumpieron. Levantó su mirada y sus ojos se encontraron con aquellos ojos violeta que había estado evitando desde que llegó esa mañana a Desembarco del Rey. Carajo.

– Lobito del Norte – Aegon sonrío cínicamente mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en el respaldo de la puerta – Gusto en verte querido amigo.

Lo iba a matar.

– Tío – dijo Jace asintiendo con la cabeza.

– Buena elección de Mano, Majestad – dijo Aegon sin siquiera apartar la mirada de Cregan – ¿Cómo está su nueva esposa, Lord Stark? Imagino que triste por su partida. Pero su llegada a Desembarco del Rey es en buen tiempo, mañana se casa mi hija con el niñato hermano del Rey. Tendremos fiesta y por lo que recuerdo a ti te gustan las fiestas, Lobito.

Cregan no respondió. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Lo estaba provocando, pero él no iba a caer tan rápido.

– ¿Cómo están tus amantes? – preguntó de manera burlona.

Jace suspiró pesadamente.

– ¿Tu hermana? – dijo Aegon sonriendo maliciosamente – La mantengo feliz.

¿Se estaba cogiendo a Sara? El color subió a las mejillas de Cregan y apretó los puños enojado. Esa chica nunca tuvo respeto por las reglas, tampoco por el decoro. Pero pensó que ahora que estaba siendo una dama de la Reina guardaría más compostura.

– Oh, Jace, mira. Lo he dejado sin palabras – dijo Aegon riendo.

– Vete de acá Aegon – dijo Jace inquieto.

– Me gustan los norteños – Aegon guiñó un ojo y luego salió de la habitación.

Hijo. De. Puta. Lo iba a matar. Cregan maldijo en su cabeza al darse cuenta que debería aguantarlo en todos los Consejos. No es que a él le molestara lo qué pasó entre ambos, eso ya era pasado. Pero si el maldito seguía insinuandolo a viva voz lo mataría. Y si se volvía a coger a su hermana también lo mataría.

– Cregan – dijo Jace con sospecha – Te voy a preguntar esto una sola vez y luego quedará en el olvido.

El norteño lo miró confundido. Jace apartó la vista de Aegon que se alejaba del lugar y lo observó fijamente.

– ¿Tú te acostaste con Aegon?

Cregan abrió los ojos tanto que Jacaerys pensó que se le saldrían, el color rojo de la sangre subió por su rostro hacia su cuello. Sus manos sudaron y las apoyó en sus pantalones para poder secarlas.

– ¿Qué dices...? Claro que no... eso sería aberrante y los Dioses me castigarían y... – Jace levantó una ceja – Si – asumió finalmente.

Jace lo observó sin sorpresa alguna. Había gente así, que experimentaba con personas del mismo sexo. No lo entendía, no pretendía entenderlo para nada. Pero no era su asunto, así que simplemente hacía oídos sordos. Tampoco los juzgaría, las personas podían hacer lo que quisieran mientras no dañaran a nadie. Pero no entendía como Cregan podía haber hecho eso con Aegon.

– Fue en un momento de debilidad ¿está bien? – dijo Cregan desesperado porque Jace lo hubiera descubierto.

¿Qué haría? ¿lo enviaría al muro por hacer eso? ¿Le quitaría su puesto como Mano del Rey? Seguramente lo acusaría con la maldita fe de los siete.

Pero Jace solo se mantuvo mirándolo fijamente.

– No puedo creer que ganó la apuesta – murmuró Jace algo divertido.

Cregan lo miró confundido.

– Daena – le explicó – Ella afirmaba que entre ustedes había pasado algo, apostamos por si era verdad o no.

– Ah – fue lo único que salió de la boca de Cregan.

– ¿Hace cuánto fue? – dijo Jace.

– Ah – Cregan intentó recordar – La noche que Aegon  nos drogó, cuando perdimos a tu hermano.

– ¿Qué? – el rostro de Jace se desfiguró un poco – ¿Yo estaba ahí?

Cregan asistió, avergonzado.

– No – Jace negó con la cabeza, incrédulo – ¿Yo no... participé, verdad?

