CAPITULO 6
Love song for a vampire - Annie Lennox
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Días después de abandonar el castillo Drácula, más al norte de las tierras Dimitru, Vlad, Avyanna, el capitán Petru y otros hombres, se encontraban en una colina vigilando a su pueblo desde la distancia, quienes pasaban por el valle directo a zonas altas y montañosas.
– Lo haremos como lo hacían nuestros antepasados - dijo Dimitru - utilizando el bosque, en cuatro o cinco meses...
– Meses no, necesitamos ganar esta guerra en tres días - dijo Vlad.
– ¿Por qué no en dos?, nos impresionarías - dijo el rubio sarcásticamente a lo que Anna giro un poco a verlo divertida.
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Todos descansaron esa noche en medio del bosque. Las personas construyeron carpas para si mismos y otros utilizando las telas y palos que habían traído. Dimitru, Petru y los demás hombres hicieron una fogata con la que azaron un lechón y se lo repartieron dispuestos a comerlo. Vlad se sentó con ellos mientras Avyanna hizo la primera guardia.
El príncipe veía a sus amigos comer y deborar el lechón tranquilamente, saziando temporalmente su apetito, mientras él moría de hambre, pues la única comida que lo satisfacería sería lo que lo condenaría si llegara a probarla si quiera. Así que, no pudiendo resistir más la sed de sangre se encerró en su carpa con su esposa.
Mientras eso, Avyanna seguía afuera al frente del campamento, contemplando el bosque desde donde estaba. Podía escuchar los corazones de las personas, por lo que empezó a sentir hambre, pero se concentró en los animales del bosque: escucho sus pesuñas contra la tierra, sus respiraciones, los sonidos que hacían al hablar. Cerró los ojos y sonrió para si misma, pero en ese momento sintió una mano que tocaba su hombro, enseguida volteo y vio que era su querido hermano Vlad.
– Camina conmigo - dijo él simple.
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Vlad decidió que sería una buena idea si ambos daban una larga y tranquilizante caminata por el bosque, así tal vez se olvidarían del hambre que los carcomía y de los miles de litros de sangre humana que los rodeaban. Llegados a un punto, el gemelo detuvo a su hermana.
– Espera - Dijo el.
– ¿Qué? - pregunto Anna mirando a su alrededor.
– Escucha - dijo Vlad y junto su frente con la de su gemela.
Ambos podían escuchar a los animales del bosque, los cual los calmaba de sobremanera, sin embargo, entre la maleza, pudieron escuchar algo que no era de un animal.
– No creas que no sabemos que nos estas siguiendo - dijo Vlad apaetando su frente de la de su hermana.
– Se equivoca, los sigo a ellos - dijo Skelgim señalando a los murciélagos encima de los hermanos y prosiguió - la noche es su reino, la sangre su sustento, y algunos dicen, que han vivido aquí desde que han habido presas que devorar - Concluyo.
– ¡Ahórranos tus disparates! - dijo Vlad mientras Avyanna lo miraba amenazante.
– Dicen, que aquellos que escaparon con vida de la montaña colmillo roto, son los hijos voluntarios del diablo. Un hijo, para la maldad. Y una hija, para la oscuridad - Continuo el demente desconocido.
– Bueno, si nosotros somos esos "hijos", sabes que de nada te va a servir tu cuchillo - dijo Vlad sarcástico.
– ¿Qué quieres de nosotros? - pregunto Avyanna.
– Nada, al contrario mi señora - entonces volteo su cuchillo y se cortó la mano para luego verter su sangre en un vaso. Avyanna al ver su acción, tomó el brazo de Vlad sin la intención de soltarlo.
– Sé que en esta tierra, no hay espacio suficiente para que podamos escapar, así que, espero serles útil - dijo Skelgim arrodillándose ante los gemelos ofreciéndoles el vaso de sangre.
Avyanna sentía que ya no podía resistir la tentación de la sangre por lo que se tiro al piso. Vlad por su parte, tiró el vaso con sangre a un lado y tomo a Skelgim de la camisa para ponerlo contra un árbol.
– Alejate de mi y de mi hermana - le advirtió el hermano controlando su ira y sus ganas de clavarle las garras en el pecho y los colmillos en el cuello.
– ¡Vlad no! - dijo Avyanna aun en el piso mirando hacia ellos. El príncipe escuchó la suplica de su hermana y dejo ir a Skelgim.
– Sí, mi amo - dijo el gitano y desapareció nuevamente entre la maleza.
Vlad se arrodillo al lado de su hermana mientras ambos escuchaban la voz de la sangre reirse de ellos. Vlad intento si quiera tocarla pero Avyanna aparto su mano rápidamente, recordándole que debían ser fuertes por su familia. Avyanna envolvió sus brazos alrededor del cuello de su hermano y él la abrazo igualmente.
