Capítulo 3
La mano del Rey tenía claro cuál era su papel en la vida actualmente, debía contribuir a que Jacaerys Targaryen aprendiera a cómo ser un Rey y a cómo manejar los Siete Reinos sin morir en el intento. Y si era sincero, se había vuelto una tarea pesada y el chico, ahora ya convertido en un hombre por completo, no ayudaba mucho con eso. Sí, Jace se tomaba en serio su papel como Rey y atendía a sus responsabilidades, pero quizás ahí estaba el problema: se lo tomaba muy en serio y proponía cambios para el Reino. Pero el cambio siempre asusta.
El primer año fue tranquilo, no hubieron muchos cambios en comparación a los reinados anteriores. El joven Rey había estado lo bastante ocupado en la pena por la pérdida repentina de su madre que poco se preocupaba de llevar realmente los Siete Reinos. Sin embargo, el nacimiento de hijo menor, Laenor, le había dado las fuerzas necesarias para tomar las riendas del asunto y al parecer el Rey tenía mucho que decir.
Lo primero que hizo fue incluir a su esposa en el Consejo Privado, siendo considerada una de las consejeras más escuchadas por él. También, para desgracia de Daemon, incluyó al príncipe Aegon como Consejero de los Rumores. Y con eso llegaron los cambios, y también las rebeliones.
– Quiero que se hagan escuelas públicas – había expresado el Rey en uno de los consejos – Supongo que los Maestres podrían encargarse de eso.
Ninguno de los miembros del Consejo había dicho nada, aunque a todos les constaba que la idea en sí era más de la Reina que del Rey mismo.
– Mi Rey, he de informarle que no hay suficientes Maestres para algo así – habló el Gran Maestre – Y además los recursos para algo son serían demasiados.
– Bueno, supongo que si solo tenemos a la mitad de la población con acceso para estudiar para ser Maestre es lógico que contenemos con poco personal – Jace se había apoyado en la mesa – Sería más lógico dejar que las mujeres también puedan estudiar...
– ¿Las mujeres? – Lord Hightower, quien en ese momento aún estaba vivo, había hablado de pronto.
Jace lo había mirado con recelo.
– ¿Tiene algo en contra de las mujeres, mi Lord? Porque le recuerdo que solo hace dos años teníamos a una en el trono – había mencionado el Rey.
Y así había llegado el primer cambio y el primer dolor de cabeza para Daemon como Mano del Rey. Los grandes Señores no estuvieron contentos con la mayor recaudación de impuestos para hacer escuelas para todo el Reino. No era algo grande ni lujoso, no se pretendía que todos aprendieran sobre filosofía, alquimia o idiomas, pero Jace y Daena si querían que las personas al menos pudieran saber leer y escribir, y sumar y restar. Tenían que ser realistas, y tenían que darles algo a las personas que les sirviera para mejorar su vida.
Un año después, Lord Jason Lannister fue el primero en revelarse. Juntó a todos sus abanderados y amenazó con marchar hacia Desembarco del Rey para, en sus palabras, "hacer entrar en razón al Rey bastardo". Daemon entendió claramente que los Lannister no querían una batalla, no podían ganar, no cuando la casa Targaryen contaba con más dragones de los que antes había tenido. No, lo que querían era atención, era humillar al Rey, dejar en evidencia que era Jacaerys quien los necesitaba a ellos y no al revés.
Así que en su lugar, Daemon y Jace enviaron al príncipe Lucerys y al príncipe Aegon montados en sus dragones para parlamentar. Fue cuestión de minutos para que el ejército que Lord Jason había convocado se dispersara al ver a los dos dragones elevarse contra ellos.
Había salido bien, pero Daemon sabía que si seguían así más rebeliones no tardarían en levantarse en contra de Jace. Y aunque ese niño lo estuviera sacando de sus casillas con todo lo que se proponía, él le había jurado a Rhaenyra que si ella moría antes que él cuidaría de sus hijos y le enseñaría a Jace a como llevar los Siete Reinos.
Cuando su hijo Aegon III y Viserys II cumplieron 12 años los envió a Dragonstone y Jace estuvo de acuerdo con eso. No eran requeridos en Desembarco del Rey y el hogar ancestral de la casa Targaryen no podía estar sin alguien con sangre de dragón por tanto tiempo. Así que, con el dolor de alejarse de sus hijos, los envió ahí en compañía de distintos guardias y caballeros para que Aegon y Viserys se entrenaran como caballeros y aprendieran a llevar una Castillo.
Su vida era normal dentro de todo. Sin embargo, aquella mañana cuando un cuervo llegó de Essos con reconoció de inmediato la letra de hija Baela.
Padre,
Espero que estés bien. Sé que quizás no respondas esta carta, como no haz respondido las otras pero quería que supieras esto. Estoy embarazada, así que oficialmente serás abuelo.
No sé cómo te tomes la noticia de que Aemond y yo tendremos un hijo, pero espero que quieras ser parte de la vida de este niño o niña. Siempre tendrás las puertas de mi corazón abiertas.
Te ama,
Baela.