– Claro que no – se apresuró a decir – Dormías como un tronco.

– No lo puedo creer, lo hicieron al lado mío. Podría ordenar que les corten la cabeza por eso ¿sabes? – apoyó su espalda en el respaldo de la mesa.

– ¿Lo harías? – Cregan levantó una ceja.

– Jamás, pero si puedo exigirte que tengas cuidado con este tema. No todos se lo tomarían como yo. La gente es un tanto...

– Lo sé y sabes que no volverá a pasar, ahora estoy casado nuevamente y no engañaría a Alysanne.

– Está bien – Jace asintió con la cabeza.

Un silencio los rondó nuevamente. Jacaerys volvió a beber de su copa, la imagen de Daemon defendiendo a Alyssa de aquel lobo volvió a su mente. Como ambos se miraban, como ella lo había tomado del rostro después de eso para preguntarle si estaba bien, con desesperación, con... amor.

Necesitaba un plan, y ese plan tenía que hacer a Daemon crecer, tenía que volverlo realmente un heredero digno. Y tenía que buscarle una esposa.

– Necesito que busques un compromiso para Daemon – dijo Jace a Cregan – No es necesario que tenga sangre Valyria pero si que puedan ser aliados estratégicos.

Cregan hizo silencio un momento, mirándolo fijamente.

– Sobre eso – dijo pausadamente – Quizás es momento que Dorne tenga un lugar en la corte y se anexe completamente a los siete Reinos.












La noche había caído y Alyssa observaba con atención los pasillos por los que caminaba, parecía que no quería ser vista y a juzgar por la capa que llevaba parecía que pronto se expondría al frío del exterior.

– ¿Dónde se supone que está? Maldito impuntual – susurró cansada.

Apoyó su mano vendada en un gran pilar que decoraba el lugar y se apoyó en él, esperando. Un minutos, dos minutos, tres, cuatro, cinco. ¿Dónde carajos estaba Daemon?

– ¿Qué está haciendo? – dijo una voz masculina detrás de ella haciéndola sobresaltarse.

La chica se volteó con miedo de ver a su padre o algún guardia real tras ella, pero simplemente estaba Rickon Stark ahí observándola interrogante. Era un poco más alto que ella así que tuvo que levantar su mirada para verlo directo a los ojos marrón oscuro.

– Oh, nada – dijo ella intentando parecer tranquila.

– Parece estar ocultándose – dijo intentando

– Bueno... solo un poco, me escondo de mi Septa – dijo ella de mala gana.

Rickon curvó sus labios en una sonrisa cínica.

– ¿Por qué? – preguntó confundido e intrigado con aquella chica.

– Por qué no es la pregunta adecuada – dijo ella mirando por detrás de él, por si veía algo – Esa mujer es malvada, malvada de verdad.

Él soltó una carcajada.

– Disculpe princesa, pero ¿por qué su madre y su padre pondrían una Septa mala con usted?

Ella suspiró pesadamente.

– ¿No lo dirás si te cuento? Porque eso podría arruinar mi reputación para algún día casarme según esa vieja – mencionó un tanto cabreado.

Él rió un poco y pestañeó un tanto aturdido con la actitud de la chica.

– Nunca, lo prometo – le dijo sonriendo.

– Hice llorar a todas mis Septas anteriores – le confesó.

Él la miró confundido, pero ella no lucía avergonzada ni tampoco divertida como si estuviera bromeando. ¿Cómo es que esa flor delicada que tenía delante de él podría hacer llorar a alguien? No podía ser cierto.

– ¿Llorar? – dijo confundido.

– Eran unas perras chismosas, se metían en mis asuntos – mencionó despreocupadas.

Rickon abrió aún más sus ojos ante eso y sus cejas se levantaron. ¿Esa era la dama, la princesa, con la que decían que se debía casar? Nunca había escuchado a una dama hablar así, le parecía un tanto extraño si era sincero, pero cautivante a la vez.

– ¿Y por qué se supone que se está escondiendo de ella? – preguntó curioso.

Ella iba a responder pero algo llamo su atención y desvió su mirada.