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Al día siguiente, el sultan Memehd y sus hombres llegaron a castillo Drácula. Memehd desmontó de su caballo y se acercó a la edificación cubierta por una extraña y espesa niebla. Una vez al frente, uno de sus hombres se acercó a él.
– Lo encontramos en el campo de batalla. Preguntó por usted - dijo el soldado mientras ambos se acercaban a otro.
– Un mensaje del príncipe Vlad y la princesa Avyanna: esperan, que disfrute la vista - cuando el soldado acabo de hablar, Memehd alzó la mirada intrigado por sus palabras. En ese momento, la extraña niebla se disperso dando paso a una vista macabra: el ejército de Mehmed, los mil hombres que había enviado, estaban empalados y descabezados.
La mirada del sultan se oscureció y una potente rabia había incrementado dentro de él. Los cazaría y mataría a todos y cada uno de esos Rumanos aunque fuese lo último que hiciera.
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Esa misma mañana, Mirena se levantó escuchando dos rápidas respiraciones. Apartó las sabanas que la envolvían y miro a su alrededor, todo lo que pudo ver fue la ancha espalda de su esposo, el cual estaba arrinconado durmiendo en el piso, pero eso no fue lo que llamo su atención, al verle bien, noto que su espalda ya no tenía las cicatrices que tenía antes.
Mirena se acercó a él y le dio la vuelta, pero noto que no estaba solo, Avyanna estaba al otro lado temblando como si tuviese frío. La rubia se acercó a ella y tocó su frente, dándose cuenta de que estaba fría pero sudaba. Rápidamente intento despertar a Vlad para decirle que su hermana estaba enferma, pero en eso vio que su anillo de plata lo quemaba, así que se lo quitó de un jalón, pero al hacerlo ambos despertaron exaltados.
– ¡Mirena! - Gritaron al unisono.
– Avyanna estabas sudando frio. Y tú Vlad ya no tienes tus cicatrices - dijo la princesa mirándolos asustada - ¿qué les ocurre a los dos?
– Somos aquello que espanta en colmillo roto - dijo Vlad.
- No fantasmas, al más - dijo Avyanna y tomando un cuchillo rasgo una parte de la tienda haciendo que el sol entrara. Los rayos del sol empezaron a quemarla viva, empezó a gemir de dolor hasta que Vlad la aparto.
– Dios mío - dijo Mirena llevándose una mano a la frente, tratando de asimilar lo que acababa de ver - qué Dios castigue a quien haya hecho esto con ustedes - dijo la dama apenas reaccionó de nuevo.
– Nosotros lo escogimos - dijo Vlad.
– ¿Ustedes hicieron esto? - la princesa miro a Vlad y luego a Avyanna, la cual solo apartó la mirada.
– ¿Vlad por que? - pregunto Mirena.
– Porque le enviamos cadáveres a Memehd, en lugar de a nuestro hijo - dijo el príncipe con gran tristeza.
– ¿Hicieron esto por nosotros? - Pregunto ella desconcertada.
– Lo hicimos con las mejores intenciones - Dijo Avyanna casi sin voz.
– No te preocupes, en tres días seremos los mismos de siempre, solo debemos resistir la... - dijo Vlad sin terminar.
– ¿Resistir que? - Pregunto Mirena. Vlad se acerco lo mas posible a su hermana - ¿resistir que, Vlad?, ¡dime!
– La sed... de sangre - dijo Avyanna y Vlad concluyó la frase. Entonces Mirena se dio la vuelta dándoles la espalda.
– ¿Y si decidieran beber? - preguntó la rubia aterrada de nuevo.
– Nos quedaríamos así, para siempre - dijo Vlad.
– Van a resolver esto, ¿verdad? - pregunto Mirena volteando hacia los hermanos.
– Por supuesto. Te lo juro, no vamos a ceder - dijo Vlad a Mirena tomando la mano de Avyanna.
– Entonces Dios los va a perdonar - dijo Mirena segura.
– Vlad, Anna - dijo Dimitru desde afuera - los turcos se acercan, debemos irnos.
– Mirena, necesitamos que tu e Ingeras lleguen al monasterio lo mas pronto posible - Dijo Anna.
– ¡No! - dijo Mirena en el desacuerdo.
– Escúchame. Vallan al monasterio, nosotros los veremos cuando caiga el atardecer - dijo Vlad. Después de eso, Mirena le entrego su anillo de plata en la mano.
– Te amo - dijo y se fue de la tienda.
– ¿Debimos decirle? - Pregunto Avyanna.
– Sí debimos - afirmo Vlad.
Agotada de toda la situación, Avyanna recostó su cabeza en el hombro de su hermano, esperando juntos el atardecer.