Daemon releyó la carta varías veces, dudando si créele o no que estaba en cinta. Habían pasado varios años desde que ella se marchó a Essos con Aemond sin siquiera avisarle o despedirse. Años en los que él estaba seguro que su hija mantenía relaciones con su esposo y nunca había mencionado a ningún niño o niña.
Él había pensado que quizás ninguna de sus hijas podría tener hijos nunca. Rhaena se había casado hace al menos 8 años con Lucerys y no había logrado dar a luz a ningún niño sano. Eran innumerables las veces que había visto a su pequeña volver a ilusionarse con que sería madre y luego sangrar y caer en cama. Daemon sufría al verla así, pero agradecía que ella tuviera a Luke a su lado, siempre tomando su mano y abrazándola, diciéndole lo mucho que la amaba.
Jace le había dado nietos, tres para ser precisos. Y adoraba a esos pequeños. Carajo, incluso se había encariñado con la ratita que Jace había recogido de la calle y con Jaehaerys, quien era irritablemente cercano a Alicent. Habían pasado muchos años, la edad de los niños lo demostraba, así que el simplemente asumió que Baela y Rhaena nunca podían tener hijos propios.
Pero ahí estaban esas palabras que refutaban todo lo que él pensaba. Baela esperaba un hijo de Aemond. Y él finalmente tendría un nieto que fuera sangre de su sangre. No es que él no consideraba que los hijos de Jace no fueran sus nietos, el pequeño Daemon de ya 8 onomásticos tenía más de él que él mismo, Alyssa le recordaba a Rhaenyra con su cabello platinado y sus desdén por las reglas, y bueno Laenor era un pequeño igual a Jacaerys pero con más cerebro.
Era feliz. Pero nada se comparaba a realmente pensar que tendría a su propio nieto entre sus brazos. O eso pensaba él, hasta que unos meses después las cosas cambiaron.
Daemon,
Baela ha dado a luz. Ha sido complejo y difícil, pero ambos están bien.
Ahora tienes un nieto. Felicidades.
Te escribiré pronto.
Atentamente, Aemond.
Aemond,
¿Ese te escribiré se refería a hacerlo pronto, verdad? Porque ha pasado más de tres semanas y no tengo noticias.
Escribe pronto.
Aemond,
Niño idiota, espero que escribas pronto. Tengo un Rey que entrenar y un Reino que mantener de pie, los nervios me están matando al no saber de mi nieto y mi hija.
Escribe por favor.
¡Eres el hijo de puta más grande que he conocido y me sorprende que nacieras de mi hermano! Sin duda todo esto se debe a los genes de tu madre. ¿Podrías tener la amabilidad de decirme cómo está mi hija y mi nieto de una buena vez?
- Daemon Targaryen.
Aemond,
Te juro que si no recibo ninguna noticia de Baela pronto, montaré en Caraxes y no me querrás ver así de enojado así que más te vale escribirme.
Daemon,
Baela está muerta.
Los días eran grises desde que aquel cuervo llegó. Baela, su luz, su hermosa niña valiente estaba muerta. Aún recordaba aquel día en que esa carta de Aemond llegó desde Essos para llevarse la poca felicidad y cordura que le quedaba. Había pasado al menos un año después de eso. Una pérdida tras otra, un sufrimiento tras otro y la verdad es que Daemon ya no podía aguantar más.
Ni siquiera había visto el rostro de Baela una última vez. No se había despedido de ella.
Jace había instado a ir por el cuerpo de su hermanastra cuanto antes y traerla de vuelta para darle un funeral honorable como una Targaryen y una Velaryon, pero Daemon se opuso. No quería verle la cara al pendejo de Aemond o lo golpearía. Y aunque se sentía culpable por esto, tampoco quería ver al pequeño bebé que se había llevado la vida de su adoraba niña.
Así que aunque en su interior las ganas de conocer a su nieto lo carcomían, y había estado a punto de escribirle cartas a Aemond muchas veces para que trajera al niño a Desembarco del Rey, nunca lo había hecho. Rhaena si, le había suplicado a su cuñado que llevara el cuerpo de su hermana a casa y también que la dejara conocer a su sobrino, que al menos incluso le mencionara dónde estaban ambos para ella misma volar a verlos. Pero Aemond no respondió.
Ese trocito de Baela que quedaba en el mundo aún no era conocido por seres más cercanos.
– Daemon – la voz de su sobrino Aegon lo sacó de sus pensamientos.
Lo miró interrogante desde su asiento en la sala del Consejo Privado.
– Los hijos del hierro – volvió a decir pero Daemon no se inmutó – Están saqueando los puertos cercanos, si no nos apresuramos llegarán pronto a Puerto Gaviota y Lady Arryn ya ha escrito a Jace preocupada.
Daemon pasó su mano por su rostro, nervioso y observó a Lucerys sentado cerca a él.
– ¿La flota Velaryon puede contribuir en algo?
– Lord Corlys está muy enfermo para eso – aclaró Luke rápidamente – La princesa Rhaenys teme por su salud, incluso estamos pensando que...
