CAPÍTULO 4

Sentía mi cuerpo tan ligero que ni siquiera sabía si aún estaba de pie. Era como estar suspendido en un abismo o cayendo de él. El vacío en mi pecho se intensificó al grado de que no podía ni respirar. El corazón comenzó a saltar descontroladamente y mi voz se fue.

Cuando por fin pude hablar dije:

— ¿A qué te refieres?

Qué pregunta más ímera, pensé, estaba casi seguro de saber a qué se refería. Durante mucho tiempo vi a otras madres y padres de la escuela no tener idea de adónde habían ido sus hijos cuando ellos desaparecían, como si nunca hubieran existido en ningún modo. Pero necesitaba que ellos lo dijeran.

— Cetta... —Lífsero tampoco podía hablar bien— Todos los padres de las estrellas que aún estamos vivas están fuera de ésta sala esperando que alguien les diga qué pasa y por qué llegaron aquí.

— Ellos saben quiénes son —terció Ficseto—. Pero ninguno de ellos reconoce a sus hijos. Incluso algunos dicen que jamás pensaron en tenerlos. Yer Ref fue una de ellas, está devastada en su habitación llorando.

Yer Ref había pedido la oportunidad de egresar con su familia, supongo que ella fue la primera en enterarse de la noticia, y probablemente la que más sufrió el impacto de la misma.

— Quiero ver a mi madre —espeté.

— Pero, Cetta...

— Déjame verla, Ficseto.

Él miró a Lífsero y ella asintió hacia él. Se puso de pie y escuché que llamaba su nombre "Señora Lenan Kundera" había dicho él. La vi entrar a la sala y mirar en mi dirección. Verla fue como una mordida en lo más profundo de mi corazón.

— Hola —dijo ella.

— ¿Mamá? —pregunté. Aunque sabía que no me respondería.

— ¿Yo? —se señaló el pecho— Perdón, cariño, pero no sé quién eres.

Estaba esperando una respuesta como esa. Tal vez algo con más tacto. Claramente llevaban mucho tiempo tratando de convencerla y estaba harta de eso. Ver a alguien que decía que ella era su madre fue su colmó. Tristemente, para mí, ella sí era mi madre y ni siquiera sabía quién era yo. Se olvidó de mí.

Se olvidó por completo de mí.

— Necesito estar solo —dije y me fui de ahí.

Pude escuchar que todos me llamaban, pero no respondí a eso. No supe cómo se había visto mi madre cuando me fui, y seguramente no tenía la mejor expresión. Pero yo tampoco me sentía muy bien.

Salí de la cafetería y caminé durante un rato. Había anochecido. No tenía idea de donde estaba ni a dónde iba. Estaba en un lugar extraño, rodeado de gente extraña. Lejos de todas las estrellas que quería y sabiendo que la más importante ni siquiera sabía que yo existía. Estaba más solo de lo que nunca había estado en mis años de existencia.

Y como si esto no se pudiera poner peor, empezó a llover.

De verdad empezó a llover. Como si todo estuviera creado para hacerme sentir peor. Todo estaba en mi contra en ése momento. Llegué a una parte donde no había nadie a la vista. No se veía ninguna persona, ningún carro, ni siquiera un animal.

Me tiré al suelo. Y no porque haya querido hacer más dramático, sino porque no podía mantenerme en pie. Dos veces en el mismo día había sentido que perdía a mis padres. Primero a mi padre, que ya no estaba conmigo desde hacía mucho tiempo, pero enterarme de por qué había muerto fue como perderle de nuevo. Había perdido a mi madre, y peor aún, no porque haya muerto. Preferiría haber pensado que estaba muerta, porque por lo menos no estaría ella visible para mí, para recordarme que nunca más la volvería a tener conmigo.

Grité.

Grité con todas las fuerzas que tenía. No podía verla. No podía estar con ella para enterarme de que ya no estaba. Ni siquiera estuve ahí. Era un alienígena en un planeta tan lejano al mío. Tan lejos de la madre que ya no tenía.

Y todo esto tan sólo en los dos primeros días en que estuve en La Tierra.

Lloré, pero ya no lo sentía. Mis lágrimas y la lluvia se combinaron para no ver mi vergüenza. Pero no podía para de gritar. Sollozaba a viva voz. Estaba berreando tanto que me lastimé la garganta y podía sentir el sabor de la sangre. Pero nada me importaba. Cerré los ojos. Y ya no supe nada.

***

No sabía que había dormido hasta que me desperté porque el sol me golpeó la cara.

El ímero sol estaba lastimando mis ojos. Y yo, aún más ímero, los abrí para ver que era. Qué inteligente movimiento.

Estaba en el cuarto de Gonzalo. Ésta vez yo estaba en la cama y él estaba dormido en el suelo. Miré el aparato que indicaba la hora, era muy diferente al nuestro, en Astéri siempre era triangular, en La Tierra, había visto ya cuadrados y círculos. Eran las siete treinta.