– Llegas tarde, idiota – la princesa le habló a alguien detrás de él.

Se volteó quedando frente a frente al príncipe Daemon que lo miraba con cara de pocos amigos. Su semblante se veía oscuro, impenetrable, y no se alegraba de verlo ahí, de eso estaba seguro. Tragó saliva incómodo y se apartó un poco.

– ¿Qué haces tú acá? – preguntó Alyssa al ver a su hermano Laenor al lado de Daemon.

– Quería venir – dijo el mayor de mala gana.

– No – dijo ella enojada – No te llevaremos, vuelve a la cama.

– Ni que necesitara tener tu permiso para hacer algo – dijo el chico de mala gana – Además solo voy por motivos académicos, necesito conseguir unos tónicos y unas cosas extra para abrir al lobo de Rickon.

– Daemon – se quejó ella mirando a su hermano.

– Me chantajeo, ¿qué querías que le dijera? – se excusó levantando las manos para que su hermana no lo golpeara.

– ¿Cómo precisamente te chantajeo? – Alyssa se cruzó de brazos.

– Le dirá a mamá que no estamos y te lo digo en serio esa mujer me asusta, no quiero limpiarse excremento de dragón como cuando tenía 9 años, mi reputación con las chicas de arruinaría – dijo de mala gana.

– ¿Qué reputación? ¿Con que chicas? – murmuró ella.

– Oye Janine Tully dice que doy unos besos estupendos – él sonrió cínicamente.

¿La había besado? A esa chiquilla con voz chillona y que a penas sabía leer y entender lo que decían los textos. ¿Por qué la había besado a ella? ¿Y por qué no se lo había contado? Algo se removió en su interior y el color le tiñó un poco las mejillas.

– Pues que bajó caíste – dijo intentando calmar sus pensamientos – Y tú – señaló a Laenor – eres una pequeña rata traicionera.

– Ay tú rompiste mi maqueta una vez.

– Fue hace tres años, supéralo y además...

– Ah y una vez me dejaron encerrado con la Reina Alicent por dos horas, pensé que me iba a chupar la sangre para poder seguir inmortal – la interrumpió.

– Eso fue un accidente, no se suponía que te quedarás con ella tanto tiempo pero la puerta se trabó – murmuró Daemon.

– Y una vez pusieron decolorante en mi pelo mientras dormía – Laenor instintivamente llevó su mano derecha a su cabello.

– ¡Queríamos que te vieras lindo! – exclamó la chica.

Rickon los observó pestañeando varias veces, mareado por los gritos de los hermanos y por la discusión que estaban teniendo. Cada vez que hablaban y se miraban entre sí era como si tres dragones escupieran fuego, listos para la batalla.

– Disculpen – dijo Rickon intentando parar la discusión – ¡Disculpen!

Tres pares de ojos lo miraron, sin mucho aprecio.

– Yo... – murmuró nervioso – ¿A dónde se supone que van?

– A ningún lado que sea de tu incumbencia – le dijo Daemon enojado – Tú no viste nada.

– ¿Qué? – murmuró confundido.

– Oh vamos Daemon, no seas malvado – dijo ella apoyando su mano en el brazo de Rickon de manera amistosa.

Él se removió un poco ante eso, y Daemon fijó su mirada en el contacto que ambos estaban teniendo. No supo por qué, pero quiso apartarlos de inmediato.

– ¿Quieres conocer Desembarco del Rey, Rickon? – dijo la princesa sonriendo.

– ¿Qué?

– Conocer de verdad la ciudad, no esto donde vivimos – le dijo sonriendo.

– Ah – no supo que decir.

– No quiere, vete a tu habitación y no digas que nos viste – se apresuró a decir Daemon.

– En realidad, si me gustaría ir – dijo el norteño.

– Fantástico – Alyssa pasó su brazo por el de Rickon, entre lanzándolos, él la miró sorprendido por tal confianza pero se sintió bien, cálido – Debemos esperar a Aegon y Jaehaera, Viserys ya debe estar fuera.

– ¿Aegon y Jaehaera? – preguntó Rickon mirándola fijamente – Los vi de camino acá, ellos estaban... bueno... – sus mejillas se tiñeron de rojo.