– No dije Lord Corlys – la voz de Daemon sonó seria, interrumpiéndolo – Tú puedes dirigir la flota de los Velaryon.
Lucerys tragó saliva un poco incómodo pero asintió con la cabeza.
– ¿Dónde está el Rey? –preguntó Daemon claramente cansado.
Los hombres a su al rededor se encogieron de hombros.
– ¿Aegon? – preguntó cansado.
– Follándose a la Reina, supongo.
– Te estoy escuchando Aegon – Jace ingresó a la habitación, seguido por la Reina y por su hermano Joffrey, quien ahora era parte de la Guardia Real – Estaba viendo los progresos de Laenor con su Valyrio. Lamento la tardanza.
– Va muy bien ¿no? – dijo Luke sonriendo – Ese niño es realmente un genio, algo que claramente no heredó de su parte.
Daena sonrió mientras tomaba asiento a un costado de Jace.
– Bueno, el mérito del niño prodigio se lo debemos a mi esposa, eso está claro – Jace sonrió – Tiene seis onomásticos y ya está haciendo transcripciones de distintas lenguas de Essos, el Maestre Brandon dice que ni siquiera los Maestre de La Ciudadela lograron hacer eso a su edad.
– Genes fuertes, sin duda – dijo Daemon intentando apaciguar el ambiente. Jace lo miró poniendo los ojos en blanco.
Jace levantó entonces el trozo de pergamino que Lady Arryn le había enviado hace unos días, pero que recién esa mañana había llegado a sus manos.
– Los hijos del hierro – murmuró enojado.
– Solo son niños jugando a la guerra – dijo Daemon – La flota Velaryon podrá con ellos.
– ¿Tu crees? – rió irónico – Porque a mi me parecen bastante salvajes y muy convencidos de lo que quieren lograr. Les tocamos los cojones, les prohibimos sus atrocidades y ahora... – Jace apretó los puños enojado.
– El Rey está especialmente molesto por como me llaman – dijo Daena con bastante serenidad – ¿Cómo era? ¿La perra del Rey? La verdad es bastante poco original.
– No lo menciones de nuevo – Jace se notaba bastante molesto.
– Lady Arryn está en problemas, si los Greyjoy llegan pronto a Puerto Gaviota podrán saquearlo con facilidad – mencionó Daena.
Daemon asintió con la cabeza.
– La flota Velaryon y puedo sugerir a algunos dragones – dijo el Gran Maestre.
Todos estuvieron de acuerdo.
– Nosotros – murmuró Daemon mirando a Jace y este lo miró esperanzado.
Había esperado todo su reinado por eso. Había esperado mucho por demostrar que era digno, que podía luchar, que era imponente. Y ahí estaba su oportunidad.
– Y mis hijos – dijo la Mano del Rey.
Todos lo observaron sorprendidos.
– Aegon y Viserys son aún unos niños – dijo Jace temiendo por sus hermanos.
– Aegon tiene 15 y Viserys 14, están listos hace mucho tiempo, ya no son niños – aclaró Daemon.
– Si ellos van a ir yo también quiero – escucharon un murmullo.
– No seas tonto.
– Auch, te dije que te movieras – la voz infantil del príncipe de Dragonstone sonó en la habitación.
– Entonces no podré ver nada – una voz femenina lo acompañaba.
Jace suspiró pesadamente.
– Daemon, Alyssa, los estamos escuchando – dijo bastante cansado – Salgan ahora.
Ambos niños se movieron de su escondite pero el lugar era tan pequeño y ambos querían salir al mismo tiempo que cayeron al piso frente a su padre. Alyssa golpeo en su brazo a su hermano y este se quejó mirándolo mal. Esa niña se aprovechaba de lo mucho que él la quería, algún día iba a perder la paciencia y la arrojaría al excremento de su dragón.
– Explíquense – exigió Jace bastante cansado de las constantes travesuras de ese par.
Constantemente el príncipe Daemon y la princesa Alyssa evadían a la Guardia Real y se escapaban a Pozo Dragón. Si bien la niña aún no contaba con un dragón propio, disfrutaba de ver a su hermano mayor convivir con Rhaelor. En otras ocasiones faltaban a sus lecciones, y Alyssa había hecho llorar a tres de sus Septas, por lo cual siempre las estaban cambiando.
Eran todo un caso. Y aún así Jace tenía que intentar no sonreír o reírse con sus travesuras, y mostrarse como un padre respetable y que ponía límites. Le preocupada mucho el desdén se Daemon por sus lecciones y por sus entrenamientos. No era un chico tonto, de hecho era muy inteligente y los Maestres le habían mencionado que al aprender todo tan rápido su mente volaba en otros temas de interés. Pero si algún día iba a ser Rey Jace necesitaba que tuviera mayor disciplina.
– Solo... queríamos escuchar – murmuró Daemon por lo bajo posando su vista en sus pies.
– ¿De quién fue la idea? – dijo Jace de mala gana.
Ambos niños se miraron entre sí, sin saber que decir, las manos de la princesa empezaron a moverse nerviosas, y pellizcó su antebrazo. Su hermano mayor la miró por un momento, cada vez que estaba en aprietos hacía eso.