Luego de quitarse el camisón y cambiarse, Mirena salió de la carpa y justo vio a Dimitru apagando la fogata de la noche anterior, así que se acercó a él para decirle lo que su esposo le había dicho.
– Mi esposo y su hermana están de acuerdo contigo. Partiremos bajo tu mando temporalmente - Dijo ella.
– ¿Y donde estarán Vlad y Avyanna? - pregunto Dimitru.
– Espiando a los turcos. Insisten en hacer reconocimiento - Dijo Mirena acariciando al caballo negro de Dimitru.
– No, no lo permitiré - Dijo el hombre decidido a entrar en la carpa pero la dama se le atravesó.
– ¡Ya es tarde!, ya han salido - dijo ella inmediatamente.
– ¡Escuchen todos, prepárense para partir! - dijo Dimitru de mala gana.
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– Más allá entre las colinas, un grupo de turcos enviados por Mehmed para encontrar al pueblo de Transilvania veía a distancia como estos caminaban entre el bosque de camino a las montañas.
– Dile al sultán en donde enterraremos a sus enemigos - dijo el quelideraba el pequeño batallón, a lo que el mensajero dejo ir una paloma dirigida al sultán.
.
La noche cayó pronto. El pueblo de Transilvania seguía su camino entre el bosque mientras que sus príncipes Vlad y Avyanna estaban en su tienda, listos para su aparición.
– Esperen, escuchen - susurro Mirena a su hijo y su dama, escuchando las campanas a lo lejos - ya estamos cerca.
Mientras la tropa de turcos salieron de sus escóndites y atacaron al pueblo de Transilvania, los hermanos salieron de su tienda convertidos en una parvada de murciélagos y entre rugidos de animales.
– ¡TODOS A LA RETAGUARDIA! - Grito el capitán Petru a los soldados rumanos, mientras Mirena tomó a su hijo y juntos corrieron buscando un lugar seguro.
– ¡Mirena, Ingeras! - gritaba Dimitru buscándolos por todas partes.
Cuando por fin logró divisarlos entre la multitud, el rubio mato al turco que tenía en frente y fue hacia ellos. Dimitru tomo el brazo del niño y los tres corrieron hacia una pendiente, desde la cual se podía ver el monasterio.
– ¿Por qué los monjes no pusieron la entrada mas cerca? - pregunto el soldado sarcásticamente pero sin aliento de tanto correr. Pero al voltear, el líder de la tropa de turcos estaba detrás de ellos.
– Quédense detrás de mi - Les dijo Dimitru. Mirena tomo a Ingeras y lo acerco lo mas que pudo a ella.
Mientras el turco y Dimitru se batían a duelo, una parvada de murciélagos apareció en medio de ellos, haciendo que tanto el turco como Dimitru cayeran al suelo.
El general turco se levantó rápidamente y vio en frente de si a la princesa Avyanna. Él solo la vio y se rio - Usted no tiene armas, mi lady - Dijo en su idioma.
– No necesito un arma para matarte, idiota - le contesto ella en el mismo idioma.
El hombre trato de darle un puñetazo pero ella tomo su puño y lo torció. El general gemía de dolor, y en ese momento, lo más inteligente que se le ocurrió hacer, fue clavarle a Avyanna su espada en el costado.
– ¡No! - grito Dimitru y trato de ir tras ella.
La princesa solo soltó el puño del hombre y se aparto de el escondiéndose en las sombras. Una vez ahí, se sacó la espada del costado sin sangrar y su herida sano en cuestión de segundos. Mirena, Dimitru e Ingeras estaban que no lo creían.
El hombre se levantó nuevamente y aprovechando que ella estaba distraída trato de matarla, pero Vlad le llego por un lado sorprendiéndolo y asustándolo tanto que él solo cayó por el acantilado.
Dimitru miraba a Avyanna desconcertado, pero antes de que ella pudiese decirle algo Ingeras empezó a sollozar.
– Ingeras, Ingeras - decía Avyanna mientras se acercaba al niño y al llegar con él lo cargo en sus brazos consolándolo.
– Ya no nos dejes tía - Dijo el niño llorando.
– Nunca, tus padres y yo siempre cuidaremos de ti - le contesto Anna a su sobrino.
– Ve con tu padre - le dijo y dejo que el niño corriera hacia su padre.
– Tu tampoco nos dejaras, ¿verdad papa? - pregunto el pequeño a su padre.
– Jamas. Yo siempre velare por ti - Le dijo Vlad a su hijo. Mirena no soporto mas y abrazo a su familia.
– Debemos seguir, ya todos llegaron al monasterio - Avyanna no quería interrumpir el lindo momento, pero debían seguir. Giró su vista hacia Dimitru, quien la veía como si estuviese buscando una explicación. Ella solo volteo la mirada de regreso hacia Vlad.
– Debemos ir - Dijo Vlad soltando su agarre de su esposa e hijo.
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