– Besándose – dijo Laenor.

– Puto asco – dijo Alyssa de mala gana.

– ¿No te parece algo romántico? – preguntó Rickon.

– ¿Es romántico que mi única amiga en el mundo se vaya a casar y se la lleven de aquí a Dragonstone? – dijo de mala gana.

– Bueno, cuando le pase a usted princesa quizás le parezca más romántico – dijo él mirándola fijamente a los ojos.

Laenor soltó una carcajada.

– ¿Alguien casándose con Alyssa? – rió el menor de forma burlesca, miró a Daemon en busca de apoyo para burlarse de que a alguien quisiera casarse con su hermana algún día, pero el rostro de su hermano mayor estaba serio, y sus ojos miraban con una oscuridad que nunca había visto antes a Rickon.

Ella carraspeó incómoda con la garganta. Sabía que ella no era una dama estereotípica como Jaehaera o como la estupida Janine Tully que Daemon besaba, pero no pensaba que sus hermanos pensaran que alguien se casara con ella significaría un martirio para el hombre. Y eso dolió un poco.

– Alyssa – dijo la voz de Jaehaera y ambas se abrazaron.

– Aún estás a tiempo de huir y no casarte con mi tío – dijo ella abrazándola.

– Pero quiero hacerlo – rió ella – Mañana será una boda hermosa.

– No te dejaré sola en toda la noche o Aly puede secuestrarte para que no te cases conmigo – dijo Aegon tomando de la mano a su prometida.

– Descubriste mi plan – dijo ella de mala gana y volvió a ponerse al lado de Rickon – ¿Conocen a Rickon verdad? Vendrá con nosotros.

– Lamentablemente – murmuró Daemon.

– Oh, tu espectáculo con el lobo fue impresionante – Aegon lo examinó de arriba a abajo y Daemon rió por eso.

– Fue un accidente tío, déjalo en paz.

– Deberías agradecer que Aemond no estaba acá, te hubiera matado por atacar a su niñita – intentó pellizcar la mejilla de Alyssa pero ella se apartó.

– Ah, ¿y qué se supone que haremos esta noche? – preguntó Rickon confundido.

– Despedidas de soltero – dijo Alyssa sonriendo – Pero no bebas mucho Rickon o no recordarás nada.

– Y tú tampoco beberás nada – le recordó Aegon – Aún eres una niñata.

Ella puso los ojos en blanco y todos salieron por el pasadizo secreto que Daemon había abierto para ellos. Antes de que Alyssa pasara por el lugar, la tomo del brazo y le susurró.

– ¿Por qué lo invitaste?

– ¡Oh vamos, parece un cachorrito perdido, déjalo divertirse!

– Yo creo que él piensa que tú eres la diversión – murmuró de mala gana.

– Bueno quizás le entregue mi virtud a un norteño gigante que parece cachorrito – dijo ella poniendo los ojos en blanco.

– ¿Estás de broma verdad?

Ella rió y se alejó de él para caminar con Laenor mientras este le explicaba sobre la importancia de que los dragones cambiaran sus escamas.

El transcurso de la noche fue rápido. Se encontraron prontamente con Viserys, Reid y Jaehaerys, quien parecía estar obligado en ese lugar y ponía mala cara cuando veía a su hermana bailar con Aegon o cuando alguna chica se le insinuaba. Viserys reía con un grupo de chicas mientras coqueteaba descaradamente y Reid intentaba vigilar que sus hermanos pequeños no bebieran y que Daemon no intentara perder su virginidad con solo 15 onomásticos en una taberna del lecho de pulgas.

Ninguno cooperaba con él, en realidad.

Laenor se había perdido por un momento y cuando volvió lo hizo con una montaña de pergaminos y frascos que nadie quiso preguntar qué contenían al ver el color verde de lo que parecía ser un hongo. Mientras tanto Rickon había intentado entablar mayor conversación con su prometida, pero era difícil seguirle el ritmo en las conversaciones ya que la chica era muy dispersa. Además el príncipe Daemon, no se mostraba dispuesto a dejarlos conversar mucho, ni mucho menos estar a solas.