– Mía – dijo finalmente el príncipe heredero.
Ella lo miró sorprendida. No había sido su idea, ella lo había arrastrado ahí luego de leer escondida la carta que Lady Jayne Arryn le había enviado a su padre. Pero al parecer Daemon estaba dispuesto a recibir un regaño para salvarla.
– No puedes arrastrar a tu hermana a estas situaciones siempre – dijo Jace un tanto enojado, Daena tomó su mano indicándole que se calmara – La reunión ha terminado – dijo a los demás.
Sin embargo, ni su esposa ni la mano del Rey se movieron de su lugar.
– Interrumpieron una reunión importante – le dijo molesto.
– Lo sabemos – Alyssa miró a su madre en busca de apoyo pero esta negó con la cabeza – Lo sentimos.
– ¿Ustedes no deberían estar en sus lecciones? – dijo Jace frunciendo el ceño – ¿Hiciste llorar a una Septa de nuevo?
– ¿Qué? Claro que no, sólo he hecho llorar a una... bueno a dos o tres, pero se lo merecían – dijo ella.
El príncipe canalla soltó una carcajada mirando a su nieta. Daena lo miró mal como si quisiera decir no la alientes.
– Solo vayan a sus actividades – dijo Daena notoriamente cansada.
Niños con sangre de dragón. ¿Cómo iba a esperar que se quedaran quietos en un solo lugar?
– Yo... – el príncipe heredero murmuró – Si va haber una guerra yo quiero ir.
Jace lo miró sorprendido, pero no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro. Ahí estaba su pequeño Rey.
– No habrá ninguna guerra – dijo Daena poniéndose de pie – Y ustedes dos dejarán de escuchar detrás de las puertas.
– Madre – hablo el niño tratando de mostrarse imponente – Te están insultando a ti. Los escuché.
– Bueno, deja que tu padre y tu abuelo lo resuelvan – el rostro de Daena estaba serio y sus brazos se habían cruzado.
– Pero el tío Aegon y el tío Viserys si van a acudir ¿por qué yo no? – se quejó.
– Porque tú tienes 8 años y tus tíos ya son mayores – dijo su madre bastante molesta – Ahora, salgan de acá.
Daemon la miró haciendo una mueca pero asintió con la cabeza y salió de la habitación seguido de su hermana menor.
– Los vas a prometer pronto, ¿no? – preguntó la mano del Rey a su hijastro – Sería un buen matrimonio que fortalecería la casa Targaryen.
Daena carraspeó con la garganta bastante incómoda ante la insinuación de una boda entre sus hijos. Sabía que cuando se casó con Jace también se casaba con las tradiciones de los Targaryen y también sabía que lo más probable era que todo el Reino esperara que Daemon y Alyssa fueran prometidos. Sin embargo, le molestaba que hablaran eso cuando ellos aún eran niños y cuando aún no se les permitía saber de quien se enamorarían cuando fueran mayores.
Jace miró con incomodidad a Daemon. No le había mencionado el compromiso de Alyssa con Rickon Stark aún, y si era sincero debía hacerlo, ya que así su Mano tendría más claro el panorama y podrían también buscar una prometida adecuada para el heredero. Pero cada vez que lo intentaba Daena estaba presente, y Jace aún no quería decírselo a ella.
– Eso hay que evaluarlo más adelante – dijo poniéndose de pie rápidamente para cortar el tema.
– Pronto, Jace – le mencionó Daemon seriamente – Los niños crecen rápido, y necesitas tener una clara línea de sucesión cuando esos niños crezcan. Sobre todo con el panorama actual del Reino.
Jace observó a Daena por un momento y esta se encogió de hombros. No iban a hablar de eso ahora.
– Mejor despídete de tu familia – le mencionó Daemon dando unas palmaditas en su hombro – Nos iremos a la Islas del Hierro mañana mismo.
Los hijos del hierro eran los hijos de puta más grande que Jacaerys y Daemon habían conocido. Nunca antes, en todos sus años de experiencia el príncipe canalla había visto a unas personas pelear von tanta fuerza. Manejaban sus barcos como si controlaran los mares, y aunque la flota Velaryon era la más grande y fuerte de los Siete Reinos, estaban en un territorio ajeno, y los Greyjoy conocían mejor ese lugar que cualquier otro.
Habían pasado meses fuera de Desembarco del Rey. Ya no siquiera recordaban con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que dejaron la ciudad. Se habían refugiado primero en el Valle de Arryn, donde Lady Jayne les dio la bienvenida. El príncipe Viserys II se quedaría para defender la fortaleza con su dragón, mientras que el príncipe Aegon III viajaría a Puerto Gaviota con su padre y el Rey.
Jace reconocía que sus hermanos menores eran unos niños inexpertos y asustados, pero aún así admiraba el valor que ambos demostraban. Y también admiraba que querían hacer sentir orgulloso a Daemon.
Pero aún así, el Rey tenía miedo. No había enfrentado una rebelión así antes. La situación con los Lannister parecía un juego de niños al lado de esto. Barcos quemándose todas las noches, sus hermanos menores en riesgo, su dragón cansado y bastante indomable últimamente. Meses lejos de su esposa y sus hijos. Era algo que nunca antes le había tocado vivir. Y aunque le costara aceptarlo, tenía miedo.
