Capítulo 2:

Como todos los años al comienzo de cada curso, tenía a lugar en Hogwarts la ceremonia de selección de casas con la que se le daba la bienvenida a los nuevos estudiantes.

Ya todos los alumnos de los cursos superiores se encontraban sentados en las mesas de sus respectivas casas conversando alegremente entre ellos hasta que las puertas del Gran Comedor se abrieron y con ellas llego el silencio. La primera en entrar fue la profesora McGonagall seguida por una larga fila de alumnos a quienes condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, tras ellos venía una persona encapuchada quien a diferencia de los nuevos estudiantes que parecían recién salidos del lago, esta se encontraba totalmente seca.

—¿Quién creen que sea? – pregunto Harry en voz baja.

—No debe ser de primero. – dijo Hermione. – Probablemente una transferencia de otra escuela.

—¡Pues quien sea con esa capa que lleva puesta no se puede ni saber si es hombre o mujer! – exclamó Ron.

—Apuesto 5 galeones a que es hombre. – dijo Seamus.

—Estoy con Seamus. – dijo Dean.

—Mu-mujer. – respondió Neville inseguro.

—Mujer. – comentó Colin Creevey.

—Apostamos 10 a que es mujer. – dijeron Fred y George a la vez.

—Yo digo que es mujer. – dijo Ron.

—¡Hombre tenías que ser! – se escucho decir a una molesta Hermione.

—Yo pienso que es hombre. – dijo Ginny.

—Ginny, pero tú también. – expreso incrédula Hermione.

—¿Qué tiene de malo? – respondió la mencionada restándole importancia.

—¿Tu qué piensas Harry? – pregunto Ron. – Harry. – le llamo nuevamente al no recibir respuesta.

Harry quien en esos momentos se encontraba con su vista puesta en Malfoy no escucho lo que su amigo estaba diciéndole hasta que este le codeo para llamar su atención.

—Tierra llamando a Harry.

—¿Qué? – pregunto algo molesto.

—Te pregunte que pensabas tú.

—¿Sobre qué?

—¿Hombre o mujer? – le pregunto mientras señalaba a la persona con el dedo.

—Ron, eso es de mala educación. – le regaño Hermione.

—Y bien. – dijo ignorando a su amiga.

—Eh... mujer. – dijo este dudoso.

Mientras en la mesa de los leones se estaba llevando a cabo una competencia de apuestas el Sombrero Seleccionador terminaba de entonar las últimas frases de su nueva canción.

No me he equivocado nunca:

Echaré un vistazo a tu mente

¡Y te diré de qué casa eres!

Los aplausos resonaron trayendo a los leones apostantes de vuelta a la realidad. La profesora McGonagall comenzó a desplegar el rollo de pergamino en lo que explicaba el proceso de selección a los de primero.

—Cuando pronuncie vuestro nombre, os sentaréis en la silla, les pondré el sombrero y una vez que él anuncie la casa a la que pertenecéis, iréis a sentaros en la mesa correspondiente.

¡Ackerley, Stewart Ackerley!

¡Ravenclaw!

¡Baddock, Malcolm Baddock!

¡Slytherin!

Harry una vez más dirigió su vista hacia Malfoy notando que este a diferencia de sus compañeros, que aplaudían y celebraban al nuevo miembro con fulgor, permanecía con la vista fija en la parte superior del Gran Comedor, más específicamente en la persona por la cual apostaban sus compañeros.

Acaso se conocían. – pensó.

¡Branstone, Eleanor Branstone!

¡Hufflepuf!

¡Cauldwell, Owen Cauldwell!

¡Hufflepuf!

¡Creevey, Dennis Creevey!

¡Gryffindor!

Los aplausos y las felicitaciones resonaron en la mesa de los leones. Mientras la selección continuaba hasta que solo faltaba un chico de primero y el encapuchado.

¡Whitby, Kevin Whitby!

¡Hufflepuf!

Una vez que todos los de primero fueron ubicados en sus casas y mientras la profesora McGonagall decía unas palabras referentes a la incorporación de un nuevo miembro al alumnado de cuarto.

—Se va a quitar la capa. – dijo Fred llamando la atención de todos a su alrededor.

Al fin, luego de tanta espera podrían ver el rostro de la persona que se escondía tras la capucha.

Con solo mirar las delicadas facciones de su rostro cualquier duda sobre si era hombre o mujer, quedo más que aclarada, definitivamente era una chica pero mientras muchos jóvenes contemplaban embelesados a esa belleza, lo primero que noto Harry fue su largo y rubio cabello, que de ser un poco más claro sería plateado; lo segundo fue su piel, tan blanca, como si esta nunca hubiese sido tocada por el sol; sin embargo, fueron sus ojos lo que le dejaron sin aliento, eran grises.

—Malfoy. – dijo impactado. – Imposible. – se dijo mentalmente.

Inconscientemente llevo su mirada hacia cierta serpiente y de regreso a la chica solo para asegurarse de que sus ojos no lo estaban engañando.

La profesora McGonagall dirigió una vez más su vista al pergamino y dijo con una vos firme.

—¡Malfoy, Adhara Malfoy!

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