No sabía si alguien más había despertado. De pronto sonó el aparato que no es una menos pero se ve igual de Gonzalo con una canción muy fuerte. Yo me asusté, no sabía qué estaba haciendo. Gonzalo no abrió los ojos, pero sí se comenzó a mover con pereza. Tomo el aparato que no es una menos pero se ve igual y apagó la música.

— Oh, Cetta —dijo con los ojos entreabiertos cuando me vio— ¿Te desperté?

— No —contesté yo—. Desperté antes que tu aparato que no es una menos pero se ve igual.

— Celular —dijo señalándolo—. O teléfono si prefieres.

— Creo que me gusta más el nombre que yo le di.

Gonzalo no me había prestado una pijama, así que yo dormí con la ropa de día. Él, en cambio, sí tenía la mitad de una pijama, usaba unos pantalones ligeros y no usaba camisa. Él era más delgado de lo que se veía con ropa, él vestía camisas holgadas, pero con pantalones ajustados, y suéteres en los dos días que lo había visto. Como si tratara de esconder su propio cuerpo. No tenía nada de especial, sólo era delgado, pero me sorprendió verlo siendo que ya tenía una imagen de él.

Caminó hacia su ropero y sacó dos camisas y dos pantalones, me dio uno de cada uno.

— Me voy a bañar —dijo— tú vas después de mí así que prepárate para que nadie más te gane el baño.

— Claro —respondí—. Gracias.

Había creído que me preguntaría algo sobre lo que había pasado la noche anterior. Sobre si me sentía bien o si necesitaba algo. Estaba agradecido de que no lo hiciera. No habría soportado que alguien intentara preocuparse por mí. Ni siquiera yo iba a pensar en eso.

Después de un rato de hacer nada sentado en la cama me aburrí, y como cualquier estrella normal haría, me puse a ver qué tenía Gonzalo en su cuarto. Era muy sencilla, pero estaba llena de detalles, como cuadros con frases, algunas fotos de bandas, e incluso un par de lámparas viejas; así que tuve mucho que ver. Fui primero al librero, tenía tres estantes y los tres estaban llenos. Tomé el más grueso de todos los que vi, era uno de color gris y en la portada decía "Harry Potter y la Orden del Fénix". No tenía idea de qué era un Harry Potter o un fénix, pero cuando lo abrí y vi que tenía casi novecientas páginas pensé que mejor no quería averiguar qué eran.

Me acerqué después al buró donde, en la parte de arriba, tenía un bote que decía "Cera de cabello". Lo destapé y olí. Era casi igual a lo que usábamos en Astéri para peinarnos, pero con olor.

También había una foto de Gonzalo con sus amigos. Eran un grupo de cuatro hombres, contando a Gonzalo, y se veían muy felices. Vestían una toga negra y un sombrero cuadrado bastante ridículo. Uno de ellos era muy parecido a Lored. Tenía las mismas facciones que él, sólo le faltaba el cabello azul. De pronto lo extrañé. No lo había conocido durante mucho tiempo, pero las semanas que estuvimos juntos él y yo tuvimos una conexión real. Como si las doce Estrellas Fieles lo hubieran puesto ahí para mí. Estaba totalmente consciente de lo ridículamente cursi e ímero que eso sonaba, pero otras palabras para expresarlo no había. O por lo menos yo no las sabía, siempre sacaba bajas notas en clase de lenguaje.

Tomé una envoltura de lo que parecía ser un "Chocolate" como estaba escrito en ella.

Recordé lo que había pasado ayer. Eso de hablar con los turistas en un idioma que no conocía. Incluso me pregunté si de verdad estaba leyendo lo que leí en español, como dijo Daniela, u otro idioma del que no tenía ni el nombre.

— La curiosidad mató al gato —dijo alguien.

Volteé a donde la voz estaba y vi a Gonzalo ya vestido, pero con el pelo aún mojado.

— Pues no sé qué es un gato —respondí— pero definitivamente no soy uno.

Se acercó a mí y vio que tenía en las manos la envoltura y la foto.

— Ah, esa foto —dijo y la tomó—. Es de cuando me gradué de la universidad —explicó—. Estudié administración de empresas, terminé el semestre pasado. Aún estoy en proceso de hacer mi propia empresa. Unos amigos y yo estamos pensando en poner un restaurante. Estamos en el proceso.

— ¿Quién es él? —pregunté señalando al otro Lored.

— Es mi amigo Víctor, ¿por qué preguntas?

— Es idéntico a mi pareja.

— ¿Eres gay? —preguntó confundido.

— ¿Qué es eso?

— Cuando a un chico le gustan otros chicos, o a un chica las chicas, se les llama gay.

— ¿Por qué?