Habían logrado proteger Puerto Gaviota, pero varias habían sido las noches donde los barcos de los Greyjoy habían sido saqueador y quemados. Y en la que los dragones habían tenido que actuar teniendo que bajar más de la cuenta para atacar. Siendo expuestos.
Daemon estaba cansado. Ya no era el mismo guerrero joven que fue en sus mejores años. Y la verdad se arrepentía de haber arrastrado con él a Aegon. Era un niño aún. A pesar de que tenía 15 años y quería demostrar su valía como digno hijo de Daemon Targaryen, el hombre notaba el miedo en sus ojos cada vez que los barcos de los hijos del Hierro se acercaban.
Había estado en dado que sería algo rápido. Algo aún más simple que lo de los Lannister. Pero no. Esos bastardos estaban dando la pelea, estaban volviendo a la gente contra Jace con la excusa de que era un Rey que no respetaba sus tradiciones. Decían que la Reina Daena lo manejaba a su antojo y que ella era quien tomaba las decisiones en torno al Reino.
Querían de vuelta su derecho para golpear sus esposas adulteras. No estaban de acuerdo con el decreto del Rey que decía que la niñas menores de 15 años no podrían contraer nupcias. Y por supuesto no estaban de acuerdo con la persecución que la guardia Real y el ejército del Rey estaba haciendo hacia los saqueadores de puertos y a los violadores.
Daemon nunca había sido un hombre que peleaba por la justicia, nunca había estado del lado moralmente correcto. Peleaba por él y su familia. La verdad le importaba poco si ellos estaban de acuerdo con las medidas que Jace estaba tomando para con el Reino. Lo que le importaba era proteger a los suyos, porque con Baela no lo pudo hacer.
– Tu rostro no se ve bien – dijo Jace a su hermano menor.
Aegon hizo una mueca. Tenía bastantes heridas en el rostro desde el último atraco de los hijos del hierro y estaba seguro que algunas dejarían cicatrices.
– Me hacen ver mayor – murmuró.
Jace rió un poco.
– Seguro a tu prometida le gustarán – dijo alentándolo.
Aegon se removió incómodo ante la mención de su prometida. Jaehaera, esa chiquilla fea y escuálida aún rondaba su mente de vez en cuando aunque habían pasado al menos 7 años sin verse. Se alejó y caminó hasta su dragón para revisarlo, ignorando a su hermano.
– Aún le dan miedo las mujeres – dijo Daemon mirando a su hijo.
– Creo que solo ella – dijo Jace riendo.
– Todas Jace, todas – murmuró Daemon mientras miraba con atención hacia el puerto.
El silencio los rondó, ambos miraron hacia el mar. Lucerys, en su barco estaba realizando algunos nudos. Nunca hubiera pensado ver a su hermano dirigiendo la flota de los Velaryon, ni mucho menos estar convertido en un hombre de mar. Pero Lord Corlys había hecho un buen trabajo con él.
Observó a Daemon por un momento y no supo por qué, pero simplemente le dijo.
– Eres un buen padre Daemon.
El hombre levantó una ceja y lo miró. Las arrugas en su rostro ya eran notorias, después de todo el tiempo no pasaba en vano.
– Muchos no estarían de acuerdo – murmuró.
Jace entreabrió los labios. Nunca antes habían hablado de eso.
– ¿Lo dices por Baela?
Daemon se volteo nuevamente mirando hacia el mar.
– Las decisiones que ella toma fueron de ella, tú no podías hacer nada. Baela siempre fue un espíritu libre, siempre te quiso llevar la contraria.
El hombre no dijo nada. Jace pensó que quizás había llegado muy lejos con eso. Por alguna razón Daemon lo respetaba como Rey, lo apoyaba, pero nunca le había permitido que hablara de Baela. Era como una regla no escrita. Quizás había llegado muy lejos.
– La aparté de mi al no entenderla – dijo él finalmente – Murió lejos de su hogar. Ha pasado un año Jace, un año y no podría verle la cara a ese bendito niño que me la arrebato. Ni siquiera sé si se parece a ella. No sé su nombre, no sé...
– Baelon – dijo Jace interrumpiéndolo.
Daemon lo miró por un momento.
– Se llama Baelon Targaryen – le dijo – Aemond y Daena aún se escriben con regularidad.
El hombre evitó que las lágrimas salieran de sus ojos.
– Cuando logremos terminar esta tonta rebelión deberías conocerlo, a Baela le hubiera gustado que su hijo creciera en su hogar, que tuviera un huevo de dragón, que conociera su abuelo y sus tíos – le dijo Jace.
Daemon asintió.
– Si – susurró – le hubiera gustado.
Pero de pronto la mirada de Daemon se transformó, ya no había tristeza en sus ojos, solo odio y rabia mirando hacia el mar. Jace siguió su mirada y lo vio claramente. No sólo se acercaban barcos de los Greyjoy, sino también de la Triarquia. Esos malditos hijos de puta habían hecho un trato y una alianza con las ciudades libres y seguramente ellos solo estaban buscando a Daemon.