Rickon sabía que Alyssa no estaba al tanto de su compromiso, pero aún así quería poder acercarse a ella. No solo porque se casarían algún día, sino porque ella era intrigante, hermosa y algo salvaje. Quería conocerla.

La observó mientras bailaba sola en el centro de la taberna. Vestía pantalones de montar y su cabello estaba suelto, y se movía con ella mientras daba vueltas. Ella se acercó a un hombre que estaba sentado unos pasos lejos de ella y le quitó su jarra de cerveza y se la bebió sin más. Reid llamó su atención pero ella lo ignoró.

– Uh – dijo cansada sentándose al lado de Rickon – Eso ha sido intenso.

– Sin duda princesa – dijo él sonriendo.

– Llámame Aly, todos lo hacen – dijo ella despreocupada.

– Aly – el saboreó el nombre en su boca, sonaba bien – Siento lo del lobo.

– Ah está bien, ahora tengo cicatrices de guerra mira – extendió su mano para que él la tomara y le mostró cómo estaba cicatrizando.

– ¿Los del Norte saben bailar o no? – Jaehaera, bastante animada extendió una mano hacia Rickon y le guiñó un ojo a Daemon cuando este aceptó.

El príncipe heredero se acercó a su hermana con una sonrisa maliciosa en los labios. Ella entrecerró los ojos con sospecha.

– ¿Hiciste que Jaehaera se llevará a Rickon a propósito? – preguntó Alyssa divertida.

Daemon sonrió un poco y se acercó a ella.

– ¿A Pozo dragón, Lyss? – le susurró.

Ella lo observó sonriendo y negó con la cabeza, pero de igual manera tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de él para salir de ahí y correr hasta Pozo Dragón para un vuelo nocturno.










Cuando ambos vieron el amanecer asomarse a lo lejos, el miedo los invadió. Habían pasado toda la madrugada volando en Vermithor y Rhaelor y habían perdido la noción del tiempo. Dejaron a sus dragones en Pozo Dragón y rápidamente se dirigieron a la Fortaleza Roja. Si tenían suerte nadie aún estaría despierto y su ausencia no habría sido notada.

Pero ese día había una boda real. Y el lugar tenía vida desde muy temprano. Así que cuando ambos ingresaron a la habitación de Daemon supieron que estaban en grandes problemas a ver a su madre sentada en la cama, esperándolos.

– Lo voy a dejar pasar solo porque hoy es la boda de Aegon y Jaehaera y no quiero que nada la arruine, pero si su padre se entera... – las palabras de Daena quedaron en el aire y suspiró pesadamente – Solo vayan a bañarse, la boda empezará pronto.

Se dispuso a salir de la habitación pero se detuvo antes de pasar por la puerta.

– Daemon, comportarte ¿si?

La boda había sido linda, los novios eran felices y el padre de la novia había llorado un poco al igual que su hermano, aunque este había tratado de hacerse el fuerte. A petición de Jaehaera su padrastro estaba ahí también con su hermano Robin, que ya no era tan pequeño. Si bien a Jaehaerys le había molestado, respetó la decisión de su hermana.

El único incidente de la noche había sido cuando la Reina Alicent apareció en la ceremonia. Llevaba un velo y un vestido negro, como si estuviera de luto. No se arrodilló ante el Rey y la Reina para mostrar sus respetos. En lugar de eso se acercó a besar la mejilla de su nieta.

– Si eres inteligente le cortarás el cuello mientras duerme – dijo la Reina a la chica quien la miró horrorizada y a punto de ponerse a llorar por la mujer en la que se había convertido su abuela.

– Abuela – dijo Jaehaerys mientras la tomaba del brazo para intentar sacarla de ahí – Vamos, ven a tu habitación necesitas descansar.

Jacaerys había intentado apaciguar el ambiente después de eso, pero el rostro perturbado de la novia había continuado así durante casi toda la velada. A pesar de que bailó con su novio, con su hermano, con su padre y con Reid a quien consideraba un gran amigo, su semblante seguía estando horrorizado para las palabras de su abuela y por la condición mental que esta tenia.