— No lo sé —se encogió en hombros—. Así es como funciona, gay, lesbiana, bisexual, transexual, y otros tantos nombres. Incluso tienen nombre en su comunidad y una bandera y todo eso.

— ¿Cómo si fueran diferentes? —pregunté. Él se volvió a encoger de hombros—. En Astéri no es así. Bueno, allá, las estrellas se enamoran de otras estrellas no importa si son galis o gerlos. No sabía que aquí eran tomados como diferentes.

— No es que los tomemos como diferentes —intentó justificarse— Siempre está el típico argumento de "Somos iguales porque somos personas" pero... —No pudo terminar lo que decía—. Quiero decir, aunque sabemos que no son diferentes, no todos lo piensan, por eso es que tienen una comunidad y nombres para cada uno.

— Creo que eso es algo triste. —Noté que incomodaba un poco a Gonzalo por lo que decidí retirarme—. Iré a tomar mi ducha.

Tomé la ropa de Gonzalo. Salí.

Después de estar listo bajé a la sala donde estaban esperándome para desayunar. Todos me vieron fijamente cuando iba bajando las escaleras. Sentí que tenía un grano gigante en la punta de la nariz, pero creí que esa no era la razón de que me vieran así.

— Te hice unos chilaquiles —dijo Jorge— porque vi que te gustaron y tal vez es bueno levantarte el ánimo con eso.

Un plato de comida deliciosa era suficiente.

— Gonzalo y Daniela nos dijeron lo que pasó —habló Andrea— ¿Te sientes bien?

Suspiré. "Bien" era una palabra bastante ambigua. Ya no me sentía tan aplastado como el día anterior, pero no me sentía feliz.

— Me siento mejor —asentí—. Gracias.

Todos asintieron; aunque no sabía si estaban convencidos de mi respuesta. Se quedaron callados durante un buen rato.

— Girio dijo que lo viéramos hoy —dijo por fin Gonzalo—. Que iba a empezar con lo de traer a las otras estrellas.

— ¿No tiene que ir a la escuela o algo así? —señalé a Daniela.

— No —Daniela casi escupe su comida—. Gracias, pero no gracias. Salí de vacaciones.

— Por eso es que pudimos ir a acampar —explicó Jorge—. Ahora que tiene tiempo y Gonzalo está en la casa nos íbamos a dar un fin de semana familiar.

Abrí más los ojos y desvié la mirada.

— No quise arruinarlo.

— No hay problema —Andrea sonrió—. De todos modos ya es lunes y la semana empieza. Hoy sí trabajo. Así que si hubiéramos tenido el fin libre probablemente ahora estaría muy cansada para trabajar.

— ¿En qué trabajas, Andrea?

— Soy publicista en una empresa de —sonreía—. ¿Sabes qué es publicista? —Asentí—. Pues es lo que hago. Siempre quise hacerlo. Mi papá, que en paz descanse, también lo era, y creo que se lleva en la sangre.

— No es así —objetó Daniela—. Definitivamente no en toda la sangre.

— ¡Bueno, no! —volteó los ojos— Pero sí en algunas.

— Ella quiere ser vagabunda —se rió Gonzalo.

— ¡El teatro no me hará vagabunda! —Respondió ella levantando la cabeza—. Siempre se los he dicho.

Todos rieron. Eran una familia que se llevaban muy bien por lo que yo había visto. Y siempre estaban sonriéndose. Leonardo era muy pequeño para hacer cualquier comentario, pero también de vez en cuando se reía. Estaba seguro de que en su palacio mental, no tenía idea de qué estaba diciendo la familia, y aun así se unía a las carcajadas.

— Todos tenemos sueños, Gonzalo —terció Jorge—. Déjala que haga lo suyo.

— ¿Tú a qué te dedicas, Jorge? —pregunté.

— Yo pinto —dijo—. Tengo una colección exhibiéndose en un museo y de vez en cuando vendo algunas obras. Mientras no estoy pintando, me encargo de ser el, como me gusta llamarlo, "Hombre de Hogar".

— O sea que lava la ropa y hace de comer —se burló Andrea.

Jorge hizo un gesto de dolor en el corazón mientras reía con ella.

No quería dejar a ésta familia.

***

Por la noche, fuimos a Estrella Perdida de nuevo para ver a Girio. Imaginé que haría algo importante, pero también creía que sólo estábamos yendo en vano. Llegamos ahí y tanto él como Emy estaba esperándonos. Girio estaba tras la barra organizando unas cosas y Emy estaba atendiendo a los clientes. Cundo nos vio, sonrió y nos pidió que esperáramos a que acabara con ellos.

Después de un rato, los clientes también se fueron, Estrella Perdida cerró para poder dar paso a lo que las estrellas de verdad debían hacer.

