8: Thorvald, el valiente guerrero
—Luces bellísima, Daewenys —comentó Brygwyn maravillada con el vestido blanco con detalles plateados y la corona de flores que decoraban su cabello castaño.
—Gracias —sonrió Daewenys agradecida.
La boda estaba a punto de comenzar y Daewenys no podía estar más nerviosa, sentía que estaba soñando porque aún no creía que lo que estaba pasando fuera real. Ambas hermanas escucharon que llamaban a la puerta de la habitación y fue Brygwyn quien fue a abrir la puerta.
—Reina Moeid —dijo asombrada la pequeña.
Daewenys se asomó y de inmediato pudo ver que en el rostro de su futura suegra se reflejaba lástima y tristeza. Algo había pasado, eso estaba claro.
—Buenas tardes, Daewenys —saludó la reina de los ökrnos con poco ánimo.
—Reina Moeid, ¿qué es lo que pasa?, por favor, pase —invitó Daewenys.
—Gracias, eres muy amable —agradeció Moeid entrando a la habitación—. Escucha, Daewenys, hubo una situación en Ogrëdge, algo le pasó a mi hijo Ezra y me temo que Daron decidió que no habrá boda hasta que se resuelva esta desafortunada situación.
Daewenys, siendo un hada empática, pudo comprender la decisión de Daron, ella hubiera hecho lo mismo si algo le pasara a alguno de sus familiares. Ver a Moeid así le transmitió un sentimiento de preocupación y se preguntó a sí misma si lo que le sucedió a Ezra tenía que ver con su visión. Pero, en estos momentos no era prudente preguntar lo que ocurrió.
—No puedo imaginar lo que ha de estar sintiendo su familia en este instante, reina Moeid —compadeció la novia—. Créame que cuenta con mi total apoyo si llegan a necesitar algo.
—Muchas gracias —agradeció de nuevo Moeid sollozando—. En verdad lo siento tanto, sé que estabas muy ilusionada por tu boda...
Pero la reina ya no podía hablar más, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Daewenys abrazó a su casi suegra en señal de apoyo.
—Todo estará bien, reina Moeid, todo estará bien.
Y aunque quisiera realmente creer esas palabras, Daewenys no pudo evitar pensar que la situación podría empeorar si es que la visión se estaba volviendo realidad, y en efecto así era.
* * *
El reino de Ogrëdge es defendido por guerreros fuertes y valientes dispuestos a dar su vida para defender al reino. Todos ellos son liderados por el ökrno más fuerte y más valiente, Thorvald. Cuando la familia real lo necesitara, siempre estará listo y sin vacilar tomaría su hacha y preguntaría "¿dónde es la batalla?".
Daron regresó del paraje y le informó a su padre sobre lo sucedido y el significado de la visión, obviamente el rey no se tomó bien la noticia. La prioridad ahora era rescatar a Ezra, para lograrlo la mejor opción era entrar por ese agujero y no parar de buscarlo hasta encontrarlo. Sonaba sencillo, pero se desconocía lo que pudiera haber ahí dentro, así que necesitaban refuerzos.
Thorvald afilaba su hacha como acostumbraba a hacer cada día cuando cuando de sus compañeros entró a su tienda para avisarles que el rey y el príncipe lo llamaban. Él asintió y fue a encontrarse con la familia real justo a la única entrada y salida —oficial— que tiene Ogrëdge.
—Majestad. Alteza —saludo Thorvald hincándose a los pies de sus soberanos.
—De pie —indicó el rey Folkbiorn.
—¿En qué les puedo servir? —preguntó el guerrero levantándose de la hierba.
—Hubo una infiltración de tröllitus en el reino y capturaron a mi hermano —explicó Daron con seriedad.
El guerrero apretó los puños al oír eso. Él, como todos los demás guerreros, estaban enterados de las visiones y de que los tröllitus estaban al asecho. Se reforzó la seguridad aumentando la cantidad de guardias que custodiaran el muro y el valle, pero no fue suficiente, y eso frustraba y enfurecía a Thorvald, pues su odio contra los tröllitus era casi tan grande como un océano.
—Te necesito a ti y a tus mejores guerreros para que me ayuden a encontrar a Ezra —pidió el príncipe.
—Cuente con ello, Su Alteza —asintió Thorvald.
—Excelente, los veré en el castillo una hora antes del alba donde mi padre y yo...
—En realidad, hijo, yo me quedaré —reveló el rey—. Esto que hicieron esos bastardos no quedará impune y me aseguraré que ninguno quede vivo. Si quieren guerra, guerra es lo que tendrán por lo que lideraré un ejército hacia las montañas lejanas —declaró—, pero Thorvald, céntrate en ayudar a Daron, del resto me encargaré yo,
—Los guerreros estarán complacidos de servirle y seguirlo a la batalla, Majestad.
* * *
Era de noche, la reina Moeid ya había regresado de Feoddesha, mientras que Folkbiorn estaba inquieto, incapaz de dormir. Se encontraba en el balcón de sus aposentos mirando el cielo mientras reflexionaba sobre algo que aún no no tenía claro. ¿Qué hacía Ezra en ese lugar?, se suponía que debía estar en el castillo.
—Oh, Folkbiorn, veo que no puedes dormir —dijo la reina despertando.
Justo en ese momento, el rey comprendió.
—Fuiste tú, ¿no es así? —acusó Folkbiorn mirando a su esposa levantándose de su lecho.
—¿De qué estás hablando?
—Hablo de que tú fuiste la razón por la que Ezra huyó —Folkbiorn sabía lo severa que era su esposa y que podía ser hiriente incluso con sus propios hijos—. ¡¿Qué le dijiste ahora?! —el rey se acercó con paso pesado mientras su voz fuerte cual trueno paralizó de miedo a Moeid—, ¡él debía de estar de aquí, pero se fue por tus malditos regaños! —reprochó, o más bien, gritó el rey señalando a su esposa con un dedo—, ¡por tu culpa está a merced de esos bastardos y quién sabe de lo que son capaces!
La reina nuevamente estaba comenzando a llorar.
—¡Si Ezra muere será por tu puta culpa, porque tú lo empujaste a la muerte!
Si los tröllitus llegaran a matar a Ezra, físicamente serían ellos los responsables, pero de cierto modo, poética o dramáticamente mente si se puede ver así, Moeid fue la que entregó a su hijo a sus asesinos y tanto ella como los tröllitus serían igual de culpables.
La reina ya no pudo con la agonía, con la culpa y con la idea de que ella prácticamente mató a su propio hijo. Rendida cayó de rodillas mientras que sus ojos se convertían en una cascada de lágrimas.
—¡Perdóname! —imploró ella con la voz ahogada aferrándose al pie derecho de Folkbiorn—. ¡Perdóname!
El rey con un movimiento de su pierna se zafó de los brazos de su esposa y salió de la habitación, dejando a Moeid sola con su sufrimiento provocado porque la culpa la quemaba por dentro. Folkbiorn no quería ni podía soportar aquella escena, no tenía tiempo para lidiar con eso, pues el alba casi llegaba y cosas más importantes se tenían que hacer como planear el fin de sus eternos enemigos de una vez por todas.
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