– Rickon, abrí a tu lobo y vi todos sus órganos internos con el maestre Brandon – le mencionó el príncipe Laenor sonriendo – Ha sido muy interesante, nunca había visto un lobo muerto, será genial para mi estudio de animales.

En la mesa del Rey, estaba sentada su familia y la Mano junto a su hijo. El norteño lo observó horrorizado. ¿Qué había hecho qué con el lobo?

– Al menos tu lobo tuvo una utilidad – mencionó Daemon con ironía.

Reid lo pateo por debajo de la mesa, pero Daemon se mantuvo firme, al lado de su padre, sonriendo burlón en dirección a Rickon. Jace carraspeó incómodo con la garganta y se removió en su silla.

– Laenor es muy inteligente – le explicó – Es mi orgullo. Se interesa mucho por el estudio de las ciencias y la historia.

– Ah – mencionó el norteño mirando su plato.

– No hay lobos acá en Desembarco del Rey, ha sido muy grato tener uno para estudiarlo. Te agradezco haberlo traído.

– Deberías agradecerme a mi, yo fui quien lo mató – mencionó Daemon con desdén.

– Una pena que haya muerto acá, era del norte, nunca debió ser traído al sur – dijo Cregan Stark intentando ayudar a su hijo.

– Tiene razón Lord Stark, los lobos pertenecen al Norte – dijo Daemon, dejando entrelíneas su poca simpatía por él y su hijo.

Un silencio incómodo rondo aquella mesa y todos se sintieron incómodos. La música sonaba alegre pero luego del incidente con Alicent la fiesta se había apagado. Daena observó los ánimos, rotos, perturbados. No debería ser así, para nada.

– Bueno, Majestad – dijo mirando a Jace – ¿Bailará conmigo o no?

Jace la observó sonriendo y se puso de pie para extender su mano hacia la de su esposa y guiarla a la pista de baile. Tal y como Daena había pensado, ver al Rey y la Reina bailar mientras reían había levantado los ánimos en los invitados a la boda y en los mismos novios y ya muchas personas se habían unido al feliz baile.

Alyssa observó a sus padre, siempre bailaban mucho, incluso en privado. Y su madre siempre reía cuando su padre la alzaba y la hacía reír. Tenían una complicidad única. De amigos, de compañeros. ¿Encontraría eso ella en algún momento?

Sintió como alguien carraspeaba con la garganta a su lado y levantó su mirada para ver a Rickon Stark extendiendo su mano hacia ella.

– Princesa, ¿me concedería el honor?

Ella lo observó sin saber que decir, no era buena bailando, tenía dos pies izquierdos y no quería quedar en vergüenza. Pero más humillante sería dejar a ese chico con la mano extendida y no aceptar su baile. Tomó su mano y dejó él la guiará hasta la pista de baile. Vio a su padre sonreírle.

Daemon se mantuvo rígido en su lugar, mientras observaba lo torpe que era ella bailando. Pero pronto su atención se centró en una cabellera rojiza, que pasaba por delante de su mesa. Janine Tully era una chica de su edad, guapa, alta y con el cabello rojizo un tanto más claro que el de él y el de su madre. Era guapa y un poco más tolerable que el resto de las damas que vivían en la corte, y eso había hecho que Daemon tuviera su primer beso con ella hace varios meses, y se había vuelto a repetir en múltiples ocasiones.

La chica lo observó con una sonrisa descarada, fingiendo inocencia y él negó con la cabeza mientras reía. Era bastante descarada si era sincero. No es que a él le interesara pedir su mano en un futuro, pero no iba a negar que la chica besaba bien y tenía lo suyo.

Observó a su hermana bailando con aquel norteño desaliñado. Él parecía incómodo y mantenía sus músculos rígidos. Daemon rió por lo bajo, él había aprendido a bailar con Lyss y no era una bailarina talentosa. Como todo en la vida, quería llevar el control, no dejaba que nadie la guiara y se concentraba contando sus pasos para no olvidar nada por lo que una conversación durante el baile sería imposible. La verdad más que rabia o enojo contra Rickon ahora estaba sintiendo pena, si quería conquistar a su hermana esperaba que pudiera domar a un dragón.

