6: Una semana más

Daron y Daewenys anunciaron que estaban comprometidos y de inmediato la reina Moeid y la reina Miarel comenzaron a planear la boda pues no era cualquier boda, era la boda en la que por primera vez en la historia de Ogrëdge y de Feoddesha se casarían dos especies completamente diferentes. Además la alianza entre ambos reinos se fortalecería. Hasta el último detalle se fue planificando meticulosamente, ambas reinas coincidían en que eran muy perfeccionistas y querían que la boda de sus hijos fuera más que perfecta. 

La noticia se esparció por los dos reinos y eso alegraba a todos los ökrnos y a todas las hadas. No todos los días sucede un acontecimiento de tanta importancia. Seguramente pasaría a la historia y se plasmaría en todos los libros de historia en un futuro. Sin embrago, no todos compartían esa felicidad y ese entusiasmo.

La visión de la princesa Daewenys era, por lo menos, preocupante. El rey Folkbiorn y Daron temían lo peor. Con la esperanza de entender un poco más las visiones de las hadas, invitaron al rey Ronorin y a la prometida de Daron al castillo.

Se reunieron en una habitación iluminada por las velas que colgaban del techo por la araña de acero. En medio de la habitación había una gran mesa redonda hecha de roble. En torno a esta mesa había ocho sillas de roble de respaldo ancho y largo. Daron, Folkbiorn, Daewenys y Ronorin se sentaron y comenzaron a conversar sobre esas extrañas visiones.

—Gracias por venir, rey Ronorin y princesa Daewenys —agradeció Folkbiorn—. La situación es que estamos preocupados por la seguridad de nuestro reino y si estas visiones nos están alertando sobre un peligro inminente, queremos saber a qué nos enfrentamos exactamente. 

—Es natural que se sienta inquieto, Majestad —comprendió Ronorin—. El asunto de las visiones es que no son claras, son imágenes que se relacionan de algún modo y se prestan a la interpretación.

—Digamos que las imágenes que vemos las hadas son trozos de tela que representan sucesos de un acontecimiento en conjunto —explicó Daewenys—, aunque podamos explicar las imágenes aún tendríamos muchas dudas porque no tendríamos los demás trozos de tela.

La princesa, que tenía entre sus manos unas cuantas hojas, comenzó a repartirlas a los ökrnos. En cada hoja había un dibujo hecho con tinta de colores que mostraba algo distinto detalladamente. En una hoja se veía un gran agujero rodeado de hierba verde cerca de un barranco, en otra se mostraban varias siluetas verdes y robustas y otras no tan robustas de color marrón luchando con hachas y en el cielo habían algunas flechas volando, en otra se apreciaban más siluetas verdes y marrones aparentemente muertas o malheridas.

—Intenté dibujar lo más fiel posible lo que vi en mi visión, espero que eso les ayude a aclarar un poco más sus inquietudes —dijo la princesa.

Daron y su padre analizaron las imágenes y algo estaba claro. Los ökrnos y los tröllitus se enfrentarían en un futuro. Lo que no sabían explicar era ese extraño agujero cerca del barranco. No lo habían visto en el reino, tal vez aún no se formaba, de cualquier manera ubicar ese lugar era vital.

Cada segundo que Daron intentaba recordar algún lugar igual a ese, le daba una sensación más intensa de qué sí conocía ese lugar, aunque no lograba ubicarlo. Pensó que Ezra podría saberlo, ya que él ha explorado el reino entero.

—¿Lo puedo conservar? —pidió el príncipe.

—Por supuesto —accedió la princesa.

Entonces, las pesadas puertas de la habitación se abrieron y entraron la reina Moeid y la reina Miarel bastante contentas al parecer. 

—Tenemos excelentes noticias, ya tenemos todos los detalles planeados para la boda —anunció Moeid.

—Así es, discutimos con una taza de té que deberíamos celebrar la boda en Feoddesha —agregó Miarel—. Tenemos que ver tu vestido de novia, querida —ordenó dirigiéndose a su hija—. Vamos ahora.

La princesa se levantó y su padre la imitó y tras despedirse de los ökrnos, acompañaron a la reina hada de regreso a Feoddesha. 

—De hecho, Daron, ve con tu padre en este momento con el sastre real para que te haga tu traje de una vez que la boda se llevará a cabo en una semana.