– ¡A tu dragón, ahora! – le gritó.
Ambos corrieron a sus dragones. Vermax inquieto como siempre dejo que Jace subiera en él mientras se removía incómodo, y Caraxes esperaba impaciente a su jinete para elevarse en los aires.
El príncipe Aegon subió sobre su dragón Stormcloud y rápidamente siguió a su padre y su hermano, pero la noche era oscura y la niebla no los acompañaba, por lo que sólo el fuego de dragón los dejaba ver con claridad. Aegon, menos experimentado y con un vínculo menos fuerte de los otros poco podía hacer.
Sin embargo, la ballestas de los escorpiones y las lanzas no tardaron en hacerse presentes. Jace se interpuso en una que iba directamente hacia su hermano Aegon, haciendo que esta lastimara su hombro.
Buscó a Daemon con la mirada, pero no lo encontró. El ruido era casi sordo, Jace a penas podía escuchar lo que su hermano menor le gritaba. Sus ojos vagaban entre su hombro ensangrentado que dolía como el infierno y en los barcos que se veían en Puerto Gaviota. No podía ver a Luke desde esa altura.
Volvió a observar a Aegon, que le gritaba algo aunque Jace no podía escucharlo. ¿Dónde estaba Daemon y Caraxes?
– ¡Carajo Jace, escúchame! – volvió a gritar el chico.
Pero la sangre en su hombro estaba haciéndolo perder el conocimiento.
– Dracarys – ordenó Aegon a su aún pequeño dragón quemando una de las flotas de la triarquía – ¡Jace!
El dragón del Rey había bajado lo suficiente para déjalo ver los barcos de cerca, estaban volando demasiado bajo, pero Vermax y Jace estaban muy desorientados que ninguno podía reaccionar bien.
Fue solo cuando sus ojos se posaron en Daemon luchando en el barco con dos hombres corpulentos que él pudo reaccionar. No tenía oportunidad de ganar algo ahí.
– Abajo Vermax – le ordenó en alto Valyrio.
El dragón bajó lo suficiente, mostrándose abrumado por todo, y dejó que Jace bajara de él para lanzarse hacia el barco y ayudar a Daemon con aquellos dos hombres, matando a uno el proceso.
– ¿Qué carajos estás haciendo acá? ¡Vuela y quema los malditos barcos! – le ordenó Daemon – Carajo Jace, tu brazo.
El Rey observó nuevamente su hombro ensangrentado. No se veía tan mal ¿o si? Aunque si era sincero a penas podía mover el brazo.
– ¿Cómo quieres que queme los barcos si tú estás acá? – exigió saber Jace al momento que atacaba a otro hombro con la espada.
Su rostro de manchó de sangre cuando la cabeza de aquel hombre se separó de su cuello. Había algo que hacia la guerra que quitaba cualquier remordimiento por matar a un hombre.
– Yo puedo con ellos, solo quémalos – le ordenó Daemon.
Vermax volvió a bajar acercándose al barco. Jace, con un esfuerzo extraordinario para alguien herido, dio un brinco y subió a su dragón. Sin embargo, antes de elevarse en vuelo observó como algunos miembros de la Triarquía y de la casa Greyjoy se acercaban a Daemon.
No había oportunidad de sobrevivir esa pelear.
– Daemon – dijo Jace extendiendo su mano.
– Vete – dijo Daemon – ¡Vete de aquí! – gritó nuevamente.
– ¡Daemon, no! – el grito de Jacaerys fue desgarrador e intentó tomar a su padrastro de la mano para sacarlo de ahí.
Pero Vermax estaba desesperado, su miedo, los gritos, el mar que lo rodeaba y las grandes lanzas que se abalanzaban sobre ellos hicieron que el dragón se pusiera aún más salvaje e intentara sacar a su jinete de ahí rápidamente.
– ¡No Vermax, espera! – gritó el Rey.
Su dragón se movió intentando elevarse en vuelo, pero Jace que estaba levemente doblado a la derecha intentando que Daemon tomará su mano, cayó al barco justo al lado de su padrastro. Vermax soltó un rugido cuando una de las ballestas le dio cerca de su ala y observó fijamente a su jinete, desorientado, sin saber que hacer. Otra ballesta pasó cercana al dragón de color verde y Jace lo miró con desesperación.
– ¡Vete Vermax! – le ordenó.
Su dragón soltó un rugido, intentado bajar con su vuelo, pero su herida de lo impidió.
– ¡Vete! – volvió a gritar Jace y el dragón finalmente obedeció soltando un
Jace intentó fijar su vista en lo que estaba ocurriendo a su al rededor. Buscó a Daemon con la mirada y lo encontró luchando con uno de los hombros, perdiendo claramente.
Se acercó rápidamente a ellos mientras Daemon aún forcejeaba con la espada de aquel hombre. Jace por detrás enterró la espada en su espalda baja, matándolo de inmediato.