Girio colocó la caja de recuerdos y me pidió la menos. Volvió a hacer lo mismo que el día anterior, conectándola a la caja para proyectar a la pared. Buscó el contacto de Ficseto y él contestó un rato después.

— Hola, chicos —habló Girio cuando aparecieron en la pantalla— Tenemos todo listo para la llegada de las estrellas en la tierra. ¿Ya están listo ustedes?

— Aún no —respondió Lífsero— Nos falta la confirmación de algunas de ellas. Nos hemos comunicado con las cuatro faltantes y sólo dos nos han respondido afirmativamente. Las otras dos aún están pensándolo. No creen que sea real lo que les decimos.

— Yo tampoco lo creí al principio —dije moviendo la cabeza.

Ficseto rió. Luego se me quedó viendo. Creyó que no lo noté. Todos creían que no lo notaba.

— Ambas estrellas confirmaron, pero dicen que tendrían que llevar compañía.

— ¿Para? —preguntó Daniela

— ¿Para hacer crecer el grupo sólo porque sí? —sugerí.

En ése momento llegó Emy, que había ido a lavar los trapos que usó para limpiar las mesas. Le preguntó a Girio que si ya había lavado los trastes y cuando él dijo que sí, volteó a la proyección.

— ¿Ustedes están listos para venir? —preguntó a Lífsero.

— ¿Por qué todo se lo preguntan a ella? —cuestionó Ficseto.

— ¿No es ella la líder allá? —preguntó Gonzalo.

— Nunca nombramos un líder,

— Pero es obvio, ¿no? —esta vez fue Daniela— Ella es la líder.

— Pero... —se interrumpió— Olvídenlo, yo no podría. Lífsero está bien.

— ¿Entonces están listos? —preguntó Emy de nuevo.

— Primero queremos que lleguen las estrellas en la tierra para que están todos reunidos. Además hay un par de cosas que hacer aquí antes de partir.

— Pues bueno —respondió Emy— Serán alrededor de tres días, ¿verdad?

— Tal vez un poco más —dijo Ficseto— Para que las otras estrellas lleguen a México sí serán alrededor de tres días o menos.

— Ficseto se encarga de la comunicación —aclaró Lífsero. Ficseto hizo un gesto de autosuficiencia.

— Yo le diré a Cetta y a Girio cuando todo está listo y las naves partan para llegar a Guadalajara. Cetta —me miró— aparentemente sólo tu nave se estrelló, el resto llegaron bien en su aterrizaje.

— Sí es cierto —concordó Girio.

— Por eso es que será más fácil transportarlos a ellos.

— No te contradigo para nada —levanté las manos.

— El día que las estrellas lleguen —agregó Lífsero— Cetta, tú deberás ir con Emy a donde te va a llevar. Nosotros llegaremos después.

— Sí, patrón —bromeó Daniela.

Todos entendieron menos yo. Estaba muy perdido en el sentido del humor terrícola; no entendía casi nada de lo que les parecía gracioso a ellos.

— ¿Dónde deberán aterrizar las naves? —preguntó Gonzalo—. No podrán hacerlo en la ciudad.

—Oh —Lífsero abrió los ojos como platos— No había pensado en eso.

— Pues donde tú, Cetta —sugirió Ficseto— Sólo necesito que me des las coordenadas. Las que Kano fijó no son las mismas que en las que caíste, recuerda que te estrellaste.

— ¿Cómo las consigo?

— Pues vamos al lugar —propuso Gonzalo— y las sacamos con el GPS del teléfono.

— Pero deberá ser mañana —interrumpió Daniela—. Hoy ya es tarde.

— Pero debe ser lo más temprano posible —dijo Ficseto—. Necesitamos que las estrellas lleguen ya.

— Mañana antes del medio día lo tendrás —indicó Gonzalo—. Medio Día de la tierra, me refiero.

— ¿Qué hora es ahora en La Tierra?

— 9:45

— Aquí también —mencionó Lífsero— Entonces no debe haber diferencia. A Medio día está bien.

— A esa hora será —concluyó él.

— Miren —intervine—. Se supone que yo soy la estrella aquí, literalmente soy una estrella; y siento que no estoy haciendo nada más que verlos hablar.

— Es lo que estás haciendo, Cetta —expuso Daniela.

— ¡Lo sé! —respondí— ¡No quiero!

— Bueno, propón algo.

Mi mente se quedó en un hoyo negro. No pensé en nada. Tenían todo resuelto. Fue un mal momento para exponer lo que pensaba.

— No porque no se me ocurra nada ahora significa que no diré nada después.


Hola!

Espero que les guste el rumbo que va tomando la historia, recuerden que ésta vez serán sólo veinte capítulos, y pronto se pondrán más interesantes (espero).

Me gustaría saber su opinión, qué piensan que pasará, si les gusta, si no les gusta, vamos!

Valar Morghulis!

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