Daron sabía que su madre no aceptaría un "no" como respuesta, así que obedeció y junto a su padre fueron a la zona este del castillo donde el sastre real le hizo las medidas correspondientes al príncipe. 

La boda terminó por encabezar las prioridades de Daron, pero el rey Folkbiorn aún tenía esa preocupación rondando por su mente. ¿Su reino estaba en peligro?, ¿dónde se desarrollaría la batalla?, eran preguntas que ni las visiones de Daewenys podrían contestar.

Las visiones tampoco alertarían a las hadas y a los ökrnos que en las montañas lejanas, el rey Nelsan recibiría la noticia de que se estima que en una semana más la entrada secreta al reino de Ogrëdge estaría lista.

Cuando el sastre terminó por medir el cuerpo robusto del príncipe Daron, fue en busca de su hermano. Conociéndolo, era casi seguro que estuviera en alguna de sus expediciones por el reino, en alguna taberna o en los establos.

En los establos, se encontró con Bardïn, un ökrno joven quien es el encargado de cuidar a los pörris del castillo así como asegurarse de que los establos estén en las mejores condiciones posibles.

—Alteza, buenas tardes, ¿quiere montar pörri? —inquirió Bardïn educadamente.

Daron buscó el pörri que hermano usa siempre y reparó en que estaba vacío el establo.

—En realidad, estoy buscando a mi hermano, ¿de casualidad no sabes dónde está?

—En realidad sí, hace como unas dos horas, tomó su pörri diciendo que tenía ganas de una cerveza bien fría —contestó el cuidador.

—En ese caso, sí que voy a dar un paseo —aseveró Daron.

* * *

Cuando Daron divisó el letrero tallado en madera del "Cordero fantástico", disminuyó la velocidad y bajó de su pörri. "El cordero fantástico" era la taberna predilecta de Ezra. Es llamada así porque su dueño, Arnbjorn es muy amable y cálido, como un cordero.

Cuando Daron entró a la taberna no tardó en encontrar a su hermano. Estaba en un rincón rodeado de gente haciendo mucho escandalo gritando todos al unísono "fondo, fondo, fondo, fondo, fondo" y era a Ezra a quien estaban animando a que terminara su enorme tarro lleno de alguna bebida embriagante. Un par de tragos después, Ezra separó sus labios del tarro y lo golpeó contra la mesa completamente vacío. Su público lo felicitó como si hubiera hecho alguna gran hazaña.

Hubo un tiempo en que Daron también hubiera terminado más de un tarro hasta perder por completo la razón, pero tuvo que dejar eso atrás, dejando a su hermano espacio libre para convertirse en el cordero más sediento —el cliente que más tarros soporta— de la taberna y Arnbjorn no se ha de quejar.

—¡Arnbjorn, otra ronda para mis amigos! —exclamó Ezra arrastrando ligeramente las palabras desde su lugar antes de percatarse de que su hermano mayor se encontraba ahí.

Todos guardaron silencio y comenzaron a hacer reverencias conforme Daron pasaba a su lado. Ezra no le pareció extraño ver a su hermano ahí, conocía la faceta parrandera de su hermano y cómo prefería beber en cualquier otro lugar a pesar de los miles de barriles de alcohol que almacena el castillo, aunque también sintió algo de confusión pues ya había renunciado a ese hábito. 

—¿Qué heces por aquí, Daron?

Estaba claro que Ezra no estaba ebrio pero tampoco estaba del todo sobrio, así que no era un buen momento para discutir sobre el dibujo, pensó Daron. No obstante, había algo de lo que quería charlar con su hermano y de lo que sí estaba en condiciones.

—Quería conversar contigo.

—Por supuesto —aceptó Ezra dándole espacio en el banco donde estaba sentado—, toma asiento.

Daron tomó asiento a un lado de Ezra mirando la pared que tenía de frente.

—Como bien sabes, me casaré, y de hecho ya es en una semana más. El punto es que, será un día muy importante para mí y tú eres igualmente una persona importante para mí, Ezra, por eso quisiera que fueras mi padrino de bodas.

Ezra posó su mano en el hombro de su hermano y se ambos hermanos se miraron a los ojos.

—Será un honor, hermano.

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