– ¿Qué carajos haces aquí aún? – dijo Daemon mientras tomaba a Hermana Oscura en sus manos y se disponía a cortarle el cuello a otro de los hombros que lo atacaba.
Jace desvió un ataque con la espada y corrió desesperado nuevamente hacia Daemon. Espalda con espalda, ambos vieron como los hombres del barco los rodeaban, superándolos en número y armas. Quería tener esperanza, Daemon se decía a si mismo que el número nunca definió quien ganaba una batalla. Pero carajo, estando ahí no podía.
– Vete – le dijo.
– Ya viví mi vida Jace, tú tienes que vivir la tuya. Yo ya cuidé a mi familia, tú debes hacer lo mismo con la tuya – le dijo el hombre mientras miraba a Caraxes que se posicionaba tras ellos.
– Daemon, no – dijo Jace aguantando las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, o quizás ya estaban saliendo, la verdad su rostro estaba lleno de sangre, sudor y tierra que ni siquiera lo sabía.
– Vete – le ordenó.
– Papá – dijo Jace en una súplica mientras sentía cómo Caraxes se acercaba a ellos.
Daemon medio sonrió por eso, el miedo había desaparecido de su rostro.
– Sácalo de acá, Caraxes – fue la última orden que Daemon Targaryen dio a su dragón en alto Valyrio – Estoy muy orgulloso de ti Jace.
– ¡Daemon, no! – gritó Jace.
Su padre se acercó a los hombres del hierro, solo con el filo de su espada en mano y estuvo dispuesto a atacarlo. Caraxes rugió hacia Jace, pero este no se movió. El dragón, torpe y bruto, lo empujó con su cabeza haciéndolo reaccionar.
Lo siguiente qué pasó Jace no lo recuerda con claridad, solo recuerda a Caraxes intentando moverlo y él subiendo al dragón de su padre, alejándose ambos en vuelo mientras veía como Daemon Targaryen moría con una espada que le atravesaba el pecho.
Daena supo que algo iba mal cuando vio el rostro de su esposo. La misma expresión que cuando su madre había muerte. El príncipe Aegon, el menor, venía detrás de él con una gran cicatriz en su frente, y el príncipe Viserys tenía los ojos llorosos. Ella lo supo de inmediato, el ánimo de pérdida no solo era por perder una batalla, y cuando no vio a Daemon Targaryen caminando con ellos entendió de inmediato.
Jace no había hablado en días. No se presentaba al Consejo Privado y Daena tuvo que tomar las riendas del Reino con su primo Aegon II y con Lucerys, quien estaba notablemente afectado también. No sólo él se sentía afectado, sino que su esposa, quien nuevamente estaba embarazada, había caído en cama por la conmoción de la muerte de su padre y su embarazo nuevamente estaba en riesgo.
Daena no sabía que hacer. Realmente no lo sabía. Jace estaba sumido en su pena. Daemon ya no estaba para tomar las decisiones y no había nadie en el puesto de mano del Rey. ¿Qué se supone que debía hacer ella? ¿Atacar? ¿Enviar más ejércitos? ¿Enviar más dragones?
Pero entonces un día después, cuando estaban discutiendo el plan de acción el Rey apareció en la sala del Consejo Privado.
– Los dejarán en paz – dijo Jace de mala gana – Dejarán que hagan lo que quieran en sus tierras y no tomaremos represalias.
Daena había entendido que Jace no lo estaba diciendo como un acto de cobardía, sino como un acto de miedo por lo que le podría ocurrir a su familia. Tenía miedo, estaba aterrorizado de perder a alguien mas, y no lo iba a permitir.
El día del funeral del príncipe canalla había llegado y con eso también el arribo del príncipe Aemond, quien llegó volando en Vhagar a Desembarco del Rey cargando en sus brazos a su pequeño hijo Baelon de solo un año. No sabía si sería bien recibido, quizás Rhaena le gritaría enojada, Luke quizás intentaría sacarle el otro ojo y Jace lo enviaría al exilio.
Pero tenía que ir. Le había prometido a Baela que su hijo crecería con las costumbres de los Targaryen y también le había dicho que sería cercano a su familia. Ahora que Daemon estaba muerto se dio cuenta que había esperado mucho por cumplir esa promesa. Debía hacer ahora. Y además, tenía algo que mostrarle al Rey.
– Aemond – lo había saludado la Reina.
– Mi Reina – dijo él haciendo un asentimiento de cabeza.
– Por los Dioses ahí están ese niño – Daena tomó al pequeño príncipe Baelon en sus brazos.
No tenía rastro de Baela en sus facciones. Era simplemente igual a Aemond, y quizás eso era lo que más le dolía a él, ese niño ni siquiera tuvo la cortesía de parecerse a Baela para poder verla a través de él. Simplemente ella se había ido para siempre.
– Es precioso Aemond – dijo Daena sonriendo.
Él hizo una media sonrisa y Daena no pudo evitar querer abrazarlo, así que lo hizo. Su adorado primo Aemond había estado solo todo ese tiempo y había perdido demasiado.
La puerta de abrió de inmediato dejando ver al Rey, con su semblante triste, deprimido y dolido frente a ellos.