– Buenas noches, Príncipe Daemon – lo saludo la chica Tully.

– Buenas noches para usted también mi Lady – dijo él con una sonrisa.

Reid lo miró sin dar crédito. Maldito descarado, estaba coqueteando con una chica de cuna noble y seguramente pronto haría algo tonto con ella que los comprometería. Después de todo era Daemon.

– Hace bastante calor en este salón ¿no? – dijo ella pestañeando varias veces – Quizás considere dar una vuelta por los jardines.

– Asegúrese de llevar a alguien con usted entonces – dijo Daemon – No queremos que le ocurra algo, o que alguien la encuentre deambulando sola a estas horas por los jardines.

– Agradezco su preocupación mi príncipe – la chica le guiñó un ojo descaradamente y se alejó de ahí.

Pasaron aproximadamente 10 minutos cuando Daemon se puso de pie dispuesto a salir de la habitación de dirección a los jardines. Su hermano mayor lo tomó del brazo.

– No te atrevas – le susurró Reid.

– Le quitas la diversión a la vida, hermanito.

Daemon caminó en dirección a la salida, pero unos aplausos lo hicieron voltear su cabeza nuevamente hacia el salón. ¿Por qué había tanto alboroto? No pudo ver nada, solo pudo escuchar como las risas coquetas de los dramas aumentaban aún y como los hombres aplaudían.

Caminó de vuelta a la pista de baile y casi vomita en ese mismo instante. Rickon Stark estaba pavoneándose mientras movía una espada con bastante destreza. Alyssa lo miraba asombrada mientras estaba a su lado y los suspiros de las mujeres aumentaban.

Idiota presumido.

A pesar de que tenía unas ganas de golpearlo y hacer que dejara de lucirse tanto frente a su hermana, tenía otros planes para esa noche. Y una chica bastante guapa lo esperaba. Pero antes de darse la vuelta dijo su atención en la espada. Grande, con un mango que tenía form de dragón. Tenía en sus manos a Hermana Oscura. Su espada. ¿Por qué carajos había tomado su espada?

Vio cómo Alyssa tomaba su brazo y lo miraba sonriendo cuando él hizo un moviente bastante ágil y entonces sus pies se movieron contra su voluntad. Caminó hasta Rickon y lo empujó levemente. El silencio rondó la habitación y el norteño lo miró confundido.

– ¿No te han enseñado que no se toca lo que no es nuestro? – dijo de mala gana.

¿Estaba hablando de la espada verdad? Se preguntó a sí mismo. Porque por alguna razón sentía que no estaba hablando de la espada.

– Príncipe Daemon, yo lo siento – extendió la espada hacia él – Solo estaba ahí y su hermana me ha dejado tomarla y yo...

Daemon no supo por qué lo hizo, pero su cuerpo reaccionó antes que sus pensamientos y estampó su puño contra el joven Stark. Rickon frunció el ceño confundido, pero no iba a dejar que un niñato maleducado como el príncipe lo humillara así, devolvió el golpe justo en el pómulo derecho. Reid y Laenor se aproximaron intentando separarlos, pero ninguno tenía la fuerza suficiente para derribarlos o apartarlos.

Así que los puños siguieron por un rato, mientras ambos forcejeaban con la espada para quitarla de las manos del otro. Alyssa puso los ojos en blanco y se puso a un lado de su madre, quien ya había dado la señal a la guardia real de separar a ambos chicos.

Joffrey Velaryon tomaba a su sobrino por la cintura alejandolo del norteño, mientras que Ser Erryk tomaba a Rickon y lo dirigía lejos del príncipe. Malditos niños tontos, ¿tenían que arruinarlo todo? Daemon luchó contra su tío para que lo soltara y cuando lo logro se aproximó a la espada, pero Rickon también lo hizo y el forcejeo comenzó nuevamente.

– ¡DAEMON! – la voz del Rey fue fuerte sonando por todo el lugar.

Ambos jóvenes dejaron caer la espada y el salón quedó en silencio.

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