– Tío – dijo Jace saludándolo con una inclinación de la cabeza.
Daena se separó rápidamente de él y se volteó a mirar a Jace, quien estaba de pie mirándolos fijamente. Sus ojos aún estaban hinchados, y sus ojeras decoraban sus ojos llenos de rabia contra su tío Aemond. ¿Ahora se dignaba a aparecer con su luego? ¿Ahora? Luego de que Daemon estuviera sufriendo sin Baela y sin conocer a su nieto.
– Majestad – dijo Aemond.
Jace lanzó una mirada al niño entre los brazos de su esposa y no pudo evitar recordar su última conversación con su padre.
– Será el funeral Dae, somos requeridos – dijo Jace a su esposa, ella asintió.
– Jace – Aemond llamó su atención pero este lo ignoró deliberante – Jace.
El Rey lo observó por un momento.
– Encontré algo para ti en Essos – tanto Jace como Daena lo miraron interrogante – Está en esa habitación, pero creo que querrás verlo solo – señaló con la cabeza la puerta contigua.
Jace observó a Daena y esta asistió un poco desconfiada. Él se acercó a la puerta, giró el picaporte y cuando la puerta de abrió sus ojos no podían creer lo que veía.
Parado frente a él, dándole la espalda y mirando por la ventana estaba Laenor Velaryon. Estaba más viejo, los años no habían pasado en vano, pero Jace lo reconocería donde fuera. Después de todo, era su padre.
Cerró la puerta tras él dando un portazo tan fuerte que lo hizo girarse. Él sonrió y Jace sintió ganas de darle un puñetazo en el rostro. ¿Había estado vivo todo ese tiempo? ¿A caso era verdad ese rumor de que le gustaban los hombres y por eso había dejado a su madre? ¿Qué clase de cobarde era ese puto hombre?
– Hola Jace – sonrió él.
Jace no dijo nada.
– Sé que debes creer que ves a un fantasma pero te juro que tiene una explicación. Yo no me sentía feliz y tu madre quería estar con Daemon...
– Estuviste vivo todo este tiempo – dijo respirando con dificultad – Dejaste a mi madre, nos dejaste a nosotros...
– Jace – dijo Laenor tratando de que lo escuchara.
– ¿Sabes el sufrimiento que fue para la abuela, para Lord Corlys? Siguen pensando que su único hijo había muerto y resulta que solo era un cobarde que no quería asumir sus responsabilidades – dijo enojado.
– Lo sé, lo sé, pero yo no era feliz... mi padre, Lord Corlys quería que yo fuera otra persona, alguien que yo no podía ser, que amara a alguien que no podía amar...
– ¿Y por eso abandonaste a tus hijos? ¿Tanto nos odiabas? – Jace estaba gritando.
– Yo nunca... siempre los quise como míos.
– Eres un puto cobarde.
– Jace... no sabes lo que es amar a alguien que no puedes, tu esposa y tus niños, los he visto, son maravilloso...
– Yo nombre a mi hijo en tu honor – el rostro de Jace demostraba incredulidad – Nombre a Laenor en tu honor y tu solo eres un puto cobarde.
– Quería ser libre Jace.
Jace no dijo nada. Su respiración se aceleraba y veo todo borroso. Su pecho estaba oprimido.
– Jacaerys, hijo escúchame...
Entonces Jace al escuchar cómo lo estaba llamando ese hombre, reaccionó se la peor manera. Tomó a Laenor Velaryon de su ropa y lo estampó contra la pared.
– Mi padre fue Daemon Targaryen ¿entiendes? – dijo enojado tomándolo del pecho – Él decidió quedarse con nosotros, él nos educó y estuvo al lado nuestro todos estos años – hizo un silencio y soltó al hombre dejándolo caer – No vuelvas a decir que eres mi padre. Porque no es así. Tú no eres nada para mi.
Lo soltó dejándolo caer al suelo, mirándolo con asco, con resentimiento y con odio.
– No quiero que te acerques a mis hermanos, déjalos pensar que no tuvieron un cobarde que huyo como padre – dijo mirando por la ventana – Te quiero fuera de acá para el amanecer, si te veo nuevamente en Desembarco del Rey haré que la Guardia Real te corte el cuello.
– Solo espero que nunca te pase a ti o a tus hijos... amar a alguien prohibido, no poder ser quien eres.
Jace salió de la habitación dando un portazo a la puerta. Sus ojos conectaron de inmediato con los de Daena, quien esperaba nerviosa afuera. Ella abrió sus brazos y el se dejó caer en ellos apoyando su cabeza en su hombro, cansado.
– ¿Qué voy a hacer ahora? – la lagrimas salieron de sus ojos.
Ella pensó por un momento.
– Lo primero que necesitas es una nueva mano – murmuró ella por lo bajo – Y creo que es momento de que envíes un cuervo a Cregan Stark.
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HOLAAA
Volví después de mil años, pero prometo que ahora no me tardaré tanto en actualizar porque ya tengo muy avanzados los siguientes capítulos.
Espero que este les gustara 👀
Nos leemos pronto 💗
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